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EL LAGO DE MANAGUA Y
EL VOLCÁN DE MESSIAH, NICARAGUA. DIBUJO DE 1857.
Por: Dr. Eduardo Pérez-Valle
Este dibujo apareció en el Frank Leslie᾽s Illustrated
Newspaper, del 25 de Julio de 1857. El artista es George W. Bowly, quien
escribió sobre la escena que representa esta grabado, un largo artículo
titulado Viaje a las Minas de Oro de Nicaragua.
Sobre esta escena él escribe: “Logré ascender a la cima en
donde la vista que surgió ante mí fue de inmenso valor. Fue un paisaje como
nunca antes había visto o volveré a ver, domando todas las tierras bajas de
Nicaragua, lago de Managua, así como los volcanes Mombacho, Messiah, El Viejo y
la Isla Montaña de Ometepe. Desde este punto podía admirar las tierras bajas
del departamento de Rivas al Sur, las montañas de Matagalpa al Norte, al Este
las de Chontales y los niveles planos de León hacia el Oeste, y con El Viejo al
extremo derecho y el Messiah rodeado de nubes de humo que flotaban a cienes de
millas sobre el Océano Pacífico”.
La escena representada es, probablemente la laguna de
Masaya, y el volcán del mismo nombre con el lago de Managua al fondo. En el
mismo artículo, el autor se equivoca cuando se refiere a Tipitapa como
“Sippi-Sapa”.
El autor del dibujo y del artículo que lo acompaña, George
W. Bowly, se sitúa en Granada, con varios compañeros, en el mes de junio de
1854, en pleno sitio de la ciudad por Jerez y sus 800 hombres. Concluidos los
negocios que motivaron su presencia en Granada, emprendió viaje a la región
minera de Matagalpa. El guía era un cebollero de Sébaco, a quien hubo de
abandonar porque ocasionaba constantes atrasos. Siguió el camino de Los Cocos,
conociendo el palo de hule, gigante vegetal, y el matapalo, asesino del bosque.
El canto de los gallos en el camino le hace tronar contra “la degradante
práctica de echar a pelear estos nobles animales, de los cuales en cada casa
hay de dos a doce atados a sus estacas; y los curas tienen más que los
feligreses”. En Tipitapa había una guarnición del gobierno enganchando reclutas.
Llega a la Concepción, a media distancia entre el Lago de
Managua y las montañas de Boaco, en zona riquísima en palo de tinte. Adelante
el paisaje se tronó desértico: se acabó el palo de tinte y lo sustituyeron
jícaros. Bowly se refugió en una vieja casa del camino, habitada por una
anciana de buena estirpe granadina reducida a la miseria por las guerras
intestinas, dedicada a la enseñanza de párvulos. Pudo ver y visitar, dice el
autor, cerca de la cabaña que le acogía, un campamento de indios matagalpas que
se dirigían a Granada, con el cacique y su hija. Sitúa este episodio justamente
después del primer sitio de Granada, es decir, en febrero de 55.
Continuando la narración de su viaje, dice Bowly: “Mi camino
iba ahora desde el nivel del lago a la cima de la montaña, una serie de
empinados ascensos; una vía llamada en un tiempo camino real, ahora mermada y
destruida hasta ser casi intransitable. Logré subir, sin embargo, después de
cinco horas de trabajo, hasta la cima, donde se presentó ante mis ojos un paisaje
que me recompensó debidamente, una vista como nunca había admirado antes ni
admirado después, dominando casi todas las tierras bajas, el lago de Nicaragua
y el de Managua, y los volcanes
Mombacho, Masaya, El Viejo y la isla montaña de Ometepe. Desde ese punto de
vista podía ver las llanuras del departamento de Rivas, al sur, las montañas de
Matagalpa, al norte, las de Chontales al este y
la uniforme llanura de León al oeste, con El Viejo al extremo derecho; y
el volcán Masaya arrojando nubes de humo que flotaban unas cien millas sobre el
océano Pacífico”.
La narración continúa por buenos párrafos más; pero es
evidente que los que acabamos de copiar no se refieren al dibujo reproducido
aquí, cuyo punto de vista parece estar situado en la región de Pacaya o muy
cerca al sur de Masaya. Por otra parte, tanto el dibujo como el relato
contienen una fuerte dosis de fantasía.
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SAN JUAN DEL NORTE,
NICARAGUA. DIBUJO DE 1855
Por: Dr. Eduardo Pérez-Valle
El dibujo fue tomado del Frank Leslie᾽s Illustrated
Newspaper, del 22 de Diciembre de 1855, bajo el título de Greytown.
