jueves, 16 de julio de 2015

EL HISTORIADOR PÉREZ Y LOS “CUENTOS VIEJOS”. Por: Dr. Pedro Joaquín Chamorro Zelaya. Diciembre de 1928.


LIC. DON JERÓNIMO PÉREZ
 (30 de Septiembre de 1828 - 14 de Octubre de 1884)

    La Biografía de Pérez está contenida casi toda en la parte de su obra que intituló “Mis Recuerdos”. Ellos participan de la autobiografía y de las memorias. Su vida aparece en ellos mezclada con los acontecimientos  más salientes de aquellas fechas. Sin embargo de remitir a ellos al curioso lector que desee pormenores de la vida de nuestro cronista, cúmpleme apunta los rasgos más sobresalientes de su vida, Pérez la otra, haciéndole redactor de “El Telégrafo Setentrional”.

    Con la calma que sucedió en Nicaragua a la guerra nacional, la vida de Pérez cambia de aspecto. Hace su primer viaje a los Estados Unidos, y encuentra con sorpresa que los yanquis pueden ser atentos y finos. ¡Tanta atención en un yanqui! Privaba en Nicaragua la opinión de que todo americano del norte era filibustero, gente cruel y rapaz. Walker y  los suyos dejaron tal impresión en el pueblo nicaragüense.

    En los Estados Unidos conoce a varios personajes, a Buchanan, presidente de la Unión; al general José Antonio Páez, unos de los próceres de la libertad venezolana, a Antonio José de Yrisarri, nuestro ministro en Washington, cuyo carácter disimulado y su actuación en el proyecto de tratado Cass-Yrisarri dejan mala impresión en Pérez. Pero el conocimiento que mejor aprovecha el futuro historiador es del general y Licenciado Máximo Jerez. Pérez estrecha amistad con el caudillo liberal, a quien sirve de secretario  en aquella misión especial a Washington; conversa largamente con él sobre la actuación política y militar del Licenciado; recoge y guarda las confidencias del general. Pérez lo aprovecha todo, todo lo traslada al papel para que no falten datos a la historia con que estudiar a Jerez, al verdadero Jerez, muy diverso de aquel Jerez fantaseado por sus amigos; postmortem, el que gracias a ellos, ha merecido una estatua. Jerez, no exento de cándida chifladura,  se franquea a Pérez. Muestra éste sus manuscritos a Jerez, y el general los lee y los aprueba. A veces se echa toda la culpa de ciertas cosas feas de aquella fea guerra civil de 1854; otras, confiesa llanamente que la intromisión del filibusterismo en Nicaragua es obra suya y efecto de un despecho político; sin embargo, fuerza es admitir que Jerez se muestra arrepentido de este paso odioso y de resultados totalmente adversos a las ambiciones del general y Licenciado; pero se arrepiente con un arrepentimiento muy suyo, porque hace constar que en parecidas circunstancias volvería a traer a los filibusteros a Nicaragua. Mas en ninguna parte como en el párrafo XXIV de “Mis Recuerdos” retrata Pérez al Licenciado de cuerpo entero. Toda la veleidosidad e inconstancia que fue la clave de la vida agitada y destructora de Jerez; aparece en la corta pero realísima escena que nos describe el cronista masayés.

    En septiembre de 1860, fue llamado Pérez a hacerse cargo de cartera del Interior, lo que se conoce con el nombre de la Gobernación, para reponer al doctor Rosalío Cortés. El senador, general don Fernando Chamorro, muy querido y admirado de Pérez, estaba entonces encargado del Poder Ejecutivo por enfermedad de Martínez, y él llamó a Pérez para solucionar la crisis ministerial que por entonces agitaba los ánimos. En el Ministerio estaba Pérez cuando fue llamado a ocupar asiento en el Congreso como diputado por el Distrito  de Masaya. Aunque su candidatura era el resultado de un movimiento para hacer a Masaya un departamento independiente. Pérez manifestó desde un principio que no quería ir con tal enseña a la lucha,  no pasó a más por entonces el proyecto.  En el Congreso no desdeña el joven Pérez medir sus armas con Jerez, Zeledón y otros liberales avezados a las luchas parlamentarias, a quienes casi siempre lleva la contraria.

