martes, 1 de abril de 2014

FRAY MARTÍN DE PORRES Y PEYEYEQUE UNIDOS POR LA ESCOBA. Por: Joaquín Absalón Pastora. 19 de Octubre de 1969.

FRAY MARTÍN DE PORRES  Y  PEYEYEQUE UNIDOS POR LA ESCOBA. Por Joaquín  Absalón  Pastora. En: Extra, No. 63, 19 de Octubre de 1969.


Fray Marín de Porres, hacía las tareas más humildes de su Convento en Lima. Portero y barredor. Le daba de comer a los hermanos ratones y a los hermanos gatos, logrando la amistad en ambos animales.

Siempre se le vio barriendo, y ahora es ampliamente conocido como “Fray Escoba”. La Iglesia ha santificado al mulato humilde, y su nombre está en la boca del pueblo.

EL BARRENDERO

Si a usted le preguntan si conoce a Raulito Martínez de la familia de los “Chicharrones”, seguramente lo ignora, pero si oye decir PEYEYEQUE, inmediatamente lo asocia con el personaje de la escoba del Distrito.

Peyeyeque… ¿qué hiciste la manguera que te robaste…?

--Comé mieyda hijé ya gan puuta, comunista, cachuyeco…Así contesta Raulito Martínez a la muchada que le recuerda el chiste que le hicieron en el Hormiguero en tiempos de Montiel…

SU HOBBY

Es un “autóctono” Managua. Podría aspirar al Ministerio del Distrito, monopolio que ya debe desaparecer, los resultados nos dan la razón…

Peyeyeque, es de estatura pequeña, narigón, moreno lavado y enemigo del baño, de pelo ensortijado, el peine jamás ha ganado una batalla. Sus ojos negros mira con desvelo, semidormidos con aires de pausados giros… reacio a ponerse zapatos. Habla “en chiquito”.

SU TRABAJO

Desde pequeñito le gustaba jugar al caballito montado en una escoba y le encantaban los cuentos de brujas. Tenía pesadilla por la escoba. Por eso, Raulito es gran devoto de San Martín.

--El neyito peyuano es mi coyega, por ehco lo quieyo, gan bayeyoy el joyiyo, peyo no me la gaña…

SU COLECCIÓN

La “escoba” ha sido la razón de su vida, su trabajo inolvidable. Tiene una colección de ellas:

--Eita es en tiempo del joyiyo de Muyiyo, eita ota de Gutavo, eyta dey Chato y eta de Humbeyto.

Lo han ascendido recientemente a Jefe de Barredores, pero como no se le quita “su fueyte”, siempre le echa una manito a sus colegas.
El necesita tener una escoba en la mano, y su actual puesto no se le ha subido a la cabeza. Gran ejemplo que muchos debieran imitar…

SU GRAN ANÉCDOTA

Donde está retratado de cuerpo entero es ésta: Alguien, para jugarle una broma se consiguió una falsa orden de captura contra Raulito, la acusación era por el robo de una manguera. Montiel era Director de Policía. Este es el diálogo.

--Bueno Peyeyeque, decime por qué te robaste la manguera, le dice muy serio el actual Ministro de Hacienda.

--Vos me viste hijué putá… qué vayoy de joyiyo..
Más respeto le grata un agente.

--Comé mieyda vos también… qué vayoy de joyiyo.
Dicen que Montiel hacía verdaderos esfuerzos para no reír.

--Pero hombre Raulito, decí dónde la empeñaste y te vas libre…

--Yo no he yobado nada joyiyo… calumniados joyiyo… le voy a dechiy a Luchito (El Presidente). Yo choy chomochista joyiyo.

--Vea cabo, dice el General Montiel, dirigiéndose a un subalterno, póngame a barrer a Peyeyeque en castigo, no quiere decir dónde está la manguera… y le cerraba un ojo a los periodistas.

De pronto se oyó un grito de alegría que sorprendió a todos… No… joyás… y vos que yigistes, ya lo joyí, si eche es mi fueyte pendejo… no joyás… Y en lo que menos canta un gallo Raulito Martínez se había barrido todo el Hormiguero. Al rato Montiel lo soltó muerto de risa.