El presente artículo explica que, “Por casi 300 años, San
Juan del Norte era prácticamente desconocido para el resto del mundo, con
excepción de unos cuantos españoles. Posteriormente, con la apertura de minas
de oro en California, San Juan del Norte, se convirtió en un lugar muy
importante debido a su situación geográfica, ya que presentaba la ruta más
corta para las expediciones de los estados del Atlántico hacia los puntos más
distantes del Pacífico. El puerto es sumamente seguro para que los barcos y a
lo largo de toda su ruta presenta lugares muy pintorescos”.
“San Juan de Nicaragua”… “literalmente desconocido para el
mundo” antes del descubrimiento de los campos auríferos de California, reza el
periódico de Leslie. Lo cierto es que desde el descubrimiento del río San Juan
en 1539, su puerto comenzó a ser ampliamente conocido y frecuentado en relación
al comercio con las Antillas, Castilla del Oro y Nueva Granada (especialmente
con Nombre de Dios, Cartagena y
Portobelo) y al tránsito de viajeros.
El cuadro representa la bahía o puerto de San Juan y el
poblado formado en sus orillas, solamente dos años y cinco meses después de su
bárbara destrucción a cañonazos por el barco de guerra Cyane, de los Estados
Unidos (13 de julio de 1854). El grabado nos muestra el pueblo reconstruido “y
mejorado” por los antiguos habitantes.
El acto bochornoso e incivilizado del bombardeo de San Juan
del Norte marca el clímax de una serie de hechos internacionales caracterizado
por los abusos de poder y violencia. Según la interpretación estadounidense del
Tratado Clayton-Bulwer de 1850, tanto el territorio de la Mosquitia como San
Juan del Norte (Greytown), debían ser desocupados por Gran Bretaña, a lo cual
ésta se negaba, pues no reconocía al tratado efecto retroactivo.
Obedeciendo
consignas británicas, los miskitos decretaron puerto libre (1852) a San Juan, y
establecieron un impuesto de portazgo para mantenimiento de la ciudad. El
Prometheus, de la Compañía del Tránsito, se negó a pagarlo. La autoridad
miskita quiso embargar el barco, pero fue rechazada. Un bergantín británico
interceptó al Prometheus cuando ya se deslizaba fuera de la bahía y Vanderbilt
hubo de pagar este y otros adeudos rezagados, bajo protesta. El gobierno
británico desaprobó la intervención. Pero la municipalidad miskita quiso
obligar a los del Tránsito a cumplir disposiciones arbitrarias dictadas sólo
con miras a favorecer el comercio local, entre ellas la de desmontar sus
instalaciones en Punta de Castilla y construirlas junto al poblado. Al no ser
acatadas estas órdenes, un alguacil con gente armada procedió al desmantelamiento.
La Compañía pidió protección al gobierno de Estados Unidos, y éste envió a la
corbeta Cyane, al mando del capitán Hollins, que llegó justamente a tiempo para
impedir una segunda etapa en la labor de destrucción de las viviendas. Los miskitos
arriaron bandera, y bajo auspicios del cónsul británico, se constituyeron
nuevas autoridades nicaragüenses.
El 5 de mayo de 1834, por causa de un robo en bienes de la
Compañía, ocurrió un roce grave entre sus empleados y autoridades de San Juan
del Norte, que incluso prendieron a varios funcionarios norteamericanos. La
hostilidad continuó hasta culminar con la muerte de un nicaragüense por un tiro
de fusil, y poco después con una herida en el rostro del ministro de Estados
Unidos, Borland, causada por una botella disparada por mano anónima.
El 11 de julio fondeó nuevamente en San Juan del Norte la
Cyane, y el capitán Hollins dispuesto a exigir excusas e indemnizaciones. Fue
anunciado por medio de carteles que de no cumplirse las exigencias, el poblado
sería cañoneado a las 9 de la mañana del día 13. Los habitantes huyeron al
monte. El vice-cónsul británico y unas cincuenta personas entre mujeres y
niños, se acogieron al Bermuda, barco de guerra de la Marina Real. A la hora
fijada los cañones de la Cyane abrieron fuego sobre el poblado con bombas y
balas rasas. Fue un total de una hora y
treinta y cinco minutos de intenso bombardeo, repartido en tres etapas,
al final de las cuales bajó a tierra un pelotón de marinos para dar fuego a lo
que quedaba de las casas. No quedó un solo techo bajo el cual guarecerse, como
consecuencia de aquella medida de extrema barbarie.
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EL RÍO RAMA,
NICARAGUA. DIBUJO DE 1867
Por: Dr. Eduardo Pérez-Valle
Tomado del Harper᾽ s
Weekly, del 19 de Octubre de 1867.
“Efectuando un viaje de reconocimiento en Centroamérica para
estudiar la construcción de un ferrocarril a través del istmo de Nicaragua.
Flotando en una balsa sobre el río Rama”.
