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- I -
PARLAMENTANDO DESDE
AFUERA / UNA TESIS EN LA
CÁMARA Y UNA REALIDAD OLVIDADA. Por: Pablo Antonio Cuadra. 18 de Mayo 1957.
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En edición
de ayer publicó LA PRENSA crónica de la discusión parlamentaria alrededor de un proyecto hecho sobre la rodilla, como
acostumbramos en Nicaragua, por el diputado Molina R. y de la intervención de
Julio Ycaza Tigerino, el cual, sobre una supuesta “realidad socio-económica”
como impedimento quiso cerrar las puertas al impulso civilizador del Norte y de
la Cuenca del Río Coco, impulso que movió aunque improvisadamente, la moción
del Diputado Molina.
Ycaza Tigerino
dijo, si nuestro cronista le es fiel:
“Es cierto que
ningún Gobierno ha hecho nada efectivo por la Región Atlántica, inclusive la
Cuenca del Río Coco, y no lo han hecho porque aunque se lo propusieran no
estarían en capacidad de hacer gran cosa estable y beneficiosa. Todos sabemos
que las bases de la riqueza son la tierra y la población, el elemento humano.
Ninguna solución al problema sería llevarnos los brazos del Pacífico a explotar
la tierra del Atlántico, porque entonces las tierras de nuestra vertiente que
han sido tradicionalmente la riqueza de la nación, quedarían baldías.
Y es que
fundamentalmente nuestro problema es de población, somos un país con reducido
elemento humano.
Ycaza Tigerino
en esas pocas palabras sienta una tesis falsa y de consecuencias entumecedoras
para la expansión intra-territorial que Nicaragua necesita de manera urgente.
Su error deviene de una generalización equivocada y muy común entre nosotros
cuando se juzga nuestra densidad de población. Porque, es verdad que Nicaragua
en conjunto es un país de “reducido elemento humano”, pero trabajaríamos sobre
una “ilusión óptica” si a esa visión general de conjunto no agregáramos una
particularidad especialísima de Nicaragua que es: Que su población se ha
concentrado de una manera tremenda sobre una reducidísima porción de nuestro
territorio –la estrecha zona del Pacífico que va de Rivas a Corinto—
superpoblando esta zona con una densidad casi igual a la de los países más
poblados del mundo, como El Salvador o Bélgica, mientras el resto de nuestra
tierra es casi un desierto.
Como toda la
actividad, digamos civilizada de Nicaragua está reducida casi solamente a esa
densa faja de tierra, nosotros presentamos ese fenómeno extraño y al parecer
contradictorio de una fortísima emigración, que además de las causas políticas
obedece a que toda la tripulación de nuestra nave nacional se ha echado sobre
estribor, y como no hay vías, ni
comunicación, ni atención, ni la protección estatal, social y económica para
encausar la expansión y la actividad demográfica hacia el Norte y hacia el
Atlántico, el nicaragüense se va del incómodo barco mal distribuido y busca
otros países. Sólo en Costa Rica hay más de treinta y cinco mil nicaragüenses,
en California hay más de cinco mil, y en
el resto de México y Centro América ¿cuántos nicas más habrá para formar con
todos ellos la densa población de cualquiera de nuestros departamentos norteños
o Atlánticos tan vacíos?
