domingo, 6 de diciembre de 2020

UN CRIMEN BAJO HIPNOTISMO Por Romain Bertrand (Traducción del francés por E Pérez-Valle) La Prensa 23 de Junio de 1959.

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         El presente relato trata de un caso científicamente comprobado (que a su tiempo causó gran revuelo en la prensa mundial y ha revolucionado el mundo científico) de un pobre hombre que fue arrojado al crimen y a la locura por un desalmado poseedor de notables poderes hipnóticos, utilizados para el mal con perverso ingenio. Como en Nicaragua es abundante el público que por ignorancia o curiosidad se enreda con individuos que se dedican a prácticas de hipnotismo sin poseer la solvencia moral que exige asunto tan delicado, salta a la vista la importancia que esta publicación puede tener como advertencia y  como ejemplo.

         Son muchas en el país, y principalmente en la capital, las casas donde se hacen “consultas” espiritistas y adonde concurren (¡principalmente los martes y los viernes!) numerosas personas, muchas de ellas acomodadas y consideradas socialmente importantes. Pensamos sí con el tiempo y el uso y el abuso de tales prácticas no les irá a tocar un destino tan triste como el del pobre Palle Hardrup de nuestra historia.

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         El 29 de marzo de 1951 un danés de 31 años, Palle Hardrup, fue arrestado por la policía después que, revólver en mano, había asaltado un banco de Copenhague y abatido a dos empleados que trataron de interponerse. Este era innegablemente un hecho novedoso, principalmente porque en Dinamarca, remanso de paz, toda demostración de violencia, extremadamente rara, causa la más profunda estupefacción. Pero detrás de este brutal estallido de delincuencia estaba la materia de una affaire que al cabo de varios años revolucionaría la historia criminal de Dinamarca y al mismo tiempo la psiquiatría.

         Palle Hardrup, joven de aspecto calmo y equilibrado, visiblemente salido de una familia burguesa, explicó tranquilamente a la policía las razones de su actitud: “Tenía necesidad dijo, de una fuerte suma de dinero para financiar un partido político que he fundado”. Se trata del D.N.C.P., un “Partido Nacional Comunista Danés”, cuyo programa extravagante se proponía unir los estados escandinavos contra una eventual invasión rusa.

         Pero los siquiatras apenas tuvieron tiempo de examinar esta curiosa explicación, cuando el acusado, dando muestra de una violenta agitación, proveyó una segunda, mucho más sensacional: “Yo soy, gritó, el instrumento de una horrible maquinación”.

         Luego afirmó haber obrado bajo hipnosis y para ejecutar las órdenes de uno de sus amigos, Bjorn Nielsen: bajo hipnosis se había presentado al banco de Norrebro, lo había asaltado y matado a dos inocentes, de la misma manera como, también bajo hipnosis, había desvalijado, el 23 de Agosto último, un pequeño banco de pueblo, también por cuenta del mismo Nielsen. “Hasta ahora, confesaba además Hardrup, he vivido bajo la influencia constante de Nielsen; pero hoy comprendo que he sido engañado y proclamo mi inocencia”.

         ¿Se podían aceptar estas razones? A primera vista todo hacía creer en las patrañas de un espíritu desequilibrado. Desde el punto de vista médico, los psiquiatras siempre han sostenido, a partir de los trabajos de la escuela francesa (Charcot y Janet en la Salpétriér), que no es posible llegar a obligar a un sujeto bajo hipnosis a efectuar un acto que él repruebe. Y en el terreno legal ningún jurado podía una defensa fundada en una práctica que para la justicia equivale a charlatanería. Un informe psiquiátrico del profesor Max Schmidt estableció sí que el joven delincuente padecía de un grave delirio esquizofrénico, y el enfermo fue transferido a la clínica psiquiátrica de Copenhague, que dirigía el doctor Paul Reiter.

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         Aquí las cosas se pusieron en marcha acelerada. Pues el doctor Reiter era un especialista de la hipnosis. El mismo la utilizaba frecuentemente y con éxito en el tratamiento de ciertas psicosis. El caso del joven Hardrup le fascinó literalmente.

