miércoles, 22 de julio de 2015

NUESTRAS FRUTAS Por: Dr. Juan de Dios Vanegas. 1916

Dr. Juan de Dios Vanegas. ("El Eco Nacional, 1916.")

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De Eduardo Pérez-Valle h., Director-Editor del Blogspot: 

    Leonés, de arraigo y mucho orgullo, el doctor en Derecho, Juan de Dios Vanegas fue hijo de don  Francisco Vanegas y doña Margarita Zapata; nació el 8 de marzo de 1873, tuvo 12 hermanos, de los cuales dos fueron hermanos paternos: Cristóbal Abraham y Emilio.  En 1904, un año después de graduarse en la Facultad de Derecho, contrajo matrimonio con doña Angélica Aguirre, de cuya relación nacieron: Alí Vanegas, reconocido hombre de prosa y verso; Lilliam, Eduardo, Ernesto, Enma, Hortensia y Ofelia. 

    Intelectual de amplia y variada trayectoria; catedrático, profundo pensador, poeta, escritor y, artista plástico. Perteneció a la distinguida generación del Ingeniero y General Alfonso Valle Candia; del consagrado músico y compositor José de la Cruz Mena; compañero generacional del doctor, escritor y poeta, José Antonio Medrano, con el cual tiempo más tarde, fue Fundador de la Academia de Bellas Artes de la ciudad de León. 

    En el Instituto Nacional de Occidente fue compañero de estudios de otro reconocido intelectual leonés, el doctor y Catedrático Salvador Carrillo y  Salazar. Fue Rector de la Universidad de León y también Decano de la Facultad de Derecho. 

    Autóctono del barrio San Sebastián, en esos lares transcurrió la infancia dentro de hogar modesto; creció entre los olores de la madera y el aserrín, frente a sierras, formones y garlopas  utilizadas por don Francisco Vanegas, su progenitor. 

    A esa generación del año 1873 perteneció el doctor Juan de Dios Vanegas y también Santiago Argüello, Dolores García Robleto, Antonio Medrano, Luis Ángel Villa. El poeta y escritor Eudoro Solís lo evocaba como "un clásico de la prosa nicaragüense"; porque cualquiera que lo estudie y juzgue, concluirá que durante toda su existencia, de él surgieron delicadas e incomparables composiciones.

    Al recordado intelectual, Profesor y Matemático don Rafael Carrillo Díaz, débese el ánimo emprendedor de un grupo de jóvenes --cinco estudiantes, dos varones y tres mujeres--, que en el año 1972, con el propósito de optar al título de bachilleres del Instituto Central "Ramírez Goyena"; bajo la tutoría del también recordado maestro de Literatura, Edgardo Fuentes Montoya, realizaron interesante compilación y recopilación sobre la fecunda obra del doctor Juan de Dios Vanegas. En esa laudatoria labor contaron con la ayuda del Profesor Carrillo Díaz quien autorizó la consulta de la valiosa documentación perteneciente a la biblioteca-archivo de su propiedad. Podría decirse, sin temor de equivocarnos, que ese trabajo reunió muchas de las creaciones del Dr. JDV., dispersas en revistas y periódicos de principio del siglo XX. 

    En el Instituto Nacional de Occidente fue Profesor de Literatura por más de 40 años. Recibió la Orden "Rubén Darío"; Medalla "Miguel Larreynaga"; Medalla y Premio de los Juegos Florales de 1906. En esta exposición introductoria, por razón del tamaño que deseamos entregar al lector, no vamos a extendernos en la mención de la obra, de ella puede leerse en otros sitios de la Internet; sólo reproducimos la presentación que de él hicieran en 1916, cuando le publicaron "Las Frutas": "Es abogado y vive de su profesión. En los entre actos de su vida activa, cultiva la literatura en prosa y verso, desde que se sentaba en las bancas del Instituto Nacional de Occidente, de donde fue alumno en los días hermosos de este plantel.-- Aspira, en poesía, a despertar la emoción, sencillamente. En prosa, su norma es la claridad transparente y emotiva.-- En ambas pone empeño en que la música se ajusta a la idea como el vestido al cuerpo, con la suprema elegancia de las cosas bellas.-- Vanegas escribe como conversa ha dicho alguien; y es verdad. Nada más que cuando habla emplea aquella ironía de Jerónimo Roignar a veces suave, sutil, a veces grotesca. Su libro sobre motivos regionales pone fuera de duda de que, es un verdadero hombre de letras".

    El doctor Juan de Dios Vanegas falleció a los 91 años, un martes 31 de Marzo de 1964.

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"El Eco Nacional", 1916. Archivo hemerográfico Dr. Eduardo Pérez-Valle

NUESTRAS FRUTAS*

Por: Juan de Dios Vanegas*

     Venga en buena o mala hora el barco gigante cargado de manzanas de la ubérrima California. Esas esferas de oro de baja ley no me animan ni entusiasman. Pálida su carne tostada, insípida, no embriaga el paladar ni causa placer a la vista. Su olor no adormece ni desespera.