SU DESGRACIA

Una desgracia política le arrancó de cuajo una mano. La propaganda de Luis Somoza estaba en lo fino, y Peyeyeque andaba metido en ella junto a los demás barrenderos. Al llegar a un cantón le regalaron un hermoso retrato del Candidato. Tomó una bomba de mecate y la encendió al mismo tiempo que miraba la foto y  decía: ¡Qué eymocho mi Luichito! La mecha se consumió y la mano del pobre Peyeyeque fue la que explotó…

--Ay mamita yinda, ya me llevó la mieyda… Luichito… Luichito lindo, ya me joyi por vos joyiyo… ay, ay, ay juéputa, ay mamahita…

Llegó la ambulancia y se lo llevó… Desde ese día la tristeza de sus ojos se ha acentuado y se ha hecho más devoto de su “colega”.—
La ESCOBA… ¡ha hecho el milagro!

"PEYEYEQUE"

Desde California

UNA SEMBLANZA DE “PEPEYEQUE”. Por: Tomás A. Tijerino. En: La Prensa, 17 de Octubre de 1976.

Fue como un “laberinto en la soledad”, cuando leí en los diarios de Nicaragua, la noticia del fallecimiento del recordado personaje callejero: RAÚL MARTÍNEZ (Alias) “Peyeyeque”.

Como doblando la última “foja” del libro Antigua Managua, escrito por Gratus Halftermeyer, se cierra un último capítulo de una generación completa de personajes callejeros.

Era a un casual “honk” que, se miraba al doblar una esquina, un Fotingo aparecer, o el “ja-buey viejo” del carretonero, el chuzo a la mano, y el paciente buey uncido al yugo, marca “Vicentón” y Wenceslao Morales”, penosamente escalaban las rampas empedradas, en las calles de la cadenciosa Managua, que aún tenía sabor Colonial. Era ahí donde deambulaban esos personajes, cuyas tristezas y ditirambos causaban risa.

Este grupo era encabezado por el gran Melisandro, figura legendaria de la comicidad callejera; Campainana, el loco Elizondo, Santirilio, Granuemay, Colevaca, Eudoro, Peyeyeque, la Rosamelia y su fluido, quien en el Estadio Nacional, con su fanatismo pregonaba las hazañas del más grande beisbolero de Nicaragua: José Ángel (Chino) Meléndez. Y, aunque no era callejero, con su violín, en lo melódico, el Profesor Pizarrín.

RAÚL PEYEYEQUE NO DAGOBERTO

Esto viene a proyectar en la luminosa pantalla de mis recuerdos, los sueños ya vividos de mi infancia feliz, en mi Managua, donde al canto de los pájaros del Alba, yo vi la primera luz; donde mi impúber corazón, en un latido sintió su primer palpitar de amor, y el viejo árbol de chilamate recordado, que su sombra daba a una banca en el Parque San Sebastián, donde robé un beso, que se convirtió en mi amor eterno.

En las estadísticas dicen, que, el desaparecido “Peyeyeque” se llamaba Dagoberto Martínez, pero en el monumento de cariño, que se erige en nuestros corazones, está inscrito: “Raúl Peyeyeque”, a “sus oydenes mi coyoney”; expresión que lo hizo tan famoso.

Con nostalgia y hondo pesar, vengo a recordar los encunetados de las calles ya pavimentadas, que, él pacientemente barría, pues la escoba “ella su fueyte”.

¡Oh! ¡Mi Managua! Yo escucho en la noche, el rítmico Clas, Clas, Clas, Clas, y las ruedas del coche y llevo en mi pecho sirviendo de broche; una Nicaragüense Flor de Sacuanjoche.

Ahora que Raulito, en el Jardín de Paz descansa, donde todos nos elevamos al nivel de la igualdad, y su espíritu en los campos siderales ha emprendido el viaje sin retorno, por la interminable trayectoria que recorre el alma, dando el primer paso en la sepultura”.
Que Dios reciba su alma, y al alejarse nos deje la risa en los recuerdos  y se lleve consigo nuestro cariño y una oración.

Daly, City, California.