         El muchacho había sido educado en un confortable ambiente burgués que raramente engendra la criminalidad. Su padre era librero, la historia familiar no revelaba ninguna herencia anormal, y el mismo Palle pertenecía a una categoría muy controlable, la de los hermanos gemelos. Palle y su hermano eran rigurosamente idénticos: no solamente se parecían, sino que una serie de tests probaba que pertenecían al mismo grupo sanguíneo, que tenían casi las misma huellas digitales y que sus padres no los distinguían sino por un lunar que Palle tenía detrás de la oreja. Los hermanos Hardrup habían vivido siempre juntos, en el mismo cuarto; los dos eran sociables, económicos y  sobrios. Nada, en suma, explicaba por qué Palle se había convertido en un peligroso criminal mientras que su hermano continuaba siendo un inofensivo empleado.

         Inmediatamente el doctor Reiter decidió hipnotizar al enfermo. Hardrup era un flemático casi excesivo: sus movimientos eran tiesos, mecánicos. Se ofreció voluntariamente a la experiencia. Tenía interés en lo que pudiese comprobar su declaración; no obstante Reiter tuvo la más grande dificultad para dormirlo.

         “Cada vez que siente debilitarme, explicó el enfermo, una tensión se opera en mí como si inconscientemente tuviese miedo de perder el control”.

         Esto podía significar: o bien que Hardrup no era hipnotizable (y entonces había mentido), o bien, por el contrario, que lo era en grado sumo,  y que se le había rodeado por adelantado de una verdadera barrera hipnótica que sería difícil romper. Reiter sintió durante todo ese período que una fuerte personalidad se oponía a que él progresara.

         Decidió cambiar de táctica. Inyectó a su enfermo tres centímetros cúbicos de evipán y le pidió que fijase la vista en la luz de un oftalmoscopio. Y, bruscamente la resistencia se derrumbó. Cayó en un trance profundo. Para comenzar, el psiquiatra sugirió algunas alucinaciones simples: Usted está jugando con un perro… acarícielo… etc. Después le hizo revivir algunos recuerdos de la infancia. Por último estableció un signo preciso que en el futuro le permitiría dormir a Hardrup a voluntad y al instante. Era la letra P, inicial de su nombre, Palle, y también inicial de Paul Reiter. Para impedir que Hardrup se durmiese solo, al ver, por ejemplo, la P de una señal de parqueo, tuvo buen cuidado de establecer: “La señal le deber ser dada a Ud. por mí y sólo por mí”. Para verificar la eficacia de esta señal, llamó a Hardrup por teléfono a la oficina del director de la prisión, y, a distancia, dijo:

         “¡P!” Al instante Hardrup quedó en trance, sonámbulo. La prueba estaba hecha: Hardrup era hipnotizable.

         Pero era necesario llegar más lejos. Reiter ordenó a su hombre ejecutar al despertarse una serie de acciones muy complicadas: debía, por ejemplo, despertarse de muy mal humor, recibiría con gran disgusto su cena, lanzando su plato contra el muro y disputaría con su guardián. Hardrup, sin poder comprender él mismo lo que le sucedía, ejecutó fielmente ese programa Así Reiter para obtener la verdad substituía en cierta forma a Bjorn Nielsen y forzaba al enfermo a ejecutar contra su voluntad actos que él mismo desaprobaba. Para desenmascarar a un eventual culpable el médico, paradójicamente, estaba cometiendo con Palle Hardrup el mismo crimen, la misma imposición por el terror mental. Faltaba sí obtener una confesión completa de Hardrup, que registró en cinta magnetofónica. Hizo escribir a su paciente un informe autobiográfico detallado, le hizo relatar todos sus sueños, y por tandas, hipnotizó a Hardrup ante una comisión oficial. Luego publicó un resumen integral de su investigación, el cual sacudió a la prensa mundial (Anti-social or criminal acts and hypnosis, por J. Reiter, Munkgaand, Copenhagen).