     Olor, sabor, color en las frutas; para eso, las nuestras. Olor penetrante, enloquecedor, que no sólo se apodera del olfato sino que despierta y humedece el paladar, pone erectas todas las fibras del tacto y entusiasma y enciende la fantasía. Ese olor hierve en nuestro amarrillo melón. Ese atrayente globo del oro más subido, es de tan ingenua bondad ingénita, que ya señala a la anhelante vista la línea que ha de seguir el cuchillo para descubrir la miel endurecida y fresca que nos acaricia la lengua como una cosa viva, animada y juguetona. Olor, color, sabor, allí están en el terso guineo patriota, que parece hecho de seda crema comprimida en la más aromada y blanca de las mieles; en el guineo de rosa, formad con la pulpa de los más olorosos pétalos de la reina de las flores.

     Mirad la rechinante canasta sobre la cabeza de esa indita morena y ondeante; parece que lleva in iris convertido en fragmentos deslumbrantes. Viene de la chacra con su carga de mangos y marañones. El mango es la fruta del Paraíso que más agradaba a Adán. Cuando le quitáis la acarminada cáscara y lo chupáis, parece que tenéis entre los labios la cabecita de un niño rubio a quien se la hubieran untado de miel las abejas. El marañón gualda o rojo que se mece al viento en el extremo de la rama, os pone la tentación de transformaros en pícaro ladronzuelo. Os aproximáis al ajeno cercado, buscáis una vara con gancho invertido y bajáis la rama. Os levantáis sobre la punta de los pies, oprimís la fruta en vuestra mano temblorosa y le dais vueltas para desprenderla. Ya es vuestra; y la mordéis golosos. ¡Cómo suena en vuestra boca al daros su jugo al influjo del mordisco! Parece que estáis rasgando con los dientes un pedazo de la más firme tela de seda. Y no arrojáis la semilla; los guardáis avaro en vuestro bolsillo para tostarla al fuego y comeros la almendra, que es comida de ángeles. ¿Y por qué preferís aquel encendido marañón picado por los pájaros? Ya lo sé; es aún más dulce que los otros, porque bajo los rayos del sol se ha precipitado y acumulado mayor cantidad de miel.

     La naranja ¡que entusiasmo! Y si es de Chinandega ¡qué
locura! Cuando Dios quiere chupar una o diez, a esa ciudad manda por ellas. Van cayendo áureos trocitos de su delgada corteza al filo del cortaplumas y os queda una blanca esfera, a la que de un tajo le quitáis un polo. Por allí sorbedle el jugo y con ambas manos oprimídla hasta el fin. Parecéis un niño glotón que sorbe desesperado el más grato seno de su madre. ¡Ah! decís; ¡sí estuviera n el mar  o a la orilla de un río, tomando un fresco baño y chupando naranjas!

     ¿Y la sandía como llama? ¿Y el zapote rubicundo y dulce? ¿Y la guava, que entre la esmeralda de su vaina esconde esas monedas incitantes que parecen de terciopelo blanco? Y os hago merced de olvidarme del dorado nancite, que pone su amarillo manto bajo el árbol; y del sanguíneo jocote que estalla entre la boca vertiendo la linfa más encantadora. La olorosa anona, la enorme guanábana, el rudo mamey, el voluble caimito, cuyas hojas son símbolo de los políticos falsos y de los amigos hipócritas.

     Pero no me he de olvidar de ti, oh piña, imperial piña, fresca y tentadora piña, de zumo enloquecedor, que te dejas hacer picadillo en tu misma concha, con la humildad de un mártir cristiano, para hacernos el honor de saborear la piñada, más deliciosa que la champaña.

     Frutas adornadas de mí adorada tierra: por vosotras creo firmemente en la encantadora verdad de la leyenda del Paraíso. Por vosotras quisiera vivir cien años, con el paladar virgen de un niño, con la inocente picardía del escolar que a media clase os come en silencio, mostrándoos risueño bajo el pupitre a los desesperados compañeros que ansían el toque de salida para ir volando a buscaros. 

"PANCHO MADRIGAL, ALFORJA AL HOMBRO"
 Dibujo del Dr. Eduardo Pérez-Valle, publicado en La Prensa, 14 Dic. 1960. Pág. 4B.
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*Título original del Prosema que fue publicado por primera vez en la Revista AZUL.  Año I.  No. 3. Agosto de 1916. Revista Literaria Mensual que dirigió J. Ramón Pineda, y tuvo como Redactores a Hernán Zelaya R. Henry y Roberto Debayle. Octavio Quintana González. Agente Mayor: Manuel Roldán. Dirección y Administración, Manuel Roldán.  Con oficina en la Calle Central No. 114.  Impresa en la Tip. G. Alaniz & Cía. Fue publicado en "El Eco Nacional" y en "Azsul", con diferentes títulos: "Las Frutas, y, "Nuestras Frutas"; sobre este asunto del título del prosema, el doctor Jorge Eduardo Arellano publicó en El Nuevo Diario, edición del 2 de abril de 2013, el artículo: "Juan de Dios Vanegas: leonés representativo", en el referido trabajo afirma que el prosema también fue publicado con el título "Frutas de mi tierra". A fin de respaldar lo aseverado, hemos agregado la ilustración de la revista "Azul", en donde fue publicado con el título: "Las Frutas".  


  

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