En 1866 la Central American Transit Company, además de
sufrir dificultades económicas que habían limitado su actividad a sólo
transportar pasajeros a través del istmo centroamericano, tuvo que afrontar el
problema de la navegación en el propio puerto de San Juan del Norte.
Hasta 1857 la barra tuvo unos 23 pies de profundidad. La
franqueaban los vapores oceánicos de la misma compañía, que llegaban a fondear
cómodamente en la bahía, frente a punta de Castilla, y los vaporcitos del Río
atracaban a sus costados para trasbordar los pasajeros.
Y el año siguiente un terremoto levantó el fondo de la
barra, reduciendo la profundidad a menos de 10 pies, por lo cual los barcos de
gran calado no pudieron volver a cruzarla. Además se produjeron otras graves
consecuencias: se redujo aún más el caudal de aguas del San Juan; aumentó el
depósito de arenas en la bahía; y se
acreció más y más el flujo de aguas desviadas hacia el Colorado.
En 1865 el 90% de las aguas iban para el Colorado y sólo el 10% por el antiguo brazo principal:
exactamente lo contrario de lo que ocurría unos 17 años antes (1848).
Esta situación se hubiera podido remediar refugiándose los
barcos en la boca del Colorado; pero aquí no existe bahía que hubiese podido
servir de puerto.
Encarado el problema, el capitán ingeniero G. C. West, del
Departamento de Estudios Costeros de Estados Unidos, propuso, contra la muy
costosa de dragar el San Juan, revertir las aguas del Colorado y construir
obras de conservación, la solución de utilizar como puerto la bahía de Monkey
Point, y como vía de acceso el brazo del Colorado, cuya profundidad oscilaba
entre 5 y 13 pies (1865). Lo propuesto
por West fue aceptado en principio por Morris, presidente de la Compañía del
Tránsito.
Por otra parte, en 1863 el gobierno de Nicaragua había
otorgado contrato al comandante Bedford Clapperton Trevelyan Pim de la Marina
Británica, quien ya había abierto una trocha y efectuado estudios topográficos,
autorizándole a construir un ferrocarril de Monkey Point a El Realejo. Ya desde
1859, año en que concibió su idea, Pim había obtenido una concesión de tierras
atlánticas de parte del Rey Mosco.
El presidente Morris pensó al momento en la posibilidad de
utilizar para su compañía el proyectado ferrocarril de Pim en su primera
sección hasta San Miguelito, y tuvo en consideración la idea de construir un
ramal complementario en el istmo de Rivas.
Pero en 1865 la nueva directiva con W. H. Webb en la
presidencia abortó la idea de Pim y los planes de Morris. Este mismo año el
primero obtuvo mejoras en las condiciones del contrato con el gobierno de
Nicaragua, tendientes a incrementar el interés de los futuros socios de la
Nicaraguan Railway Company, fundada por él en 1866. Más los capitalistas
ingleses, a quienes quiso atraerse, no respondieron sino con un 25% de la suma
requerida.
En febrero de 1867 Pim trató con Webb la posibilidad de
combinar los servicios del ferrocarril y la línea del Tránsito, según la vieja
idea de Morris. Acordaron que el primero se trasladaría a Nicaragua para abrir
una trocha en la ruta propuesta; después vendría un ingeniero de Webb para
levantar un informe. Pim cumplió su compromiso, abriendo la trocha, de 101
millas. Pero cuando regresó a New York, Webb y su directiva habían cambiado
totalmente de opinión en cuanto al proyecto. Pim, descorazonado, se fue a
Inglaterra y traspasó su concesión de tierras a Morris, quien formó la
corporación New Jersey and Pacific Transportation and Nicaragua Railway
Company, que también fracasó.
Creemos que está bien fundamentada nuestra opinión de que la
escena en el grabado guarda estrecha relación con los trabajos de Pim en
Nicaragua.
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LAS MONTAÑAS DE
CHONTALES. DIBUJO DE 1857.
Por: Dr. Eduardo Pérez-Valle
Tomado del Harper᾽ s
Weekly, del 25 de Abril de 1857.
El autor desconocido del presente artículo fue miembro de un
grupo de 10 soldados extranjeros asociados con William Walker y 6 nativos, que
juntos exploraron la región de Chontales, buscando a los líderes del Partido
Chamorrista.
El artículo que acompaña a este grabado lleva por título:
“Vida de un explorador en Nicaragua: Los llanos de Chontales”. Su autor es el
doctor Philip M. Whelpley médico acompañante del coronel Byron Cole en un
recorrido por tierras chontaleñas, de que se ocupa el relato. Una primera
entrega de Whelpley ha había sido publicada por el Harper᾽ s el 21 de marzo del mismo año, bajo el título “Vida de una
explorador en Nicaragua: Una narración personal”.
