sábado, 15 de octubre de 2022

MURAL DEL DESCUBRIMIENTO - CARTA DE GIL GONZÁLEZ DÁVILA AL REY SOBRE SU DESCUBRIMIENTO DE NICARAGUA. La Prensa Literaria. Octubre de 1972

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MARZO Y ABRIL DE 1.522
    
    Dos navíos partieron por mar a descubrir y dejamos otros dos en el Golfo de San Vicente para que en ese punto nos volviéramos a reunir los descubridores de por mar y de por tierra y yo partí por tierra haciendo a muchos caciques amigos y vasallos de Vuestra Majestad y tornándose todos cristianos de muy buena voluntad. Así llegué primero a un Cacique que se llama Nicoya el cual me obsequió como presente oro por valor de trece mil castellanos y se tornaron cristianos con él y sus mujeres y sus principales seis mil y tantas personas. Quedaron tan cristianos en diez días que, como ya no iba a hablar con sus ídolos que me los llevase, y me dio seis estatuas de oro de un palmo de altura y me rogó que le dejase algún cristiano que le enseñase las cosas de Dios, lo cual no me atreví a hacerlo por no arriesgarme y porque llevaba muy poca gente.


EL GRAN CACIQUE NICARAGUA

    Después de caminar cincuenta leguas tuve noticias de un gran Cacique que se llamaba Nicaragua y muchos indios que llevaba conmigo me aconsejaban que no fuese allá porque era muy poderoso. Incluso muchos de mis compañeros me aconsejaban lo mismo, pero la verdad es que yo iba determinado a no retroceder hasta que alguien me impidiera avanzar por la fuerza de sus armas. Y así, cuando estuve como a una jornada antes de su pueblo le envié intérpretes y seis indios principales que llevaba conmigo con el encargo de decirle lo que a otros cacique he dicho siempre: que yo soy un capitán que el gran Rey de los cristianos envía por esta tierras para decir a todos los caciques y señores de ellas que sepan todos que en el cielo, más arriba del sol, hay un Señor que hizo todas las cosas y a los hombres, y que a todos los que esto creen y lo tiene por Señor y son cristianos, cuando mueren, van arriba don El está y los que no son cristianos van a un fuego que está debajo de la tierra y que esto se lo había dicho a todos los otros caciques y señores que tienen sus pueblos atrás, hacia donde el sol nace, y que todos lo han creído así lo tiene por Señor y se han hecho cristianos y vasallos del gran Rey de Castilla; que se esté en su pueblo él (el Cacique) y sus indios y que no tenga miedo que yo llego para decirle cosas muy grandes de ese mismo Dios y que él tendrá gran placer cuando las sepa y que sí no quisiera oírme ni ser vasallo del gran Rey de los cristianos, que se salga al gran campo de guerra y yo me las veré con él al otro día.

EXPLOSIÓN DE LA PÓLVORA

    En ese mismo día por la tarde unos espingarderos, cuando estaban probando la pólvora les estalló y prendieron fuego a su posada y a la mía y se quemaron ellos mismos, eran tres, y no fue poca la turbación entre los compañeros por ser la víspera de nuestro encuentro con el Cacique, pero los calmé y dejé a los quemados para se curasen y a otro de mis hombres con ellos.

EL HISTÓRICO ENCUENTRO

    Al siguiente día cuando llegué a una legua del pueblo (del cacique Nicaragua) hallé a cuatro principales y a los que yo había enviado, los cuales me dijeron que el Cacique me esperaba en su pueblo de paz. Y cuando llegué me dio posada él mismo en las casas que quedaban alrededor de la plaza y luego me obsequió oro (por valor de quince mil castellanos) y yo le di ropa de seda y una gorra de grama y una camisa propia mía y muchas otras cosas de Castilla.

GIL GONZÁLEZ Y LA LIBERTAD RELIGIOSA

    En los dos o tres días que con él estuve se le habló de las coas de Dios y el cacique me dijo que quería hacerse cristiano él y todos sus indios con sus mujeres. Así se bautizaron en un día nueve mil diez y siete almas grandes y chicas y con tanta voluntad y poniendo tanta atención en todo que no miento a Vuestra Majestad si le digo que vi llorar de emoción a algunos compañeros. Dios también es testigo que antes de que todos se hicieran cristianos, primero a ellos y luego a ellas aparte, les dije que este Dios que hizo todas las cosas no quiere que nadie se torne cristiano contra su voluntad. Pero a pesar de decirles esto, contestaron que querían ser cristianos y cristianas.



LAS PRIMERAS CRUCES

    Aquí (en el pueblo del Cacique Nicaragua) estuve ocho días y puse dos cruces, como acostumbraba hacerlo en los otros pueblos: una muy grande en unos montículos grande con gradas que hay en la plaza –y no hay duda, que parece que4 estos “montones grandes de gradas” están pidiendo las cruces—; y dejé otra cruz en su “mezquita” o iglesia, que el mismo Cacique la llevó en sus manos y la colocó en un altar, fijada por el pie y le hicieron un muy devoto monumento de mantas pintadas.

ENTRE NANDAIME, DIRÍA Y MASATEPE

    Pasados los ocho días partí a una provincia que está seis leguas adelante, donde hallé seis pueblos a legua y media do dos leguas uno de otro, cada uno de dos mil habitantes. Después de haberles enviado a decir el mismo mensaje que dije al cacique Nicaragua me recibieron y aposentaron en uno de esos pueblos y vinieron todos los señores o caciques de ellos a verme y me hicieron presente de oro, esclavos y comida como es su costumbre, y como ya sabían que Nicaragua y sus indios se habían tornado cristianos casi sin pedírselo me dijeron que querían ser cristianos y cada día venía un cacique de cada pueblo, con su gente, a bautizar, y ya bautizados venían cada día a pedirme que fuese el clérigo a sus pueblos a hablarles de Dios, y así se hacía y madrugaban los de un pueblo y los de otro para ser los primeros en llevarse al clérigo.



ENCUENTRO CON DIRIANGÉN

    Estábamos haciendo esta buena obra cuando supieron de mí otros caciques grandes que vivían más adelante. Seguramente fueron informados de lo que los otros caciques hacían conmigo. Y uno de ellos, que se llama Diriangén vino donde mí de la siguiente manera:

    Trajo consigo hasta quinientos hombres, cada uno con una pava o dos en las manos y tras ellos diez pendones y luego, detrás, diez o siete mujeres casi cubiertas todas de unas patenas de oro y cargando doscientas y tantas hachas de oro bajo (y todas pesaban diez y ocho mil castellanos) y detrás de las mujeres –cerca del Cacique y de sus principales— venían cinco trompetas. Al llegar cerca de la puerta de mi posada tocaron un rato y al terminar, entraron a verme con las mujeres y el oro. Yo les mandé a preguntar que a qué venían y dijeron que a ver quiénes éramos; que les habían dicho que éramos una gente con barbas y que andábamos encima de unas alimañas y que para vernos y para saber qué queríamos llegaban.



EL ATAQUE DE DIRIANGÉN

    Yo mandé al intérprete que les dijese todo lo que había dicho al Cacique Nicaragua y ellos contestaron que todos querían ser cristianos. Entonces les pregunté que cuándo querían bautizarse y contestaron que ellos vendrían dentro de tres días. Pero, como al diablo no le place la salvación de los hombres, les hizo mudar de propósito, aunque también creo que la causa fue el vernos tan pocos, porque al tercer día, --que era sábado diez y siete de abril—habiendo ido el clérigo con el mejor caballo que teníamos y acompañado de dos de mis más valientes hombres, a predicar a unos pueblos vecinos y estando todos algo descuidados en asunto de guerra, a mediodía cy con el mayor calor del mundo, caen sobre nosotros tres o cuatro mil indios de guerra, armados a su manera con jubones y o blusas muy gruesas de algodón y armaduras de cabeza y escudos o rodelas y espadas (de pedernal) y otros con arcos y flechas y con varas. Quiso Dios por misericordia que a la distancia de un tiro de ballesta, antes de que llegaran, un indio del pueblo donde estábamos los vieron venir y me avisó y yo lo más presto que pude, cabalgué en uno de los tres caballos que teníamos y recogí a todos mis compañeros en la plaza, delante de mi posada, poniendo una tercera parte de mi gente a las espaldas y alrededor de ella, porque como eran muchos, temí que nos cercasen la casa y le dieran fuego.