El día del fallecimiento de Raúl Martínez, conocido popularmente como “Peyeyeque”, el locutor nicaragüense Julio Páiz radicado en San Francisco por muchos años, honrando su memoria, le dedicó en The Pablo Saavedra Show que trasmitió la Radio K. O. F. Y. el disco “La Manguella de Peyeyeque” cuyo autor es el “Gato” Aguilar.  

CÓMO SURGIÓ "PEYEYEQUE": RECUERDOS DEL GATO A1GUILAR. En: El Nuevo Diario, 21 de Octubre de 1987

El repertorio del compositor conocido como Gato Aguilar es muy grande y las que se hallan grabadas son un total de 16 canciones, entre ellas: Raúl Peyeyeque.

Fue así, yo siempre anduve en mi carro para hacer las diligencias que tenía que efectuar para mantener la ferretería que establecí en el barrio Monseñor Lezcano y siempre que encotraba a Peyeyeque, escuchaba algunas veces que había gente que le gritaba: "¿Qué hiciste la manguera que te robastes?”.

Peyeyeque haciendo una seña picaresca contestaba: Aquí la tengo. Total que como era un personaje muy querido y popular de Managua me propuse hacerle una canción.

Entonces todo el mundo en Nicaragua conocieron no sólo a Raúl Martínez, sino también al Gato Aguilar y el disco se vendió como no lo imaginé.

ANÉCDOTA

En la Sala de Arte de Julio Cardenal, el disco voló y tuvimos que volver a grabarlo, para abastecer a la demanda.

Pero un día un abogado de aquellos vivianes me llevó un papel a mi casa de Monseñor Lezcano y me dijo: se va a presentar a responder, ¿por qué usted acusa en su canción a Peyeyeque de haberse robado una manguera?

La cita iba en serio, y yo, no tuve más que ir a buscar a Peyeyeque en el mercado San Miguel donde se mantenía y le entregué 500 córdobas en billetes de a peso, que entonces realmente valían (era un poco de reales) y luego lo invité a La Prensa, en la calle El Triunfo donde conté como era el cuento y me tomé una foto con él, para demostrar que yo tenía amistad con él y que de ninguna manera me esta demandando en los juzgados cómo pretendía el mañoso abogado”.

Para confirmar lo anterior el Gato Aguilar saca de su archivo la foto que entonces le tomaron en La Prensa y que fue publicada.

Fui al juzgado luego y lo único que me dijeron que rectificara la canción que Gato Aguilar le hizo a Peyeyeque con otra canción similar y entonces escribí:

“Al juzgado se presentó Peyeyeque a denunciar que Alberto “Gato” Aguilar una canción le sacó, este caso señor juez es grave porque yo no soy ladrón, ni manguera yo me robé, como dice la canción”...

Gato Aguilar se queda un momento pensativo, y dice que Peyeyeque era unos de los personajes más típicos y populares de Managua, que trabajaba como barredor en el Distrito, que se ponía furioso cuando le decían: Y la manguera...

Alberto Aguilar García, no obstante que tiene temas de canciones divertidas como la dedicada a Peyeyeque, se le echa de ver en sus expresiones que él es un hombre muy serio, durante la plática que sostuvimos con él también se nota que se cultivó durante su juventud pesa a sus facetas.

Hoy guarda sus álbumes de inspiraciones y entre estos tiene una serie de pensamientos poéticos que no los ha dado a conocer. Nos manifestó que se siente abandonado, por sus hijos, la mayoría en los Estados Unidos, cada quien con su profesión, lo mismo que de sus amigos otrora faranduleros y serenateros.

Pero mire como es la vida, mi primera novia fue mi última mujer. Margarita Silva Quintanilla, de Diriamba. Ella llegaba a la ferretería que yo tenía en Monseñor Lezcano y un día me dijo que no era feliz con el que se había casado y yo le dije, vamos a ver que sale de dos torcidos.

Ahora estoy aquí desde el pasado terremoto, y a esta localidad se le llama Ciudad Sandino, porque yo preparé una manta y la puse precisamente el 19 de julio.

Estoy enfermo, para curarme y poder vivir vendí mi finquita que tenía en El Aguacate, Jinotepe, y estoy en la calle, yo necesito hablar con el Comandante Wheelock, para ver si me conceden una tierrita para trabajarla y pasar mis últimos días activo y procurando producir.