Por lo tanto,
no se trata de posponer el problema del Norte (y en concreto de la cuenca del
Coco) para darle prioridad a la zona del Pacífico. La zona del Pacífico es
verdad que necesita todo lo que Ycaza Tigerino señala: adecuada distribución de
tierras por una ley agraria justa y sobre todo “realista”, legislación social
campesina, etcétera. Pero la zona del Pacífico tiene no sólo siglos sino
milenios de tener prioridad y sería absurdo
“socio-económicamente” esperar otro siglo más, hasta que aquí
construyamos el Paraíso, para preparar el Norte y encauzar hacia él el
movimiento de expansión interna del país que ahora se desperdicia en una
inmigración hacia el extranjero que es un derroche injustificable. Sería como
decir, demos prioridad a Granada, y hasta que hayamos desarrollado en ella
todas las posibilidades económicas y sociales modernas, comenzaremos a atender
a León. Lo justo, lo nacional, es
atender a toda Nicaragua a la vez en la proporción y en la medida de sus
problemas regionales. Pero además, yo creo que la tesis a sostener con respecto
al Norte es la diametralmente contraria a la de Ycaza Tigerino, o sea: que la
única manera de que algún día las regiones del Norte y Atlántica desarrollen a
plenitud su capacidad geo-cultural, es afrontando ya su nacionalización y
promoviendo YA todo el movimiento preliminar de población y de explotación de
esas zonas postergadas por los medios técnicos bien conocidos y experimentados
de nuestra civilización.
Tenemos años
de dejar salir nuestra sangre hacia el exterior porque nuestras venas no
comunican su vital circulación a esas regiones propias llenas de porvenir y de
riqueza. Y nuestro problema demográfico no es el tan sencillamente planteado
por Ycaza Tigerino de un país escaso de elemento humano, sino el de un país
desnivelado que corre por la Historia con casi todos sus pasajeros asomados a
una única y pequeña ventana…
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- II -
EL PROBLEMA DE LA
POBLACIÓN EN NICARAGUA Y LA URGENCIA DE CIVILIZAR EL NORTE. Por: Eduardo
Pérez-Valle. En: La Prensa, 22 de Mayo de 1957.
El problema es de población en
países como Australia o el Canadá, donde hay menos mano de obra que piezas
disponibles, acarreando como consecuencia que la economía tiene que permanecer
circunscrita dentro de ciertos límites, los cuales sólo con el tiempo y la inmigración se pueden ir ensanchando. En
cambio, en Nicaragua NO SE HAN CREADO todas las plazas necesarias y menos podrían
haberse ocupado. En una palabra, hay DESOCUPACIÓN. Y esto es una de las grandes
determinantes de corrientes de migración interdepartamental y de emigración.
El problema
que el Dr. Icaza llama de población, es decir, carencia de brazos, puede
presentarse de vez en cuando incipientemente, aún en países superpoblados como
Inglaterra y Suiza, donde el enorme desarrollo de la industria a veces no va de
acuerdo con el aumento de la población. Pero en Nicaragua lo que hay es una
mala distribución de las fuerzas vivas, a causa de la inexistencia del gobierno
para trazar directrices que tiendan ya no a la liberación económica de los
gobernados, pero ni siquiera a la satisfacción temporal de las más elementales
necesidades humanas.
La población
económicamente activa, va por eso de departamento en departamento, y cuando se
pierde toda esperanza, o bien la emigración al exterior abre una puerta
salvadora, o se acepta la miseria como forma de vida. El censo de 1950 demostró
que aún en la zona del Pacífico hay departamentos de emigración: Granada, León,
Masaya, Carazo y Rivas, yéndose a concentrar gran parte de esta emigración en
los departamentos de Managua y Chinandega. Y hasta hay fuertes corrientes emigratorias de los departamentos del
Pacífico y los centrales hacia los de la región atlántica, que ésta no
compensa. La gente se mueve en busca de mejores oportunidades para emplearse,
dedicarse al comercio o las pequeñas industrias; los campesinos van en busca de
trabajo mejor remunerado y estable. Y todos tienden a concentrarse en los
centros urbanos activos, donde tienen mayores oportunidades de divertirse y
aprovechar alguna asistencia social.
El mismo Censo
permite establecer las causas que motivan el flujo de población hacia ciertos
departamentos: Managua, la industria y el comercio en general; Zelaya, las
minas (¡horror!), el hule, la madera; Chinandega, los ingenios y la actividad
portuaria; Nueva Segovia, el oro de los ríos; Madriz, el café; Río San Juan, la
madera, el hule, el comercio; Matagalpa, el comercio y la agricultura. De
manera que no hay sino crear uno de estos “cebos” para que los brazos afluyan y
la región se mueva.
