miércoles, 23 de julio de 2014

LO QUE CUENTA EL CLARÍN DE ÓRDENES DE BENJAMÍN F. ZELEDÓN. Por: Juan Ramón Avilés. En: Los Domingos, Suplemento Ilustrado de "La Noticia"

LO QUE CUENTA EL  CLARÍN DE ÓRDENES DE BENJAMÍN F. ZELEDÓN. Por Juan Ramón Avilés. En: Los Domingos, Suplemento Ilustrado de “La Noticia”. Año VIII. No. 375. Páginas 1-2.
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    Yo, yo, yo, fui el clarín de órdenes del doctor Zeledón –dice el viejo soldado a quienes quieren oírlo—sobre todo los sábados, cuando se enchispa. “¡Yo fui el clarín de órdenes del doctor Zeledón!” repite, y se cuadra militarmente, y parece que su camisa rota se cubre de charrateras…

    ¡El clarín! Hijo del cañón, flor de bronce, boca que pronuncia al ejército la orden breve y brava del guerrero. ¡Clarín! Aguda onomatopeya que llena de voces y de ecos los campos del lauro, entre cadáveres y banderas… Así se comprende la vanidad del viejo soldado que por entre los girones (sic) de la camisa desgarrada por la pobreza, exhibe el tatuaje de las cicatrices de cuarenta combates y cinco balazos…

    --¿Y de dónde eres?

    -- Nací en Rivas, el día de San Pantaleón, de 1863 y me llamo Pantaleón Álvarez. Fui discípulo de Máximo Jerez; él y su hijo Ramón me dieron clase en el Colegio, que por cierto, quedaba frente a la casa de las niñas Cárdenas, que fue en la que yo me crié, o, mejor dicho, me criaron.

    -- ¿Y hasta qué grado llegaste, Pantaleón?—Le pregunto, refiriéndome a su aprendizaje en el Colegio.

    Mi grado era de Capitán cuando el Presidente Zelaya; pero el doctor Zeledón me ascendió a Sargento Mayor,-- contesta en su orgullo de soldado.

    Luego me narra: --Llegue a Managua con el Dr. Adán Cárdenas, en cuya casa vivía en Rivas, cuando Cárdenas vino a tomar posesión de la Presidencia. “Pero no porque fuera conservador yo, sino porque quería rodar fortuna, conocer mundo. Rivas ya me tenía fastidiado.

CÓMO SE HIZO “CLARÍN”

    --¿Qué cómo me hice “clarín”? Pues verá usted, me reclutaron el año del 83. Yo estaba sentado en una banca, en el cuartel, y el General Talavera le ordenó a Luciano Herrera alias “Pelón”, que escogiera unos cuantos muchachos para la banda de guerra. ¿No se acuerda del Pelón? Fue el que mató a la Estalisnada Lera, hermana de la Chabela Lero, un 8 de diciembre por cierto…

    En la guerra con Justo Rufino Barrios, me despacharon con las tropas que iban a El Salvador a ayudar a Zaldívar. La tropa la componían 100 managuas, 100 leoneses y 100 chinandeganos. Gervasio Manzanares, Tata Bacho tuvo la culpa, porque echó un viva a Nicaragua y los salvadoreños abrieron fuego. ¡Seis horas de combate por un grito! Hasta que se dieron cuenta que estábamos matándonos sin motivo. Yo era el clarín. Creo que fue un 15 de junio, en la batalla de la Iglesia de Santo Domingo.

    Salido del ejército, me hice albañil, y así estuve, entre cal y arena, hasta que en la guerra del 94 con Honduras volvía a coger el clarín. Luego pasé a la Costa Atlántica, con las tropas que llevó el doctor Madriz cuando Rigoberto Cabezas estaba reincorporando la Mosquitia. Yo iba de clarín de órdenes del General Portocarrero. El otro clarín era El Gorgojo, Alejandro Hernández, a quien más tarde otro clarín, Pedro Reyes, El Pajarito, mató aquí en la costa del Lago de Managua: le hundió un puñal y para metérselo más le daba con el tacón del zapato… Pero al Pajarito también lo mataron de un balazo en la batalla de Namasigüe...

LA REVOLUCIÓN DE 1912

    --¿Y cómo conociste al General Zeledón?

    --¡Ah! Al doctor Zeledón? Pues verá usted. El 23 de mayo de 1912, Daniel Mena, jefe de la fortaleza de San Francisco, en Granada, huelió la Guerra y le pidió al General Bartolomé Víquez, Comandante de Managua, que le recogiera a todos los “clarines” y se los mandara. Yo trabajaba como capataz de los jardineros en el Parque de Managua. Me “vendió” Ricardo Masís, --uno a quien yo le enseñe a “clarín”, --y me reclutaron junto con Hipólito Díaz y otros que sabían tocar atención, enviándonos a Granada. El 29 de julio a medio día estalló la revolución. Daniel Mena me llamó y me dijo: ¡Clarín! ¡Súbase al campanario y toque orden!... (Pantaleón se interrumpe y me dice: --Oiga jefe, deme diez centavo para un reconfortante. He hablado mucho, y como tengo que contarle mucho para que escriba un libro, quiero refrescarme la garganta. Cinco minutos después Pantaleón regresa y continúa:)

    --…Encaramado en la torre, toqué atención y vi venir a los granadinos con divisas mitad verde, mitad rojas. La Banda tocó generala. Y todo el mundo fue a las armas. Cuando bajé, Daniel Mena me dijo: --¡Clarín! Le queda reconocido su grado de Capitán en la orden del día. Pero usted no se irá hasta que yo salga de aquí. Quedará como jefe de los clarines.

    Había unos cuarenta “clarines”. Yo me entendía en escoger al que iba con cada compañía. Cada compañía se compone de cien hombres con cuatro sargentos, cuatro cabos primeros, un brigada, un capitán y un mayor; cuatro compañías forman un batallón, con un general de brigada, y varios batallones un regimiento que manda un general de División.

DE NANDAIME A MANAGUA

    --Un día llegó el General Adán Espinosa a la fortaleza, y fui despachado con él a Nandaime, a atacar al General Masís, pero cuando llegamos ya Masís se había ido. Sólo el alcalde estaba enterrando muertos y curando vivos. Nos volvimos a Granada, y de paso se nos llevó a la estación, donde ya estaba un tren esperándonos para marchar a Managua, a reforzar al doctor Zeledón que estaba bombardeando a Managua. Llegamos casi a la Quinta Nina el 11 de agosto. No pudimos entrar a la Capital, y el 14 fuimos a fortificarnos a Masaya…

    --Pero bien, --¿cómo te conoció el General Zeledón?

    --Pues cuando estábamos atacando Managua, el doctor Zeledón le preguntó al General Espinoza: --¿Este es su clarín, General?

    --Sí, él es.

    --¡Pues me lo va a dejar a mí!

    Y desde ese momento yo fui el clarín del doctor Zeledón, hasta su muerte.

    Llegados a Masaya, el doctor con su estado mayor ocupó la casa del Cabildo. Los generales eran Tomás A. Vargas, José María y Horacio Zelaya y Claudio Saravia. También el Coronel Porfirio Pérez. Un día, cuando nos atacaban del lado de las alturas de Catarina, el doctor Zeledón estuvo a punto de morir. Haría cinco segundos que se había levantado de un sitio cuando cayó en propio lugar una granada; pero el único herido fue Eligio Almendares. El doctor dispuso inmediatamente trasladarse al Bautisterio del templo parroquial, en el piso bajo de la torre. ¡Los malditos tenían una gran puntería! Esa misma noche se oyó un cañonazo aislado y ¡zas! Pegó en la torre. Debajo estábamos nosotros.