Nota del Editor del BlogSpot:

Por los bien merecidos méritos de don Orlando Ortega Reyes, al insertarse con buen suceso entre los constructores de la crónica de nuestra Vieja Managua, el editor de este Blogspot, decidió agregar después de los dos anteriores "rescates" dedicados a la memoria del popular Peyeyeque, el siguiente artículo de nuestro citado documentalista de la memoria.  Consideramos que al estar "conjugados" los tres artículos, brindan respuestas a las interrogantes que estaban pendientes. 

RAÚL CRUZ MARTÍNEZ EL POPULAR PEYEYEQUE Por Orlando Ortega Reyes (Blogspot) 11 de Enero de 2010.

Pareciera un vicio recurrente que en la mayoría de las crónicas de la vieja Managua se catalogue indiscriminadamente a una serie de personajes como “locos”. Así observamos capítulos enteros en dichos documentos dedicados a los “locos de la vieja Managua” o bien “orates de la novia del Xolotlán” y en dichas clasificaciones ingresa un variopinto de caracteres que van desde los verdaderamente privados de la razón hasta excéntricos, sinvergüenzas, borrachos, indigentes, mal bozaleados, es decir, todos aquellos que no calzaban dentro de los cánones de comportamiento normal de la época.

Uno de los personajes tratados injustamente por los cronistas es Raúl Cruz Martínez, que a mediados del siglo pasado recorría Managua con una escoba en la mano y se le conocía en con el apodo de “Peyeyeque”. La historia de este famoso personaje se va perdiendo entre la realidad y la leyenda. Algunos dicen incluso que era de una familia de recursos y que sus parientes se valieron de su “locura” para despojarlo de lo que le pertenecía. No obstante, no existen evidencias de que Raúl hubiera padecido alguna enfermedad mental. Es posible que Raúl pudo haber padecido de un trastorno del lenguaje, alguna dislalia y en lo particular un rotacismo, que le impedía pronunciar correctamente la consonante “R”, tal vez por motivos anatómicos, tal vez por motivos funcionales y al no existir en aquellos tiempos ningún logopeda en el país, ni darse la conciencia del problema de parte de sus padres, lo más que pudieron hacer fue resignarse. El caso es que es probable que tampoco tuviera Raúl, debido entre otras cosas a su problema de lenguaje, acceso a una educación básica y por lo tanto sus posibilidades de supervivencia se hicieron todavía más difíciles. El oficio al que llegó a tener acceso fue el de barrendero en las cuadrillas del Distrito Nacional, que era el equivalente a la Alcaldía en esa época y ese fue el trabajo que tuvo por mucho tiempo.

De esa forma los capitalinos se encontraban a Raúl barriendo las calles, ya sea en las inmediaciones de la esquina de los bancos, en la iglesia del Perpetuo Socorro, cerca del Palacio Nacional, por el lado de la Casa Pellas o en el Estadio Nacional, en donde también se le miraba en los juegos del Boer, su equipo favorito a quien llegaba a apoyar. También acudía al Cuerpo de Bomberos en donde siempre mostró su ambición de llegar a ser un día voluntario de esa institución.

En aquella época era más común que cualquier ciudadano se atreviera a gritarle a otro, a todo pulmón, su apodo o remoquete, a sabiendas de que el otro se la regresaría al doble, ya fuera con su apodo o bien con una mentada de madre con todas las de ley. Ahora es muy difícil que ocurran estas familiaridades, cualquiera sabe que a la menor provocación, le puede salir la venada careta, así que optan por seguir los sabios consejos de Benito Juárez de que el respeto al derecho ajeno es la paz y la conservación de las muelas. Así pues en esos tiempos era muy frecuente que cualquiera le gritara a Raúl: Peyeyeque, a lo que él le respondía con los más gloriosos epítetos hacia su respectiva progenitora. Así mismo, Peyeyeque era muy dicharachero y empleaba sus retahílas muy oportunamente.

