Especial Para EL GRÁFICO. Semanario Nacional Ilustrado. Año VI. Managua, D.N. 1º de Enero de 1931. Núm. 228. Editores Propietarios: Ángel M. y Carmen J. Pérez e hijo, Ltd.- - Tel. 4-1.
Las ideas liberales propaladas por la Revolución Francesa, atravesando los mares y sublevando los ánimos establecieron en Centro América dos marcadas tendencias en el ambiente político, el de los exaltados, llamados Fiebres, y el de los moderados, a quienes sus contrarios apellidaban Serviles, iniciándose consiguientemente dos órdenes en Nicaragua, principalmente en León, en Granada, Masaya y Rivas.
En León, el 13 de Diciembre de 1811, tumultos populares obligaron a deponer la Gobernación a José Salvador, buen funcionario que se había malquistado con el pueblo, por su adhesion a la alta Sociedad, en su mayor parte aristrocracia de pureza Española.
En Granada el 11 de Enero de 1812 el
pueblo se amotinó, pidiendo autoridades propias. La Capitanía General de
Guatemala, después de establecer la tranquilidad por medio del Sargento Mayor
Pedro Gutiérrez, desconoció los arreglos hechos por éste, que no pudo dominar a
los amotinados con la fuerza, y mandó a seguir proceso a los jefes principales,
encarcelando a unos y desterrando a otros. Entre estos estaban Manuel Antonio
de la Cerna (sic/ Cerda y Aguilar) y Juan Argüello.
Contado, se puede decir, que Centro
América se separó del coloniaje español sin cruentos sacrificios, y sin tener
que certificar su mayoría de edad con sangre de mártires, sino estableciendo su
independencia al amparo de la debilidad de España, por la invasion napoleónica
que destronó a Fernando VII., poniendo en su lugar al combatido Rey José,
hermano de Napoleón; y estimulada por el ejemplo de América del Sur, que
imitaba a la del Norte, independizada de
Inglaterra, principalmente por el de Méjico, a quien quiso anexarse bajo el
efímero Imperio de Iturbide. El 15 de Septiembre de 1821 en Guatemala las
mismas autoridades y funcionarios, junto con las personas notables, proclamaron
la Independencia, levantando acta inmortal, que redactó el nicaragüense Miguel
Larreynaga y citando para el 1° de Marzo de 1822 al Congreso de Diputados de
todas las provincias para que decidieran la forma de Gobierno que debía
adoptarse.
La Municipalidad de Granada la aceptó
inmediatamente, y el Coronel Crisanto Sacasa, progenitor de la actual familia
Sacasa, que era el Comandante de esa plaza, la hizo jurar militarmente por su
guarnición.
En León el Gobernador González Saravia
reunió la Diputación Provincial, para someter a su deliberación si se aceptaba
o no la Independencia, y ésta acordó suspender su juicio para mientras se
aclaraban los nublados del día, por lo cual fue ridiculizada el acta de esa
sesión con el nombre de los nublados. El 11 de Octubre siguiente,
informados de la propuesta de Iturbide, resolvió a favor de la Independencia;
pero uniéndose a Méjico bajo las bases del plan de Iguala. Aceptado éste por
Guatemala, la Municipalidad de Granada, secundada por el Coronel Sacasa, se
adhirió también.
El 19 de Enero de 1823, el artillero
Cleto Ordóñez, oriundo del pueblo de Granada, de carácter astuto y democrático
exaltado, se apoderó del cuartel de su ciudad natal, apresó al Coronel Sacasa y
persiguió a la alta Sociedad. Esta, en su parte principal, se refugió en
Managua, en donde estableció Junta Gubernativa, organizando ejército que puso a
las órdenes del Coronel Sacasa, que había logrado fugarse de la cárcel.
Los hombres principales de León
perseguidos por revolucionarios de allá, se habían refugiado en El Viejo, en
donde también organizaron Junta Gubernativa, que se pudo de acuerdo con la de
Managua, y en seguida levantó ejército comandado por un military peruano, Juan
Salas, quien se juntó con Sacasa, teniendo éste la deferencia de aceptarlo como
primer Jefe. A su vez, los revolucionarios de León formaron Junta Gubernativa,
y se abocaron con los de Granada en donde se instaló otra Junta, dirigida
completamente por Ordóñez.
Después de varios combates y de varios
meses de estar sitiado León, por las tropas conjuntas de Salas y Sacasa,
habiendo muerto éste durante ese sitio, intervino el Gobierno de Guatemala, y
logró conciliar los ánimos, haciendo arreglos, en virtud de los cuales, quedó
el Coronel Manuel Arzú, comisionado pacificador, de Jefe Interino, encargado de
reunir la Asamblea Constituyente del Estado y verificar elecciones para Jefe y
vice Jefe, encargado el primero, y en su falta el segundo, del Poder Ejecutivo,
pues habiendo abdicado Iturbide en Méjico, se había instalado la Federación de
Centro América. Verificadas las elecciones, salieron electos Cerda y Argüello,
respectivamente, transformándose en antagonistas irreconciliables, asentándose
en ellos las luchas partidarias, que debían ensangrentar nuestros primeros
pasos de pueblo independiente.