Debe haber
habido error en las apreciaciones del director de LA PRENSA al atribuir a
nuestra región del Pacífico una densidad
de población casi igual a la de El Salvador y Bélgica (1). Con El Salvador, la
comparación pasa, porque este país tiene una densidad de 56 y los departamentos
del Pacífico tienen 45. Pero con Bélgica la apreciación no es exacta, porque
ésta tiene una densidad de 287 (casi el doble de la población que puede
alimentar) y sólo pequeñas zonas de Managua y Masaya tienen esa densidad. Con
todo, aunque el Pacífico está superpoblado, tampoco es de temerse con el Dr.
Icaza que el desarrollo de la cuenca del Río Coco vaya a perjudicar la
agricultura o la industria en el Pacífico. Lo más, por la competencia en la
demanda de brazos saldrían perjudicados los patrones, si perjuicio puede
llamarse a una merma de las injustas ganancias obtenidas en este río revuelto
que constituyen la falta de una ley agraria y de un salario mínimo, y las
deficiencias del Código del Trabajo.
Pero por
encima de todo esto hay un hecho que se sobrepone con fuerza incontrastable a
todas las lucubraciones, y es que la NIPCO, sin importar mano de obra, con el
pobre material humano preexistente, a base de los desmedrados músculos de los
indígenas de la región, ha llevado la explotación maderera a límites
prohibidos. Según datos suministrados por el Sr. Molina que anteriormente
fueron aportados por el Director del “Gran Diario”, y que nadie hasta la fecha
ha osado contradecir, la NIPCO ha extraído 750 millones de pies cúbicos de
madera, embolsándose la respetable suma de 400 millones de córdobas, como se
dice, “libre de pacha y basura”. La NIPCO una vez terminado su agosto en la
cuenca del Coco dejará como recuerdo de su orgiástica explotación un camino de
tierra de precaria existencia y dudosa utilidad, una extensa región de nuestro
territorio (probablemente un 20 por ciento) espantosamente deforestada, expuesta
a la erosión y a una eventual esterilidad; un pueblo escarnecido y hambriento
que vio impotente cómo el extranjero arrancaba la riqueza de sus manos; y, por
fin, uno que otro funcionario enriquecido con esta iniquidad.
Pregunto: ¿Es
tan escaso el poder financiero de nuestro país, que se jacta de ser buen
pagador de sus deudas externas, de mantener lujosas representaciones en el
extranjero y, aquí mismo, un costoso ejército ornamental y una extensa burocracia
que atruena con sus ronquidos; es tan escaso digo, el poder financiero de
nuestro país, que no pueda siquiera prescindir de la NIPCO y tomar él mismo las
riendas de la explotación maderera de la cuenca del Coco, asegurando así un
porvenir menos sombrío a la región, una más equitativa remuneración del trabajo
y en general unas condiciones de vida más humanas para los legítimos dueños de
aquellas riquezas?
La moción del
Sr. Molina es buena, aunque no convenga a los enormes intereses creados
alrededor de este asunto. La comisión diputadil daría sus frutos, siquiera
poniendo a trabajar la imaginación haciendo sugerencias, valederas o
descabelladas que luego los técnicos se encargarían de acoger o desechar. Pero
la luz se habría prendido y un rayo de esperanza alumbraría la terrible agonía
de aquellas regiones.
EDUARDO PÉREZ-VALLE
(1) – NOTA DE PABLO ANTONIO CUADRA:
Escribí mi artículo contra la tesis del Diputado Ycaza Tijeriono sobre el
recuerdo de un estudio que hice hace seis o siete años. No contaba con el dato
exacto de la densidad de población de la que llamé “zona del Pacífico”, sino un
mapita hecho entonces con la densidad de las principales regiones de esta zona,
algunas de cuyas cifras son aún mayores que las de El Salvador. Así el
departamento de Masaya, tenía entonces 120 habitantes por kilómetro cuadrado.
