domingo, 6 de noviembre de 2016

LA PURÍSIMA EN NICARAGUA: EL "MILAGRO" DE LA CONCHITA DE GRANADA. Por: Eduardo Pérez-Valle


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    La celebración de la Purísima, que se realiza a todo lo largo del Pacífico de Nicaragua, así como en el norte y en la región central, constituye una mezcla de devoción y diversión. Coincide con el florecer del madroño y la llegada de los vientos “nortes”, con su frasco aliento. Es una tradición que nos llegó de España, donde ya en pleno siglo VII, el año 663, por orden del rey godo Sisenando, comienza a celebrarse solemnemente en toda ella la fiesta de la Inmaculada Concepción. En 1624, por real decreto de Felipe III, se extiende a América el “voto de sangre” instituido para los graduados en las universidades españolas, de defender a toda costa la Inmaculada Concepción de María. Y  en 1760 el rey Carlos III obtiene del papa Clemente XIII que declare a la Virgen María, en su Inmaculada Concepción, patrona de toda España y sus dominios.

EL “MILAGRO” DE LA CONCHITA DE GRANADA

    En torno a la imagen de “La Conchita” que se venera en Granada, también corre sin freno la fantasía popular para crear una hermosa leyenda en torno a su origen.

    Digamos de un cronista granadino los detalles, plenos de ingenuidad, de esta narración:

    “Dice la leyenda que una vez un  barco procedente de España, remontaba confiado las ondas del Desaguadero cuando enfurecida turba de indios sumos lo asaltó, asesinó a la tripulación  y se repartió el botín; pero en el calor de la refriega, manos bárbaras o manos piadosas arrojaron al agua una caja grande de madera. Y, aquí viene lo extraño, lo portentoso para unos, el milagro para muchos: aquella caja no siguió el rumbo natural del río, que corría, como siempre, a verter sus aguas en el Atlántico. No siguió ese rumbo la caja; al contrario, empujada por un soplo desconocido, pero real, como nave sin velas, remontó el río, cruzó nuestro inquieto Cocibolca, y  en un amanecer decembrino los vecinos de la ciudad de Granada, aledaños al puerto, la vieron flotar en las aguas verdeclaras, mecida por suave oleaje; y cuando pudieron recogerla y abrirla, vieron con asombro y recogimiento, bella de suaves contornos y de serena expresión, la imagen esculpida de quien, entonces, por unánime consentimiento, es Patrona y Reina de la ciudad.


    Manos ingenuas, queriendo mejorarla, destruyeron algo de su valor primario. Los bellos ojos pintados, propios de aquella época, los trocó el novel imaginero en ojos de vidrio, rodeados de largas y sedosas pestañas, estableciendo así, sin quererlo quizás, un anacronismo artístico. Un día, para limpiarlo, despegaron el óvalo de su rostro  y dentro apareció esta frase y esta fecha: Cinerovo me fecit -1712”. 

* Fue publicado en "Nuevo Amanecer Cultural. Domingo 7 de Diciembre de 1980. 

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