LIC. DON JERÓNIMO PÉREZ (30 de Septiembre de 1828 - 14 de Octubre de 1884) |
La Biografía de
Pérez está contenida casi toda en la parte de su obra que intituló “Mis
Recuerdos”. Ellos participan de la autobiografía y de las memorias. Su vida
aparece en ellos mezclada con los acontecimientos más salientes de aquellas fechas. Sin embargo
de remitir a ellos al curioso lector que desee pormenores de la vida de nuestro
cronista, cúmpleme apunta los rasgos más sobresalientes de su vida, Pérez la
otra, haciéndole redactor de “El Telégrafo Setentrional”.
Con la calma que
sucedió en Nicaragua a la guerra nacional, la vida de Pérez cambia de aspecto.
Hace su primer viaje a los Estados Unidos, y encuentra con sorpresa que los
yanquis pueden ser atentos y finos. ¡Tanta atención en un yanqui! Privaba en
Nicaragua la opinión de que todo americano del norte era filibustero, gente
cruel y rapaz. Walker y los suyos
dejaron tal impresión en el pueblo nicaragüense.
En los Estados
Unidos conoce a varios personajes, a Buchanan, presidente de la Unión; al
general José Antonio Páez, unos de los próceres de la libertad venezolana, a
Antonio José de Yrisarri, nuestro ministro en Washington, cuyo carácter
disimulado y su actuación en el proyecto de tratado Cass-Yrisarri dejan mala
impresión en Pérez. Pero el conocimiento que mejor aprovecha el futuro
historiador es del general y Licenciado Máximo Jerez. Pérez estrecha amistad
con el caudillo liberal, a quien sirve de secretario en aquella misión especial a Washington;
conversa largamente con él sobre la actuación política y militar del
Licenciado; recoge y guarda las confidencias del general. Pérez lo aprovecha
todo, todo lo traslada al papel para que no falten datos a la historia con que
estudiar a Jerez, al verdadero Jerez, muy diverso de aquel Jerez fantaseado por
sus amigos; postmortem, el que gracias a ellos, ha merecido una estatua. Jerez,
no exento de cándida chifladura, se
franquea a Pérez. Muestra éste sus manuscritos a Jerez, y el general los lee y
los aprueba. A veces se echa toda la culpa de ciertas cosas feas de aquella fea
guerra civil de 1854; otras, confiesa llanamente que la intromisión del
filibusterismo en Nicaragua es obra suya y efecto de un despecho político; sin
embargo, fuerza es admitir que Jerez se muestra arrepentido de este paso odioso
y de resultados totalmente adversos a las ambiciones del general y Licenciado;
pero se arrepiente con un arrepentimiento muy suyo, porque hace constar que en
parecidas circunstancias volvería a traer a los filibusteros a Nicaragua. Mas
en ninguna parte como en el párrafo XXIV de “Mis Recuerdos” retrata Pérez al
Licenciado de cuerpo entero. Toda la veleidosidad e inconstancia que fue la
clave de la vida agitada y destructora de Jerez; aparece en la corta pero
realísima escena que nos describe el cronista masayés.
En septiembre de
1860, fue llamado Pérez a hacerse cargo de cartera del Interior, lo que se
conoce con el nombre de la Gobernación, para reponer al doctor Rosalío Cortés.
El senador, general don Fernando Chamorro, muy querido y admirado de Pérez,
estaba entonces encargado del Poder Ejecutivo por enfermedad de Martínez, y él
llamó a Pérez para solucionar la crisis ministerial que por entonces agitaba
los ánimos. En el Ministerio estaba Pérez cuando fue llamado a ocupar asiento
en el Congreso como diputado por el Distrito
de Masaya. Aunque su candidatura era el resultado de un movimiento para
hacer a Masaya un departamento independiente. Pérez manifestó desde un
principio que no quería ir con tal enseña a la lucha, no pasó a más por entonces el proyecto. En el Congreso no desdeña el joven Pérez
medir sus armas con Jerez, Zeledón y otros liberales avezados a las luchas
parlamentarias, a quienes casi siempre lleva la contraria.
