“LA CAIMANA”, POR FIN,
REVELA SU SECRETO. Por: Filadelfo Alemán. En: La Prensa, 20 de diciembre de
1969.
El día menos pensado ¡Pum!:
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Tan peligrosos como
estar en plena guerra de Vietnam, las fábricas de pólvora no dan para comer ni
muchos menos para vivir. Son una industria a fin de cuentas, pero… ¡Qué
industria!
La mayoría de sus dueños que se han metido al negocio,
tomaron esa profesión porque sí… ¡Vaya! Porque mi padre también era
pirotécnico, dicen.
Como en los comienzos de la artesanía en la Edad Media,
padres, madres, hijos y si hay tíos, también, etc., están en el trabajo.
“LA CAIMANA”
Carmen Aguirre Ocampo, la dueña de la fábrica “La Caimana”,
es el colmo de empresaria. Su habilidad para construir cohetes, bombas,
morteros, triquitraques, etc., data de cuatro generaciones.
Seis explosiones han destruido su fábrica, pero, sin
embargo, dice que no es tan peligrosa la chamba como la pintan. Ni mucho menos
como la guerra de Viet Nam, exclama. Sólo las manos se ha quemado después de
salir de los escombros ahumada hasta las plantas de los pies.
Las fábricas, son una lástima. Se les llama fábricas porque
no hay otro nombre que ponerles. Son semitalleres.
Cuentan con elementos sencillos, todos de fácil consecución:
carrizos, mecates, papel kraft de bolsas de cemento, alambres, páginas de
pasquines, etc.
Otros elementos más vitales son: salitre, azufre y carbón
(de “ceibo” o de “guarumo”), los cuales sirven directamente para la fabricación
de la pólvora.
Cuando desean que ésta sea de colores, a esos elementos
químicos, de fácil consecución en las farmacias y droguerías, les agregan
hierro, potasio, aluminio, clorato de bario, etc. Una verdadera química.
La señora Aguirre Ocampo, expresó ayer que cada quien se
dedica a un trabajo diferente y así es que los miembros de la familia
pirotécnica y los empleados, se distribuyen en un patio y diferentes lugares de
la habitación y se dedican a su respectiva especialidad.
¡PUM!
Dicen que esa forma de trabajo disminuye el peligro, pero la
verdad es que existe tanto desorden y las medidas de prevención son tan
confusas e inseguras que uno a uno podrán volar como en una carga cerrada.
“Cuando uno siente es que ¡PUM”, dijo una vez un pirotécnico
entrevistado después de un percance.
En la fábrica hay gente, como la que se ve en una zapatería
de viejo caño, o como los de una fábrica de bloques de concreto: sucios,
raídos, y los chavalos juegan con la pólvora como jugar con tierra, la andan en
las ropas, en la cara, en las manos, en los pies descalzos, en todas partes.
José Manuel Estrada, un pirotécnico cuyo padre también le
enseñó el negocio después de cuarenta años de laborar en él, dijo que en
realidad no se gana gran cosa. Y es cierto.
No se gana mucho en relación a los peligros. Y, ni aun
cuando fuera tan fácil como pintar muñecos a carbón.
DICIEMBRE GRAN MES
Tengo dos hijos varones y una mujer, expresó Estrada.
--Para diciembre es que nos desquitamos, dijo. La Purísima,
el 24, el 31, todo mundo compra pólvora.
Estrada fabricaba una estrella cuyo valor al cliente es de
cien córdobas. Distribuía uno a uno los cartuchos de pólvora de colores, y
utilizaba además de las manos, la boca para hacer nudos con los mecates llenos
de cera o de pólvora. El bigote lo tenía contiloso de tanto repetir la
operación.
La ganancia neta por la estrella, en cuyo vientre colocaría
la Virgen María, era de cincuenta córdobas. Algo es algo.
--Con una libra de pólvora se hacen cinco docenas de bombas
de a peso, comentó, mientras un grupo de chavalos del barrio, amigos de sus
hijos, contemplaban admirados su habilidad. Un chiquillo hasta llegó a decir
que le gustaría aprender.
Confeccionar una libra de pólvora le cuesta alrededor de 16
córdobas y cinco docenas de bombas de a peso son sesenta córdobas.
--Regular ganancia, pero no todo el año, aunque se trabaja
diario, expresó.
Siguió diciendo que no es cierto que la bomba que salió
retratada en La Prensa fuese de cinco libras.
--Apenas llevaba unas oncitas, dijo. Cinco libras de pólvora
nos vuelan a todos y de un camión sólo dejaría la placa, agregó.
PRECAUCIONES
Sobre las medidas de prevención para evitar accidentes, dijo
que éstas se limitaban a que cada quien realice su pare y a que la pólvora,
antes de ser elaborada, se encuentre húmeda.
A veces fabrican hasta seis libras de pólvora y con la mayor
naturalidad… cocinan en casa.
--Pero la pólvora la dejamos lejos, se excusó.
Expresó no haber tenido nunca un accidente.
Ser pirotécnico es pirotécnico. Nada del otro mundo para
ellos, aunque algunos guardan celosamente una serie de secretos.
Carmen Aguirre Ocampo, la dueña de “La Caimana”, dio una
fórmula de hacer bombas a este redactor que si se dedica a seguirla al pie de
la letra hubiese volado con todo y barrio.
--Si yo le cuento todo, es como que me quedara en la calle,
dijo.
EL GRAN SECRETO
Para evitar accidente han utilizado un sistema novedoso.