    Por este tiempo se empezó a debatir la elección del sucesor del general Martínez quien, para el año de 1863, concluía su primer período constitucional. Desde luego surge en el debate la candidatura del propio presidente para ser reelecto. Pérez, amigo incondicional de Martínez, con quien en breve le unirán vínculos de afinidad, pues principiando el año 1864 se casa con María de Jesús Martínez, hermana del presidente, abraza la causa de la reelección y la defiende. No se puede disimular que el honrado masayés, casi siempre imparcial y justo en sus narraciones históricas, peca esa vez de parcial, como lo hace sensiblemente en cada ocasión en que es forzoso sincerar a su cuñado. En efecto, aquel paso errado de Martínez ni fue un acto puro ni correcto de su administración, pues escamoteó el triunfo del candidato de la oposición don José Joaquín Cuadra, quien en realidad ganó la elección; ni se vio ajeno a las graves consecuencias que traen consigo las violencias del poder para contradecir lo que manifiesta la opinión pública en los comicios, y lo que antes se ha ordenado en la Constitución, ya que de tales incorrecciones nació una fuerte oposición con amagos de guerras civiles. De allí que el segundo período de Martínez no fuera comparable a la bondad y fecunda del primero; pero no se le debe negar una comprensión y deseo de corregir su error, pues invitado por sus amigos a seguir en el poder, jamás quiso consentir en ello, aunque lo pudo hacer.


    Caído Martínez, Pérez deja la política, pero no la pluma, enseñando a la constancia en las tareas intelectuales con el trabajo del primer tomo de las Memorias para la Revolución de 1854 que publicó en 1865, su actividad literaria, se ha vuelto una costumbre. Escribe biografías, relata sus viajes, lee sus memorias, imprime sus libros y funda en 1875, el periódico quincenal “La Tertulia”, nombre de la sociedad que lo apoya y fomenta. Este quincenario es en realidad una revista histórica. En él aparecen trabajos más importantes de Pérez. Ignoro por qué causa se suspende “La Tertulia”, el 1º de octubre de 1876; pero Pérez vuelve a sacarla un año después, el 5 de septiembre de 1877. Ya entonces el periódico se declara revista histórica. No vuelve a la lucha, declara, sino al tema favorito de “Los cuentos viejos”.

     En este mismo número aparece la primera página de la extensa Biografía del general Tomás Martínez, el trabajo de más empuje de Pérez. “La Tertulia” renace sólo para publicar esta biografía; su última página es el último número del quincenario. Después de impreso el periódico, se sacaba otra tirada porque aparte para formar el volumen grande, a dos columnas, en que es más conocida la Biografía de Martínez. Junto con ella empezaron a salir Mis Recuerdos, y las defensas que se vio obligado a escribir para justificar sus narraciones y juicios históricos.

    Además de sus obras históricas, están sus polémicas, viajes, artículos varios, pocas poesías y algo más que, muy a mi pesar me veré obligado a excluir de este volumen, tanto porque su objeto es solamente histórico, como porque el libro ha llegado a alcanzar proporciones extraordinarias.

    Pérez escribió constantemente, y cada vez que toma la pluma su preocupación dominante es enseñar a la juventud.

    Sus trabajos son dedicados a la juventud; sus memorias o recuerdos son lectura para sus jóvenes discípulos, si reasume la redacción de “La Tertulia es para “procurar algún bien a la juventud”. Campea en este prurito de Pérez una modestia notable. Sus escritos no son para que los escudriñen los viejos aires de superioridad, ni para los seudos sabios que sonreirán con menosprecio a las ideas del hombre cristiano y temeroso de Dios; él es el sembrador que tira la semilla en el campo exuberante y virgen de la juventud ¡    Qué bien hizo! ¡Cómo acertó! Los que a la par suya escribían periódicos y revistas con superior estilo, no hay duda, con frase mejor cortada; los que hacían mofa del pobre Pérez porque escribía su propia vida, no existen ya en la memoria de las gentes; sus libros y periódicos no son codiciados, ni se buscan, ni se reeditan; sus testimonios no son citados por autores extranjeros, ni se cuenta con su cooperación para escribir historias sobre el aún emocionante drama del “Último Filibustero”. ¡Qué bien hizo! “Cómo acertó Pérez! Ojalá muchos lo imiten; dejen el artículo candente, la gacetilla punzante, la invectiva feroz, y se dediquen a recoger la historia dispersa y enseñarla a la juventud, purgada de torceduras y falsedades.

                                        Managua, diciembre de 1928.


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