Por este tiempo se
empezó a debatir la elección del sucesor del general Martínez quien, para el
año de 1863, concluía su primer período constitucional. Desde luego surge en el
debate la candidatura del propio presidente para ser reelecto. Pérez, amigo
incondicional de Martínez, con quien en breve le unirán vínculos de afinidad,
pues principiando el año 1864 se casa con María de Jesús Martínez, hermana del
presidente, abraza la causa de la reelección y la defiende. No se puede
disimular que el honrado masayés, casi siempre imparcial y justo en sus
narraciones históricas, peca esa vez de parcial, como lo hace sensiblemente en
cada ocasión en que es forzoso sincerar a su cuñado. En efecto, aquel paso
errado de Martínez ni fue un acto puro ni correcto de su administración, pues
escamoteó el triunfo del candidato de la oposición don José Joaquín Cuadra,
quien en realidad ganó la elección; ni se vio ajeno a las graves consecuencias
que traen consigo las violencias del poder para contradecir lo que manifiesta
la opinión pública en los comicios, y lo que antes se ha ordenado en la
Constitución, ya que de tales incorrecciones nació una fuerte oposición con
amagos de guerras civiles. De allí que el segundo período de Martínez no fuera
comparable a la bondad y fecunda del primero; pero no se le debe negar una
comprensión y deseo de corregir su error, pues invitado por sus amigos a seguir
en el poder, jamás quiso consentir en ello, aunque lo pudo hacer.
Caído Martínez,
Pérez deja la política, pero no la pluma, enseñando a la constancia en las
tareas intelectuales con el trabajo del primer tomo de las Memorias para la Revolución
de 1854 que publicó en 1865, su actividad literaria, se ha vuelto una
costumbre. Escribe biografías, relata sus viajes, lee sus memorias, imprime sus
libros y funda en 1875, el periódico quincenal “La Tertulia”, nombre de la
sociedad que lo apoya y fomenta. Este quincenario es en realidad una revista
histórica. En él aparecen trabajos más importantes de Pérez. Ignoro por qué
causa se suspende “La Tertulia”, el 1º de octubre de 1876; pero Pérez vuelve a
sacarla un año después, el 5 de septiembre de 1877. Ya entonces el periódico se
declara revista histórica. No vuelve a la lucha, declara, sino al tema favorito
de “Los cuentos viejos”.
En este mismo
número aparece la primera página de la extensa Biografía del general Tomás
Martínez, el trabajo de más empuje de Pérez. “La Tertulia” renace sólo para
publicar esta biografía; su última página es el último número del quincenario.
Después de impreso el periódico, se sacaba otra tirada porque aparte para
formar el volumen grande, a dos columnas, en que es más conocida la Biografía
de Martínez. Junto con ella empezaron a salir Mis Recuerdos, y las defensas que
se vio obligado a escribir para justificar sus narraciones y juicios
históricos.
Además de sus
obras históricas, están sus polémicas, viajes, artículos varios, pocas poesías
y algo más que, muy a mi pesar me veré obligado a excluir de este volumen,
tanto porque su objeto es solamente histórico, como porque el libro ha llegado
a alcanzar proporciones extraordinarias.
Pérez escribió
constantemente, y cada vez que toma la pluma su preocupación dominante es
enseñar a la juventud.
Sus trabajos son
dedicados a la juventud; sus memorias o recuerdos son lectura para sus jóvenes
discípulos, si reasume la redacción de “La Tertulia es para “procurar algún
bien a la juventud”. Campea en este prurito de Pérez una modestia notable. Sus
escritos no son para que los escudriñen los viejos aires de superioridad, ni
para los seudos sabios que sonreirán con menosprecio a las ideas del hombre
cristiano y temeroso de Dios; él es el sembrador que tira la semilla en el
campo exuberante y virgen de la juventud ¡ Qué
bien hizo! ¡Cómo acertó! Los que a la par suya escribían periódicos y revistas
con superior estilo, no hay duda, con frase mejor cortada; los que hacían mofa
del pobre Pérez porque escribía su propia vida, no existen ya en la memoria de
las gentes; sus libros y periódicos no son codiciados, ni se buscan, ni se
reeditan; sus testimonios no son citados por autores extranjeros, ni se cuenta
con su cooperación para escribir historias sobre el aún emocionante drama del
“Último Filibustero”. ¡Qué bien hizo! “Cómo acertó Pérez! Ojalá muchos lo
imiten; dejen el artículo candente, la gacetilla punzante, la invectiva feroz,
y se dediquen a recoger la historia dispersa y enseñarla a la juventud, purgada
de torceduras y falsedades.
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