    Los indios llegaron de golpe a la plaza, y arremetieron contra nosotros y nosotros a ellos, y como a manera de torneo, se dieron los nuestros y ellos tantos golpes, que estuvo la cosa un rato en dudas sin que nadie supiera de quién era la victoria, y después de habernos derribado seis o siete hombre al suelo, heridos, y de llevarnos un hombre en peso, vivo, sin quererlo matar según parecía, hice una nueva arremetida con los caballos y andando entre ellos se pusieron en huida, entonces los seguimos y les dimos alcance, acuchillando los de a pie a cuantos podían y los de a caballo alanceando a los que topábamos, echándolos fuera del pueblo. Y ya en el campo, como yo tenía el mejor de los rocines, aunque tan mal aderezado en casos de la gineta que certifico a Vuestra Majestad que traía las espuelas de palo y que otros de los de a caballo, no traían ninguna, los perseguí y adelantándome a los otros les di alcance a os que huían y después de haberme cansado de alancear a los que a una parte y otras encontraba, me acordé que era un gran error dejar mi gente tan lejos y me regresé, paro al dar vuelta fueron tanta las varas y las piedras y garrotes que los indios me tiraron, que ese rato lo tuve por peor que cuando nos atacaron en la plaza y así, cuando me topé con los delanteros de mi compañía, que ya venían fuera del pueblo, no consentí que nadie pasase adelante porque me pareció que si nos veían a todos en el campo se darían cuenta que éramos tan pocos y osarían volver sobre nosotros y que no bastaríamos para hacerle frente. Y además me acordé que quedaban la posada sola con el oro y la ropa y que los del pueblo podía ser que no nos fueren leales y que viéndonos fuera, nos robasen. Por todo esto, lo más presto que pude traje mi gentecilla, aunque por su valor y ánimo era más que gente y la puse otra vez en orden delante de mi posada para que, si volvían nos encontraran alentados y listos. Pero ellos no volvieron. Creo que la causa fue porque tienen la costumbre, cuando pelean, de no dejar ningún herido ni muerto en el campo y estuvieron ocupados en recogerlos.

EL REGRESO DEL CLÉRIGO

    Estando así formados a la espera, y como el clérigo y sus compañeros no regresaban del pueblo adonde habían ido, y como el pueblo quedaba hacia el lugar por donde los indios (enemigos) habían venido, creímos que los habían matado en el camino, y para quedar claros les envié una carta con unos indios de los del pueblo donde yo estaba, contándoles lo que nos había pasado. Recibida la carta se regresaron rápido y todos los compañeros los recibimos con gran alegría porque el clérigo, además, era su padre de confesión.

DECIDE REGRESAR

    Reunidos todos –como la gente no venía con su voluntad y hasta murmuraban de mí— dijeron que no deberíamos dar un paso más adelante, porque era exponer lo ganado. Al ver a mi gente en esa opinión, y hablé aparte con los oficiales y principales, y también opinaron que era locura pasar adelante y que ni Dios ni Su Majestad sacarían provecho de ello. Yo quería ir y caerles de noche a quienes nos atacaron, pero vista la flaqueza de mi gente, los heridos y el oro que exponíamos, y que no teníamos seguridad con los del pueblo, decidí regresarme pensando volver con más gente y caballos y pacificar a aquella gente.


EL ATAQUE DE LOS NICARAGUAS

    Como el gran cacique Nicaragua, por donde había pasado, supo que yo venía de vuelta después de haber peleado con Diriangén y como supiese que llevábamos cantidad de oro, pensó atacarnos, maternos, y quitarnos el oro: (todo esto lo averiguamos bien después, pero los sospechamos desde antes por muchos indicios), entonces yo puse a mi poquita gente, que sólo éramos sesenta hombres sanos, en el mejor orden, haciendo un escuadrón metiendo dentro a los heridos y enfermos y a los que llevaban el oro, la comida y hacienda, y en cada esquina cada uno de los cuatro caballos que llevábamos y cuatro espingarderos, y de esta manera pasé por el pueblo (de Nicaragua) a las once del día. Pero cuando ya estábamos fuera, comienzan los del pueblo a venir a decir a los indios que llevaban nuestras cargas que las soltasen o que huyesen con ellas. Por no romper con los de Nicaragua no les decíamos nada, pero como ya nos hacían daño ordené a algunos ballesteros que los tirasen y como hiriesen a algunos, comenzó a salir gente de guerra y con armas del pueblo. Entonces mandé que los cargadores se adelantaran y me quedé yo con los de a caballo y los peones ballesteros y rodeleros y los cuatro espingarderos a la retaguardia. Total, éramos diez y siete hombre y la gente que salía del pueblo era innumerable y mucha parte de ellos con arcos y flechas. Y comienzan a atacarnos con la mayor gritería del mundo, tirando flechas mientras los de a caballos hacíamos incursiones sobre ellos, alaceándolos y otras veces los ballesteros hiriendo a los que se acercaban más, y en este combate tuvimos hasta que se puso el sol cuando íbamos atravesando un llano. Y en todo ese recorrido pasamos muy aventurados trances, especialmente al para los ríos y arroyos, porque hasta los cuatr4o de a caballo, a veces uno a veces dos tenían que ayudar a heridos, y enfermos mientras los otros pasaban a la delantera o alanceaban indios que soltaban o se iban con las cargas, hasta que viendo los de Nicaragua que perdían su gente que ganaban y no les salía el negocio llegado a la noche, nos pidieron paz y viendo que estábamos todos tan cansados, se las otorgué.

PIDEN PAZ LOS ATACANTES

    Entonces, dejando las armas, tres principales indios se adelantaron, dejando a su gente atrás y me vinieron a hablar. Como no se salieron con su intención, venían a disculparse diciendo que Nicaragua ni los suyos tenían culpa de aquello, sino la gente de otro cacique que estaba en aquel pueblo, que se llama Coategua y que yo había visto cuando pasé por allí. Les respondí que yo había reconocido a muchos principales de Nicaragua en la batalla y no supieron qué responderme.

LA CARGA ROBADA Y EL REGRESO

    Quiso Dios y su bendita Madre, que ningún hombre ni oro perdiéramos, ni nadie quedar herido, excepto un caballo herido de flecha en parte no peligrosa. Esa noche nos recogimos todos en un cerro que estaba en nuestro camino y hasta entonces cada cual de la compañía comenzó a echar de menos cosas que le faltaban de la carga, porque como los indios que la traían eran del mismo Nicaragua –que a la pasada nos lo había prestado— cuando estábamos en batalla tiraban las cargas y se perdió así mucha ropa de los compañeros, de tal modo que quedaron muchos sin vestidos y sin comida, unos porque iban cubriendo la retaguardia, otros por cuidar el oro. Por esta razón, formé de nuevo a la gente, tanto a los heridos y enfermos como a los sanos, para que si volvían a atacarnos o nos salían al camino, pudiéramos defendernos y atacarlos. Y hecho esto, bien se puede creer que sin dormir, partí a media noche con la luna, porque me avisaron que había otro camino por donde podían adelantársenos y salirnos y hacernos daño.

ENCUENTRO CON ANDRÉS NIÑO

    Puesto en orden caminamos esa noche y todos los días siguientes con sus noches hasta llegarme al Golfo de San Vicente, de donde había partido, yo por tierra y André Niño por mar, y encontré que hacía diez u ocho días que habían regresado y descubierto trecientas cincuenta leguas del Golfo al poniente, pero que por falla de los navíos y falta de agua no pasaron adelante.

SOBRE EL DESCUBRIMIENTO DEL GRAN LAGO

    Y Vuestra Majestad ha de saber que en el citado pueblo del cacique Nicaragua que está, tierra adentro, tres leguas de la costa del Mar del Sur, junto a las casas hay otra mar dulce y digo mar porque crece y mengua y los indios no saben decir si por aquella agua se puede ir a otra salada, sino que todo lo que ellos han andado por esa otra mar es dulce, de un lado a otro. Yo entré a caballo en ella y la probé y tomé posesión en nombre de vuestra Majestad.

    Preguntando a los indios si esta mar dulce se junta con la otra salada, dicen que no y cuanto nuestros ojos pudieron ver, todo es agua salvo una isla que está a dos leguas de la costa y que dicen está poblada. No tuve tiempo para saber otra cosa más sino que mandé entrar media legua por el agua en una canoa en que los indios navegan, para ver si el agua corría hacia alguna parte, sospechando que fuese río, pero no hallaron corriente y los pilotos que llevaba conmigo certifican que sale a la mar del Norte y si es así, es una gran noticia porque habría, de una a otra mar, dos o tres leguas de camino y muy llano…”

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martes, 11 de octubre de 2022

AGONÍA DE UN IMPERIO Por Eduardo Pérez-Valle (1924 - 1998)

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Don Miguel Larreynaga . Técnica Mixta. Obra del Dr. Eduardo Pérez-Valle

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1. La lucha política

EL PRIMER partido político se formó en Guatemala en torno del doctor Pedro Molina (Mazariegos: [1777 – 1854]: El Editor Constitucional. La idea que reunía a sus componentes era la de Independencia, que todos incubaban, aunque los motivos fueron muy diversos. No era este un partido ideológico, pues los móviles y los fines eran inmediatos, hasta de orden personal; no arrancaban de una madura ideología, ni pretendía implantarla o alcanzar su triunfo.

    Fenómeno peculiar de países donde las minorías ilustradas son ínfimas: los individuos disímiles en ideas políticas o religiosas solo se unen en momentos supremos y extraordinarios. Así, los criollos de abolengo, los que forman las familias, se acogen al alero de las ideas de Molina, solo porque les interesa el fin inmediato que persiguen: la Independencia. Por lo demás, a ellos mismo azota la tormenta de críticas que desata Molina contra la idea de aristocracia y privilegio, legado de la oligarquía colonial y del sistema de castas que implantó la colonia.

