Eduardo Pérez-Valle - 1945
Poema de amor negro
Vengo a ti como llegar ante una reina
a doblar la rodilla un pordiosero,
la frente dolorosa entre las manos
y la desolación dentro del pecho.
Y mientras la palabra suplicante
brota angustiada de mis labios trémulos,
las lágrimas corroen mis pupilas
y flaquean mi espíritu y mis huesos.
Sabes de mi dolor y mi batalla,
conoces mi sufrir, tú que lo has hecho:
clavaste con tu gracia mi alma arisca,
de eterna esclavitud en el madero;
luego… te burlas de mis desvaríos,
me hieren de tu risa los aceros,
y cuando para mí no hay Dios ni madre,
cuando más te idolatro y te venero,
saltas como una fiera montesina
a rasgar mis entrañas tu desprecio;
te regocijas viendo que mi frente
se mancha con el polvo del sendero,
y que me apaga el alma la tristeza
mientras sigo tus pasos como un perro.
Si a penar me destinas, ¡así sea!
Bendeciré la cruz de mi tormento,
y mientras corra sangre por mis venas
consagraré a tus gracias mi recuerdo.
Más si cabe piedad en tu belleza,
no tardes más en darme tu consuelo:
pon ya en mi corazón desamparado
la limosna de amor que tanto anhelo.
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