    Poco después comenzó el sitio a Masaya. Nos quitó la Laguna el enemigo para cogernos por sed, pero la recuperamos a punta de bala, y Zeledón recogió todas las pipas para hacer provisión de agua.

    La batalla seguía. Se peleaba por donde quiera. Los americanos ayudaban al enemigo. Pero el General Zeledón, ¡era hombre, muy hombre! (Y aquí Pantaleón suelta una interjección viril de campamento).
UN EPISODIO

    El 30 de septiembre llegó de parlamentario el suegro del doctor, que también es doctor, Gerónimo Ramírez, con un hijo suyo, Federico. Llegados al Bautisterio, el doctor les quitó las vendas. Querían que se rindiera. Que Emiliano Chamorro no quería más derramamiento de sangre. El doctor Zeledón llevó a su suegro hasta la ventana, y le dijo, señalándole El Coyotepe, --Asómese. Todo aquello que ve usted allá, son cañones. Yo los voy a pasar por ahí, para que los vea. Esos cañones contestan por mí.

    --Pero recuerda a Estercita, tu esposa, recuerda a tus tierno hijos: --dijo don Gerónimo.

    --No tengo esposa ni hijos en este momento. Sólo quiero tener patria. Diga que Benjamín Zeledón no se rinde; que no entrego Masaya; que vengan a tomarla como hombres…

    Y los desvendó, para que regresaran al campamento enemigo.

    Eso era el doctor Zeledón. Aquel sí que era un hombre… ¡Y yo era su clarín!
EL 4 DE OCTUBRE

    Comenzaba a amanecer el 4 de octubre, cuando el doctor me despertó. –Pantaleón. Salga a ver si hay novedad.

    Salí. Todo estaba tranquilo. Los soldados estaban jugando a los dados.

    Regresé: --- ¡No hay novedad General!

    Un rato después, a las 5, le dije: --- Oiga General, ¡un balazo por el lado de La Barranca!

    Se nutrió el tiroteo por ese lado. Y luego en toda la línea de fuego. A las seis de la mañana vimos que flotaba en la altura del Coyotepe el pabellón de los yankes.

   El doctor montó a caballo, con sus valientes ayudantes, Debelberto Solórzano y el hermano de éste. Yo monté también mi caballo y fuimos a El Calvario, donde estaba el general Murillo. Se estaba peleando ahí. Después fuimos al lado de La Barranca, donde estaba el general Juan R. Núñez; todavía peleaban, pero ya estaban casi deshechos. Fuimos a recorrer el resto de la línea, y por el lado de Monimbó hallamos al general Agustín Bodán, apenas con 5 soldados defendiendo como tigres una trinchera. Lo atacaban desde Monimbó y Magdalena. Seguimos recorriendo la línea y llegamos al retén de El Coyol. Todo aquello era insostenible. Rompimos ahí el aparato telefónico…

    El doctor pasó llevándose al general Emiliano Antonio Vega, con sus ayudantes, y por todos formamos un grupo como de quince o veinte entre ellos el coronel Francisco Tapia, Pablito Saballos, Humberto Barahona, Papaché, Chon-Chinga, y Emilio Gutiérrez, ayudante del doctor. Todos a caballo, nos lanzamos a la línea enemiga por El Coyol. Llevábamos una máquina Maxim que manejaba el Coronel Félix Pacheco. Nos encontramos con una caballería del General Arsenio Cruz y trabamos combate. Les matamos unos tantos y se corrieron. De nosotros salió herido el General Vega. Lo dejamos ahí, en poder de unas mujeres que salieron a socorrerlo. Humberto Barahona y yo intentamos salvar las alforjas de dinero del general Vega; pero era mejor salvar la vida, pues se aproximaba otra caballería.

    --¡Toque a degüello! Me decía el doctor.

    --Estoy muy cansado, General. Voy a tocar mal y van a creer que tengo miedo, ¡y yo no tengo miedo!

    Seguimos adelante. Al llegar a la línea férrea, vimos venir a una mujer con unos motetes. Nos preguntó: --Para dónde van. “Para Jinotepe, le contestamos. “No vayan, porque ya se lo tomó el Gobierno”.
EL ADIÓS

    Pero el Doctor siguió adelante con su Estado Mayor; yo con otros dos me quedé, y le propuse que nos escondiésemos en una montañita. Y dije adiós a mi clarín, echándolo en un maizal, y nos quitamos las divisas. Al poco rato nos alcanzó una caballería. Una hilacha roja que había quedado en mi sombrero, nos denunció. Fuimos avanzados, llevándonos a Catarina, donde estaba de Jefe el General Fernando Elizondo, y de segundo un cubano, el general Molé. Nos metieron a la cárcel. El General Elizondo me reconoció, y en la tarde mandó ponerme en libertad; pero yo le dije que no me marcharía sin mis compañeros. También los mandó poner en libertad; pero yo temía que nos asesinaran, y nos quedamos ahí. Entraban indias con motetones de cosas robadas.

    El Doctor Zeledón cuando salimos de Masaya, estaba en la creencia de que el General Portocarrero aun estaba fuerte en Jinotepe… Creía que haya íbamos a continuar la resistencia y que triunfaría…

¡MUERTO!

    Serían como las 5 del 4 de octubre, cuando oí que llegaba la caballería exploradora y uno de los montados dijo al general Elizondo: --¡General, traemos a Zeledón muerto, y herido a Manuel Antonio de la Vega!  --Y todos sentimos como un escalofrío.

    Se acercó despacio una carreta, en la cual había dos cuerpos tendidos. –No, no es Zeledón decían unos –Sí, es él--, exclamaban otros. Yo fui a verlo. Sí: era el doctor ¿cómo me iba a equivocar? El traje que llevaba era el que le había regalado la esposa del Jefe Político de Masaya, doña Ciprianita Noguera. ¡Tenía el cadáver dos balazos: uno en el estómago, y otro de refilón en la frente!... Al General Vega le había dado un balazo en el cerebro. Vivió como quince días más aún y murió en Managua…

    El cadáver del doctor fue bajado, y lo tendieron sobre una chamarra en el corredor de la casa de la Alcaldía. Pasó la noche. Hacía frío. A veces me daban ganas como de llorar, pero los hombres no lloran por los hombres, ¡y el doctor Zeledón era hombre, muy hombre!

    Ya estaba amaneciendo, cuando oí una discusión --- ¡Yo voy a cobar hoyos para es bandido! –decía un soldado con una macana en la mano.

    Acercándome al General Molé, le pregunté: --¿Qué pasa General?

    --Que no quieren ir a cavar el hoyo para tu jefe.

    --Yo voy a abrirlo con estos otros dos, le dije, señalándole a mis dos compañeros.

    Eran como las cinco y media de la mañana. Cojimos (sic) las cobas y las patas, y nos encaminamos al cementerio. Abrimos la sepultura. Cuando estuvo lista, fue el entierro del doctor. Lo enterramos, recuerdo bien, bajo una garuita (sic) una lluvia fina. Aquello era triste y grande. El hombre valiente, el que me había hecho Sargento Mayor el 16 de setiembre (sic), en premio de la gran batalla que dimos el 15, en Masaya, iba a desaparecer para siempre.