         La confesión de Palle Hardrup sobrepasa con mucho la más rocambolesca de las tramas. Es la narración de un crimen contra el espíritu, de un verdadero asesinato psicológico.

         Bjorn Nielsen, un tipo de cuarenta años, de apariencia opaca, y que a lo largo de todo el proceso asumió la actitud de una eminencia gris, era el hombre invisible de esta historia. Permaneció tras bastidores, pero determinó todos los acontecimientos.

         La historia comienza en la prisión de Horsen, donde desgraciadamente los dos hombres entraron en contacto. – Hardrup, había colaborado con los alemanes durante la ocupación de Dinamarca. Había formado parte del Hipokorps, es decir, la policía auxiliar alemana.

         En 1945, cuando la evacuación, se le condenó a catorce años de prisión. Nielsen, por su parte, había extorsionado a los hombres de negocios poseedores de sumas considerables, amenazándolos con denunciarlos a los movimientos de resistencia. Nielsen, a pesar de su escasa instrucción, era muy elocuente. Explicó a su compañero de celda cómo ellos dos habían venido a ser como dos muertos vivientes. “Como prisioneros políticos, pertenecemos a un pasado ya ido;  y no hay para nosotros en la futura sociedad”. “Entonces, inquirió Hardrup, no tenemos esperanza? Con aire de misterio, Nielsen hizo alusión a ciertos poderes supra-normales que los hindúes habían perfeccionado y que podían, quizás, ser aprovechados. Se puso, ante el joven estupefacto, a hablar de telepatía, de médiums, de levitación, de sesiones espiritistas. Ambos iniciaron en las posiciones clásicas del yoga: el loto, la posición de Buda, etc., se volvieron vegetarianos, y, para terminar, probaron a hipnotizarse mutuamente.

         Al principio Nielsen fingía tener menos poderes que su compañero: fingió no tener sobre Hardrup sino muy poco ascendiente y, al contrario, se dejaba dormir fácilmente por él. Luego comenzó insidiosamente a dormirlo, sin que Palle recelase, arreglándoselas para que éste no conservase ninguna memoria.— Hadrup era ultrasensible, pleno de imaginación: era un sujeto ideal. Nielsen sugirió al joven visiones paradisiacas, baños de luz, un sentimiento de pureza y de perfección, en suma, un nirvana artificial que fue parea el joven una verdadera revelación.

         “Tú no debes depender más que nada en el mundo, tú no tienes en adelante ningún bien terrenal, ninguna propiedad”, amonestó Nielsen a  Hardrup. – Como prueba, le pidió le entregase su reloj, después un acordeón que poseía en la celda. Consiguió en la biblioteca de la prisión las profecías de Nostradamus, donde el “profeta” menciona la venida de un mesías a la tierra de Escandinavia. Muy lentamente persuadió a su hombre de que debía jugar un papel inmenso, casi divino, en la futura sociedad; que él uniría a los estados escandinavos; y que para realizar todo esto debía purificar su alma, desprenderse de todo lazo material. Por ejemplo, debía desligarse de sus parientes, dejar de escribirles. Bajo hipnosis hizo ejecutar a Hardrup algunos pequeños hurtos imaginarios: “Hay dinero en esta mesa. Tómale. No te pertenece, pero en el plan en que te encuentras eso no tiene importancia. Se trata simplemente de tomar una partícula de materia y cambiarla de lugar”.

         La educación burguesa de Palle se oponía a esto. Pero poco a poco terminó haciéndolo. Nielsen, siguiendo adelante, lo hizo ejecutar robos imaginarios, asaltos de bancos y aún homicidios. “Estás en tu casa. Tomas un revólver y disparas sobre tu madre”. Hardrup, literalmente hechizado, obedecía sin pestañear. Se había convertido en un instrumento perfecto para Nielsen. No faltaba sino utilizarlo.

