LAS RAMADAS
GRANADINAS DE PRINCIPIOS DE SIGLO
Por: Alejandro Reyes
Huete*
Fotografía de la periodista Lucía Vargas. Calle El Arsenal, Granada |
“Desde temprano
cada uno tenía designado el grupo de compañeros con quienes saldría esa noche
del 7 de Diciembre. El salbeque, en las
clases populares, estaba listo para recibir los repartimientos acostumbrados en
cada visita a la Virgen, festejada en muchísimos hogares, y el corazón esperaba
impaciente las seis de la tarde, el toque del Angelus, para oír los sonoros
repiques de la campanas de las iglesias, y los disparos de las cargas cerradas,
bombas, palmas de cohetes, triquitraques, morteros y revólveres; y los pitazos
de las sirenas de las fábricas, de las bocinas de los automóviles, de los
ferrocarriles y vapores, de los cines, caballitos y olas giratorias; todo
refundido en un conjunto formidable de sonidos que alegraba el corazón de la
ciudad cristiana.
Esa noche no había
merienda en casa. Reunidos en el punto de cita convenido, en grupos, cuyo
número de integrantes variaba entre veinte y cincuentas personas, comenzaban
las visitas a la Virgen. Característico de Granada fueron las figuras iluminadas
que llevaban los cantores. Estrellas y cometas, palomas y gavilanes, peces y
tortugas, pirámides y molinos, serpientes y corderos, piraguas y vapores; y
como nota de relieve en el pintoresco desfile, diversas caricaturas de
personajes conocidos. Todas estas figuras las hacían con delgadas reglas de
madera forradas con papel de la china de distintos colores; y por dentro se
iluminaban con velas de esperma o con lamparillas de aceite o de kerosine; todo
ello sujeto con cañas de dos metros de longitud que, llevadas en alto, formaba
sobre las cabezas de los romeros, principalmente cuando se reunían todos en la
ramadas, un mar fantástico de ondulantes luces; diríase una loca invasión de
gigantescas luciérnagas en la fresca noche decembrina.
En esta forma y
entonando en coro entusiasmado las conocidas canciones: Toda hermosa eres
María; pues concebida fuiste sin mancha; ave María llena de gracia, etc., iban
los romeros de altar en altar, refrescando sus gargantas con chichas de
jengibre, de coyol o de maíz, y almacenando en sus salbeques, naranjas, limas,
cañas, limones dulces, bananos y paquetes con cajetas de coco, de leche, de
zapoyol, piñonates, caramelos, pirulíes, alfajores y ayote con dulce, hasta que
repletos y pesados, indicaban que era tiempo de ir a las ramadas. Entonces
había dos, una en Jalteva y otra en Cuiscoma, que rivalizaban en esplendor. Se
alzaba la primera como cabaña de madera y palmas, y ocupa media anchura de la Calle Real, frente
al Colegio Salesiano, hoy de San Juan Bosco. En el fondo de la choza, la Reina
de los Cielos, de casi un metro de alto, entre profusión de ramos y guirnaldas
de flores naturales, descollando, por su abundancia, las de pastores y madroño,
típicas de esta festividad. Nubes de algodón arriba y, como flores humanas,
rodeándola, primorosas chiquillas convertidas en ángeles y querubines, con sus
grandes alas de plumas de garzas cogidas de nuestro lago. Una orquesta tocaba
Salve Reina del Cielo, o el andante no cesará mi lengua cantando noche y día…
La ramada de
Cuiscoma era tan magnífica como la descrita; y se distinguía por una bóveda de
cien metros de longitud, tirada de alero a alero en lo ancho de la calle
formada con cuerdas de las que pendían
banderolas gallardetes y guirnaldas de papel de irisados colores; y cien metros
de alfombra en la calle, antes de legar al altar de la Virgen; alfombra de
aserrín coloreado, que formaba mosaicos artísticos, figuras caprichosas que
nadie osaba destruir, mientras no pasase en procesión el Santísimo Sacramento”.
“Por razones que
creyó convenientes la autoridad eclesiástica suprimió la hermosa tradición de
la Gritería en Granada hasta el año antepasado (1953), en que reapareció;
superando en esplendor en 1954, en que hubo altares en cada barrio de la
ciudad, bien adornados durante el novenario. Aparecieron en parte, las figuras
iluminadas; pero el salbeque se perdió para siempre en la noche del recuerdo.
Este año (1955),
ha superado en magnificencia y fervor a los anteriores, con la novedad de que
el Novenario se celebró en Catedral y cada día la Purísima visitó una ramada
adornada e iluminada con esplendidez, de donde salió en procesión todas las
noches.
Las ramadas
estuvieron respectivamente en los barrios La Estación, El Arsenal, Santa Lucía,
Palmira, Plantel, Pueblo Chiquito, Jalteva, La Hoyada y Cuiscoma.
Fueron noches de
músicas, canciones y luces; noches inolvidables de amor y alegría dulcísimos,
parecidas a las de antaño. Repito, sólo el salbeque se hundió y desapareció
para siempre, tragado por la escasez y la pobreza.
Perduran con
firmeza de roca la devoción y los cánticos a la Virgen, a la Purísima
Concepción de María”.
“El arreglo de
cada altar o enramada es cosa seria y preparada. Por lo general el barrio
guarda en secreto cómo va a ser su enramada y cómo va a hacer su carroza,
porque la Virgen regresa siempre, cada noche, de cada barrio a la Catedral, en
una carroza que diseña, arre gal y adorna el barrio. La enramada cubierta al
estilo antiguo con palmas de coco se usa todavía en uno u otro barrio. Pero no
siempre tiene tal techo vegetal. Con frecuencia es un verdadero escenario
teatral el que se alza al final de una calle: con telones, bambalinas, y su
boca bien presentada que escenifica un misterio de la Virgen o una letanía. Por
ejemplo: la Torre de David, la Estrella de la Mañana o la Anunciación o la
Reina de los Ángeles…”
“Es bello recorrer
los barrios de la ciudad, sobre todo si uno no es del lugar, porque va
descubriendo desde la noche anterior a todo el vecindario echado a la calle o
dentro de sus hogares trabajando como un hormiguero activo y alegre en pegar
papel de la china para las banderolas, colgar en las calles adornos, llevar
palmas, plátanos, adornos vegetales, poner luces, ayudar en grupo a levantar la
enramada. Allí novios y novias, padres e hijos, mujeres viejas y jóvenes hablan, ayudan, hacen lo que pueden
en honor de su patrona”.
*Estampas de Nuestra
Historia. Granada, 1956.
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