    Más o menos eran las nueve de la mañana. Los funerales fueron de héroe, con honores de General. El cañón se reventó y por eso la salva fue de un cañonazo, pero 400 soldados hicieron descarga tras descarga, cuando el cadáver del doctor era bajado al sepulcro… ¡Pa… pá… pá!..  ¡Pá… pá… pá! Y gastaron todo el parque que les quedaba. Y decían ¡Viva Zeledón! ¡Viva Zeledón! Créalo usted que le echaban vivas. Parecía que hubiese sido el jefe de ellos. Pero es que Zeledón, al enterrarlo, vivía más que antes, más que cuando estaba vivo.

    Y cuando oí el toque de los clarines, sentí no tener el mío, para hacerlo sonar fuerte, fuerte, mejor tocado que los otros. (Pantaleón se interrumpe de nuevo, y me dice: Oiga, Jefe. Me estoy impresionando. Déme otros diez centavos para ir a reconfortarme. Se va, y minutos después vuelve:)

    …Sí, yo lo enterré. Yo abrí la fosa. Yo eché la tierra sobre su ataúd. Yo, que fui su clarín. El me había ascendido a Sargento Mayor el 16 de setiembre…
El DESPOJO FINAL

    --¿Y sabe a quien le quedaron las “cosas” del doctor? ¿No lo sabe? Pues le quedaron a uno a quien le decían o le dicen El Gato, de la cantina “Waterloo” de aquí de Managua. A ese Gato le quedaron los dos anillos del doctor, uno con una piedra de azabache y otro con un diamante solitario, lo mismo que su revólver. Y le querían arrancar hasta los dientes de oro. Unos bárbaros, al caer herido de muerte el doctor, intentaron arrancarle el oro en que tenía calzado unos dientes, y alzaron las culatas para darle en la boca, pero el jefe se opuso: --“!El cadáver es sagrado!” Y logró contenerlos.

    Y como en ese momento entra don Pablo Saballos a la oficina de redacción en que escribo, Pantaleón me dice en voz baja: --Ahí donde usted lo ve, este Pablito es valiente. El fue uno de los que salieron rompiendo línea de Masaya, cuando el doctor Zeledón me decía: --¡Pantaleón, toque a degüello!

    Y el viejo soldado se va, repitiendo: --Yo fui discípulo de Máximo Jerez… Yo fui el clarín de órdenes del doctor Zeledón… ¡Yo sé muchas cosas, muchas, para que escriba un libro! ¡Otro día se las voy a venir a contar!

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lunes, 21 de julio de 2014

BODAS DE ORO Y DEMOLICIÓN DEL PRIMER EDIFICIO DEL INSTITUTO PEDAGÓGICO DE MANAGUA (1913 - 1962)

HISTÓRICO EDIFICIO SERÁ DEMOLIDO. En: La Prensa, 13 de diciembre de 1961.  Pág. 16.*

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Un programa para despedir a una vieja casa que será derribada en los últimos días de este mes está siendo elaborado por un grupo de los primero 180 alumnos conque el Instituto Pedagógico de Managua abrió sus cursos en el ya lejano 3 de junio de 1913. El piquete  de demolición iniciará sus labores en la sección donde está la portería que abre sus puertas sobre la Avenida Roosevelt y que ha visto pasar, generación tras generación, a miles de muchachos, unas veces hacia las aulas, otras hacia los hogares, en el vital vaivén de los centros escolares.

Ente los números del programa está la toma de una postrer fotografía, minutos antes de comenzar la demolición de la vieja portería, con un grupo de veteranos de 1913, el más numeroso posible. Encabezan las actividades del mencionado programa los antiguos profesores, egresados del Pedagógico, don Lino González, don Humberto Solís Carnevalini, don Gonzalo Morales y don Adolfo Calero Orozco.

La vieja casa del Instituto antes de ser entregada a los Hermanos Cristianos sirvió como local de los Talleres de la Imprenta Nacional, y fue propiedad del millonario cafetalero del antiguo Managua, don José de la Paz Cuadra, dueño también del terreno del Campo de Marte y de la explanada de la Loma de Tiscapa.

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DEMOLICIÓN DEL VIEJO EDIFICIO DEL INSTITUTO PEDAGÓGICO DE MANAGUA COMENZÓ EL 2. En: La Prensa, 9 de Enero de 1962.


Un grupo de los 200 alumnos fundadores del Instituto Pedagógico de Managua se reunió al pie y en la esquina del viejo edificio que durante 49 años ocupó dicho prestigiado centro de enseñanza, y se tomó una fotografía, el domingo 31 de diciembre, para guardarse un recuerdo de la casona semicentenaria cuya demolición ha comenzado, para levantar en su lugar una construcción de factura moderna.

De aquellos 200 muchachos, una tercera parte ha fallecido, un tanto igual vive en el extranjero y el resto reside en el país, principalmente en la capital.

LOS ÚLTIMOS MAESTROS DE EDUCACIÓN

Sorpresiva fue la solidaria y espontánea presencia de varios antiguos alumnos egresados Maestros de Educación y Bachilleres en CC. Y LL., en 1929, año que, por resolución gubernamental, el Pedagógico fue cesado en su finalidad fundadora: la formación académica de maestros, es decir, la preparación de los servidores sociales que, según Lugones, constituyen “la milicia de la esperanza”.

Antes de la toma de varias fotos en diversos lugres de la vieja casa que el progreso está derribando, se alternaron ideas entre los asistentes respecto a la celebración, dentro de año y medio de las Bodas de Oro del I.P.M.

MEMORIA DE CINCUENTA AÑOS

En términos generales se sugirió la impresión de una Memoria del hecho trascendente de la fundación y de sus proyecciones dentro de la cultura nacional durante 50 años. El Hermano Andrés y don Adolfo Calero Orozco se encargarán de lo relativo a dicha Memoria. Igualmente se convino en la erección de una lápida conmemorativa en la esquina frente al Campo de Marte, construida sobre una piedra del viejo edificio.

Por unanimidad se dispuso que el Hermano Director del Pedagógico reciba y maneje la contribución económica para las Bodas de Oro, que será una cuota primera e inicial de cincuenta córdobas para cada alumno antiguo fundador.

DISTINCIÓN DEL CONGRESO

El Doctor Mariano Valle Quintero, Diputado y exalumno, informó que introduciría al Congreso Nacional un proyecto para otorgar a los Hermanos Cristianos una distinción sobresaliente, ante su labor tesonera de medio siglo en pro de la niñez y de la juventud nicaragüense.

Ante la movilización general de los millares de antiguos alumnos, de los que en breve iniciará la Directiva de la Asociación Lasalle de Managua, varios concurrentes sugirieron la realización de un gran desfile de un mínimo de 5,000 entre exalumnos y alumnos actuales, hacia el Cementerio General, en visita recordatoria y colocación de ofrendas florales sobre las tumbas de Hermanos y antiguos alumnos.
COMITÉ PROVISIONAL RATIFICADO

Presidió la asamblea el Hermano Sebastián, Director del I.P.M., y dirigió los debates el Profesor Lino González M., acompañado de los integrantes del Comité Provisional de matriculados en 1913: “Don Manuel Ramírez M., Don Adolfo Calero Orozco, don Alejandro Soto Palacios, Doctor León Barrios, Monseñor Gonzalo A. Mendoza, Doctor Manuel A. Marenco, Don Gonzalo Morales, Profesor Balbino Alegría, Don Pablo Emilio Aragón, Don Humberto Solís Carnevalini  y don Edmundo Mestayer.

