domingo, 28 de junio de 2020

ALFONSO, EL HEREDERO. Por Constantino Láscaris. En: La Prensa, 23 de Febrero de 1969.





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ALFONSO CORTÉS. "Cuando, en el túmo de la Tierra, sientan los seres su soledad, dará una tregua eterna la guerra del Ruido; hundirá en la antigüedad sus pasos el Hombre y la Mujer, surcarán la arruga de la frente de Dios...". De su poema PASOS, tomado de la edición de la Librería Cardenal. 

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Un artículo sobre Alfonso en “La Nación” de C. Rica. 


ALFONSO, EL HEREDERO. Por Constantino Láscaris. En: La Prensa, 23 de Febrero de 1969.

La muerte de un poeta es ocasión para repensarlo. En el caso de Alfonso Cortés, no hace falta descubrirlo. Es, aparte Rubén, el poeta nicaragüense de mayor talla, lo cual es mucho afirmar.

Alfonso Cortés nació en León en 1893. Publicó media docena de libros de poesía y muchas poesías sueltas. Sobre él se ha escrito mucho. La afirmación de los críticos habitual es la de que se trata de un gran poeta, pero con una producción muy desigual en calidad. Y todos los críticos aluden a su tragedia vital; la locura. Los años que pasó incluso encadenado, los tratamientos psiquiátricos, etc. Según los gustos, se habla de él con condolencia, cierta lástima caritativa, o se lo compara con Holderlin: los genios están por encima de las coordenadas del hombre corriente. 

Lo que yo quiero destacar ahora de Alfonso Cortés es que se trata del único poeta nicaragüense “no comprometido”. Desde Rubén, el gran poeta del compromiso político radical, hasta los más jóvenes como Ernesto Cardenal o Ernesto Mejía, toda la poesía nicaragüense es tremante tema de posición política. Lo que para los griegos fue la “teoría”, para los nicaragüenses es la poesía. Y ahí, Alfonso Cortés es la excepción. No hace ni dice queja política.

Entre los eternos temas del poeta universal, Alfonso Cortés cantó todos, menos el político:

Nada hicieron los viejos
pensadores y nada
harán nunca los nuevos
que tendrá el porvenir,
la palabra absoluta
permanece callada,
sólo sabe la vida que es preciso morir…

Por estilo, Cortés es modernista. Con esto pretendo decir, no que siguiera una escuela, sino que versificaba bien. Esa eufonía que tiene el castellano bien medido, Cortés la logra cuando quiere, pues tiene mucho de vertsolari. 

Para Dios no hay Oriente,
ni Adelante ni Arriba
y por causas que sólo puede
saber la Muerte,
lo que se mueve, en el 
infinito se halla inerte.

En realidad, era un hombre sensitivo, con los ojos abiertos a las cosas y el pecho lleno de palabra; armoniosas para contar lo que veía. La ventana de su cuarto, el buey, un monumento, una mujer. Pero siempre con una preocupación cósmica: el mundo, la creación, la protesta de los hombres ante el dolor y un enorme negarse Cortés a echarle la culpa a Dios, por nada. 

Quizá su formulación más ceñida sea “El policírculo”, o “teoría de lo infinito”. Al menos, son tres tercetos que, por su dificultad, consagran a un escritor: 

Yo vi un círculo. Y era un agitado
círculo que en sí mismo se movía
como el primer presente del pasado…
Y en el círculo aquel se repetía
una acción circular a la manera
que se repita diariamente el día?
Y cual columna vertebral la hilera
formada, fue tomando poco a poco
la dirección del punto en que partiera. 
Aquel hombre alto, de frente redonda y ojos hundidos, amante de la conversación, enfermo del cuerpo y de la mente, era realmente un rapsoda. 

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