Carazo: 54.88. Managua: 46.82 y ciertas zonas de Chinandega de 70 a 80
habitantes por kilómetro cuadrado. En cambio Jinotega tiene 3 por km. cuadrado.
Río San Juan: 1.25. Zelaya: 1.01 y la
Comarca del Cabo que abarca la mejor zona del Coco: Un habitante cero veintiuno
por km. cuadrado. Estas cifras y las que aduce en su interesante artículo Pérez-Valle prueban mi tesis de que la
falta de población es en Nicaragua un fenómeno que debe ser planteado con sus
propias características de desniveles extremos (pues tenemos zonas superpoblada
como Masaya y despobladas como el Coco) y no de una manera general.
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- III -
Hacia un estudio de
nuestra población
EL DR. YCAZA TIJERINO
Y LAS “CORAS” DEL PROFESOR PERPIÑÁ. Por: Eduardo Pérez-Valle. En: La
Prensa, mayo 1957.
En carta
dirigida al director de LA PRENSA el 19 de Mayo y publicada en este diario,
dice el doctor Icaza Tijerino: “En el estudio definitivo (sobre la densidad de
población de Nicaragua) realizado por el profesor español don Román Perpiñá y
titulado “SÍNTESIS COROLÓGICA DE LA POBLACIÓN DE NICARAGUA” (Boletín de Estadística No. 2) se señalan
tres zonas de diferente densidad de población: la zona de DASICORAS (más
densamente poblada) que abarca los departamentos de León, Chinandega, Managua,
Granada y Rivas, y cuya densidad de población media es de 70 habitantes por
kilómetro cuadrado. La zona circundante de las dasicoras y que se llama
AREOCORA abarca parte de los departamentos de León, Chinandega, Managua,
Granada, Boaco, Matagalpa, Jinotega, Nueva Segovia, Rivas y los departamentos
enteros de Chontales, Madriz y Estelí, con una extensión de 33,265 kilómetros cuadrados.
La densidad de población en la areocora es de 23 habitantes por kilómetro
cuadrado. Por último la zona menos poblada
o ANACORA con 100.000 kilómetros cuadrados y que comprende todo el
departamento de Zelaya, todo el departamento de Río San Juan, toda la comarca
de Cabo Gracias a Dios, y parte de Nueva Segovia de Jinotega y Matagalpa y de
Boaco. La anacora tiene una densidad de población de 1.4 habitantes por
kilómetro cuadrado.
Todo el
párrafo anterior está bueno como síntesis por el doctor Icaza de la “Síntesis”
del profesor Perpiñá. Lo que no está nada bueno es que el doctor Icaza llama a
ésta ESTUDIO DEFINITIVO. Cuando más, exagerando un poco se le podría llamar
BOCETO; y digo exagerando porque la calidad de boceto excusa imperfecciones,
pero no inexactitudes y caprichos.
Dice el
profesor Perpiñá que “son tan diversas y con tan amplias diferencias las
concentraciones y las diluciones de su
población, que en modo alguno el territorio nacional se puede tomar
económicamente como una unidad masiva. Cierto, muy cierto. Y agregó que por la misma razón tampoco
pueden tomarse las divisiones departamentales como tales “unidades masivas”.
Esto lo acepta el profesor Perpiñá. Pero si digo que ni siquiera los MUNICIPIOS
pueden tomarse como unidades que expresen densidades típicas de población, el
profesor disiente, porque precisamente sobre esta base deleznable está
fundamentado todo el edificio de su “Síntesis Corológica”. En efecto, él
trabaja con los datos sobre población y superficie aproxmada de los 123
municipios existente en 1950, suministrados por el Censo de ese año. Ahora
bien, basta una rápida ojeada al mapa de Nicaragua y a los datos mencionados
para ver cuán dispares andan los municipios en cuanto a extensión superficial y
cómo sus respectivas densidades tiene que ir al garete siguiendo el capricho de
las leyes que los crearon.
Veamos algunos
ejemplos: San Juan de Oriente tiene 829 habitantes y Prinzapolka 13.205; pero
la densidad respectiva es de 29 y 0.9
¿Por qué? Porque San Juan tiene sólo 29 kilómetros y Prinzapolka más de 14.000.
