domingo, 14 de enero de 2024

Ideal Unionista - RUBÉN DARÍO. Por: Gastón Baquero. El Centroamericano. León, Nicaragua, C.A. 8 de Julio de 1966.

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¿Estaría el poeta en Chile cuando se hizo 
esta foto o habría llegado ya a España?

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(Por Gastón Barquero, Jefe de Redacción de “Diario de la Marina” hasta su clausura” por Fidel Castro).

    En 1889 llega Darío por segunda vez a El Salvador, viene de Chile, acaba de publicar Azul. El presidente salvadoreño era. F. Menéndez, un hombre enamorado de la Unión. Rubén ha contado el encuentro con el gobernante. “Era –dice, uno de los más fervientes partidarios de la Unión Centroamericana, y hubiera hecho seguramente el sacrificio de su alto puesto por ver realizado el ideal unionista que había sostenido Morazán, Cabañas, Jerez, Barrios y tantos otros. Esos días se trataba cabalmente de dar vida a un nuevo movimiento unificador, y es claro que el presidente era uno de los más entusiastas de la obra”. Y añade Darío: “A los pocos días me mandó llamar y me dijo:

    ---¿Quiere usted hacerse cargo del diario que sostenga los principios del a Unión?

    ---“Desde luego, señor Presidente--, le contesté.

    “En efecto, no pasó mucho tiempo sin que yo estuviera a la cabeza de un diario, órgano de los centroamericanos que, naturalmente, se titulaba “La Unión”.

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    Rubén, que fue periodista toda su vida, que ganó su pan con el trabajo para diarios y revistas hasta pocos días antes de morir, iba a dar muestras de que podía y sabía dirigir un periódico doctrinal. Fue él quien escribió el editorial de presentación, que servía de programa para el nuevo diario. Recogió los principios contenidos en el “Pacto de San Salvador” que habían firmado los ministros de las cinco repúblicas.

    “Pensadores: que en vez de las sombrías nubes que ha amontonado el separatismo vuelvan nuestras ideas vencedoras a los altos ideales, como águilas bajo relámpagos. ¡A la obra! Nuestro Darío0 espera el contingente de vosotros; que soplen vuestros pulmones y él será la trompeta. “La Unión” persigue y desea que nos inundes de tus claridades, ¡Ah Progreso!, y que sobre nuestras cabezas se extiendan, con ruido glorioso tus alas sonoras, ¡Oh Libertad!”

    ¿No es emocionante esa página de Darío, de quien un conocimiento externo de su obra ha hechos pensar a muchos que era un desarraigado, un parisiense de alma y de voluntad? Dios después muchas otras muestras de amar la unión de Centroamérica. Él es uno de los grandes precursores de realizaciones como el Mercado Común Centroamericano, la ODECA, la Unión Universitaria y de Cultura, que son la más bella promesa de un gran futuro.

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    Rubén se sintió desde su primera mocedad un ciudadano de todas las naciones de Centroamérica. Hay que observar que cuando Darío dice “La Patria”, se está refiriendo indistintamente a su Nicaragua natal o (a) El Salvador que amara tanto, o (a) Guatemala, (o) a Honduras o (a) su Costa Rica. De manera natural, ingénita casi, siente por suyos a todos los vecinos y constituye un fuerte símbolo su identificación temprana con el magno varón salvadoreño Francisco Gavidia, como es también un símbolo el que luego vayamos a encontrarlo, ya como cónsul de Colombia, ya como Enviado argentino, ya como Delegado de Nicaragua, o como Diplomático de Costa Rica, o Vocero de Honduras… naturalmente, un espíritu abierto hacia el cielo no se queda ni aún en la asamblea de vecinos, por muy naciones de cuna. Muy temprano saltó a Chile, y de allí un estirón semejante al que diera cuando entró en contacto directo con Gavidia. Luego, la Argentina pudo sentirlo vivamente como hijo leal suyo. Todo el Continente americano se le volvió patria. En su porvenirismo, en su visión de lo que el mundo será un día, cantó la Unión de los pueblos de América, entendiendo por tal lo que el propio Dios entendió, o sea, todos los pueblos del Nuevo Mundo, desde el Septentrión hasta el confín austral. En Rubén, a los nicaragüenses se suma lo centroamericano: a esto se suma lo continental hispanoamericano, con España a la cabeza, y a todo ese resplandor y gozo de la Unión agrégase la porción no ibérica del Nuevo Mundo. Es la concepción ecuménica de la vida y de la cultura, de la historia y de la acción cotidiana del hombre. Se vive para el mundo, no para la aldea. Esto se ilumina en la sucesión de los poemas rubenianos: “Salutación del optimista” se continúa con “Salutación al águila”, como “Fuertecotzimi” se extiende hasta cristalizar en “Canto a la Argentina”. Rubén va de lo local a lo universal, y la Unión es el camino, la Unión es el viaje.

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    No pierde amor a su tierra, a su cuna original, porque haya levantado su vuelo hacia el mundo. Toda su ternura reaparece ante la evocación de los nombres que eran sus dioses lares: Nicaragua, León, Momotombo, París no le borra el amor al gran Nicaragua. Se va siempre, pero siempre vuelve. A la hora del dolor supremo, la tierra suya lo llama con hondo clamor, y allá fue a morir.

G.B.

“(Mundo Hispánico” de Madrid publicó en su edición de mayo el texto íntegro de esta admirable prosa de Baquero, exaltante homenaje a Darío).

-- C. D. M.

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