sábado, 6 de enero de 2024

NOCHEBUENA EN LA VIDA ALDEANA DE LA CIUDAD. Por: Juan García Castillo. El Centroamericano. 7 de septiembre de 1967.

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    Cuando se desconocían el Aguinaldo y las flamantes cenas. –Gallina con vinito para los acomodados. Los pobres su Nacatamal y a la Misa del Gallo

    La Noche Buena en la ciudad de antaño era humilde, como humildes eran sus pobladores, sus costumbres, sus casas, todo.

    Cómo se asustarían nuestros abuelos de presenciar las celebraciones pascuales de hoy.

    En la sencilla vida de la ciudad aldea, la clásica comida para la Noche Buena era el típico nacatamal. Apenas en alguna que otra casa acomodada, se cenaba con gallina y su botella de vino.

La “cena”, era en las primeras horas de la noche. Había que estar listo y hecha la digestión para la Misa del Gallo.

    Eran las celebraciones religiosas las que interesaban a los pobladores de la ciudad. Los maitines (1) con su clara y alegre música, bullanguera, que pone la nota de alegría desde las primeras horas de la madrugada. Los “nacimientos”, otro de los atractivos de la Pascua, pero indudablemente el más admirado era el don Ramón Sáenz, un caballero que residía donde hoy es la zona de la Escuela de Artes. Hasta allí llegaba la gente a admirar las reproducciones de Belén, los Reyes Magos, el Río Jordán, el establo y otros aspectos más de la venida de Cristo. Sobresalían San José y la Virgen. Cómo golpeaban en nuestras mentes infantiles esas escenas del suceso bíblico. Había otros nacimientos notables en Managua de aquella época, igualmente atractivos, pero se llevaba la palma el de don Ramón Sáenz.

    Humilde Noche Buena de la ciudad aldea, con alegría sana y sencilla de recogimiento espiritual, de descanso y satisfacción para la mente y el cuerpo.

    El Padre Saturnino en San Sebastián o el Padre Obregón en La Parroquia, oficiando la misa del gallo y el primero de los sacerdotes mencionados, pronunciando uno de sus típicos sermones, sin rebuscamiento.

ESCONDIENDO EL DINERO EN PAREDES

    El Padre Saturnino, otro sacerdote del Managua de antaño, parece que gustaba atesorar. Era la época de los diezmos y primicias. Yo conocía la casa en ruinas del Padre Saturnino. Estaba en el mismo sitio en que hoy está el flamante edificio del Hotel Panamericano. Muchachos llegábamos, hurgábamos las paredes y salían los “macacos”. Muchas gentes de edad, excavaban en el piso y dicen que encontraron algunos dineritos.

DESCONOCÍASE EL AGUINALDO

    Comido su “nacatamalito” los pobres y su gallina con vinito los acomodados, después de la misa del gallo, los pacíficos habitantes se iban a dormir. Ese día se habían desvelado. No se levantaban con el canto del gallo, sino hasta que el sol “ya estaba bien alto”.

    Aguinaldo, Christmas, palabras modernas que no conocieron nuestros antecesores de la ciudad aldea. Alelados quedarían ahora, con la ruidosa y esplendorosa celebración de la Noche Buena. Cómo se les irían los ojos y cómo se relamerían la boca con los pavos y demás viandas en las cenas de la Noche Buena de hoy. Tampoco había esa ansiedad infantil, por saber lo que le traería el Niño Dios, ni algarabía de la muchachada, el 25, atronado el ambiente matinal con los juguetes obsequiados por Santa Claus.

    Los muchachos de antaño, cuando más teníamos un pito de carrizo de bambú, para ejecutar o acompañar la dulce música de los villancicos de la Pascua.

    Y quizás por eso porque la Noche Buena, como las demás festividades, no tenían como hoy, el esplendor y lujo, no eran motivo de ansiedad para conseguir para los estrenos y los regalos y las cenas, por todo eso, es que nuestros antepasados, tenían larga vida.

    Costumbres frugales, vida sin las intrigas de nuestra época, ayuna de ambiciones, así era la existencia en esta ciudad, antaño la Noche Buena era como cualquier día del año, con la excepción de que ese día los pobres cenaban con su nacatamalito y su “tibio” y los acomodados, con su gallina y su vinito, que alegraba sus espíritus por un momento para continuar después la vida vegetativa de la aldea.
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