domingo, 29 de agosto de 2021

TRES HISTORIAS DOMINGUERAS: JUAN LUIS GUERRA, ELMER FIGUEROA ARCE (CHAYANNE) Y, LA GUANTANAMERA DIPLOMÁTICA. Por: Eduardo Pérez-Valle hijo

 
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EN LA TIERRA DE LAGOS Y VOLCANES SE PERDIÓ EL DEMO

Cuando por fin decidí asomarme a través de aquel retrovisor de sucesos artísticos, localizados por la divertida incontinencia verbal de un buen amigo que estuvo dedicado en Nicaragua a la promoción de espectáculos con famosos cantantes internacionales, nunca he podido hacerlo sin aprisionar la risa.

En cada relato de aquel personaje, era imposible separar los rasgos agravados de su rostro encajado en una testa semejante a un polígono rectangular, de rostro blanquecino y regordete, rematado por una frente espaciosa disimulada por un abundante pelo lacio y negro, entre los cuales sobresalían dos ojos centelleantes desdibujados por gruesos lentes.

Esos inquietantes y particulares episodios que abatían aquella administración artística, podrían llenar cualquier libreto teatral de comedia. Forman parte de lo inesperado y asombroso del comportamiento humano, en donde no dejan de surgir actos insospechados que alteran el orden del protocolo o quebrantan las reglas de la probidad.

La primera plana de la prensa nacional siempre me permitía anticiparme al telefonazo de este amigo del espectáculo musical, quien era medio o pariente completo del recordado Víctor de La Traba.

Conversar con él resultaba divertidísimo. Devoto de San Joaquín y Santa Ana, los santos de los abuelos, porque según decía, en ellos encomendaba el éxito de cada espectáculo con la esperanza de lograr asistencia masiva de viejos y de jóvenes.

Siempre apechugado ante cada divertido o preocupante traspiés, los circunstanciaba con la mención de un conjunto de reflexiones, la infaltable era: Soy promotor de espectáculos porque aprendí que la empresa del ideal debe tomarse muy en serio. Aquellas palabras de siempre, alejadas de la realidad, me movían a más risas.

Eran pláticas endomingadas, en círculo de amigos. Mientras el tiempo discurría en aquel espacio, siempre escuchábamos las canciones del invitado internacional al que le había correspondido atender, antes, durante y después del espectáculo.

Entre aquellos relatos a la llana, había tres de asombrosa pasmosidad: el primero, relacionado a la permanencia del cantante puertorriqueño Elmer Figueroa (Chayanne); el otro, al bachatero dominicano que al pisar Nicaragua por poco no “le llueve café” y por un buen rato quedó “Frío frío” por no decir congelado, y el tercer chichón le creció al amigo desde el mismo inicio de un acto protocolario celebrado entre cubanos y nicaragüenses, en el Auditorio 12 de la UNAN, Managua. Pero al saber cuántos más tenía guardados.

Si de algo hemos aprendido en este país de imprevistos es, que los diecisiete  músculos de la lengua no sirven para darle buen uso, no hay manera de lengüetear tantos entuertos, de los cuales sólo nos queda reírnos; tanto así que, si en Namibia hubo un hijo de pila bautismal con el nombre de Adolf Hitler, que en 2020 ganó una elección regional, en la primera visita a Nicaragua de Juan Luis Guerra, éste quedó atrapado en una burbuja de asombro cuando supo que el Disco Máster (el disco original) de sus famoso álbum Burbujas Amor había desparecido del interior de su maletín personal, colocado en uno de los asientos del microbús en el cual fueron transportados los integrantes del Grupo  440, desde el aeropuerto al hotel. Era el original del famoso éxito de Juan Luis Guerra que se estrenó en 1990. Valga decir que un disco máster es la grabación sonora original de la que se hacen las copias editadas.

Mientras escuchábamos la canción con mi entrañable amigo confidente, me sustanciaba cómo resolvió aquella catástrofe que jamás salió a luz pública. Alguien, sin saber la importancia de aquel disco “extraviado”, con la pecera intentó tocarle la nariz al embajador de la paz y el amor, alejado de la Guerra.

Según hilvanaba, lo primero fue, no dejar partir al personal del microbús propiedad del hotel, seguido de ofrecer una atractiva suma de dinero a quien encontrara o diera aviso sobre el valioso objeto, y para rematar la situación vergonzosa, propia y ajena, el dinero lo ofreció Guerra para alcanzar la paz.

Mi amigo, el promotor de espectáculos, puso un plazo de advertencia para continuar con otras medidas, fue lo primero y único que se le ocurrió, mientras imploraba y cruzaba dedos para que lo sucedido no traspasara los linderos de aquel hotel; que no se convirtiese en noticia mundial. Estaba abatido. Aquello era un total desprestigio. El interior del transporte fue revisado y no hubo resultados. Juan Luis Guerra, sin más alternativa que la paciencia, entró al hotel y subió a la habitación en donde probablemente no concilió el sueño. Nadie se explicaba cómo y en qué momento había desparecido el inestimable objeto.

