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No hace falta rebuscar mucho en viejos documentos relativos a nuestra historia para encontrar evidencias de que el antiguo y tradicional puerto de Granada es la vasta ensenada que se forma entre la costa al Sur de la actual bodega-muelle y las isletas de la parte conocida como Playa Grande.
Es conveniente recordar el uso antiguo de la palabra puerto, que no era otra cosa que la porción de agua junto a la costa, abrigada de los vientos y con fondo suficiente para que los barcos pudieran entrar, salir y estar en él con seguridad. En el correr del tiempo, con el desarrollo de centros urbanos cada vez mayores junto a los parajes que ofrecían aquellas condiciones; al construirse consecuentemente muelles, bodegas, factorías y demás facilidades en relación con el comercio y la industria, se fue perdiendo el concepto primitivo, que situaba el puerto en el mar, en el río o en el lago; ahora el puerto se trasladó a tierra. Y en la mente popular el barco toma puerto, ya no cuando el ancla toca el fondo de arena en una bahía hermosa y apacible, sino cuando los cables lo aprisionan junto al muelle, para que puedan efectuarse las labores sin tregua del comercio. Hasta la misma Academia de la Lengua dice que puerto es un “lugar en la costa”, defendido de los vientos” … Así, pues, el puerto ha pasado del mar a la tierra, de lo líquido a lo sólido; antes el barco podía estar en el puerto; ahora sólo puede tocarlo.
Pero lo que no puede cambiarse es que el puerto terrestre de hoy, con sus muelles, sus grúas y almacenes, con sus aduanas, tabernas y lupanares de la tradición novelesca, se construya junto al antiguo puerto acuático, esperanza de tantos afligidos cuando cabalgar en el lomo del mar era muchas veces una aventura que bordeaba angustiosamente la tragedia para precipitarse finalmente en ella.
Así Corinto, para no ir más lejos, vino a construirse con su muelle asomado al antiguo puerto de El Realejo (puerto de la Posesión, de los Xagueyes, de los Exanguabueyes, rezan nuestros documentos coloniales. No confundir el puerto con la villa de El Realejo: aquél siempre fue la actual bahía de Corinto; algunos barcos, en ciertas épocas, pudieron subir por el estero hasta la villa, en el mismo lugar que ahora, con sus ruinas venerables.
Mas en Granada, donde a lo largo de la historia han sucedido tantas cosas que no debieron suceder al trasladarse el puerto a tierra también se abandonó el sitio tradicional, y se fue a construir el muelle en las afueras del puerto, frente al empuje de las olas y el insulto de los vientos. Todo porque una compañía extranjera que sólo males trajo al país, quiso ahorrarse algún dinero al emprender la construcción del primer muelle de Granada. Pero volvamos por un momento a los finales del período colonial.
En el Servicio Geográfico del Ejército Español, Madrid, y bajo la signatura S.G.LM. – 8a-2a-136, se conserva un plano al que ya nos hemos referido en anterior ocasión. Fechado en Granada, el 9 de agosto de 1783, ostenta al pie de la firma y rúbrica del Ing. José María Alexandre. Su título es como sigue:
“Diseño en que procura dar una idea del puerto y terreno adyacente a la ciudad de Granada (sita en la Provincia de León de Nicaragua, Reino de Guatemala) puesta a orilla del Gran Lago de Nicaragua, como asimismo de la situación de los dos reducto-baterías que para la defensa de uno y otro se proyectan”. En este plano aparecen el Lago, la ciudad de Granada y las Isletas. Y en una de éstas, así como en la costa de Granada, en el sitio de la actual bodega del muelle, los proyectados reducto-baterías, es decir, El Fuertecito y el castillo de San Pablo. La mención y reproducción de este plano nos ha parecido conveniente para dejar establecido cuál era en la colonia el significado de la palabra puerto, y cuál era el puerto “de que Granaba gozaba” en el Lago de Nicaragua.
En cuanto a muelles y otras facilidades portuarias, Granada siguió en su estado colonial hasta más acá de la Independencia. En1822 Orlando W. Roberts en su Narrativa of Voyages and Excursion in Central America, describe su arribo a Granada a través del Lago.
“Nos situamos a la vista de Granada, situada en una apacible región y a corta distancia del Lago. Por la tarde desembarcamos en la playa, cerca de donde se encuentra un pequeño fuerte o batería en forma de media-luna, el cual contiene unos doce cañones que apuntan hacia el Lago. El desembarcadero lo constituye la propia playa abierta, sin que exista muelle ni ninguna otra facilidad para el manejo de las mercaderías, las que son acarreadas desde los bongos por pequeñas canoas, o por hombres y mulas la distancia de un cable adentro del agua. Esta aquí ofrece poca profundidad y el fondo es de arena fina”.