    En campo diverso, aunque no completamente opuesto, como erróneamente se ha creído cuando se estudia el caso superficialmente, apareció el periódico de Valle: El Amigo de la Patria, nombre que recuerda al Amigo del Pueblo, del ciudadano (Jean Paul) Marat [1743 – 1793]. No era este periódico opositor a la Independencia, dejémoslo bien sentado. Pero su nota característica era el anhelo de transformación del régimen colonial, transformación que eventualmente podría conducir a la liberación. Y en la crítica previa al planteamiento de tal transformación, quedaba al descubierto el fracaso total del régimen colonial, lo cual solo podía inducir el anhelo de la completa Independencia, como piedra fundamental para iniciar la construcción del nuevo edificio que se proponía.

    A la luz de la crítica de hoy, el periódico de Valle no pudo ser más decidido a favor de la transformación y la debida preparación moral y material que ineludiblemente conduciría a la liberación. La prédica de Valle conta los vicios del sistema colonial era demoledora. No obstante, su periódico no era popular, por la forma elevada y la profunda erudición de que hacía gala en sus exposiciones. Por eso la diseminación de sus ideas no inquietaba gran cosa a las autoridades españolas. Quizás consideraron la doctrina como un conveniente soporífero a la enervante de Molina; y entonces formaron partido en torno al periódico de Valle.

    Un partido de empleados y funcionarios españoles, y de quienes les son afectos, de españolistas, que los de otro bando llamó gazista, denominación a la supuesta afición de sus componentes a bebidas alcohólicas. A este remoquete los gazistas contestan llamando cacos a los del otro bando, formado en torno al periódico de Molina; también por una supuesta afición; esta vez a tomar como propio el patrimonio ajeno.

    El partido de los gazistas estaba formado –dice Marure— por los españoles europeos y de la clase artística. Pronto se hizo más fuerte, por varias razones: porque era suyo el auxilio de los gobernantes; porque alentaban en los artesanos la esperanza de que se prohibiera el comercio con Belice y la introducción de géneros de algodón, apoyados por un manifiesto del Capitán General don Carlos Urrutia en tal sentido; y porque muchos de sus miembros ricos comerciantes distribuían pródigamente el oro entre la clase ignorante y miserable, que venía sus votos arrastrada por la necesidad.

    Con estas ayudas el partido gazista ganó de plano las elecciones de diputados a Cortes y demás funcionarios constitucionales, de las municipalidades o ayuntamientos. El partido de los cacos, formado en torno a Molina y su periódico, lo componían los nobles y la mayoría de los que se llamaban independientes, liberales. A estos perjudicó mucho, o contribuyó notablemente a su fracaso electoral, su liga con los nobles. Se propusieron trabajar con más ardor por la independencia., y afina su astucia: crearon un “partido medio”, sin contacto con los nobles, pero ligado a los demás independientes (ajenos a los cacos).

    El paso fue acertado. El nuevo partido sirvió de núcleo o punto de atracción en torno al cual se fueron concentrando todas las fuerzas independentistas, cualesquiera fuesen sus diferencias ideológicas o de otra índole. Desaparece así de la escena el primitivo partido caco o, si se quiere, se remueve y adquiere mayor capacidad de arrastre popular botando el lastre de la nobleza.

    El grupo de los patriotas constitucionalistas desplegó en los preliminares de la Independencia un alto espíritu de conciliación, tendente a alcanzar la emancipación a espaldas de la violencia, sin lamentables efusiones de sangre. Este espíritu alentó la actividad de los ayuntamientos que culminó en la cristalización de Informes y Memorias destinados a las Cortes, con el germen de reformas administrativas que favorecían la libertad de comercio de las provincias, de su economía en general, más el desarrollo de su vida política y cultural.

    Son estos partidos transitorios que solo duran hasta que se proclama la Independencia y desaparecen automáticamente. La falta de una verdadera diferenciación ideológica es causa de este fenómeno; pues, como ya dije, si bien los grupos se formaron en torno a banderas ideológicas, como eran los periódicos políticos, en manera alguna puede decirse que sus componentes se identificaran con sus principios; y, por otra parte, tales corriente de pensamiento no eran de todo punto contrarias; solo señalaban como dos técnicas diversas para abordar el mismo problema; su curso las llevaba por parajes distintos a desembocar al mismo seno: el de la Independencia.

2. La astucia de Gaínza

LA JUNTA Provincial, reinstalada el 13 de julio de 1820, después de avanzar inútiles sugerencias, a moción del doctor Simeón Cañas [1767 – 1838] uno de sus miembros, optó por estrechar al débil Capitán General don Jacobo Urrutia, contrario a la idea de Independencia, que delegase el mando en el Sub-Inspector del Ejército, don Gabino Gaínza. Su edad avanzaba y su salud precaria no le permitieron ofrecer resistencia. Gaínza ingresó al mando el 9 de marzo de 1821. El día siguiente el presidente Urrutia, por medio de una circular impresa, dio cuenta a todos los Ayuntamientos de haber entregado el manto militar y político al Sub-Inspector de Milicias don Gabino Gaínza.


    En 1821 la revolución mexicana esta a punto de extinguirse, cuando la defección de Iturbide vino a reavivar su fuego, cambiando de raíz el curso de los acontecimientos. Se firmó el Plan de Iguala entre el coronel español y el general insurgente Guerrero, proclamando el Ejército de las Tres Garantías, a saber: conservación de la religión católica con exclusión de las demás, independencia de España; unión de los españoles y americanos, mediante la abolición de casatas y privilegios. Juntos Guerrero e Iturbide, El Ejército de las Tres Garantías fue de triunfo en triunfo hasta situarse a las puertas de México. En esas circunstancias llegó a hacerse cargo del Virreinato el Capitán General don Juan O´Donojú [1762 – 1821], quien considerando perdida la causa de España, desde la fortaleza del San Juan de Ulúa, inició arreglos con Iturbide. El 24 de agosto signáronse los Tratados de Córdoba. El gobierno español aceptaba el Plan de Iguala y se formaba una junta de 36 miembros para gobernar el país. Se convocaría a un Congreso que organizase convenientemente el nuevo Estado, una regencia se encargaría del Poder Ejecutivo, mientras venía contestación del Rey de España, a quien se ofrecía la corona para él mismo o para un familiar que señalase.

    Los acontecimientos de México, más por lo novedoso que por lo promisorio, soliviantaban los ánimos en Guatemala. Era plausible para la mayoría, ver derrotadas por todos los ámbitos del vecino país a las fuerzas que por tanto tiempo habían mantenido la dominación española, dominación que desde hacía tiempo era considera injusta, despótica y retrógrada. Los miembros de la Junta consideraban que en aquellos momentos de efervescencia política y de imperio constitucional, de manifestación de la voluntad popular a través del voto, a los cuales debían sacar el mayor partido, el hombre más apropiado para gobernar era Gaínza, la antítesis del rígido Bustamante, naturalmente impresionable, voluble de carácter, apto para seguir la dirección que señalase la opinión de Guatemala, quienes la tuviesen o pretendiesen tenerla.

    Dos son las corrientes de opinión pública que descubre (Alejandro) Marure [1805 – 1851] en Guatemala al conocerse la proclamación en México del Plan de Iguala. Una era la de los independentistas exaltados, del partido caco renovado, que querían la independencia inmediata, sin esperar los resultados de los sucesos de México y sin relacionarla con ellos. Estos fueron los liberales de más tarde. La otr4a era de quienes faltos de fe en el porvenir de una Centro América independiente, querían ver primero el éxito del Plan de las Tres Garantías y regular de acuerdo a ello lo que había de hacerse en Guatemala. Estos fueron dos anexionistas de más tarde. En la exposición de Marure un concepto se destaca con trazos inequívocos. Que el deseo de Independencia de España era casi general. Lo compartían el pueblo y los comerciantes. Quienes estaban divididos eran los políticos (tomando la palabra en su sentido más amplio), pues siempre se mantuvo una minoría realista, contraria a la Independencia.

    En lo que no había acuerdo era en el ulterior destino que debía darse a la nación: unos querían Independencia absoluta, de todo poder y por siempre jamás, otros optaban por la expectativa de los acontecimientos de Nueva España, para agregarse a ella, si consolidaba su Independencia: para estos la Independencia absoluta era solo un sustituto. Gaínza estaba dominado por los anexionistas; no obstante, el 10 de abril lanzó una proclama, según parece, dice Marure, redactada por don Manuel Montúfar, en que atacaba el Plan de Iguala y hacía una negra pintura del coronel Iturbide.

¿Qué fines perseguía esta publicación? Cubrir las apariencias previniendo un fracaso de la idea anexionista; salvar su responsabilidad ante la Corte, moderar a los liberales. Poco tiempo después mandó recoger el manifiesto. Con fines parecidos mandó procesar a los firmantes de una representación en que se le pedía proclamase la Independencia. Con igual volubilidad mandó luego suspender el procedimiento.

    Quedó al descubierto que las actuaciones de Gaínza solo perseguían su propio interés y conveniencia. Las fluctuaciones de esta búsqueda engendraban aquella aparente fluidez de su carácter, que hacía suponerlo un hombre gobernable. Pero en realidad no era sino un ambicioso; y era su ambición la que dirigía su carácter. Cuando los independentistas cayeron en la cuenta de esta realidad, atacaron este flanco, haciéndole entrever que si proclamaba la Independencia, en él quedaría siempre la primera magistratura de la Nación.

