martes, 2 de noviembre de 2021

LOS ROSTROS DE RUBÉN. Por Gastón Baquero*.- En: La Noticia. Managua, Nicaragua, 8 de Septiembre de 1967.

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    Y digo que se había hecho un rostro, en menos de tres años, porque en Chile tenemos testimonios, no tan crueles como el de Subercaseaux, pero sí merecedores de crédito, en torno a la figura que presentaba por los años de “Azul”. Emilio Rodríguez Mendoza cuenta que un día, siendo él un niño, llegó Rubén a su casa en busca del hermano Manuel. “Tomé, dice, una colocación de gato en acecho para observarlo de mampuesto… Entró, se sentó, juntó las manos y cerró los ojos… lo contemplé a mis anchas y la primera impresión no fue halagüeña: el poeta tenía ese día una palidez de crisantemo nipón; pero crisantemos viejo y sin agua… la nariz, muy fina en el sitio en que nacía entre dos ojos pequeñitos y vagos, se iba ensanchando hasta plantear sobre un bigote de mandarín el arduo problema estético de dos fosas ampliamente dotadas para aspirar todos los perfumes de la vida… aburrido de la espera, se irguió, cogió el sombrero y salió meneando solo las piernas, como si la cabeza siguiera un camino y otros los pies, largos, finos, gorilescos… era alto y engarabatado… me pregunto si en todas las etapas de la carrera de gloria y de dolor de Darío no influyó apreciablemente su nombre, arrancado de algún tapiz oriental, y su cabeza de ídolo malayo tallado en un pedazo de bambú y puesto sobre el elegante levitón de Mr. Pinaud… ¡qué pinta tenía!”

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    Esta última expresión es ya admirativa. Porque Rubén, en muy poco tiempo, comenzó a dar la sensación de solidez, de hombre ancho de hombros, de figura recia. “Era muy alto y fuerte”, se lee frecuentemente. Perseguía la elegancia. En cuanto tocó París, pudiese o no desde el punto de vista económico, se hizo de secretario y de ayuda de cámara. Gustaba de usar botines, guantes, corbatas de plastrón. Le fascinaba oírse llamar elegante. Era ese el personaje que él daba a los demás, el personaje que ponía en escena. El rostro se le fue haciendo más y más incomunicable, búdico, ensimismado. ¿Cuántas veces cambió de cabeza, de lo que llaman cabeza los peluqueros? Se ve que buscaba sin cesar su rostro mejor para la sociedad de las gentes, para la selva de los humanos. Componía una cara como nadie. Observemos esa resignada paciencia con que escucha la conferencia que “le están dando”. Veámoslo con el perfil d̕ annunziano que se ha fabricado: barbita en punta, peinado con raya al medio, bigote erizado, a lo diablito ornado de spaghetti; en esa hora, lleva una fina caña, muy distinguida, ya comienza a pronunciarse el embonpoint. Ya es todo un señor. Lo que la gente, por el exterior, llama un señor. Pero su tristeza era infinita. No se concentraba. No estaba en sí. No veía en el espejo su rostro verdadero.

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Del Editor del Blogspot: 

* Gastón Baquero, nació en 1918, en Banes, pequeña ciudad en el extremo oriental de Cuba, en donde vivió 41 años. Falleció en Mayo de 1997, en Madrid, en donde vivió exiliado.  

Bajo el título: DARÍO, EL GENIO DE LA RAZA, fueron publicadas las cuatro reproducciones fotográficas elaboradas por Denis Moncada, edición de La Prensa Gráfica. Managua, Viernes 22 de Octubre de 1965.  



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