Este Comité de 12 miembros fue confirmado en propiedad. Sesionará una vez al mes y presidirá cada dos meses las reuniones generales de los matriculados hace 49 años. Su primera reunión se efectuó el domingo a las 11 a.m., en el Pedagógico.

Ratos de grata recordación y de emotivas remembranzas de los lejanos tiempos estudiantiles pasó el medio centenar de asistentes en el hogar acogedor del Alma Mater. El convivio agradable y fraternal, con el ir y venir de anécdotas y chistes y bromas del ayer escolar, elevó su tónica con las exquisitas atenciones del Rvdo. Hermano Director y de otros Hermanos que compartieron el rato con los antiguos alumnos fundadores.

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* De nuestro Archivo Histórico Hemerográfico (Vertical) "Dr. Eduardo Pérez-Valle".

SANTO DOMINGO DE GUZMÁN O SAN MIGUEL ARCÁNGEL: DOS SANTOS PATRONES PARA EL ZANGOLOTEO FIESTERO...

EL ROSTRO DEL PATRONO DE MANAGUA EMERGE DE LAS RUINAS… En: Semana, 28 de mayo de 1972.

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La cabeza de San Miguel Arcángel ha sido encontrada en Managua… destruida. Se trata de Santo Patrono de Managua, cuya parroquia fue destruida por el dictador José Santos Zelaya más o menos en 1904.

Así lo afirma el padre Miguel Chaverry, relacionista público de la Curia de la capital. El religioso manifiesta que San Miguel Arcángel estaba en la principal parroquia de esta ciudad.

¿CUÁL ES  LA HISTORIA?

Dice Echaverry que las efervescencias políticas hostilizaron las relaciones entre la iglesia y el viejo dictador Zelaya, quien mandó expulsar a curas y expropió el templo San Miguel Arcángel.

¿Dónde estaba ubicado el templo? El cura añade que en esa época estaba asentado donde es hoy el Mercado San Miguel. Zelaya mandó que botaran la iglesia, dijo Chamorro.

RESCATE RELIGIOSO EN EL PELIGRO

Apunta el apóstol católico que un grupo de feligreses enardecidos se enfrentaron a la guardia de Zelaya y lograron rescatar la imagen de San Miguel Arcángel, cuando destruían el templo.

Intacta, la imagen fue trasladada a la Iglesia San Antonio. Allí estuvo hasta que en 1931 el terremoto de Managua la sepultó bajo los escombros de la iglesia dijo el padre de la curia.

Expresa que al reconstruir el templo, se encontró sólo la cabeza. El resto del cuerpo de la imagen había sido totalmente destruido.

CABEZA “REFUGIADA” DURANTE 41 AÑOS
















A raíz de eso, el padre Mendoza se llevó la “cabeza” de San Miguel Arcángel a El Calvario y  allí la tuvo hasta en 1972.

La cabeza es tallada en jobo, sus ojos son azules como los de un vikingo, el cromo que le pusieron es bello y permanece firme, declaró Chaverry.

El sacerdote relata que la “cabeza” fue devuelta por el padre Mendoza en vista de la decisión del Arzobispo de Managua de construir la iglesia San Miguel Arcángel entre Las Brisas y Linda Vista.

Para ello ya fue adquirido el terreno que tiene un costo de 50 mil córdobas. “Será un iglesia diferente  a todas en Managua, un estilo completamente nuevo. Todavía no sabemos cuánto costará, porque la compañía constructora no ha elaborado los planos, dijo.

¿SIGUE SIENDO PATRONO DE MANAGUA?

Preguntado el teólogo de la Curia de sí San Miguel Arcángel sigue siendo Patrono de Managua, contesta: “Conforme el Derecho Canónico, San Miguel Arcángel continúa siendo el Patrono de esta ciudad.

Afirma que las fiestas en honor a San Miguel Arcángel eran antaño como la de Santo Domingo de Guzmán.

¿Y el nuevo patrono de Managua, cómo queda, Padre Miguel?
– No sabría qué contestar, pero la verdad es que San Miguel Arcángel continúa siendo el Santo Patrono de Managua, recalcó el sacerdote.

LOS TRES “MIGUELES” JUNTOS

Un hecho curioso es que el padre se llama Miguel Chaverry, la iglesia a construirse San Miguel Arcángel y el Santo Patrono, San Miguel Arcángel.

Tal vez influido por su nombre, Chaverry tiene la esperanza de que San Miguel Arcángel le “quite su puesto” a Santo Domingo de Guzmán.

Por otro lado, el referido padre está vendiendo bonos a diez córdobas para pagar el valor del terreno en que construirá el templo.

Chaverry fue nombrado por el Arzobispo para ejercer la parroquia de San Miguel Arcángel, la cual tendrá (o ya tiene) jurisdicción en Las Brisas, Linda Vista;  Colonia Morazán, se extiende más al lago y por el otro lado hasta la Carretera Sur.

SAN MIGUEL CON ESPADA DE PLATA

Informó Chaverry que una familia particular que vive por el parque Candelaria posee una imagen de San Miguel Arcángel. El Santo aparece con una espada de plata en la mano. Es una representación muy bella y perteneció a una de las iglesias de la capital, manifestó.

Concluyó diciendo que esa familia ha cedido la imagen a la nueva parroquia y que será llevada en “manifestación especial” a Linda Vista en septiembre próximo. 

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sábado, 19 de julio de 2014

DOCTOR JOSÉ DEL CARMEN BENGOCHEA, FUNDADOR Y DIRECTOR DEL PRIMER HOSPITAL GENERAL DE MANAGUA,

VIDA, PASIÓN Y MUERTE DEL VIEJO HOSPITAL GENERAL. Por: Enrique Rodríguez C. En: Novedades, domingo 13 de enero de 1963.
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Una dramática carta enviada el 7 de junio de 1875 por el doctor José del Carmen Bengochea a la Junta de Caridad (ahora Junta Local de Asistencia Social), pintando el cuadro doloroso que presentaba el pueblo nicaragüense, a causa de las enfermedades y la desnutrición, motivó la creación del Hospital General de Managua, inaugurado el 2 de mayo de 1879.

NACIÓ EN RIVAS

El doctor Bengochea era un eminente médico nacido en la ciudad de Rivas, que siendo de cuna humilde logró fundar una de las más distinguidas familias, luego de establecerse en esta capital. Su título de Médico-Cirujano lo obtuvo en la República de Guatemala, después de presentar brillantes exámenes finales.

En Mangua vivió con su familia en una hermosa casa situada en la esquina opuesta al Hotel Gloria, donde funciona ahora la firma CYMSA, Camiones y Maquinarias, S.A.

CARTA AL SECRETARIO DE LA JUNTA

La carta fue dirigida por el doctor Bengochea al Secretario de la Junta de Caridad, haciéndole ver la necesidad de establecer un Hospital que llenara las necesidades del pueblo nicaragüense, al que había servido por muchos años con abnegación y desinterés.

VALIOSA COOPERACIÓN DE CAFETALERO

Así pasaron cuatro años, hasta que en la administración del General Zavala, gracias a la altruista cooperación del rico cafetalero, don José Ángel Robleto, originario de Granada, se logró fundar el primer hospital de Managua, ubicado en un pequeño edificio y en los mismos terrenos en que estuvo funcionando hasta el 3 de Enero del año corriente.