    Era tal la urgencia que veían los exaltados en proclamar la Independencia sin más tardanza, que no vacilaron en poner en ejecución un plan que, de tener resultado, hubiese metido a las tropas mexicanas en Centro América, dejándola a merced de Iturbide, quien hubiese podido decretar de inmediato la anexión.

    El plan consistía en solicitar el auxilio del general Bravo, qué permanecía en Oaxaca, para que los respaldase con las armas, si era necesario, pues ante la indecisión de Gaínza, estaban dispuestos a proclamar por sí la Independencia de Guatemala. En cumplimiento de este plan, que parece descabellado y que implicaba consecuencias que sus gestores estaban muy lejos de desear, salió en busca de Bravo don Cayetano Bedoya; pero al llegar a Ciudad Real lo sorprendió la nueva que su provincia ya había proclamado el Plan de Iguala. En esta situación llegaron al 14 de septiembre decisivas noticias de Chiapas. Comitán y Ciudad Real habían proclamado la Independencia; e igual cosa habían hechos Santa María, Villa Hermosa, Macuspana, Tehuantepec, Tuxtla y Huynanguillo, adhiriéndose al Plan de las Tres Garantías. Al conocer estas noticias Guatemala se conmovió. Una de las seis provincias que por siglos habían integrado el Reino, se separaba de sus hermanas y, ansiando vida propia, comenzaba a gravitar en la esfera de su poderoso vecino.

    El 15 por la mañana reuniose en Palacio la Junta convocada por Gaínza. En vez de los dos Ministros de la Audiencia que pedía el Capitán General a falta del Regente, llegaron los cinco: el propio Regente Francisco de Paula Vílchez [1776 – 1833] (que al parecer ingresó a Guatemala el 14), [Miguel] Larreynaga [1771 - 1847], don José Valdés [y Posada: 1773 - 1833], don Tomás O̕ Horan [1776 - 1824] y don Miguel Moreno [y Morán: 1780 - 1842]. El historiador [Manuel] Montúfar [y Coronado: 1791 - 1844], que fue testigo de los hechos de ese memorable día, dice que era un espectáculo tan raro como nuevo, ver los agentes y representantes del Rey de España reunidos con los hijos del país para discutir bajo la presidencia del primer agente del Gobierno si Guatemala sería o no independiente.

3. Ideología redentora

EN LA lucha ideológica cada anhelo que expresan nuestros próceres es, la lucha ideológica de cada anhelo, cada anhelo que expresan nuestros próceres es la denuncia de una deficiencia o de una injusticia en el régimen colonial. Como bien dice en una de sus valiosas obras Virgilio Rodríguez Beteta [1885 - 1967], a El amigo de la Patria no le interesaba tanto la independencia como la evolución colonial, sin violencia, para que el país, bajo la república o la monarquía, que es lo de menos para El Amigo, pudiera desarrollarse a la altura que exigían los tiempos.

    La lucha, en la Colonia, se centra en torno a dos clases sociales. La de los peninsulares, que por españoles se juzgan superiores a los demás, por tantos sujetos de privilegios. Por oscuras y complicadas causas de orden sentimental, odiaban cuanto no fuera español, incluso a los criollos, por no nacidos en España, a quienes consideraban inferiores. La clase de estos últimos devolvía con creces el odio a los peninsulares. Como nacidos en América y descendientes a la vez de españoles conquistadores y primeros pobladores, atribuíanse superior condición y un derecho indiscutible a gozar de cuanta comodidad y ventaja pudiera brindar la tierra. Estos formaban <<las familias>˃ de arraigo y abolengo.

    El Amigo de la Patria, contra el criterio sostenido por El Editor Constitucional afirmaba que era un hecho la existencia en Guatemala de lo que se dio en llamar <<espíritu de familia>˃. ¿Cómo lo demostraba? Porque el pueblo no podía elegir ni ser electo, no tenía personeros que sostuviesen sus derechos ni quienes los manifestasen; porque el sistema económico no tendía a distribuir la riqueza, porque la propiedad territorial había sido viciosa desde su origen; porque era solo una pequeña clase la que podía aproximarse a los empleos, y en tales circunstancias, concluía, es preciso que nazca el espíritu de familia y se vaya fortificando con el tiempo. La simple solución del aspecto económico en el problema de la evolución colonial expuesto por [François] Quesnay [1694 - 1774], colmaba las aspiraciones democráticas de [José Cecilio del] Valle [1780 - 1834]. Y sintetiza su más profundo anhelo: Lo que deseamos nosotros es que se acabe el espíritu de familia y le subrogue el espíritu público: el bien general del pueblo de Guatemala, el bien más universal de toda la América.

    Al consumarse la Independencia, el grupo de los peninsulares desapareció. El triunfo de la idea de Independencia fue el triunfo de los criollos sobre ese enemigo que podríamos llamar <<natural>˃, por inveterado e intransigente. Pero quedaba otro, de nuevo cuño o de nueva promoción, una nueva clase social, forjada desde abajo, con lenta y eficaz persistencia, insurgió por fin vehementemente en la esfera política, con ánimo de avasallarlo todo. era la clase de los criollos carentes de linaje, elevados por su esfuerzo propio, merced a la instrucción. Al cabo de tres siglos de sorda gestación ve llegado su momento, al negar la autoridad del rey y romperse el anillo excluyente de la aristocracia. Esta tercera clase, esta <<clase media criolla>>, si así pudiera llamarse, la forman ilustrados miembros del clero regular, universitarios, entusiastas de la Sociedad Económica y redactores de La Gaceta, entre ellos Miguel Larreynaga, uno de sus más activos y autorizados colaboradores.

    Así, pues, la lucha que se entablara antes de la Independencia entre los efímeros partidos seudo-ideológicos de <<gazistas>> y <<cacos˃>, igualmente aristocráticos en origen y aspiraciones, se resuelve ahora en otra mejor fundamentada y más durable, perdurable, diríamos, entre criollos aristócratas y criollas demócratas, que conforman algo así como el germen lejano de los partidos tradicionales.

4. Comerciantes políticos

    JOSÉ CORONEL Urtecho [1906 - 1994] escribe en sus Reflexiones que en los días de la Independencia <˂ los únicos que sabían exactamente lo que querían y para dónde se encaminaban eran los comerciantes. Estaban orientados, sin conocer aún el nombre de su meta, hacia el capitalismo>>; libertad de comercio, de trabajo, de contratación. <˂Por primera vez –agrega— sentían que era posible enriquecerse sin trabas y sin límites>>. Y concluye afirmando que los intelectuales de la Independencia no estaban <<en condiciones de prever que trabajaban para sus aliados del momento, los ricos comerciantes, que en el futuro ejercieron un dominio absoluto sobre la economía y aun sobre la política de Centro América>>. Pero la cosa no es tan simple. No puede establecerse una clara diferencia entre dos sectores de población, comerciantes e intelectuales, temporalmente unidos; en la realidad ambas actividades se juntan por lo general en una misma persona. Lo veremos después con detenimiento.

    Las verdaderas diferencias se ubican en el terreno puramente ideológico, aunque las ideologías, naturalmente, determinen actitudes prácticas. Dejemos que Valle las señale: Los voceros de la flamante opinión pública, dividían sus aspiraciones en dos corrientes ideológicas: la conservadora, que propendía al mantenimiento del antiguo orden político y social, entreabriendo la puerta a las nuevas aspiraciones; y la liberal, que estaba imbuida en la necesidad de llevar a cabo un plan de reformas que permitiese al pueblo ceñirse la corona que le había prometido la Revolución Francesa.

    El mismo Valle da cuenta de cómo en la mente y las aspiraciones de los burócratas, desde el Capitán General hasta los intendentes, obispos, prelados, alcaldes mayores y otros altos funcionarios, figuraba en primer término la implantación de un régimen monárquico constitucional, que como tal brindara a sus súbditos lo que la monarquía absoluta negaba (como el progreso sin las violencias de la revolución) o ponía en peligro con su intransigencia (como el disfrute de los altos empleos, o el usufructo de títulos, prebendas, latifundios y honores). Tales eran las aspiraciones del ˂<conservatismo emancipador>>, como le llama Valle, cuyas fuerzas vivas dirigía en Guatemala el Marqués de Aycinena.

    Y en cuanto se armó la trampa del Imperio Mexicano, con el cebo del Plan de Iguala, cayeron en ella. Decíamos que Coronel pasa por alto que en aquella época el intelectual y el comerciante se funden generalmente en una misma persona, y la péndola que anota minuciosamente el debe y el haber en los folios del comercio, casi siempre es la misma que escribe un pasquín o remite un tendencioso comentario político a la Gaceta o El Editor Constitucional.

    Así, la momentánea comunidad de intereses que Coronel observa entre comerciantes e ideólogos, pierde temporalidad y adquiere definitiva solidez. De este modo se fundamentan en Centro América las metas del liberalismo económico y del utilitarismo de tipo británico, a saber, la aplicación en todos los órdenes de la vida de métodos estrictamente científicos, insuflados de un empirismo rabioso, al estilo de [John] Locke [1632 - 1704] y [Étienne Bonnot de] Condillac [1714 - 1780]; y la implantación de los cultivos de exportación, de la industria y del comercio libre, como prístinas, infalibles e ineludibles fuente de riqueza.