         Habiendo cumplido su pena. Nielsen fue soltado primero. El 29 de octubre de 1949, Palle Hardrup fue amnistiado y también quedó libre. El mismo día, aún antes de ver a sus padres, telefoneó a Nielsen y de nuevo hicieron contacto. Desde entonces Nielsen emprendió una larga campaña de explotación de su víctima. Hardrup  había tomado un empleo en una fábrica de utensilios. Cada fin de mes Nielsen le forzaba a darle casi la totalidad de su salario, bajo pretexto de financiar un Instituto de Investigaciones Psíquicas. Una tarde Nielsen hizo aparecer ante el aturdido Hardrup un personaje imaginario que le presentó como su “ángel guardián”. En adelante cada vez que debía darle una orden, pretendía ser emanada de ese personaje que él llamaba “X”.

         A fin de verificar su ascendiente sobre el pobre Hadrup, Nielsen decidió someterlo a prueba hasta en su vida sexual. Presentándole un día a cierta joven, le intimó la orden de seducirla, después casarse con ella. “X”, le dijo, exige que tú te cases con Benta. Pero antes del matrimonio debes conseguir que ella se ceda a mí”. Los acontecimientos tomaban el giro de una pesadilla perversa. – Hardrup, joven tímido, de educación convencional, debía ahora, en el tiempo limitado, emprender la seducción de una joven y después lanzarla a un acto que su sentido moral reprobaba muy profundamente.

         Palle Hardrup se halló, casado con una joven a quien no conocía y a la cual ás tarde, a lo largo de todo el proceso, se negó a reconocer como esposa. Nielsen lo llevaba aún cuando ambos estaban casados, en largas rondas nocturnas, por el barrio más sórdido de Copenhague, Nyhayn, hurgando en los tugurios de marineros so pretexto de realizar “un estudio social de los barrios populares”. Y Nielsen obligaba a su víctima a tragar, aún cuando la detestaba, grandes cantidades de cerveza, y a frecuentar las más vulgares prostitutas.

         Por fin llegó el gran día. Nielsen había señalado un banco en Hvidovre. El 21 de Agosto de 1950 obligó a Hardrup a asaltarlo. El hombre compró un par de anteojos negros, robó una bicicleta y llegó frente al banco.— Pero presa de un pánico intenso, no pudo cumplir con lo mandado. Enloquecido, telefoneó desde un público a su amigo y, casi desvaneciéndose, lo llamó en su auxilio. Nielsen llegó corriendo, lo tomó a su cuidado, lo calmó, lo durmió, y dejó el asalto para otro día. El 23 de agosto Nielsen durmió a su víctima, le hizo beber un vaso de aguardiente condimentado con pimienta y lo lanzó en una bicicleta.

         La idea de un “hold up” en bicicleta puede parecer extraña, pero en Dinamarca, todo el mundo circula en ella; y esta clase de vehículo poco notable, puede será abandonado o robado con una gran facilidad en los numerosos parqueos para bicicletas que están regados por las tranquilas calles de Copenhague.

         Esta vez Palle Hardrup, debidamente magnetizado, entró en el banco señalado, sacó un revólver y forzó al cajero a llenar de billetes un saco de cuero que tenía en la mano. Después, sin atolondrarse, saltó en su bicicleta y volvió donde Nielsen al cual entregó todo el dinero robado.

         Para construir el episodio siguiente durante el proceso, el doctor Paul Reiter recurrió a un método sin precedentes. Durmió a Hardrup delante de los representantes de la ley, el fiscal general, los dos abogados de la defensa  varios expertos médicos y psicólogos. “Palle Hardrup, estamos ahora en el día 29 de marzo de 1951. Ud. va a revivir lo de ese día, sin omitir un detalle, en voz alta e inteligible”. El joven comenzó: “¡He tomado mi maleta! Estoy extremadamente calmo. Afuera el hielo hiela. Tomo un taxi hasta Griffenfeldsegade”. Por fin penetra en el banco: “¡Llene Ud., esta maleta! Siento que alguien tras de mí gira la perilla de una puerta. No debo dejarme aprisionar. Uno de los empleados trata de escapar. Dispoaro. Otro se desenfila. Lo abato igualmente. – Salgo a la calle. Oigo sonar una sirena de alarma”. El hecho de que un acontecimiento imprevisto (la resistencia de dos empleados del banco) haya alterado el orden de las cosas, parecer haber desorientado a Palle Hardrup, quien se hallaba de pronto acusado de asesinato, sin saber cómo él, un joven bien nacido, cuidadoso del orden público, había podido llegar a ello.