En julio de 1856, dieciséis exploradores voluntarios, cuyo
jefe era Byron Cole, se embarcaron en Granada, rumbo a la costa de Chontales;
pero tuvieron que refugiarse en Los Cocos y después en Malacatoya, donde Cole
resolvió continuar por tierra. El objeto del viaje era obtener ganado para
Walker, “para la guerra contra León”, y acopiar información de todo tipo sobre
la región. En Malacatoya Cole dio licencia a seis de sus acompañantes para
volver a Granada. Sólo quedaron diez filibusteros frente a la aventura: el
coronel Byron Cole, el capitán Hoof, el capitán “Curly”, Charles Leroy,
WilliamWest, Charles Docherty, el “General Goicuría”, “el Carnicero”, “el
Larguirucho” y “el Doctor” (Whelpley).
Bien provistos de caballerías, cruzaron el Malacatoya en el
Vado del Tabacal, y por Catarina avanzan hacia Masapa “sobre las montañas, por
un camino empinado y áspero”, donde “las veredas de mulas son peligrosos
despeñaderos que obligan a desmontar y dejar que las mulas se arrastren cuesta
abajo”. Siguieron por San Lorenzo, y en la sierra próxima a Comalapa, pudieron
admirar un paisaje magnífico, con el Lago, el Mombacho, Ometepe y el volcán de
Masaya.
En Comalapa se libran de caer en una emboscada preparada,
según informes que les dan en San Lorenzo, por un Chamorro acuerpado por 200
nicaragüenses. Cruzan dos serranías para alcanzar la llanura de Camoapa.
Escuchan cuernos de guerra por doquier. Ascienden al plateau que alimentan los ríos Mico y Bluefields (Siquia), y se
encuentran frente al paisaje que parece haber inspirado el dibujo que
comentamos: a veinticinco leguas de distancia, al norte y al oeste, estaban las
montañas de Matagalpa, con “sus picos” inmensamente altos, aislados y desnudos,
como los dientes de un tiburón, sin base aparente, flotando sobre un lecho de
selvas continuas, ondulantes y nebulosas. Más allá no había horizonte, sino
tierra y cielo confundidos; y las planicies entre los dientes rocosos deban el
aspecto de glaciares o campos de hielo en declive. El primer pico, al extremo
de la serranía, estaba separado de ésta por un corto intervalo. La cordillera
se extendía hacia el noroeste, juntándose con las sierras orientales de Segovia
sobre el valle del río Wanks”.
Llegaron a Camoapa, pueblo indígena rodeado de mangos y
naranjos, con dos alcaldes de vara y 800 habitantes descalzos, de cotona y
pantalón blanco y sombrero de paja. Pasaron a Juigalpa, galopando entre dos
sierras paralelas, y luego hacia
Acoyapa, donde esperaban encontrar todo un ejército enemigo, por ser la
cabecera de Chontales, y refugio político de disidentes. Por cauces secos y
veredas del ganado fueron visitando las grandes haciendas, dejando órdenes
escritas de enviar la correspondiente cuota de reses. Salieron de los “valles
alpinos” de Juigalpa hacia Acoyapa por el puerto de Lovigüisca, con vista hacia
el oriente, ancha y placentera. Sobre una pequeña planicie elevada, que se
desprende del flanco de la montaña como un escalón para bajar al llano, estaba
Lovigüisca; y a un nivel inferior como 100 pies, en la llanura general, allí
estaba Acoyapa, meta final de la expedición. Como de Lovigüisca habían dado
aviso de la presencia de los filibusteros echando a vuelo las campanas, y
numerosos montados se vieron desde lo alto correr desenfrenadamente hacia la
población, los filibusteros se apresuraron a entrar al galope en la plaza, a
mediodía, y tomaron posesión del cabildo y del cuartel.
Hubo atenciones de parte del alcalde y de don Leandro
Zelaya, notable del lugar, quien invitó a su casa a los jefes de la expedición.
Mientras, en la iglesia celebran misa “con música gloriosa de violines,
violoncellos y oboes”. De pronto Cole dio orden de montar. Galoparon hacia el
este y girando en redondo por el sur alcanzaron la costa y siguieron por ella
hacia Masapa y San Lorenzo. Era que Cole había sabido que 200 nicaragüense
unidos a 25 desertores norteamericanos a las órdenes de Turly los estaban
esperando en la hacienda de un Chamorro, a dos millas de Acoyapa, para
aniquilarlos.
Volvieron a Masapa por San José Candelaria y San Lorenzo,
mientras el enemigo se había ido persiguiéndolos camino de Juigalpa y Comalapa,
por la montaña. De regreso en Granada, Cole presentó al Ministro de Hacienda
del gobierno filibustero, W. K. Rogers, un informe detallado del viaje, que
coincide en sus puntos básicos con el relato del doctor Whelpley.
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