    Es muy ilustrativa al respecto la correspondencia privada (a la vez familiar, comercial y política) de los ricos comerciantes establecidos en aquella época en las principales ciudades. Son notables las cartas de don Pedro Chamorro, notable granadino establecido en su ciudad natal, a su tío, corresponsal y agente comercial don Narciso Argüello, residente en León.

    En una de ellas le comunica el envío de dos garrafas con 70 galones de vino dulce a 28 pesos el galón. Le informa haber pedido a Cuba un barco para que arribe a San Juan del Norte en el mes de diciembre a cargar cacao, principalmente, que despachado a La Habana, dejar el 12 por ciento de ganancia y el valor se trae en mercaderías. Y que también tiene otro barco para Portobelo, que llevará carnes, quesos, sebo y otros víveres. Hace referencia al hecho de haberse construido recientemente una batería en San Juan del Norte, que da seguridad al puerto y al comercio que por él se hace, hasta el punto de que varios corsarios han pasado sin atreverse a entrar.

    Hasta aquí su interés estrictamente mercantil. Por otra parte habla de que en Granada, con ocasión de los últimos sucesos, se han hecho algunas <˂papeladas˃>, como la de conducir, cuando hay correo, las cartas y las personas al comandante de armas, para la entrega de aquellas, ˂<providencia irritante –comenta—, propia del sistema despótico y del espionaje>>. Y pasa a dar opiniones y consejos que le dicta su recta conciencia de mercader, como aquel de emanciparse de una liga que juzga de beneficiosos dudosos o nulos y hasta contraria en sus efectos: Lo que más conviene a nuestra Provincia es no depender de Guatemala, por oposición de intereses que hay entre sí, y que nuestra felicidad está en razón inversa de la de ellos o que a lo menos así lo han juzgado ellos siempre.

    Y señala caminos prácticos para alcanzar este ideal tan suyo, pero que no duda acoge toda la Provincia: No sé si me engaño, pero a mí me parece que lo que conviene es establecer autoridades competentes esa, independientes de Guatemala, y cuando esté sancionada la independencia de México, entrar bajo la separación de Guatemala y para esto, manifestarlo a toda la Provincia y explorar su voluntad, que será esta misma. Pero ¿de qué serviría alcanzar la meta, si por ello se destruyera la paz interna del país y se rompiera la armonía tan saludable del comercio?

    Debe conciliarse –aconseja— no se introduzca una discordia, ni se contraríe la voluntad general del pueblo, acordándose que no es solo León, sino el resto de la Provincia, por lo que convendrá ilustrar la opinión, señalar el verdadero interés, uniformar los votos y mantenerse a la expectativa.

    Larreynaga, como tantos otros de su clase, además de letrado y burócrata, era comerciante. Se hacía dedicado con éxito al comercio, afirma don Manuel Ubico en una Noticia Biográfica de nuestro compatriota. Como comerciante, al abrirse en Guatemala una suscripción bajo el título de ˂<Donativo Patriótico Voluntario>, cuyo producto debía resurtirse íntegro a España, para ayudas de la guerra, Larreynaga fue uno de los primeros en concurrir, dando dos zurrones o sobornales de añil de ciento y cincuenta libras cada uno, con expresión de que se remitiesen, como en efecto se remitieron, a Cádiz, para que produjesen mayor utilidad.

5. El carácter español

EN RELACIÓN al mercantilismo colonial, debemos dejar establecido que su destino fue ser siempre de muy baja ley, porque no había en el carácter español ninguna cualidad que lo favoreciese. Un gran español definía el carácter general de su nación como un compuesto de religión, valor y amor a su soberano, vanidad, desprecio del trabajo y excesiva propensión al amor.

    A estas seis piedras básicas se agregan las de adorno. En primer lugar, el orgullo, uno de los vicios más característicos de la nación española, según el resto de los europeos. Era tanto más hinchado cuanto más bajo el status social de quien lo padecía. Los nobles menos elevados eran los que más se referían a sus conexiones, entronques y enlaces. Los caballeros citadinos, inaguantables en punto a nobleza, que consideraban la de su ciudad como la más alta del reino, para admitir a un forastero en su morada, indagaban seriamente sobre sus remotos ascendientes.

    Pero el hidalgo de aldea traspasaba estos linderos: se pasea majestuosamente en la triste plaza de su pobre lugar, embozado en su mala capa, contemplando el escudo de armas que cubre la puerta de su casa medio caída, dando gracias a Dios y a su providencia de haberle hecho don Fulano de Tal. No se quita el sombrero, no saluda al forastero, quienquiera que este sea. Solo preguntará si es de casa solar conocida al fuero de Castilla, que escudo es el de sus armas y si tiene parientes conocidos en aquellas cercanías. Pero lo que pasma es cómo son de orgullosos los mendigos, que insultan a quien les niega limosna con alguna aspereza. De allí el decir popular: El alemán pide cantando, el francés llorando y el español regañando.

    Viene después el lujo, la abundancia y variedad de las cosas superfluas a la vida, que sangraba la economía española. Es provechoso para una nación y lo hubiera sido para España, el lujo que alimenta su propia industria, pues trae el bienestar general promoviendo una mejor distribución de la riqueza. Pero a nadie puede convenir el lujo impuesto desde fuera por influencia de las naciones industriales sobre las costumbres de los demás, persuadiéndolas de ser útil y hasta necesario lo que las deja sin dinero.

    No era el genio español propenso a la industria, ni la exigua población hubiese podido suministrar la necesaria mano de obra. De ahí que su balanza comercial siempre marcaba un amplio déficit, por causa, principalmente, del lujo. Pero esta situación era nueva. A raíz de la conquista de América se creó un lujo interno, alimentado por la industria nacional. Cuando sobrevino el desarrollo y ale auge de la industria extranjera, no fue muy difícil para esta imponerse a una nación donde ya era un hecho irreversible el gusto del lujo. Por este medio, las naciones industriales participaron, o despojaron a España del oro de América.

    A la luz de la ética de antaño, el lujo, esa <˂abundancia y variedad de las cosas superfluas a la vida>>, era siempre nocivo, por diversas razones, se decía: porque multiplica las necesidades de la vida, porque empeña la razón del hombre en cosas frívolas y porque dora los vicios y los hace apetecibles, y despreciable la virtud. Mas no escuchando las voces de la ética, solo atendiendo a los señalamientos de la política, el lujo aniquilaba la economía española, determinando una anemia profunda que habría de acarrear su ruina total.

    En cambio, era otra la disposición del espíritu anglosajón al capitalismo. Max Weber [1864 - 1920], que establece la correlación existente entre os fenómenos religiosos y los económicos, observa una definida influencia del protestantismo sobre el capitalismo moderno. En primer lugar, expone lo que puede llamarse el espíritu del capitalismo, espíritu que necesariamente emana o está embuido de una ética. Es fácil entonces anotar la relación.

    ¿Cuáles son los rasgos que definen ese espíritu? Organización racional de la empresa sobre la base de la propiedad privada y los principios científicos. Producción masiva para consumo masivo. Producción para el capital, que exige entusiasmo, eficacia, devoción, como si el trabajo fuese un fin en sí mismo, un por qué de la existencia humana y su más importante obligación. A este espíritu capitalista corresponde, sin ser exclusiva, como tipo ideal, la ética del protestantismo. Los que viven dentro de ella son los que pueden responder con más naturalidad y mejor acoplamiento a las tendencias capitalistas.

    Interesantísimo el planteamiento de Weber, que se opone a la tesis de [Karl] Marx [1818 - 1883], de que el factor económico es el determinante, y el determinado el factor ideológico. Según Weber el, con [Martín] Lutero [1483 - 1546] y con [John] Calvino [1509- 1564], habría preparado el advenimiento del capitalismo, preconizando la racionalización de la vida, valorizando las profesiones, consagrando al trabajo como deber; desviando la preocupación humana del ascetismo y aplicándola a su existencia en este mundo.

6. La economía frente a la Independencia

¿CUÁL ERA la situación económica que atravesaba Centro América en el momento de su independencia? El periódico [El Editor Constitucional] de [Pedro] Molina la sintetiza de esta manera: No hay casa de comercio en Guatemala que no se halle medio arruinada por Cádiz; muchas han sido envueltas en quiebras de los gaditanos, y muchas, si no todas, tienen gruesas sumas en vales reales, que no les pueden servir ni para el giro ni para la labranza. ¿Cuáles eran las causas de la pobreza del país? [José Cecilio del] Valle las señalaba:

    El haber construido las ciudades cerca de los minerales, abandonando las costas, aisló a la población, separándola de los puntos de contacto con las demás naciones, por donde debían venirle las riquezas que trae el comercio. La falta de caminos acentuó el aislamiento de poblaciones e individuos. El alto costo de los fletes, mayores que el valor de los frutos, hacía imposible su transporte. Solo el añil podía resistir esos costos. Por eso se convierte en cultivo único.