A comienzos de la década de los sesenta, ocurrió el robo de una manguera y como dicen por ahí, al perro más flaco se le pegan las pulgas y el pobre Raúl de pronto se vio acusado anta la Policía Nacional de haberse robado el implemento. Cuando le tocó comparecer ante la autoridad y habiéndosele leído los cargos de los cuales se le acusaba, Raúl no vaciló en descargarle la más amarga de sus retahílas, agregando sustantivos que según el barrendero constituían verdaderos insultos: conservador, cachureco, matamama, comunista. Al final del proceso, no se encontraron las evidencias del robo de la manguera, sin embargo, por irrespeto a la autoridad fue condenado a barrer las calles, que era una de las penas comunes en ese tiempo, a lo que Raúl con una carcajada contestó: Vos si que ya me joyiste, no joyás, si ese es mi fueyte baboso.

El caso se hizo famoso en toda Managua, a tal punto que el cantante y compositor Humberto “El Gato” Aguilar, compuso “La manguera de Peyeyeque” en donde narra este famoso episodio. La citada canción fue grabada por el célebre Trío Xolotlán que dirigía el gran músico Carlos Adán Berríos, acompañado de Tomás Urroz y de Humberto Goussen, habiendo logrado que el tema se convirtiera en un éxito a nivel nacional y convirtiendo en un verdadero ícono de la ciudad capital a Raúl Cruz Martínez “Peyeyeque”.

El problema es que el Gato Aguilar, autor de “La carreta nahua” y “El Sorbetero”, también cayó en el mismo error que los cronistas al catalogar a Raúl como orate, iniciando su canción de la siguiente manera: “Hay un loco popular, que trabaja con la escoba, cuando quiere vacilar, una manguera se roba”.

Algunos cronistas aseguran que Raúl entabló una demanda por la utilización de su nombre y su apodo en la canción, sin su consentimiento, sin especificar a quiénes demandó, si a la empresa disquera, al Trío Xolotlán o a Humberto “El Gato” Aguilar; el caso es que según estos, Peyeyeque ganó la demanda logrando una indemnización. Tal vez pueda haber algo de cierto en lo anterior y esto confirma que Raúl podría hablar mal pero no tenía ni un pelo de tonto, además que según algunos historiadores, un hermano de él era abogado. Lo cierto es que Raúl después de vivir mucho tiempo en el Barrio San Antonio, llegó a comprarse una casa en el barrio Monseñor Lezcano, específicamente de la Estatua unas cuadras hacia el oeste, cerca de la Iglesia Evangélica El Calvario. Después de vivir algunos años en ese lugar, vendió la casa para trasladarse a Ciudad Jardín, en donde pasó sus últimos días.

Por muchos años, la anécdota de Peyeyeque estuvo vigente en la vida de los nicaragüenses y no era extraño escuchar cuando alguien deseaba expresar su especialidad en algún oficio o destreza: Si ese es mi fueyte. También en términos generales la figura de Peyeyeque vino a representar una versión moderna, aunque sin la extrema profundidad de El Guegüense.


En estas fechas, ya casi no se recuerda a Raúl Peyeyeque, salvo los sobrevivientes de la vieja Managua. También desapareció aquella ligereza en clasificar a los caracteres de las personas, pues tienden a ser más selectivas y no a cualquiera lo tachan de loco, más bien tratan de llevarlos por los suaves caminos de lo políticamente correcto y encontramos a bipolares, propensos a la depresión, soñadores bolivarianos, no como antes que bastaba un poco para que a alguien le pasara lo que a Javier Solís: Y me llaman el loco, porque el mundo es así.





2 comentarios:

  1. El nombre me sonaba pero no conocía la historia....
    que bonito se describe la pintorescas leyendas urbanas de nuestro pais....la leí toda....por curiosidad del ...sobrenombre.

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  2. Gracias por todas las historias, realmente son muy ilustrativas y aclaratorias. Yo las conocí como historias de familia, contadas por mi abuelo Rafael Morales Ceseres, peluquero del mercado Boer y el oriental en los años de la vieja managua. También me las narraba mi dulce mamá, doña Miriam del Socorro Bonilla Morales, Archivera del Distrito #2 del poder judicial.
    Ahora en cuestión, a mis 50 años me encuentro con esta historia que he leído con mi esposa Carolina y nos hacemos orgullosos de conocer un tracto de la vieja managua, sus costumbres y su historia.
    Finalmente Gracias.

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