Dolores, el municipio más denso del país, tiene 755 habitantes y Bluefields
14.445. La densidad respectiva es de 1.510 y 1.0 ¿Por qué? Porque Dolores sólo
tiene ½ kilómetro cuadrado y Bluefields LE DIERON 15,737. Alguien podría decir
que la despoblación de ciertas zonas como Prinzapolka y Bluefields no permite
dividir un gran municipio en otros pequeños. Correcto. Pero en este caso sería
lógico limitar el MUNICIPIO a la parte activa, relativamente poblada, dejando
el resto como COMARCA (llámese como se quiera). Al menos se obtendría la
ventaja de poder aplicar mejor la Corología del profesor Perpiñá. De hacerse
esto Bluefields se convertiría en un municipio pequeño en extensión, pero de
unos 8.000 a 10.000 habitantes, tan denso como el que más de los que
constituyen las dasicoras del profesor Perpiñá. Ya con el enorme municipio de
Jinotega el mismo profesor hizo lo que digo. Cortó la parte poblada y activa y la introdujo en la areocora, destinando el
resto, la “montaña” que se extiende hasta la frontera norte, a la anacora. ¿Por
qué no hizo algo parecido con otros municipios que se prestaban a la misma
dirección?
Otro punto
fuera de toda sistemática en la “Síntesis Corológica” es la falta absoluta de
patrones de densidad que aplicados a las unidades superficiales determinen el
género de éstas. Así pues el profesor Perpiñá además de usar los ARBITRARIOS
municipios como unidades de densidad típica, los usa ARBITRARIAMENTE. Y así
vemos en la dasicora a Buenos Aires (13 habitantes kilómetro cuadrado)
codeándose con Dolores (1.510 habitantes kilómetro cuadrado); en la areocora,
Villanueva (4 habitantes kilómetro cuadrado) junto a San Nicolás (125
habitantes kilómetro cuadrado); y en la anacora, Corn Island (100 habitantes
kilómetro cuadrado) junto a San Juan del Norte (0.5 habitantes kilómetro
cuadrado).
Otra cosa que
no puede pasar por alto es la distribución de las areocoras, que me parece de
todo punto caprichosa. Dice el profesor: “Cada una de estas tres dasicoras tiene
una zona natural de influencia directa cuya población es mucha más rala. A
estas zonas son a las que llamamos areocoras”.
¿Cómo se ejercería esa influencia? Por las vías de comunicación, el
comercio, los nexos culturales y administrativos, no por el radar ni la
telepatía. Sin embargo, el profesor Perpiñá pone en la zona de influencia de
León todo Estelí y Madriz y parte de
Nueva Segovia, Jinotega y Matagalpa. Busco por doquiera y no encuentro la
INFLUENCIA DIRECTA de León en estas regiones. Tal vez sería más acertado
vincularlas, lo mismo que Rivas, con Managua.
Por último, al
hablar de sus areocoras o zonas de influencia,
el profesor mete en un paréntesis la palabra “hinterland” como
insinuando una sinonimia. Yo conocía el concepto de “hinterland” correspondiendo
a un gran espacio productor y consumidor del cual depende la vida de los
puertos oceánicos, dadas las posibilidades que ofrece al comercio y al tráfico.
Este concepto repetido en autores como Case-Lütgens, Bergsmark, etc., me hace
chocante el oír hablar de “hinterland” de León, Managua y Rivas. Además, la
misma versión literal de la palabra lo prohíbe: “Región interior”; y para el
caso tan interiores son León, Managua y Rivas como Jinotega, Matagalpa y Boaco.
En razón de lo
expuesto creo que no es correcto llamar ESTUDIO DEFINITIVO al boceto del
profesor Perpiñá. Y entre éstas, claro está, no han de colarse las cuatro
líneas que anteceden, las cuales fueron escritas con un verdadero y único
propósito: el de devolver aquello que no se puede tragar.
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