El señor Zavala era uno de esos cafetaleros que viajaban a Europa a vender sus cosechas, aprovechando para conocer todos los países del Viejo Continente que estaban a su alcance. Se cuenta de él la siguiente anécdota: Estando ya aburrido de conocer todos los países del mundo, manifestó su deseo de conocer la cárcel. Fue así que cometió una falta de policía y tuvo que permanecer en prisión varios días, satisfaciendo así su capricho.

El señor Robleto estableció una casa comercial en Managua y vivía en una de las residencias mejores de ese tiempo, ubicada frente al Almacén de José Benito Ramírez, abarcando hasta donde se encuentra el almacén New York, que se incendió el 1º de Enero del corriente año.

Fue él quien dio terrenos, hizo un depósito de dinero y dio un seguro para la construcción del Hospital y para la instalación de los equipos necesarios.

UNA CASA DE ASILO

En sus primero años, el Hospital General de Managua era más bien una casa de asilo para los enfermos, ya que no contaba con equipo quirúrgico suficiente ni con sala de operaciones. En él prestaba sus valiosos servicios profesionales el propio doctor Bengochea. El edificio abarcaba toda la manzana como lo recientemente desocupado, sino que ocupaba toda la zona situada frente a la antigua ermita de San Pedro; en la zona norte o sea donde funciona el Hospital del Seguro Social, habían varias residencias que luego fueron adquiridas por la referida institución.

Poco a poco, el Hospital fue mejorando en todo sentido. Su edificio fue ensanchándose y se adquirió lo indispensable para prestar debida atención a todo aquel ciudadano que por su indigencia, no podía pagar los servicios de un médico particular.

PRIMERA SALA DE OPERACIONES

En la época del doctor Rodolfo Espinoza, a principios de siglo, se crearon la primera sala de operaciones y el primer departamento de enfermedades infecto-contagiosas. Después se estableció otra más moderna sala de operaciones obsequiada por la distinguida dama, doña Lastenia Tefel, por lo que fue bautizada con el nombre de “Sala Lastenia”. Esta es la misma sala que funcionó hasta el 3 de Enero corriente, ya con mejores equipos.

En la sala “Lastenia”, los primeros en practicar exitosas operaciones fueron los doctores: Luis H. Debayle, José Martínez, de Granada; Rodolfo Espinoza, quien fue Vicepresidente en tiempos de Sacasa; David Campani, David Stadthagen y Alberto C. Ramírez.
MUERE EL DOCTOR BENGOCHEA

Años después, el doctor Bengochea, a cuya iniciativa se debe el establecimiento del Hospital General de Managua, se retiró a la agricultura, dedicándose a cultivar café en una hacienda situada en el kilómetro 18 de la carretera al Sur. Su muerte se produjo el 2 de Septiembre de 1921, a los 75 años de edad.
ANTIGUA CAPILLA DEL HOSPITAL GENERAL DE MANAGUA, REEMPLAZADO POR EL HOSPITAL "EL RETIRO"
ODISEA DE UN MÉDICO

Uno de los médicos que más eficientes servicios prestó a dicho Hospital fue el señor Pedro Pablo Álvarez, quien nos suministró estos interesantes datos. El doctor Álvarez ingresó como médico de la Sala San Vicente, recién llegado de El Salvador, donde se graduó. Él entró en sustitución del doctor Francisco Baltodano, quien pasó en tiempo de don Carlos Solórzano a ser médico de la Contabularia.
El nombramiento del Dr. Álvarez fue hecho por el entonces Presidente de la Junta Local de Beneficencia, don Carlos Báez.

En 1926, el doctor Álvarez fue nominado Candidato al Diputado por el Partido Liberal Nacionalista por el Cantón de Santo Domingo, pero como la situación se agravó, fue recluido en la Penitenciaría. Allí se le notificó más tarde que debía incorporarse al equipo médico de las fuerzas que combatían al General Moncada y fue así como llegó hasta Laguna de Perlas.

Después de la Revolución Constitucionalista, el doctor Álvarez se quedó en Bluefields por varios años, ejerciendo su profesión. Ya en 1945 volvió a Managua  pasó de nuevo a prestar servicios en la Sala San Vicente del Hospital General. Más tarde fue transferido a la Sala Guadalupe, sección de Medicina de Mujeres, de donde fue elevado al cargo de Director General del Hospital General en 1956.

HOMENAJE DE RECONOCIMIENTO A FUNDADORES

Fue el doctor Álvarez quien desde el cargo de Director del Hospital General de Managua, se preocupó por establecer quiénes fueron los verdaderos fundadores de dicho Centro.

Por medio de laso familiares del doctor Bengochea y del señor Robleto, obtuvo fotografías de los mismos que colocó en lugar preferente del Hospital, durante una significativa ceremonia que tuvo verificativo el 2 de mayo de 1959, y que fue aprobada con entusiasmo por la Junta Local de Asistencia Social, integrada en ese entonces por el doctor René Schick Gutiérrez, como Presidente; Secretario, doctor Vicente Navas Arana y los miembros, don Gustavo Raskosky y don Gustavo Cantón, que se hicieron presente en el magnífico acto de reconocimiento a esas dos grandes figuras.

ALGUNOS DIRECTORES DEL HOSPITAL


El doctor Pedro Pablo Álvarez, con gran amabilidad suministró además los nombre de los Directores que recuerda tuvo el Hospital General de Managua. Ellos fueron: Dr. Octavio Cortés, quien desempeñó por muchos años esas funciones, sin goce de sueldo; don Ángel María Pérez, doctor Adrián Guerrero, doctor José Dolores Tigerino y el doctor Germán Castillo, último Director del viejo Hospital que ha sido abandonado a los 84 años de su nacimiento. 
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viernes, 18 de julio de 2014

MAGISTRADO DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA A LOS VENTINUEVE AÑOS. Por: Juan García Castillo. En: El Centroamericano, 29 de agosto de 1967.

MAGISTRADO DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA A LOS VEINTINUEVE AÑOS Por Juan García Castillo. En: El Centroamericano, 29 de agosto de 1967.


* Hombres íntegros del Managua de ayer

*Falló en un juicio contra un todopoderoso.- 

* Aspectos de su vida como ciudadano y funcionario.

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El Doctor Fernando Saballos, quien tuvo una honrosa ancianidad y ya falleció hace cuatro años, fue el Magistrado más joven que ha existido en la Corte Suprema de Justicia de Nicaragua.

Nativo de esta capital, hijo del general Hipólito Saballos, de grata memoria, fue uno de los más brillantes alumnos de la Facultad de Derecho de Guatemala, habiendo merecido honrosas menciones.

A su retorno de aquel país el joven abogado vino, con ideas de avanzada. Había nutrido su cerebro al calor de las enseñanzas de los eminentes profesores de la Universidad chapina. En esa época en la hermana mayor de Centro América, predominaba un liberalismo radical.

El regreso de Fernando Saballos ya con su título, fue un acontecimiento en aquellos tiempos, hace más de medio siglo y desde luego el general Zelaya que gustaba rodearse de jóvenes de talento, invitaba frecuentemente al doctor Saballos a las fiestas: manifestaba una especial simpatía por el joven profesional. Trataba de atraérselo, sobre todo que era hijo del General Hipólito Saballos, de ideas conservadoras. Un día quedó vacante la judicatura de Distrito del Crimen de la capital y  el cargo fue ofrecido al novel abogado, quien lo declinó, porque según dijo, le gustaba el ramo de lo civil.

Pero el general Zelaya que demostraba especial simpatía para el profesional mencionado, poco después lo nombró Juez de lo Civil, cargo que ya no pudo declinar.