         El proceso de Palle Hardrup y de Bjorn Nielsen tuvo lugar en junio o en julio de 1954, en el tribual de Ostre Lasdsret, delante una concurrencia ansiosa  y apasionada. Para Hardrup todo el procedimiento se limitaba a períodos de catalepsia, durante los cuales él atestiguaba, seguidos de un despertar sin recuerdos.  Permanecía asilado de toda realidad y el proceso se verificaba un tanto sin él. Pero el tribunal exigía, contra la advertencia de Paul Reiter, que se le diese lectura de todas sus declaraciones, comprendida la autobiografía post-hipnótica que él había redactado. Legalmente la cosa era indispensable, pero piscológicamente esto fue un error inmenso. Hardrup cayó bajo el golpe de una terrible depresión nerviosa. Quedó sujeto a insomnios continuos, se vio perseguido por “ángel guardián”, y era casi imposible hipnotizarlo.

         “Siento, explicó, que mi alma se hacer girones”. En un acceso de delirio se lanzó sobre Paul Reiter, pues en la doble prueba hipnótica que había sufrido, llegó a identificar al doctor como Nielsen, su torturador: ¿Acaso los dos no lo habían sometido a su voluntad, el uno con las miras criminales, el otro con designio humanitario?

         No obstante, los abogados rehusaron tomar en cuenta el contenido médico de todo el affaire. Según la antigua escuela de hipnosis era contestable, todo podía ser una invención de Hardrup. Demandaron al jurado limitarse al aspecto puramente legal del proceso. Pero los ocho jurados, impresionados, reconocieron, contra lo esperado, que Nielsen era ciertamente el instigador y responsable de los crímenes en juicio. Nielsen fue, pues condenado gracias a una curiosa treta legal, “por complicidad de robo y  de muerte”. Mientras que Hardrup, juzgado irresponsable, era enviado a un asilo de alienados. Nielsen se veía condenado a prisión perpetua. Pero, según el doctor Reiter, la ley, aún reconociendo la influencia de Nielsen, niega la hipnosis, sin la cual esta influencia no hubiera tenido lugar. En el importante estudio que acaba de publicar sobre este caso insensato, reclama que la legislación sea modificada en favor de una visión menos anticuada de la cuestión. Cita un número importante de casos tomados de la historia criminal internacional, probando que la hipnosis ha sido y puede ser empleada para obligar a inocentes a cometer actos antisociales.

         El caso de Palle Hardrup, expuesto por Reiter, prueba que ES POSIBLE FORZAR POR LA HIPNOSIS A UNA PERSONA A COMETER TODA CLASE DE CRÍMENES, a condición de haber efectuado sobre la víctima un lento trabajo de preparación, utilizando sus debilidades psicológicas, y de romper poco a poco su resistencia, integrándolo a un sistema que se salga de su código moral habitual. Palle Hardrup sufre actualmente un estado que Paul Reiter juzga incurable. Es víctima de alucinaciones constantes, de angustias patológicas, se cree perseguido por doquiera por el “ángel guardián” inventado por Bjorn Nielsen. “Nielsen,” dice Reiter, “debe ser considerado como el más peligroso y el más cínico ladrón  y el más cínico de los criminales de de Dinamarca. Es el único ladrón  y el único asesino del affaire Hardrup. Pero tiene aún otro crimen sobre su conciencia, una muerte de la que nadie lo ha acusado: el asesinato moral de Palle Hardrup”. Y para este crimen ¿existe castigo?

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