    Valle protesta contra este hecho, tan funesto a la economía nacional, entonces como ahora. En su periódico sustentabas y aplicaba las ideas económicas de Quesnay y sus fisiócratas: de Adam Smith [1723 - 1790], de [Thomas Robert] Malthus [1766 - 1834] y de Juan Bautista Say [1767 - 1832], y aún parece que las contemporáneas de [David] Ricardo [1772 - 1823]. Y se mostraba embebido en las reflexiones de [Gaspar Melchor de] Jovellanos [1744 - 1811], defensor de las nuevas doctrinas en España. Fue mérito de Valle el haber importado, aprehendido, elaborado, expuesto, defendido y aplicado en Centro América las modernas ideas económicas. Es conocida su convicción acerca de la necesidad de la Estadística como base de todo progreso:

    Los números –-decía—, que son las letras del libro grande de la naturaleza, son también los caracteres en que está escrita la ciencia del mundo político. El compás que sirve a la geometría es igualmente el instrumento de la política y economía civil. No hay Gobierno sabio sin el genio del cálculo, y no puede haber cálculo sin estadística. Un Gobierno que no conoce las tierras de la nación que rige ni los frutos que producen, ni los hombres que las pueblan, es un ciego que no ve la casa que habita; un administrador que para no aventurar medidas sin conocimientos debe ser ocioso por prudencia.

    Consecuentemente con su fe ciega en la redención del país por la Estadística, Valle aplica su espíritu crítico a sacar consecuencias de un cuadro estadístico del partido de, que un intendente tuvo la ocurrencia de formar. Concluye: Que las tres cuartas partes de la población solo tiene un tercio de las tierras. Que los tres cuartos de la población son de indios: hombres incultos, ignorantes, miserables y casi salvajes, que para favorecer a la población en general, ˂<elevando su fuerza moral˃>, hay que civilizar al indio y darle tierras distribuidas en pequeñas parcelas.

    Y en un discurso en la Sociedad Económica en 1812, opone a aquella dulce y engañosa salmodia de la feracidad de nuestro suelo, la riqueza de nuestras tierras, la rígida verdad de sus conclusiones: El pueblo donde haya mayor suma de trabajo, debe tener mayor suma de riqueza. Así afirmaba la ineludible necesidad de trabajar para crear riqueza. En el sistema colonial se cometieron, desde el principio, tres errores económicos de gran envergadura, que aherrojaron toda posibilidad de progreso y de éxito administrativo:

    1. Este nefasto sistema instauró y sostuvo el más completo parasitismo. Favorecidos con las encomiendas –dice [Antonio de] Remesal [1570 - 1619]—, el herrero apagó la fragua, el sastre cerró la tienda y tan lejos estaba de dar puntada, que aún no sabía cómo se llamaba la aguja y el dedal; el zapatero no conocía las hormas y enviaba por sus zapatos fuera de la ciudad; el carpintero huía de la azuela y trataba de jaeces y caballos. Y es que no habían venido a América a trabajar, sino a conquistar gloria sometiendo a los indios, y después fortuna.

    La vida de las colonias españolas fue siempre la de una sociedad que miraba con desdén el trabajo manual y lo confiaba a su abundante servidumbre de las castas inferiores. En cambio, como bien lo expresa [Mariano] Picón Salas [1901 - 1965], era muy distinto el tono de las pequeñas comunidades puritanas de Nueva Inglaterra, con sus sencillas casas de madera, su fuerte espíritu colectivista, su sicología rural, su complejo ético […] La vida era fácil, muelle, podría decirse, para el criollo en la provincias indianas, pues descansaba sobre el trabajo servil de los indios, y estaba exenta del acicate que representa el anhelo o la necesidad de mejorar la técnica económica.

    2. Sobre los vicios del parasitismo se amontonaban aún los del burocratismo exagerado. La burocracia se presenta a los ojos de la sociología genética como una consecuencia de la diferenciación predatoria en la sociedad. Es decir, al igual que la nobleza, procede de transformaciones sociales causadas por la guerra. Al constituirse el despotismo sobre las ruinas del feudalismo la nobleza territorial se convirtió en palaciega, reunida en torno al monarca formando la corte, para salvar sus privilegios. No obstante, estos fueron decayendo hasta recibir el golpe final asestado por la burguesía en 1789.

    3. Valle señaló la necesidad urgente de aprovechar los puertos del Atlántico, abriendo caminos hacia aquella costa, para aproximarse así a los puntos de consumo. Se perdían los frutos por falta de exportación, el labrador no podía incrementar sus cosechas, y el comercio permanecía entumecido por falta de caminos. Sin embargo, no se hicieron en América, no se hicieron jamás en Guatemala los análisis necesarios para conocer los recursos, y qué riqueza debía fomentarse en cada país. Sumergido el sistema educativo en la enseñanza del escolasticismo, jamás se pensó en establecer la de las ciencias naturales y de otras disciplinas que diesen a conocer las riquezas y ordenasen su explotación.

    A consecuencia del sistema económica imperante los campos más fértiles permanecían baldíos, el comercio era exiguo, la agricultura pobre, el capital nulo. Esta situación rebotada contra la minoría y producía su miseria, negándoles fondos que debían ser aportados para la agricultura y el comercio. Resultado de esta situación venía a ser la languidez de la población. En 21.000 leguas cuadradas que se calculaban, solo se contaba millón y medio de individuos. El reino de Guatemala, más vasto que España o Inglaterra, no alcanzaba la quinta parte de la población de estos reinos.

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lunes, 10 de octubre de 2022

¿IMPIDIÓ RAFAELA HERRERA A LOS 19 AÑOS DE EDAD LA ENTREGA DEL CASTILLO? Por: Eduardo Pérez-Valle. En: Periódico "Semana". 1971.

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    Rafaela Herrera - El Castillo de la Inmaculada 

 Dibujos del Dr. Eduardo Pérez-Valle (1924 - 1998)


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Semana inicia con este con este artículo la presentación de la novedosa serie “Puntos Oscuros de la Historia de Nicaragua”. Se trata de una serie investigada especialmente para SEMANA por el profesor Eduardo Pérez-Valle. La serie continuará en las próximas semanas con los temas: “El final de las naves que descubrieron Nicaragua”, “El Traidor Gonzalo Noguera Rebolledo”, “La Verdadera Causa del Abandono de León Viejo” y las “Primeras dos Fortalezas construidas en el San Juan”. La serie ha sido preparada cuidadosamente durante el año 1971 y tomó 18 meses de investigación en archivos y documentos sólo consultados por los más estudiosos técnicos de la Historia de Nicaragua.

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    Durante años se ha vertido en las mentes juveniles absurdas e innecesarias invenciones en torno a la acción valerosa y la conducta ejemplar de Rafaela Herrera, que no necesitaba de las alas de la leyenda o del soplo fugaz de la fábula para ascender a las cumbres esclarecidas de la fama. Su condición de mujer y su indomable valor y  determinación ante el invasor extranjero le  han asegurado un sitial de honor entre los grandes de nuestra nacionalidad.

    Se ha cambiado la fecha gloriosa de 1762 por la de 1764; la edad de 19 años de la joven Herrera por la de 13. Se ha dicho que la fortaleza estaba sin comandante; que carecía de bastimentos; que los soldados negros y mulatos quisieron entregarla; que Rafaela “mandó cerrar las puertas del Castillo, tomó sus llaves, puso centinelas” y dio el santo y seña; subió al caballero, disparó el cañón y al tercer disparo mató al comandante inglés, por lo cual su gente desconcertada “poniendo el cadáver en un tapesco, se retiró huyendo y dejó libre el Castillo y la guarnición”.

    Algunos hacen morir al viejo castellano don Pedro de Herrera solo, “algunas horas antes de que los ingleses afrontaran las baterías”: dicen que la guarnición quedó acéfala, al mando de un sargento anónimo, el cual al ser requerido por el comandante inglés para que entregase las llaves, ya iba a obedecerle, cuando la niña Herrera “estimando como un legado el honor y responsabilidad de su difunto padre, cuyo cadáver tenía adelante, se negó a sufrir tamaña vejación, y constituyéndose en jefe del castillo, hizo regresar al heraldo con su contestación negativa.

    Pura invención es el pintoresco episodio en que la niña Herrera empapando sábanas de alcohol, las hizo flotar río abajo sobre ramas secas, contra los barcos invasores; y el enemigo –¡oh ignorancia!—“creyó que se trataba del tradicional fuego griego”.

    Algo diferente es la verdad histórica.

    En 1762 era gobernador de Nicaragua don Melchor Vidal de Lorca y Villena. España estaba en guerra con la nación inglesa, como inmediata consecuencia del Pacto de Familia firmado entre Carlos III y Luis XV. El reflejo de la guerra en las colonias no se hizo esperar. En Nicaragua desde el comienzo del año el gobernador tuvo noticias de exploraciones de los ingleses de Jamaica en las bocas del San Juan y la costa de Matina. 

    Hacía nueve años era comandante del castillo de la Pura y Limpia Concepción del capitán de artillería don José de Herrera y Sotomayor, de avanzada edad, digno hijo del fortificador de Cartagena de Indias, brigadier don Juan Herrera, y glorioso defensor el mismo del Castillo Grande y de Boca Chica, en 1741.

    El 17 de julio de 62 murió repentinamente el capitán Herrera y Sotomayor. Asumió la comandancia el alférez don Juan Aguilar y Santa Cruz, hombre de toda la confianza del Capitán General don Alonso Fernández de Heredia, por cuya expresa recomendación acababa de ser posesionado de la tenencia del castillo por el gobernador Vidal de Lorca, en reciente visita.

    El 29 de julio de aquel año, como a las cuatro de la madrugada, se escuchó un tiro de pedrero del puesto de vigía situado río abajo. Después una descarga de fusilería.