Al día siguiente, por la noche, estaba prevista la presentación del bachatero y su grupo 440. Me preocupaba, --dijo-- que con semejante clavo atravesado podía apagársele el canto o el que iba a terminar sin voz, era yo.

Yo decidí acelerar aquel relato e inquirí ¿no me digas que te fuiste por la famosa frase de Mafalda?: Lo urgente no deja tiempo para lo importante.

--¡Nooo! ¡Qué va! — Todo era para ya, porque aquel desastre me tenía churreteado.

-- Reunió a los del microbús; a los Botones de equipaje, encargados de transportarlos hasta las habitaciones; a los porteros de la entrada principal, en fin, a todo el que estuvo en el entorno. Les hizo saber sobre la recompensa en papel moneda. Todos parecían estar cubiertos con la máscara del Güegüense.  

Después de todo aquello, -- me decía -- siempre voy a gritar a todo pulmón. ¡Vaya susto el que me llevé! Porque al día siguiente todo cambió. Me encontraba sentado y abatido, a pocos metros de las puertas de los ascensores, a la espera de Juan Luis Guerra y los demás integrantes de la agrupación 440. Divisé al chofer cuando entraba por la puerta principal del hotel, era un radar, volvía la mirada hacia todos los lados. Apenas me miró desde el lobby, caminó presuroso hacía mí y en voz alta soltó la noticia del “milagroso hallazgo”.

--¡Jefazo, no me va a creer! – Apenas llegué al estacionamiento me dediqué a revisar todos los rincones del microbús, y entre un asiento y la carrocería encontré un paquete. Sin dejar de hablar, abrió un bolso de tela que colgaba al hombro y lo extrajo. Yo creo que es el disco, --dijo--, con una cara de máscara, propia de la comparsa popular chancera del Toro Venado. Me pidió que lo tomara, lo revisara y le dijera que no estaba equivocado.

Aunque lo afirmado era contrario a la verdad, lo demás no le importaba al Productor de Espectáculos. No era momento para discrepancias. Antes que le sobreviniesen más desventuras, decidió correr en busca del poeta de aquellas metáforas musicalizadas. ¡Un segundo acto de magia había confirmado que Juan Luis Guerra y 440 estaban en Nicaragua!

Sin faltar a lo acordado y, correspondiendo a la milagrosa aparición, hubo recompensa para el conductor del microbús. De por medio no existió un documento justificante que hiciera constar aquel asombroso final.

Mi amigo, el Promotor de Espectáculos aseguraba que al recordar todo lo vivido, siempre seca sudor de su frente.  “Después permanecí atento a las noticias internacionales, a las novedades de Juan Luis Guerra, siempre temí encontrar una nueva composición, musicalización y arreglo titulado Entre lagos y volcanes se me perdió el Demo.  

 DOS BALDES DE AGUA PARA CHAYANNE 

A mitad de la década de los 90, aconteció la primera presentación de otro famoso cantante internacional. En aquella época, nuestro país continuaba en un ambiente de los cíclicos conflictos políticos, por lo general fatigantes para la población en general. La capital, Managua, era el escenario de los enfrentamientos entre fuerzas policiales y manifestantes. La escasa infraestructura hotelera pasaba por grandes limitaciones de servicio.  

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              CHAYANNE NO CANTÓ BAJO LA REGADERA

Siempre con la espalda contra la pared, nuestro amigo, el obstinado Promotor de Espectáculos, decidió aceptar otro reto, en esa vez, preparar todo lo concerniente a la presentación de otro famoso cantante, Elmer Figueroa Arce conocido en el mundo artístico con el nombre de Chayanne.

La mayor parte de los hoteles y pensiones de Managua, desde aquellos de mala fama, hasta los de cuatro y cinco estrellas, tenían rentadas todas las habitaciones a turistas, corresponsales de agencias de prensa, representantes de organismos internacionales, porque durante la semana en la cual estaba fijada la presentación de Chayanne, además de las protestas callejeras, acontecería un importante acto gubernamental.

Aquella situación era inenarrable; entonces, tras previas explicaciones, hubo acuerdo con el cantante para sacarlo de Managua y alojarlo temporalmente en el Hotel Jinotepe, localizado en la ciudad de su nombre y cabecera del departamento de Carazo.

Según lo convenido, en ese mismo día entró la comitiva a la vieja y amplia casona de dos plantas, en donde el Ministerio de Turismo de Nicaragua administraba el mejor hotel de aquella ciudad. La llegada estuvo antecedida por una conversación telefónica con el gerente del hotel, que lo puso sobre aviso del arribo del famoso cantante y las atenciones requeridas.

Con una enorme sonrisa de satisfacción, en la creencia de tener todo resuelto, nuestro amigo de inesperadas soluciones para la Producción de Espectáculos, extendió la mano a Chayanne, quien en señal de conformidad y agradecimiento la estrechó con fuerza. El nica le dijo al puertorriqueño que estaría en otro hotel cercano, pero siempre pendiente de todo. Indicándole que ante cualquier eventualidad el Administrador de Turno del hotel Jinotepe sabía dónde localizarlo.