De esa manera quedaron establecidos en
Nicaragua dos grandes partidos: el Conservador, que aceptaba la
democracia, pero con garantías individuales, sometidas a reglas constitutivas,
y el Democrático, proclamando el Gobierno del pueblo y para el pueblo,
olvidando que la Libertad termina donde comienzan los derechos de terceros. No
sería posible en las estrechas márgenes de este artículo, seguir las
evoluciones de esos dos partidos durante los primeros pasos de nuestro Gobierno
propio, desde que Pedro Benito Pineda, representante encargado del mando
Supremo, y su Ministro Miguel de la Cuadra, fueron asesinados en la cárcel de
León, y desde que subió Cerna al patíbulo, en Rivas, hasta que se juntaron los
dos partidos en concordia patriótica para combatir a William Walker. Durante
ese tiempo, circunstancias locales, centralizaron esos dos partidos, el uno en
Granda y el otro en León, que fueron las dos principales ciudades que
mantuvieron la vida social y comercial de Nicaragua, despertándose así en ellos
inveteradas rivalidades.
Granada, en rigor, era puerto al
Atlántico, porque entonces en el río San Juan del Norte y en el Gran Lago
podían navegar las embarcaciones que surcaban ese Océano, concentrando en esta
Ciudad el comercio del país, mejor dicho, los almacenes que proveían a las
otras poblaciones, creándose con la comunidad de intereses, relaciones
políticas que le daban influencia decisiva a los hombres principales de
Granada. Entonces, como ahora, navegaba en el Atlántico el progreso del mundo.
Pero también navegaban piratas, y las calles de Granada, trazadas por esto
torcidas y angostas, permanentemente cubiertas con trincheras, eran frecuente
campo de reñidos combates, defendiendo los granadinos sus riquezas y aun sus
bellezas femeninas.
León era la cabecera de la Provincia,
residencia de las autoridades superiores, civiles y eclesiásticas y refugio de
la aristocracia. Se radicó al principio en donde ahora se llama León Viejo,
buscando quedar resguardada de las avalanchas piráticas. La erupción del
Momotombo la destruyó y se trasladaron los principales habitantes al León
actual, escogiéndose ese lugar por sus fértiles planicies, propias para la
agricultura, que ha sido el sostén de ese pueblo, adquiriendo así, como
trabajador, como huertero, absoluta independencia de la alta clase.
Todas esas circunstancias diferenciales
entre esas dos ciudades rivales, fijaron la fisonomía característica de sus
poblaciones, que permitieron y dirigieron las tendencias políticas de cada una
de ellas. Mientras el comercio por el Atlántico, arteria de la civilización
mundial, sosteniendo la importancia granadina, León, centro único universitario
del país, era el foco de la instrucción teniendo que ir a ella el nicaragüense
que quería adquirir educación sobresaliente.
Es pues consecuencia natural de todas
esas circunstancias diferenciales, sobre todo las de las relaciones de la clase
principal de las ciudades con sus respectivos pueblos, clase media y baja, que
el Conservatismo se haya establecido en Granada y el partido Democrático
en León. Ya hemos visto a las dos clases superiores de las dos ciudades
refugiarse una en Managua y la otra en El Viejo, huyendo ambas de las
exaltaciones de sus respectivos pueblos y unirse para formar el partido
conservador. Pero en Granada, la gente principal, en su mayor parte
descendientes de aquellos que defendieron de los piratas sus mujeres y sus
riquezas, identificada desde entonces con los dos pueblos, que vivían, unos
asalariados por ella y otros sirviendo de artesanos sus necesidades o lujos,
los domino pronto, haciéndose respetar y querer, aun de la marina numerosa
entonces, acostumbrada a luchar con la embravecidas olas del Gran Lago, y a
obedecer al capitán y al piloto, principalmente durante las tempestades a la
hora del peligro.
En León la gente principal, los olanchanos,
como se han llamado por tener grandes haciendas en Olancho, departamento de
Honduras, han sido impotentes para dominar al pueblo, al huertero, que
los estima por sus virtudes sociales pero que no los respeta porque no les debe
nada. Además, la Universidad de León, facilitó a hijos inteligentes de ese
pueblo la instrucción, sobresaliendo de esa manera caudillos ilustrados, pero
empapados en las doctrinas del siglo XVIII, que siguen propalando, sin fijarse
que ya son, axiomas de la civilización o sistemas desacreditados por sus
excesos.