    Puesta en armas la guarnición, lista la artillería, se envió un bote a reconocer el puesto origen de los tiros: allí estaban los ingleses. Descubren a los exploradores y envían tras de ellos una canoa que los obliga a desembarcar y emprender la retirada a pie.

    Cerca de medio día ya estaban los ingleses a la vista del Castillo en siete piraguas grandes y multitud de cayucos. Hicieron algunos disparos de bala y metralla y se dispusieron a desembarcar en la margen sur, a cubierto de la artillería del fuerte.

    En botes transportaron parte de la gente a la orilla norte, con el propósito de que ocuparan posiciones río arriba, detrás de la fortaleza, y frente a ella.

A las tres de la tarde estaban dispuestos en cordón, arriba y abajo del río. Fue entonces que se produjo la memorable acción de Rafaela Herrera, de 19 años, hija del castellano muerto.

    Veamos lo que dice la crónica:

    Se retiraban del Castillo “dos caribes mansos para un rancho en que habían dejado sus mujeres, distante un tiro de fusil 400 metros de esta fortaleza; al llegar en su cayuco los dichos caribes cerca del rancho, se juntaron en el gran cantidad de zambos e ingleses; y pidiendo licencia al teniente la hija del difunto castellano para dispararles un cañonazo, concedida, lo apuntó y disparó con tanto acierto, que de los muchos enemigos que estaban juntos se vieron salir corriendo pocos”.

    “Con la confusión y estrago que causó este tiro con bala y metralla, pudo uno de los dichos caribes mansos escaparse al Castillo, en donde aseguró el destrozo grande que hizo el cañonazo; y que entre los muertos, uno había sido el inglés de los principales, a quien dio una bala en los pechos”.

    Desde ese momento se rompieron los fuegos, que continuaron por toda la noche. El día siguiente los ingleses pidieron parlamentar. Se acercó uno de ellos al baluarte de Santa Ana, que queda hacia el oeste, y pidió las llaves de la fortaleza en nombre de su Majestad Británica. El alférez Aguilar de Santa Cruz respondió que no entregaba el Castillo, y que estaba dispuesto a resistir “a cuanta acción intentasen”.

    El inglés pidió treguas, que fueron concedidas por el alférez pues deseaba meter en la fortaleza algunos cañoncitos y pedreros que habían quedado fuera, en casa del difunto Capitán Herrera.

    El 31 se acercó de nuevo el inglés a pedir las llaves y a plantear la amenaza de tomarlo por la fuerza al cabo de tres días si no se las daban. El alférez contestó proclamando su obligación de no entregar las llaves hasta morir o tener orden superior para ello.

    Se retiró el inglés y se rompieron los fuegos, que se mantuvieron por 48 horas. Pero el 3 de agosto, inexplicablemente, el enemigo había abandonado sus posiciones de río arriba. Sólo quedaban algunas guardias en los puestos de río abajo, mientras patrullas en cayucos se dedicaban a talar los platanares de las márgenes. Indudablemente se disponían a retirarse.

    Una descarga cerrada procedente de la montaña fue la señal para que las últimas guardias se reconcentrasen y pronto la campaña se vio libre de enemigos. 

    La crónica recoge también un aspecto con ribetes sobrenaturales. Dice que durante el sitio, mientras todos los hombres hábiles se empeñaban en la defensa, las mujeres allí refugiadas se entregaban al rezo en la capilla de la fortaleza, presididas por el capellán Fray José Villanueva.

    La víspera de la retirada que se atribuye a milagro de la Virgen Inmaculada, ocurrió un presagio: Cuando el fuego del enemigo iba decreciendo, a eso de las cinco de la tarde, un gorrioncito se introdujo en la capilla, y acogiéndose al trono de “Nuestra Señora de la Pura y Limpia Concepción de la Concha” estuvo un corto rato aleteando y cantando delante de la sagrada imagen. El pajarito salió de la capilla, volvió rodeándola toda por dentro, y desapareció.   

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lunes, 19 de septiembre de 2022

RECORDANDO AL MAESTRO MANUEL OLIVARES LÓPEZ, (1920 – 1966). Panorama Estudiantil. Órgano Cultural del Instituto Ramírez Goyena. Junio 1966. Época I – Número 1. Director: Fernando Centeno Chiong.

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1920 - 1966

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    El pasado 2 de abril, dejó de existir uno de los mejores profesores del Instituto Ramírez Goyena, y el Magisterio Nacional perdía a uno de sus más grandes valores.

    Fue repentinamente que la muerte se llevó a este ilustre profesor, que durante muchos años fue forjador de juventudes, dedicándose enteramente a dar a conocer sus conocimientos a todos sus alumnos.

    ¿Quién puede decir que no fue alumno de este insigne profesor?

    Su historia está íntimamente ligada a la historia de la Educación en Nicaragua, nace en Managua un 15 de Abril de 1920, siendo sus padres Don José Francisco Olivares, y doña Petronila López

    Su primaria la estudió una parte en las escuelas del Estado, y su secundaria en el Colegio Bautista, donde se bachilleró en el año 1941, años después fue allí mismo donde empezó a impartir sus enseñanzas, ganándose el aprecio de todos sus alumnos y colegas, y fue en el año de 1950, cuando este colegio le dedica su Vigésima Tercera Promoción, pocos años después, pasó a dar clases en nuestro Instituto “Ramírez Goyena”, recién inaugurado su nuevo edificio, impartiendo las materias de Física y Matemáticas, en nuestro Instituto le fueron dedicadas dos Promociones, y el año de 1961, recibió el más alto honor que se le puede dar a un maestro, fue electo el “Mejor Maestro de Educación Secundaria”, siéndole impuesta la medalla “Presidente de la República”.

    Su vida fue un verdadero ejemplo de virtudes, siempre caminaba con aquella humildad, y ese espíritu de colaboración que tenía, hizo que llegara a ser uno de los profesores más queridos y respetados en nuestro Instituto.

    Asistió a muchas conferencias y cursos en el extranjero, llegando a descollar y poniendo muy en alto el nombre de Nicaragua.

    Fue catedrático también de la Escuela C.C. de la Educación en la Facultad de Humanidades, impartiendo la cátedra de Física y Matemáticas.

  Cuando terminaba con sus deberes, se retiraba a su casa, y escuchaba extasiado los arpegios de la música escapada de la interpretación del pentagrama y arrancada a la concepción de los grandes autores, tales como Verdi, Federico Chopin, el ruso Peter Tchaikovsky, al alemán Ricardo Wagner, y a todos los inmortales de la música clásica; así pasaba sus momentos felices, deleitándose, y elevando su espíritu a las regiones infinitas de la gloria donde solo los seres de estirpe selecta pueden penetrar; para recoger de la armonía las notas inmortales de la música divina.

    Manuel Olivares López, grande ciudadano y más grande como maestro, su historia es un ejemplo digno para la Juventud, y su vida una guía que seguir. Fue en el mes de Abril, mes de las celebraciones santas, cuando este ilustre maestro pasó a formar parte de los maestros inmortales en la cultura Nacional.

    Uno de sus muchos discípulos dedicó una elegía a su memoria, en esta edición le damos cabida, como una muestra del afecto y cariño que sentíamos hacia él, todos los que recibimos gotas de su sabiduría.

RESPONSO

ENTREVISTA CON SOCORRO BONILLA CASTELLÓN. Revista Panorama Estudiantil. Época I. No. 1. Órgano Cultural del Instituto Ramírez Goyena. Junio de 1966.

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    Presentamos hoy a una de las personalidades más sobresalientes en el ambiente teatral nicaragüense, se trata de Socorro Bonilla Castellón. Actriz-Productora y directora de teatro. Fundadora de la Escuela Nicaragüense de Declamación y Teatro” y de la “Comedia Nacional de Nicaragua”. Grupo teatral bajo cuyo patrocinio se llevó a escena la exitosa obra “Los Árboles Mueren de Pie” de Alejandro Casona. Ella nos concedió unos minutos de su valioso tiempo y a continuación presentamos una corta entrevista:

    Pregunta: Antes queremos darle un saludo de bienvenida a su regreso de Europa, y esperamos haya traído nuevo material y nuevos planes a desarrollar en nuestro Teatro. Con respecto a su escuela tengo entendido que, en el cierre del curso próximo pasado, el Ministro de Educación Pública, prometió una ayuda a su escuela, ¿es algo positivo esto?

    Respuesta. – Pues no podría decirle si es positivo porque él hizo un ofrecimiento púbico como todos se pudieron dar cuenta, es decir, él es quien tiene la palabra, yo no podía recordarle nada porque sería poca delicadeza, decir que no necesito la ayuda sería mentir, pero también hay que tener dignidad y carácter, y estoy dispuesta a trabajar y luchar siempre sola como lo he hecho, mientras la ayuda no venga por vehículo decente y en forma digna.

Pregunta: ¿Con la Comedia Nacional tiene algunos planes para esta temporada de Teatro? R. – Sí, tengo muchísimos, como Uds. saben la Comedia Nacional se fundó a raíz que yo regresé de España y el primer intento fue “Los Árboles Mueren De Pie” para lo cual trajimos un actor y director mejicano, del cual tuvimos que prescindir por razones que no cabe mencionar. Después de un receso de actividades y aprovechado mi viaje por dos meses a Europa y visitar de nuevo España, veo el nuevo teatro, visité a mis profesores y actores amigos y traigo nuevo planes, nuevo material y nuevas energías para comenzar la lucha y esperamos el primero de Junio empezar a ensayar nuestra obra en estreno de este año.