Pero, en menos de una hora, la situación de Chayanne se tornó literal al título de la canción Daría cualquier cosa, pero no por amor a una mujer sino por conseguir un poco de agua potable para bañarse. En aquel entonces, la población de Managua y otras ciudades del interior, sufrían por las interrupciones en el suministro de agua potable y energía eléctrica. Jinotepe no era la excepción.

Por suerte, el aviso del problema higiénico llegó antes de que la luz del día se rindiera. El encargado de limpieza pegaba gritos frente a la casa en donde el Promotor, a pocas cuadras del hotel había alquilado un cuarto. Una vez explicado el problema y de haberle confesado que los tanques estaban vacíos, caminaron presurosos rumbo al afamado hotel para buscar solución y explicarle a Chayanne lo que acontecía.

Mi bien ponderado amigo pidió hablar con Chayanne, quien pronto estuvo en la planta baja. El asustado y avergonzado anfitrión, en aquellas disculpas ponía todas sus habilidades, mientras le decía: en Nicaragua no hay problema sin solución, quien se mete a ese tipo de empresa, siempre permanece alerta. Dirigiéndose hacia el encargado de la recepción le preguntó cómo hacían cuando tenían este tipo de problema. Ni corto y sin cancaneos, el empleado les dijo en voz alta: -- A tres cuadras hacia el Sur, frente a un árbol de chilamate, vive una señora que suele vender agua por balde.

Con todas las señas indicadas, el encargado de las habitaciones salió en busca de los baldes. En todo ese tiempo, Chayanne estuvo atento, sin moverse del mismo lugar. Apenas estuvo de regreso con los baldes y, para asombro de todos los presentes, el corpulento cantante avanzó y le pidió los dos recipientes. Con cara de asustado los pasó a manos de Chayanne, quien volvió la mirada hacia el famoso Productor de Espectáculos y le dijo: ˗˗ De salida, usted me guía, vamos por el agua ˗˗.

Al verlo tan resuelto, nadie intentó oponerse. En Jinotepe, Chayanne cargó uno de los baldes. El otro recipiente regresó en manos del Promotor de agua potable. Cuando caminaban, algunos jinotepinos lograron identificarlo, sorprendidos, lo acompañaban con las miradas. La vende agua lo reconoció desde el primer instante, a tal punto que no cobró. Ese día Chayanne no cantó bajo la regadera, lo hizo tras cada panada de agua. Este relato también estuvo acompañado con música ambiental de fondo.

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 LA GUAJIRA GUANTANAMERA Y EL HIMNO DE CUBA

A la razón calculadora de este Sancho sin Quijote y a la divulgación interesada de sus propósitos, se le sumaban los entusiastas colaboradores subcontratados para cada espectáculo. Aquel día, el reto estaba en empezar y culminar el respaldo técnico de un acto protocolario, entre funcionarios del gobierno de Cuba y Nicaragua, relacionado a la Educación Superior.

El ceremonioso evento se efectuaría en el Auditorio 12 de la UNAN de Managua. Una ancha cretona de blanco inmaculado cubría el fondo de aquel local. Esa vez no hubo músico, compositor y cantante de fama internacional. La responsabilidad del contratado era exclusiva al sonido y el sonidista. Con respectivas pistas de sonido. El auditorio estaba lleno de bote en bote, adelante las guayaberas de color blanco, atrás los invitados especiales, y más atrás, el estudiantado universitario.

Estaba claro que el sonidista tenía largo recorrido en el oficio, en la transmisión de sonido. Bajo su responsabilidad estaba cada micrófono, activar y apagar el reproductor de música.

Cada vez que el Maestro de Ceremonia anunciaba, el sonidista debía proceder conforme al plan trazado. El sonidista había sido advertido por el Promotor de Espectáculos: -- Empezaremos con el Himno de Nicaragua y una vez finalizado le das entrada al Himno de Cuba, le dijo.

-- ¿Ya los tienes listos? – ¿Sabes cuál es el himno de Cuba? --

-- ¡Claro que sí! ¡No se preocupe, todo lo tengo bajo control! --

A solicitud del Maestro de Ceremonia, los funcionarios que presidían el acto y todos los asistentes se pusieron de pie.

En ese instante empezó a escucharse el Himno de Nicaragua. A continuación, el encargado del Protocolo anunció el Himno de Cuba. El silencio era absoluto.

Era asunto de pocos minutos para que mi ocurrente amigo sumara otra impensada y súbita turbación. El famoso controlista de sonido lo volvió a ver y levantó el pulgar; mientras el maestro de ceremonia repitió: -- a continuación, escucharemos el Himno de la República de Cuba—

Las ondas sonoras bien ecualizadas eran agradables a los oídos de los presentes, pero, lo inesperado volvió a suceder, en el auditorio empezó a escucharse:

Guantanamera

Guajira Guantanamera

Yo soy un hombre sincero

De donde crecen las palmas

Aquel día hubo ojos sobresaltados y disimuladas risas placenteras. Mientras continuó la Guajira Guantanamera, nadie abandonó la posición de firme. Ese día se escucharon tres composiciones… los Himnos de cada país, y el Himno del Sonidista. ¡Así es Nicaragua! 

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