viernes, 25 de noviembre de 2016

LAS RAMADAS GRANADINAS DE PRINCIPIOS DE SIGLO. Por: Alejandro Reyes Huete

LAS RAMADAS GRANADINAS DE PRINCIPIOS DE SIGLO
Por: Alejandro Reyes Huete*

Fotografía de la periodista Lucía Vargas. Calle El Arsenal, Granada

    “Desde temprano cada uno tenía designado el grupo de compañeros con quienes saldría esa noche del 7  de Diciembre. El salbeque, en las clases populares, estaba listo para recibir los repartimientos acostumbrados en cada visita a la Virgen, festejada en muchísimos hogares, y el corazón esperaba impaciente las seis de la tarde, el toque del Angelus, para oír los sonoros repiques de la campanas de las iglesias, y los disparos de las cargas cerradas, bombas, palmas de cohetes, triquitraques, morteros y revólveres; y los pitazos de las sirenas de las fábricas, de las bocinas de los automóviles, de los ferrocarriles y vapores, de los cines, caballitos y olas giratorias; todo refundido en un conjunto formidable de sonidos que alegraba el corazón de la ciudad cristiana.

    Esa noche no había merienda en casa. Reunidos en el punto de cita convenido, en grupos, cuyo número de integrantes variaba entre veinte y cincuentas personas, comenzaban las visitas a la Virgen. Característico de Granada fueron las figuras iluminadas que llevaban los cantores. Estrellas y cometas, palomas y gavilanes, peces y tortugas, pirámides y molinos, serpientes y corderos, piraguas y vapores; y como nota de relieve en el pintoresco desfile, diversas caricaturas de personajes conocidos. Todas estas figuras las hacían con delgadas reglas de madera forradas con papel de la china de distintos colores; y por dentro se iluminaban con velas de esperma o con lamparillas de aceite o de kerosine; todo ello sujeto con cañas de dos metros de longitud que, llevadas en alto, formaba sobre las cabezas de los romeros, principalmente cuando se reunían todos en la ramadas, un mar fantástico de ondulantes luces; diríase una loca invasión de gigantescas luciérnagas en la fresca noche decembrina.

    En esta forma y entonando en coro entusiasmado las conocidas canciones: Toda hermosa eres María; pues concebida fuiste sin mancha; ave María llena de gracia, etc., iban los romeros de altar en altar, refrescando sus gargantas con chichas de jengibre, de coyol o de maíz, y almacenando en sus salbeques, naranjas, limas, cañas, limones dulces, bananos y paquetes con cajetas de coco, de leche, de zapoyol, piñonates, caramelos, pirulíes, alfajores y ayote con dulce, hasta que repletos y pesados, indicaban que era tiempo de ir a las ramadas. Entonces había dos, una en Jalteva y otra en Cuiscoma, que rivalizaban en esplendor. Se alzaba la primera como cabaña de madera y palmas, y  ocupa media anchura de la Calle Real, frente al Colegio Salesiano, hoy de San Juan Bosco. En el fondo de la choza, la Reina de los Cielos, de casi un metro de alto, entre profusión de ramos y guirnaldas de flores naturales, descollando, por su abundancia, las de pastores y madroño, típicas de esta festividad. Nubes de algodón arriba y, como flores humanas, rodeándola, primorosas chiquillas convertidas en ángeles y querubines, con sus grandes alas de plumas de garzas cogidas de nuestro lago. Una orquesta tocaba Salve Reina del Cielo, o el andante no cesará mi lengua cantando noche y día…

    La ramada de Cuiscoma era tan magnífica como la descrita; y se distinguía por una bóveda de cien metros de longitud, tirada de alero a alero en lo ancho de la calle formada  con cuerdas de las que pendían banderolas gallardetes y guirnaldas de papel de irisados colores; y cien metros de alfombra en la calle, antes de legar al altar de la Virgen; alfombra de aserrín coloreado, que formaba mosaicos artísticos, figuras caprichosas que nadie osaba destruir, mientras no pasase en procesión el Santísimo Sacramento”.

    “Por razones que creyó convenientes la autoridad eclesiástica suprimió la hermosa tradición de la Gritería en Granada hasta el año antepasado (1953), en que reapareció; superando en esplendor en 1954, en que hubo altares en cada barrio de la ciudad, bien adornados durante el novenario. Aparecieron en parte, las figuras iluminadas; pero el salbeque se perdió para siempre en la noche del recuerdo.

    Este año (1955), ha superado en magnificencia y fervor a los anteriores, con la novedad de que el Novenario se celebró en Catedral y cada día la Purísima visitó una ramada adornada e iluminada con esplendidez, de donde salió en procesión todas las noches.

    Las ramadas estuvieron respectivamente en los barrios La Estación, El Arsenal, Santa Lucía, Palmira, Plantel, Pueblo Chiquito, Jalteva, La Hoyada y Cuiscoma.

    Fueron noches de músicas, canciones y luces; noches inolvidables de amor y alegría dulcísimos, parecidas a las de antaño. Repito, sólo el salbeque se hundió y desapareció para siempre, tragado por la escasez y la pobreza.

    Perduran con firmeza de roca la devoción y los cánticos a la Virgen, a la Purísima Concepción de María”.

    “El arreglo de cada altar o enramada es cosa seria y preparada. Por lo general el barrio guarda en secreto cómo va a ser su enramada y cómo va a hacer su carroza, porque la Virgen regresa siempre, cada noche, de cada barrio a la Catedral, en una carroza que diseña, arre gal y adorna el barrio. La enramada cubierta al estilo antiguo con palmas de coco se usa todavía en uno u otro barrio. Pero no siempre tiene tal techo vegetal. Con frecuencia es un verdadero escenario teatral el que se alza al final de una calle: con telones, bambalinas, y su boca bien presentada que escenifica un misterio de la Virgen o una letanía. Por ejemplo: la Torre de David, la Estrella de la Mañana o la Anunciación o la Reina de los Ángeles…”

    “Es bello recorrer los barrios de la ciudad, sobre todo si uno no es del lugar, porque va descubriendo desde la noche anterior a todo el vecindario echado a la calle o dentro de sus hogares trabajando como un hormiguero activo y alegre en pegar papel de la china para las banderolas, colgar en las calles adornos, llevar palmas, plátanos, adornos vegetales, poner luces, ayudar en grupo a levantar la enramada. Allí novios y novias, padres e hijos, mujeres viejas y  jóvenes hablan, ayudan, hacen lo que pueden en honor de su patrona”.


*Estampas de Nuestra Historia. Granada, 1956. 

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