CONOCE DE UN FAMOSO JUICIO

En esa época, la sensación del día era el famoso juicio entre don José Dolores Gámez  y la firma Chamorro. El juicio era por varios millones de pesos. Como se sabe, don José Dolores Gámez, una de las partes, era nada menos que factotum en el gobierno del General Zelaya y desde luego el astuto político, trató de muchas maneras de que el joven juez le “diera la justicia”, insinuándole ésta o aquella fórmula del fallo.

Pero el joven juez, estudiando con verdadera imparcialidad el asunto, dictó una sentencia desfavorable para don José Dolores Gámez. Ese se puso furioso, y como hombre de gavetas, esperó la primera oportunidad para vengarse.

Estalla la guerra de 1907. El país en estado de guerra. Los tribunales de justicia cerraron sus labores y el doctor Saballos, que era muy amigo del General Nicasio Vásquez, segundo Jefe del Ejército y deudo del general Estrada, que era el comandante en jefe, se alistó en el Estado Mayor del primero. Terminó la contienda, y el Doctor regresó a Managua para encontrarse con la noticia de que había sido sustituido en su cargo de juez de lo civil, “por haber abandonado su puesto”, acuerdo que fue firmado por el Ministro don José Dolores Gámez. El omnipotente se había vengado del íntegro juez que honesto e imparcial había fallado, sin tomar en cuenta la alta posición e influencia de una de las partes.

MAGISTRADO A LOS 29 AÑOS

Su separación del Juzgado de Distrito de lo Civil y la maniobra del todopoderoso Ministro, con un funcionario que no había cedido, ni al halago, ni a las amenazas, agrandaron la personalidad del doctor Saballos, que también tenía amigos poderosos en el régimen.

Y cuando se trató de llenar una vacante de Magistrado a la Corte Suprema de Justicia, su nombre fue lanzado entre los miembros de la representación nacional de aquel entonces como candidato para ese cargo.

El General Zelaya, como era costumbre aquel tiempo, como ha sido de rigor en Nicaragua en todos los tiempos recomendaba que eligieran al Doctor Moisés Berríos, pero los Generales Estrada y Vázquez, que tenían un fuerte arraigo político, sobre todo, después de la guerra de Honduras, opusieron al candidato recomendado por el todopoderoso gobernante, desafiándolo, el nombre del Doctor Saballos y lograron obtener los votos suficientes para ganar su elección. Así resultó electo Magistrado a la Corte Suprema de Justicia, a los 29 años de edad el doctor Fernando Saballos contra la voluntad del General Zelaya. Ya el General Estrada, comenzaba a mostrar también la garra de su popularidad al General Zelaya de quien estaba distanciado políticamente. Fue juramentado el Doctor Saballos como Magistrado, precisamente en esa casa que está frente a “La Prensa”  y que por muchos años fue sede de aquel tribunal.

INDEPENDENCIA DE CARÁCTER

Relato este episodio de la vida de un Managua auténtico del ayer, porque fue uno de los pocos liberales que ha mantenido su independencia de criterio, fiel siempre a la legalidad y a la justicia.

Su último acto de rebeldía contra los regímenes dictatoriales fue cuando durante el gobierno del General Somoza García, siendo Magistrado del mismo tribunal de justicia, renunció antes que someterse a la voluntad y a las recomendaciones del extinto gobernante nicaragüense.

El Doctor Saballos, octogenario ya, llevó una vida tranquila, llena de merecimientos y fue ejemplo de lo que vale ser digno y honesto, leal a su profesión, a la justicia, a su credo político, fiel a sus principios: sin desmayos, sin claudicaciones. Era de los managuas de ayer, de hoy y de siempre, porque supo ser íntegro en sus convicciones, en su vida toda.

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miércoles, 16 de julio de 2014

CUATRO GRABADOS DE MEDIADOS DEL SIGLO XIX: EL LAGO DE MANAGUA, SAN JUAN DEL NORTE, EL RÍO RAMA Y LAS MONTAÑAS DE CHONTALES. Por: Dr. Eduardo Pérez-Valle

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EL LAGO DE MANAGUA Y EL VOLCÁN DE MESSIAH, NICARAGUA. DIBUJO DE 1857.

Por: Dr. Eduardo Pérez-Valle

Este dibujo apareció en el Frank Leslie᾽s Illustrated Newspaper, del 25 de Julio de 1857. El artista es George W. Bowly, quien escribió sobre la escena que representa esta grabado, un largo artículo titulado Viaje a las Minas de Oro de Nicaragua.

Sobre esta escena él escribe: “Logré ascender a la cima en donde la vista que surgió ante mí fue de inmenso valor. Fue un paisaje como nunca antes había visto o volveré a ver, domando todas las tierras bajas de Nicaragua, lago de Managua, así como los volcanes Mombacho, Messiah, El Viejo y la Isla Montaña de Ometepe. Desde este punto podía admirar las tierras bajas del departamento de Rivas al Sur, las montañas de Matagalpa al Norte, al Este las de Chontales y los niveles planos de León hacia el Oeste, y con El Viejo al extremo derecho y el Messiah rodeado de nubes de humo que flotaban a cienes de millas sobre el Océano Pacífico”.

La escena representada es, probablemente la laguna de Masaya, y el volcán del mismo nombre con el lago de Managua al fondo. En el mismo artículo, el autor se equivoca cuando se refiere a Tipitapa como “Sippi-Sapa”.

El autor del dibujo y del artículo que lo acompaña, George W. Bowly, se sitúa en Granada, con varios compañeros, en el mes de junio de 1854, en pleno sitio de la ciudad por Jerez y sus 800 hombres. Concluidos los negocios que motivaron su presencia en Granada, emprendió viaje a la región minera de Matagalpa. El guía era un cebollero de Sébaco, a quien hubo de abandonar porque ocasionaba constantes atrasos. Siguió el camino de Los Cocos, conociendo el palo de hule, gigante vegetal, y el matapalo, asesino del bosque. El canto de los gallos en el camino le hace tronar contra “la degradante práctica de echar a pelear estos nobles animales, de los cuales en cada casa hay de dos a doce atados a sus estacas; y los curas tienen más que los feligreses”. En Tipitapa había una guarnición del gobierno enganchando reclutas.

Llega a la Concepción, a media distancia entre el Lago de Managua y las montañas de Boaco, en zona riquísima en palo de tinte. Adelante el paisaje se tronó desértico: se acabó el palo de tinte y lo sustituyeron jícaros. Bowly se refugió en una vieja casa del camino, habitada por una anciana de buena estirpe granadina reducida a la miseria por las guerras intestinas, dedicada a la enseñanza de párvulos. Pudo ver y visitar, dice el autor, cerca de la cabaña que le acogía, un campamento de indios matagalpas que se dirigían a Granada, con el cacique y su hija. Sitúa este episodio justamente después del primer sitio de Granada, es decir, en febrero de 55.
Continuando la narración de su viaje, dice Bowly: “Mi camino iba ahora desde el nivel del lago a la cima de la montaña, una serie de empinados ascensos; una vía llamada en un tiempo camino real, ahora mermada y destruida hasta ser casi intransitable. Logré subir, sin embargo, después de cinco horas de trabajo, hasta la cima, donde se presentó ante mis ojos un paisaje que me recompensó debidamente, una vista como nunca había admirado antes ni admirado después, dominando casi todas las tierras bajas, el lago de Nicaragua y el de Managua, y  los volcanes Mombacho, Masaya, El Viejo y la isla montaña de Ometepe. Desde ese punto de vista podía ver las llanuras del departamento de Rivas, al sur, las montañas de Matagalpa, al norte, las de Chontales al este y  la uniforme llanura de León al oeste, con El Viejo al extremo derecho; y el volcán Masaya arrojando nubes de humo que flotaban unas cien millas sobre el océano Pacífico”.