    Pregunta: En su Escuela hay mucho elemento joven, son la mayoría de ellos estudiantes de Colegios de Secundaria, y ¿qué espera Ud., sacar de estos muchachos? ¿Tienen ellos algún futuro muy bien marcado?

    Respuesta: – Pues sí, esencialmente esto ha sido lo más valioso para la Escuela Nicaragüense de Declamación y Teatro desde que yo la fundé antes de irme a España, que fue de elemento joven sacado de las escuelas locales y ese elemento no ha desistido del cultivo y la disciplina porque han seguido mis pasos y he podido irlos formando. Este segundo curso que presentó en Febrero había siempre las alumnas fundadoras como base y un nuevo elemento que llegó del cual también se sacó producto y espero que con una ayuda gubernativa podríamos llegar a tener la mejor Escuela de Arte Dramático y Declamación de Centroamérica, tal vez no por mis capacidades , sino por el material que hay, por las condiciones que se encuentran en el elemento nicaragüense; el nicaragüense es sensitivo, temperamental, tiene grandes posibilidades y condiciones que se le pueden cultivar.

    Pregunta: — Nos podría decir, ¿cuáles son las causas por las que no hay propiamente teatro en la juventud actual, aquí en Nicaragua?

    Respuesta. – Bueno, efectivamente no hay propiamente teatro en la juventud de Nicaragua porque para que hubiese tendría que estar la Cátedra Teatral incluid en el plan educativo nacional y eso es lo que no se ha podido lograr, porque yo creo que los organismos técnicos de Educación no le han dado la trascendencia y la importancia que en realidad tiene el teatro para el cultivo de la personalidad y el desarrollo de la cultura del educando y no ha sido incluida oficialmente como Cátedra en las escuelas, hasta el día que se logre esto podrá haber teatro en la juventud, un teatro bien organizado, bien orientado.

    Pregunta. – Con respecto a esta nueva agrupación teatral, “Las Máscaras”, podría dar su opinión acerca del estreno que acaban de hacer ellos: “No me esperes mañana”, y además ellos tienen aspiraciones de forma una Academia de Arte Dramático, ¿cree Ud., que sea posible que lleven a efecto sus aspiraciones?

Respuesta. – Todo es posible en el ser humano siempre que se lo proponga y tenga los elementos básicos y conocimientos para lograrlo, si ellos están dispuestos a trabajar me parece que hay posibilidades de que la forme, dado que el Sr. César Sobrevals es egresado de una escuela mexicana, y creo que está en condiciones y capacidad de poder montar una Escuela de Arte Dramático. En cuanto al “Teatro de Máscaras” es un nuevo grupo, tiene muchos planes y su eficiencia y su labor tendrán que probarla con el tiempo. En cuanto al estreno, mi opinión acerca de la obra, no la encuentro buena, quizás es lo interior que H. Ruiz, de Fuente ha escrito. La obra que más éxito ha tenido en América, de Horacio Ruiz es “Bandera Negra”, un Monólogo que ha estado mucho tiempo en México en cartel. Esta obra “No me esperes mañana” es exclusivamente melodramática, extemporánea, en pleno siglo XX una situación así es imposible; salió airosa la obra por el trabajo de los actores, en el Segundo y Tercer acto la Sra. Leda Icaza de Hovie hizo un buen trabajo a pesar de ser actriz de poca experiencia, pero el primer acto que es un monólogo, lo considero sinceramente largo y cansado, que fue permitido únicamente por la actuación del Sr. Sobrevals, de no ser así hubiera sido imposible poder ser tolerado.

Pregunta. – En las clases de Arte Dramático, que estuvo impartiendo en el Ramírez Goyena, nos podría decir, ¿qué tenían preparado, o qué interés había en estos jóvenes por aprender teatro?

Los muchachos tenían mucho interés en aprender teatro, el grupo estaba formado por muchos alumnos, primeramente, y estábamos preparando una obra, que quizás si las clases las continuamos este año, la podríamos montar, las clases estaban financiadas por la Dirección del Instituto, y espero que este año, continuemos con estas clases.

Muchísimas gracias, Srta. Bonilla Castellón, esperamos en otra oportunidad charlar un poco más sobre teatro, y una información más amplia sobre el teatro en la juventud nicaragüense.

sábado, 3 de septiembre de 2022

ACUARELA. (In Memoriam del artista Silvio Miranda.). Por Pedro Rafael Gutiérrez. Revista “Acción Cívica”. Año 1. No. 2. Managua, Junio 1971.

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    Profeta de su propia tragedia, un joven pintor nicaragüense había diseñado con detalles asombrosos lo que podría ser un hundimiento en el Lago de Granada.

    El boceto hecho por Silvio Miranda, que pudo catalogarse como dramático, resultó trágico. Los detalles de su muerte coincidían asombrosamente con una escena ya anticipada por su ágil lápiz, húmedo con las aguas del mar interior, víctima él mismo de uno de esos naufragios domésticos, que se producen con indebida frecuencia en el Lago de Granada.

    Hace solo unos meses, bajo la impericia de un capitán confiable en tierra firme, una de esas barcazas de Granada seguras cuando no están a flote, se produjo el fatal accidente en el que convergen la irresponsabilidad, la tragedia inevitable y el hecho de que no habiendo nada mejor, obligue a todos a jugar una apuesta con la muerte.

    Resulta que a estas alturas al muchacho se lo juzga como pintor y es necesario establecer que es bueno, entre los mejores, no por muerto. Hay muchos otros que ni siquiera inmolados en una pila de leña, merecerían la compasión de una alabanza extemporánea. Pero Silvio Miranda pintaba desde su altivo aislamiento de sordomudo, enviándonos un mensaje de un mundo silencioso, cuyo único contacto con el nuestro era el de la luz, que fue justamente el que supo captar el muchacho ribereño, tan esquivo como la raicilla y prudente como la barba amarilla.

    Cuando su cadáver fue encontrado, tenía los dedos desgarrados por el esfuerzo de asirse a cualquier cosa para no morir ahogado.

    Relatan los testigos que bajo el brazo llevaba unas telas y un paquete con pinturas y pinceles, que no entregó al agua sino hasta en el último momento.



    Esta lucha física, la última que llevó a cabo, fue la norma de toda su vida, corta por cierto, de modo que sea imposible destacarlo como pintor sin aludir a su condición psicótica, a los enormes complejos que le producían la mudez, su sordera imponente y su extraña habilidad de poder escribir en inglés, en español y en ese extraño lenguaje de los colores, que a nadie pudo heredar y al que se aferró precisamente en los últimos momentos de su vida cuando se negaba precisamente a morir.

    Los cuadros de Silvio, que a otros pertenece encasillar en una escuela, están ya en lugares de honor en coleccione particulares de varios países del mundo, que el muchacho no conoció, pero que no podían en forma alguna interponer fronteras a su ingenio de pintor.

    Cuando se los examina ahora muerto, es sobrecogedora la impresión que ofrecen de parecer estar bajo el agua, increíblemente indefinidos, que arrojan luz y sombra como el agua en movimiento descomponen todo, como el prisma que resuelve en fórmula matemáticas la intangibilidad de un rayo de luz.

    Es muy superfluo ubicarlo entre los llamados abstraccionistas figurativos, porque Miranda no era un pollo de raza, que se clasifica con facilidad.

    Su pintura corresponde a una clase muy personal que se ubica entre las cosas buenas, por expresivas y por tener clase dentro de lo original.

    La fusión y difusión de sus colores habla de un modo muy personal de tratar la figura humana, en planos sobrepuestos, en una indefinida mezcla de contornos, donde no existe el límite, sino como difusión y en que la única dimensión es la presencia de su obra.

    Sus Natividades, reproducidas por encargo en todos los matices y los más variados tamaños, lo llevaron a conjugar con harta familiaridad las figuras sagradas de Belén a planos extrañamente cálidos, con profusión de ritmo y color.

    Gran retratista, Silvio Miranda dejó constancia en varios cuadros de su penetrante mirada y de su técnica superficial, de tratar al ser humano como algo transparente, a través de cuya piel era posible adivinar el mensaje interpretativo del pintor. Hombre de diálogo imposibles de definir y en busca de un motivo para que reconozca más que el carácter, la intención de su pincel.

    Incluyendo el anticipo de su muerte, hay un poco de Silvio Miranda en sus telas, que revelan la vecindad de una tragedia que lo acompañó toda la vida, en la que a falta de ruidos, tuvo que expresarse con el lenguaje incendiario del color.

    Infortunadamente nada es más difícil de conservar que una huella sobre el agua, donde flotaba su cuerpo inerte, mucho más frágil que en vida, cubierto de un deprimente color violáceo, que nos recordará por siempre su último cuadro, inconcluso, donde aparece “Su Novia, su perro y una flor”, pedazo de cielo, paleta quebrada que flotaba en el agua, disolviéndose en un atardecer lívido, donde los colores se niegan a dejar de brillar.


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