Naturalmente, el partido Democrático,
se concentró en el pueblo de León, teniendo como bandera principal la
hegemonía de esa Ciudad. Granada, identificadas sus gerarquías (sic) sociales,
y en simpática relación con los olanchanos, tuvo el espíritu del conservatismo,
manteniendo de esa manera la supremacía política en el país desde 1856, en que
se estableció el período de los 30 años, después de la hecatombe de la guerra
nacional, durante la cual los dos partidos se unieron, pero no se confundieron.
Expulsado el filibusterismo yanqui, de
arreglos posteriores, durante los cuales el General Jerez, jefe democrático se
elevó a la altura del patriotismo, nació el Gobierno binario,
manteniéndose la unión en ese Gobierno por medio de representantes de cada
partido, siendo el mismo Jerez el del Democrático y el General Martínez,
el del Conservador. Organizando nuevamente el país, una Asamblea
Constituyente, electa en comicios libres, proclamó la Constitución del 58,
básico documento histórico, de redacción original, sin copias serviles de
principios inadecuados a nuestra cultura y costumbres, que estableció, al
contrario, sistemas educativos de esas costumbres. Esa Asamblea eligió casi por
unanimidad al General Martínez, para servir el primer período constitucional
del Supremo Mandatario, quedando establecido en el Poder el régimen Conservdor.
En
1870, el partido Democrático luchó ese poder en comicios libres, proclamando al
Lcdo. Don Buenaventura Selva para Presidente de la República en contra de don
Pedro J. Chamorro, proclamado por el partido Conservador, que triunfó; y
convencido de que en Nicaragua solo la evolución es escala del Poder, se dedicó
con maquiavelismo inteligente a fomentar divisiones en el otro partido, ya
apoyando al Gobierno o ya a las oposiciones levantadas en la molicie natural a
todo poderío prolongado. Así surgieron, Progresistas e Iglesianos en
Granada, Ballestas y Piches en Managua, Pelones en Rivas, etc.,
que iban a los comicios casi siempre apoyados por el occidentalismo,
para desconfundirse (sic) con él, y así llegó al 93, o mejor dicho a La
Cuesta, de donde nació la Dictadura Zelaya, la cual atrajo a la mayor parte
de los elementos de esos círculos, que unidos a su alrededor con el antiguo
partido Democrático, han formado el moderno Partido Liberal.
En realidad, desde que regresaron en
1886 esos elementos conservadores del destierro, después que la bala de
Chalchuapa puso fin a la vida del dictador guatemalteco Barrios, a cuyo
servicio estuvieron unidos con caudillos occidentales, frustradas sus últimas
intentonas revolucionarias en Satoca, resolvieron en su mayor parte
sugestionados con los sistemas liberales guatemaltecos. La Presidencia de
Carazo; conservador, los mantuvo seccionados en círculos. La de Sacasa, hizo
levantarse al viejo localismo leonés. Con la injustificable y funesta
revolución del 28 de Abril, Santos Zelaya, principal propagandista, junto con
Julio César, de Masaya, ya difunto entonces, don J. Dolores Gámez de Rivas, del
liberalismo, tuvo ocasión de tomar cuerpo de jefe, y hacer la contra-revolución
(sic), halagando con el desquite al occidentalismo, pero sometiéndolo, sobre
todo después del 96, en que el leonesismo intentó recobrar sus viejos ideales
localistas.
Es pues, el Liberal, un partido
nuevo, propiamente hablando, un ingerto (sic) de ramas frondosas conservadoras
en el antiguo tronco democrático. Por eso el liberal oriental no es un
tránsfuga. El partido Conservador desmembrado, pero siempre fuerte,
acaba de poner más de 25,000 votos en comicios incompletos de distritos; es el
mismo que estableció en Managua en 1824, mejor dicho, el mismo que defendió en
1854 la legitimidad del Gobierno de uno de sus hombres, Frutos Chamorro, por lo
cual tomó entonces el nombre de Legitimista. En vigor los dos partidos
giran ahora, como el Republicano y el Democrático de los Estados Unidos,
casi bajo los mismos principios, distinguiéndose únicamente por cuestiones del
régimen, pues ni el Liberal pude ser ateo Radicalista, aunque lo
lleven al él exaltados como Altamirano en tiempos de Zelaya, ni el Conservador
el místico cachurequismo que ambas están sostenidas por el obrerismo,
elemento católico, de sus respectivas localidades que, en el mundo moderno, en
que ya no hay jerarquías, es el nervio
de las nacionalidades.
Además, la hegemonía de León o la de Granada, ya no pueden ser programa principal de esos dos partidos. El progreso, levantando a las otras ciudades, y sobre todo a Managua, que es ahora domicilio de leoneses, granadinos y de otras localidades, y como capital, el centro nacional, le ha dado nuevas orientaciones a la política, que obligarán a los partidos históricos a buscar causas patrióticas que defender, de acuerdo con nuestra nacionalidad.
Quiera el cielo que esas cuestiones no
sean funestos personalismos, que bullen en la sangre del nicaragüense, como
atavismos heredados de los cacicazgos indios.
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