La narración continúa por buenos párrafos más; pero es evidente que los que acabamos de copiar no se refieren al dibujo reproducido aquí, cuyo punto de vista parece estar situado en la región de Pacaya o muy cerca al sur de Masaya. Por otra parte, tanto el dibujo como el relato contienen una fuerte dosis de fantasía.

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SAN JUAN DEL NORTE, NICARAGUA. DIBUJO DE 1855

Por: Dr. Eduardo Pérez-Valle

El dibujo fue tomado del Frank Leslie᾽s Illustrated Newspaper, del 22 de Diciembre de 1855, bajo el título de Greytown.

El presente artículo explica que, “Por casi 300 años, San Juan del Norte era prácticamente desconocido para el resto del mundo, con excepción de unos cuantos españoles. Posteriormente, con la apertura de minas de oro en California, San Juan del Norte, se convirtió en un lugar muy importante debido a su situación geográfica, ya que presentaba la ruta más corta para las expediciones de los estados del Atlántico hacia los puntos más distantes del Pacífico. El puerto es sumamente seguro para que los barcos y a lo largo de toda su ruta presenta lugares muy pintorescos”.

“San Juan de Nicaragua”… “literalmente desconocido para el mundo” antes del descubrimiento de los campos auríferos de California, reza el periódico de Leslie. Lo cierto es que desde el descubrimiento del río San Juan en 1539, su puerto comenzó a ser ampliamente conocido y frecuentado en relación al comercio con las Antillas, Castilla del Oro y Nueva Granada (especialmente con Nombre de Dios, Cartagena  y Portobelo) y al tránsito de viajeros.
El cuadro representa la bahía o puerto de San Juan y el poblado formado en sus orillas, solamente dos años y cinco meses después de su bárbara destrucción a cañonazos por el barco de guerra Cyane, de los Estados Unidos (13 de julio de 1854). El grabado nos muestra el pueblo reconstruido “y mejorado” por los antiguos habitantes.

El acto bochornoso e incivilizado del bombardeo de San Juan del Norte marca el clímax de una serie de hechos internacionales caracterizado por los abusos de poder y violencia. Según la interpretación estadounidense del Tratado Clayton-Bulwer de 1850, tanto el territorio de la Mosquitia como San Juan del Norte (Greytown), debían ser desocupados por Gran Bretaña, a lo cual ésta se negaba, pues no reconocía al tratado efecto retroactivo. 

Obedeciendo consignas británicas, los miskitos decretaron puerto libre (1852) a San Juan, y establecieron un impuesto de portazgo para mantenimiento de la ciudad. El Prometheus, de la Compañía del Tránsito, se negó a pagarlo. La autoridad miskita quiso embargar el barco, pero fue rechazada. Un bergantín británico interceptó al Prometheus cuando ya se deslizaba fuera de la bahía y Vanderbilt hubo de pagar este y otros adeudos rezagados, bajo protesta. El gobierno británico desaprobó la intervención. Pero la municipalidad miskita quiso obligar a los del Tránsito a cumplir disposiciones arbitrarias dictadas sólo con miras a favorecer el comercio local, entre ellas la de desmontar sus instalaciones en Punta de Castilla y construirlas junto al poblado. Al no ser acatadas estas órdenes, un alguacil con gente armada procedió al desmantelamiento. La Compañía pidió protección al gobierno de Estados Unidos, y éste envió a la corbeta Cyane, al mando del capitán Hollins, que llegó justamente a tiempo para impedir una segunda etapa en la labor de destrucción de las viviendas. Los miskitos arriaron bandera, y bajo auspicios del cónsul británico, se constituyeron nuevas autoridades nicaragüenses.

El 5 de mayo de 1834, por causa de un robo en bienes de la Compañía, ocurrió un roce grave entre sus empleados y autoridades de San Juan del Norte, que incluso prendieron a varios funcionarios norteamericanos. La hostilidad continuó hasta culminar con la muerte de un nicaragüense por un tiro de fusil, y poco después con una herida en el rostro del ministro de Estados Unidos, Borland, causada por una botella disparada por mano anónima.

El 11 de julio fondeó nuevamente en San Juan del Norte la Cyane, y el capitán Hollins dispuesto a exigir excusas e indemnizaciones. Fue anunciado por medio de carteles que de no cumplirse las exigencias, el poblado sería cañoneado a las 9 de la mañana del día 13. Los habitantes huyeron al monte. El vice-cónsul británico y unas cincuenta personas entre mujeres y niños, se acogieron al Bermuda, barco de guerra de la Marina Real. A la hora fijada los cañones de la Cyane abrieron fuego sobre el poblado con bombas y balas rasas. Fue un total de una hora y  treinta y cinco minutos de intenso bombardeo, repartido en tres etapas, al final de las cuales bajó a tierra un pelotón de marinos para dar fuego a lo que quedaba de las casas. No quedó un solo techo bajo el cual guarecerse, como consecuencia de aquella medida de extrema barbarie. 

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EL RÍO RAMA, NICARAGUA. DIBUJO DE 1867

Por: Dr. Eduardo Pérez-Valle

Tomado del Harper᾽ s Weekly, del  19 de Octubre de 1867.

“Efectuando un viaje de reconocimiento en Centroamérica para estudiar la construcción de un ferrocarril a través del istmo de Nicaragua. Flotando en una balsa sobre el río Rama”.

En 1866 la Central American Transit Company, además de sufrir dificultades económicas que habían limitado su actividad a sólo transportar pasajeros a través del istmo centroamericano, tuvo que afrontar el problema de la navegación en el propio puerto de San Juan del Norte.

Hasta 1857 la barra tuvo unos 23 pies de profundidad. La franqueaban los vapores oceánicos de la misma compañía, que llegaban a fondear cómodamente en la bahía, frente a punta de Castilla, y los vaporcitos del Río atracaban a sus costados para trasbordar los pasajeros.

Y el año siguiente un terremoto levantó el fondo de la barra, reduciendo la profundidad a menos de 10 pies, por lo cual los barcos de gran calado no pudieron volver a cruzarla. Además se produjeron otras graves consecuencias: se redujo aún más el caudal de aguas del San Juan; aumentó el depósito de arenas en la bahía; y  se acreció más y más el flujo de aguas desviadas hacia el Colorado.

En 1865 el 90% de las aguas iban para el Colorado y  sólo el 10% por el antiguo brazo principal: exactamente lo contrario de lo que ocurría unos 17 años antes (1848).

Esta situación se hubiera podido remediar refugiándose los barcos en la boca del Colorado; pero aquí no existe bahía que hubiese podido servir de puerto.

Encarado el problema, el capitán ingeniero G. C. West, del Departamento de Estudios Costeros de Estados Unidos, propuso, contra la muy costosa de dragar el San Juan, revertir las aguas del Colorado y construir obras de conservación, la solución de utilizar como puerto la bahía de Monkey Point, y como vía de acceso el brazo del Colorado, cuya profundidad oscilaba entre 5 y  13 pies (1865). Lo propuesto por West fue aceptado en principio por Morris, presidente de la Compañía del Tránsito.