En Ortega Arancibia (Historia de Nicaragua, 40 años: 1838-1878. Madrid, 1957) hay una referencia correspondiente a 1847, que indica con bastante claridad que para esa fecha aún no se había construido el primer muelle de Granada: “llegamos a la playa y en los muros del fuertecito estaba la lancha con su tolda de manta listada de azul y blanco” … (p. 123).
En el mismo autor y en la misma obra hay otra referencia, de 1849: …”que en la parte del Lago que las Isletas resguardan del viento, sería la gran bahía en donde anclasen los buques de todas las naciones”… (1849). Se ve a las claras que en lo que a puertos se refiere, aún privaba la mentalidad colonial en los nicaragüenses.
LOS DATOS DEL PLANO COLONIAL DE 1873, trasladados a un mapa moderno. (Elaborado por E. Pérez-Valle)
Todavía en el mismo Arancibia hállase esta frase que parece indicar que alguna obra habíase efectuado ya en septiembre de 1855: … “Desembarcamos en el Fuertecito” … (p. 266).
Más claro, de toda claridad, resulta el Licenciado Jerónimo Pérez (Obras Históricas Completas. Managua, 1928). En la página 285 encontramos:
“Dos vapores, el “Virgen” y el “San Carlos”, amarrados al muelle de El Fuertecito, estaban cargando los elementos que aún no había conducido, y esperaban que Henningsen y su división concluyesen la obra que se les había encomendado, para recibirlos a bordo”. (1856).
Y adelante hallamos, página 288: “El Fuertecito fue construido por los españoles entre el agua, y comunicado por un terraplén largo y estrecho, batido en ambos lados por las embravecidas olas del Gran Lago. Arrancando de dicha fortaleza, se había construido recientemente un muelle de madera muy sólido, donde amarraban los vapores de la Compañía del Tránsito, por lo cual se deja ver el interés de los filibusteros en conservar este punto hasta el último instante, y la dificultad de asaltar por el terraplén que mencionamos, cuya parte de entrada estaba cubierta con trinchera de palos y gruesa artillería”. (26 de noviembre de 1856).
Y adelante aún, dice el mismo Pérez, página 575: “Los filibusteros defensores de El Fuertecito eran como veinticinco, fuera unos pocos hijos del país, pero tenían en la entrada gruesa artillería y una espesa trinchera… Los yanquis pelearon largo rato entre el Fuerte y después en el muelle, que estaba recientemente construido”. (23 de noviembre, 1856).
Las citas traídas a luz indican sin lugar a dudas que el primer muelle de Granada fue construido por la Compañía Accesoria del Tránsito en los años de 1855-56. Y es notorio que se escogió El Fuertecito como inicio de dicho muelle por obvias razones de economía; pues de hacerse la obra en un sitio más adecuado, hacia donde existía la vieja toma de agua de la ciudad, o hacia donde se ubica el Club Náutico actual, hubiera sido forzosa la inversión de sumas importantes en sólo construir la cabeza del puente, si había de darse a la obra la altura conveniente. Esto se evitaba aprovechando la rampa de acceso y el terraplén de El Fuertecito.
Dice Salvatierra (“La Navegación a Vapor en el Lago de Nicaragua”, Revista de la Academia de Geografía e Historia de Nicaragua, T. IX, núm. III. Managua, diciembre, 1947) que en 1867 no había muelle en Granada. Aunque Salvatierra parece indicar que no lo había porque aún no se había construido el primero, hay que deducir que el muelle “muy sólido”, que decía Pérez, ya se había destruido, sin haber llegado a durar más allá de los 10 años.
Don Anselmo H. Rivas, en su Ojeada Retrospectiva, dice que durante la administración de Guzmán (1867 -1871) se reconstruyó el muelle de Granada y se restableció el servicio de vapores en el Lago y en el Río. En 1968 –dice Salvatierra—se estaba construyendo el muelle de Granada, con una planilla semanal de 50 pesos. Era el segundo muelle de Granada. Después de éste se han construido dos más y se piensa construir el 5º en el mismo lugar impropio que se escogió para el primero. La nefasta Compañía del Tránsito hace luengos años pasó a las páginas dolorosas de nuestra historia; pero los nicaragüenses seguimos sus designios por siempre jamás, cual si estuviéramos asidos a un destino ineludible.
Managua, mayo de 1964.
Eduardo Pérez-Valle
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