“Sólo ellos lo ocupan”, aunque el dárnoslo a conocer nos heló la sangre.
--Es muy fácil, dijo, pero nos ha dado óptimos resultados.
Se trata del horóscopo.
--Bueno, a ver díganos, ¿y cómo es eso?
--Pues que cada quien tiene su horóscopo y cuando éste nos
señala algo malo, no trabajamos.
--Ah, ¿Sí?
-- Sí.
Por ejemplo, mi signo es Géminis, y cuando me señal mal
agüero, doblo carpeta y no trabajo.
Acercándose a este redactor asombrado mostró el horóscopo y
dijo:
-- El 13 de febrero del año pasado, mi horóscopo decía lo
siguiente:
“Es un día muy propenso para cometer errores, por lo tanto
no trabaje en asuntos de importancia. Una conducta errada y sucesos inesperados
perturban sus asuntos. Será difícil concentrarse en varias cosas a la vez”.
-- ¿Y no trabajaron, verdad?
-- Claro.
-- Todos tenemos horóscopo, prosiguió. (Horóscopo
Internacional, Día por Día). Hilda Rosa Scot, lo tiene. Ella es del signo
Tauro; Concepción Aguirre, el de Aries; Saida Carolina Scot, el de Sagitario; y
José Dolores Aguirre, el de Libra.
Según expresó lo llevan al pie de la letra. Si Tauro, le
indica a Hilda Rosa que ese día es peligros, no trabaja, pero los otros sí.
Total, que en el año trabajan menos de doscientos días. ¡Muy buenas vacaciones!
Este redactor y su fotógrafo salimos con recelo, bastante
despacio.
A la mente se nos vino esta frase:
-- Esto es la pirotecnia. El día menos pensado… ¡PUM!
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‘La Caimana’, un
popular personaje de Campo Bruce. En: La
Prensa, 3 de Julio de 2006.
Se llamaba en realidad Petronila del Carmen Aguirre, nacida
en el barrio El Infierno, de Managua, cerca de la Plaza del Caimito, donde se
construyó el Instituto Ramírez Goyena, destruido por el terremoto de 1972. Ese
era su nombre, pero se le identificaba más por el apodo “La Caimana”, en especial
en el barrio Campo Bruce.
Resulta que su padre, José Dolores Aguirre, el popular Tata
Lolo, dueño de una conocida cantina en la Carretera Norte, en su juventud
comenzó trabajando como cochero en la vieja Managua. La gente decía que era muy
tapudo y le pusieron “Lolo Caimán”, cuando creció su hija Carmen, le comenzaron
a decir “La Caimana”, por ser semejante a la boca con su padre.
Desde niña, Carmen Aguirre se inició en las labores de la
pirotecnia, pues su abuelo tenía un taller. Antes de cumplir los veinte años
montó su propio negocio, que se hizo conocido con el nombre de “La Caimana”.
Pronto sus cohetes, morteros, cargacerradas, toritos encohetados, peinetas,
buscapiés, se hicieron famosos en toda Nicaragua, su taller es todavía punto de
referencia en el barrio Campo Bruce.
UN SER ESPECIAL
Desde joven, Carmen se vestía con ropa de hombre, cabello
corto y adoptando poses masculinas, con acentuado machismo, al extremo de
decirse que era “muy enamorado”, solía hacerse acompañar de agraciadas
jovencitas. Para las festividades de Santo Domingo organizaba bailes, siempre
vestida como hombre bailaba al son de la marimba. Una de sus parejas fue
conocida como Blanca Magnolia.
Durante muchos años convivió con Ilda Scott, ahora al frente
del taller. Era una guapa jovencita, enfermera del Hospital Bautista, con
apenas veintidós años, descendiente de don Chale Scott, un inglés que perforó e
instaló el primer pozo artesiano que hubo en Diriamba. Cuando se unió a Carmen
fue tremendo escándalo. Convivieron once años, desde 1960 hasta la muerte de
Carmen, el 16 de agosto de 1971, a los cuarenta años de edad.
La pareja adoptó a varios niños y niñas, nacidos de humildes
mujeres que se los llegaban a dejar, en total dos mujeres y cinco varones, a
los cuales les dieron educación a nivel universitario. Uno de ellos es pastor
de la Iglesia Pentecostal. Ilda se refiere a ellos con mucho orgullo, cuenta
que cuando estaban pequeños acostumbraban a decirles: “mama Carmen y mama
Ilda”. Luego de la muerte de Carmen, Ilda adoptó a Ilda Rosa, también
profesional, ella procreó una hija, Zaida Catalina, con un conocido comerciante
capitalino.
La muerte de Carmen en 1971 fue un tremendo acontecimiento.
La calle que pasa frente al taller fue cerrada. Antes de salir el entierro,
llegó una humilde familia a quien se le había muerto un niñito, a pedir permiso
para que el pequeño ataúd fuera junto con el que contenía los restos de Carmen,
para ser sepultados en el Cementerio Oriental. Hasta en su muerte el escándalo
rodeó a este curioso personaje, pues la gente que acudió por miles especulaba
sobre el contenido del pequeño ataúd.
Pueden haber criterios y comentarios contradictorios sobre
la vida y conducta de Carmen Aguirre. En lo que no hay duda es que fue un
personaje del barrio Campo Bruce, una persona entregada al trabajo, capaz de
educar y dar profesión a varios niños y niñas, artista en el campo de la
pirotecnia, mezclando sonidos y colores, todavía el fuerte estallido de un
cohete anuncia la presencia de “La Caimana”.
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