Por otra parte, en 1863 el gobierno de Nicaragua había otorgado contrato al comandante Bedford Clapperton Trevelyan Pim de la Marina Británica, quien ya había abierto una trocha y efectuado estudios topográficos, autorizándole a construir un ferrocarril de Monkey Point a El Realejo. Ya desde 1859, año en que concibió su idea, Pim había obtenido una concesión de tierras atlánticas de parte del Rey Mosco.

El presidente Morris pensó al momento en la posibilidad de utilizar para su compañía el proyectado ferrocarril de Pim en su primera sección hasta San Miguelito, y tuvo en consideración la idea de construir un ramal complementario en el istmo de Rivas.

Pero en 1865 la nueva directiva con W. H. Webb en la presidencia abortó la idea de Pim y los planes de Morris. Este mismo año el primero obtuvo mejoras en las condiciones del contrato con el gobierno de Nicaragua, tendientes a incrementar el interés de los futuros socios de la Nicaraguan Railway Company, fundada por él en 1866. Más los capitalistas ingleses, a quienes quiso atraerse, no respondieron sino con un 25% de la suma requerida.

En febrero de 1867 Pim trató con Webb la posibilidad de combinar los servicios del ferrocarril y la línea del Tránsito, según la vieja idea de Morris. Acordaron que el primero se trasladaría a Nicaragua para abrir una trocha en la ruta propuesta; después vendría un ingeniero de Webb para levantar un informe. Pim cumplió su compromiso, abriendo la trocha, de 101 millas. Pero cuando regresó a New York, Webb y su directiva habían cambiado totalmente de opinión en cuanto al proyecto. Pim, descorazonado, se fue a Inglaterra y traspasó su concesión de tierras a Morris, quien formó la corporación New Jersey and Pacific Transportation and Nicaragua Railway Company, que también fracasó.

Creemos que está bien fundamentada nuestra opinión de que la escena en el grabado guarda estrecha relación con los trabajos de Pim en Nicaragua. 

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LAS MONTAÑAS DE CHONTALES. DIBUJO DE 1857.

Por: Dr. Eduardo Pérez-Valle

Tomado del Harper᾽ s Weekly, del  25 de Abril de 1857.

El autor desconocido del presente artículo fue miembro de un grupo de 10 soldados extranjeros asociados con William Walker y 6 nativos, que juntos exploraron la región de Chontales, buscando a los líderes del Partido Chamorrista.

El artículo que acompaña a este grabado lleva por título: “Vida de un explorador en Nicaragua: Los llanos de Chontales”. Su autor es el doctor Philip M. Whelpley médico acompañante del coronel Byron Cole en un recorrido por tierras chontaleñas, de que se ocupa el relato. Una primera entrega de Whelpley ha había sido publicada por el Harper᾽ s el 21 de marzo del mismo año, bajo el título “Vida de una explorador en Nicaragua: Una narración personal”.

En julio de 1856, dieciséis exploradores voluntarios, cuyo jefe era Byron Cole, se embarcaron en Granada, rumbo a la costa de Chontales; pero tuvieron que refugiarse en Los Cocos y después en Malacatoya, donde Cole resolvió continuar por tierra. El objeto del viaje era obtener ganado para Walker, “para la guerra contra León”, y acopiar información de todo tipo sobre la región. En Malacatoya Cole dio licencia a seis de sus acompañantes para volver a Granada. Sólo quedaron diez filibusteros frente a la aventura: el coronel Byron Cole, el capitán Hoof, el capitán “Curly”, Charles Leroy, WilliamWest, Charles Docherty, el “General Goicuría”, “el Carnicero”, “el Larguirucho” y “el Doctor” (Whelpley).

Bien provistos de caballerías, cruzaron el Malacatoya en el Vado del Tabacal, y por Catarina avanzan hacia Masapa “sobre las montañas, por un camino empinado y áspero”, donde “las veredas de mulas son peligrosos despeñaderos que obligan a desmontar y dejar que las mulas se arrastren cuesta abajo”. Siguieron por San Lorenzo, y en la sierra próxima a Comalapa, pudieron admirar un paisaje magnífico, con el Lago, el Mombacho, Ometepe y el volcán de Masaya.

En Comalapa se libran de caer en una emboscada preparada, según informes que les dan en San Lorenzo, por un Chamorro acuerpado por 200 nicaragüenses. Cruzan dos serranías para alcanzar la llanura de Camoapa. Escuchan cuernos de guerra por doquier. Ascienden al plateau que alimentan los ríos Mico y Bluefields (Siquia), y se encuentran frente al paisaje que parece haber inspirado el dibujo que comentamos: a veinticinco leguas de distancia, al norte y al oeste, estaban las montañas de Matagalpa, con “sus picos” inmensamente altos, aislados y desnudos, como los dientes de un tiburón, sin base aparente, flotando sobre un lecho de selvas continuas, ondulantes y nebulosas. Más allá no había horizonte, sino tierra y cielo confundidos; y las planicies entre los dientes rocosos deban el aspecto de glaciares o campos de hielo en declive. El primer pico, al extremo de la serranía, estaba separado de ésta por un corto intervalo. La cordillera se extendía hacia el noroeste, juntándose con las sierras orientales de Segovia sobre el valle del río Wanks”.

Llegaron a Camoapa, pueblo indígena rodeado de mangos y naranjos, con dos alcaldes de vara y 800 habitantes descalzos, de cotona y pantalón blanco y sombrero de paja. Pasaron a Juigalpa, galopando entre dos sierras paralelas, y  luego hacia Acoyapa, donde esperaban encontrar todo un ejército enemigo, por ser la cabecera de Chontales, y refugio político de disidentes. Por cauces secos y veredas del ganado fueron visitando las grandes haciendas, dejando órdenes escritas de enviar la correspondiente cuota de reses. Salieron de los “valles alpinos” de Juigalpa hacia Acoyapa por el puerto de Lovigüisca, con vista hacia el oriente, ancha y placentera. Sobre una pequeña planicie elevada, que se desprende del flanco de la montaña como un escalón para bajar al llano, estaba Lovigüisca; y a un nivel inferior como 100 pies, en la llanura general, allí estaba Acoyapa, meta final de la expedición. Como de Lovigüisca habían dado aviso de la presencia de los filibusteros echando a vuelo las campanas, y numerosos montados se vieron desde lo alto correr desenfrenadamente hacia la población, los filibusteros se apresuraron a entrar al galope en la plaza, a mediodía, y tomaron posesión del cabildo y del cuartel.

Hubo atenciones de parte del alcalde y de don Leandro Zelaya, notable del lugar, quien invitó a su casa a los jefes de la expedición. Mientras, en la iglesia celebran misa “con música gloriosa de violines, violoncellos y oboes”. De pronto Cole dio orden de montar. Galoparon hacia el este y girando en redondo por el sur alcanzaron la costa y siguieron por ella hacia Masapa y San Lorenzo. Era que Cole había sabido que 200 nicaragüense unidos a 25 desertores norteamericanos a las órdenes de Turly los estaban esperando en la hacienda de un Chamorro, a dos millas de Acoyapa, para aniquilarlos.

Volvieron a Masapa por San José Candelaria y San Lorenzo, mientras el enemigo se había ido persiguiéndolos camino de Juigalpa y Comalapa, por la montaña. De regreso en Granada, Cole presentó al Ministro de Hacienda del gobierno filibustero, W. K. Rogers, un informe detallado del viaje, que coincide en sus puntos básicos con el relato del doctor Whelpley.

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