miércoles, 16 de julio de 2014

CUATRO GRABADOS DE MEDIADOS DEL SIGLO XIX: EL LAGO DE MANAGUA, SAN JUAN DEL NORTE, EL RÍO RAMA Y LAS MONTAÑAS DE CHONTALES. Por: Dr. Eduardo Pérez-Valle

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EL LAGO DE MANAGUA Y EL VOLCÁN DE MESSIAH, NICARAGUA. DIBUJO DE 1857.

Por: Dr. Eduardo Pérez-Valle

Este dibujo apareció en el Frank Leslie᾽s Illustrated Newspaper, del 25 de Julio de 1857. El artista es George W. Bowly, quien escribió sobre la escena que representa esta grabado, un largo artículo titulado Viaje a las Minas de Oro de Nicaragua.

Sobre esta escena él escribe: “Logré ascender a la cima en donde la vista que surgió ante mí fue de inmenso valor. Fue un paisaje como nunca antes había visto o volveré a ver, domando todas las tierras bajas de Nicaragua, lago de Managua, así como los volcanes Mombacho, Messiah, El Viejo y la Isla Montaña de Ometepe. Desde este punto podía admirar las tierras bajas del departamento de Rivas al Sur, las montañas de Matagalpa al Norte, al Este las de Chontales y los niveles planos de León hacia el Oeste, y con El Viejo al extremo derecho y el Messiah rodeado de nubes de humo que flotaban a cienes de millas sobre el Océano Pacífico”.

La escena representada es, probablemente la laguna de Masaya, y el volcán del mismo nombre con el lago de Managua al fondo. En el mismo artículo, el autor se equivoca cuando se refiere a Tipitapa como “Sippi-Sapa”.

El autor del dibujo y del artículo que lo acompaña, George W. Bowly, se sitúa en Granada, con varios compañeros, en el mes de junio de 1854, en pleno sitio de la ciudad por Jerez y sus 800 hombres. Concluidos los negocios que motivaron su presencia en Granada, emprendió viaje a la región minera de Matagalpa. El guía era un cebollero de Sébaco, a quien hubo de abandonar porque ocasionaba constantes atrasos. Siguió el camino de Los Cocos, conociendo el palo de hule, gigante vegetal, y el matapalo, asesino del bosque. El canto de los gallos en el camino le hace tronar contra “la degradante práctica de echar a pelear estos nobles animales, de los cuales en cada casa hay de dos a doce atados a sus estacas; y los curas tienen más que los feligreses”. En Tipitapa había una guarnición del gobierno enganchando reclutas.

Llega a la Concepción, a media distancia entre el Lago de Managua y las montañas de Boaco, en zona riquísima en palo de tinte. Adelante el paisaje se tronó desértico: se acabó el palo de tinte y lo sustituyeron jícaros. Bowly se refugió en una vieja casa del camino, habitada por una anciana de buena estirpe granadina reducida a la miseria por las guerras intestinas, dedicada a la enseñanza de párvulos. Pudo ver y visitar, dice el autor, cerca de la cabaña que le acogía, un campamento de indios matagalpas que se dirigían a Granada, con el cacique y su hija. Sitúa este episodio justamente después del primer sitio de Granada, es decir, en febrero de 55.
Continuando la narración de su viaje, dice Bowly: “Mi camino iba ahora desde el nivel del lago a la cima de la montaña, una serie de empinados ascensos; una vía llamada en un tiempo camino real, ahora mermada y destruida hasta ser casi intransitable. Logré subir, sin embargo, después de cinco horas de trabajo, hasta la cima, donde se presentó ante mis ojos un paisaje que me recompensó debidamente, una vista como nunca había admirado antes ni admirado después, dominando casi todas las tierras bajas, el lago de Nicaragua y el de Managua, y  los volcanes Mombacho, Masaya, El Viejo y la isla montaña de Ometepe. Desde ese punto de vista podía ver las llanuras del departamento de Rivas, al sur, las montañas de Matagalpa, al norte, las de Chontales al este y  la uniforme llanura de León al oeste, con El Viejo al extremo derecho; y el volcán Masaya arrojando nubes de humo que flotaban unas cien millas sobre el océano Pacífico”.

La narración continúa por buenos párrafos más; pero es evidente que los que acabamos de copiar no se refieren al dibujo reproducido aquí, cuyo punto de vista parece estar situado en la región de Pacaya o muy cerca al sur de Masaya. Por otra parte, tanto el dibujo como el relato contienen una fuerte dosis de fantasía.

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SAN JUAN DEL NORTE, NICARAGUA. DIBUJO DE 1855

Por: Dr. Eduardo Pérez-Valle

El dibujo fue tomado del Frank Leslie᾽s Illustrated Newspaper, del 22 de Diciembre de 1855, bajo el título de Greytown.

El presente artículo explica que, “Por casi 300 años, San Juan del Norte era prácticamente desconocido para el resto del mundo, con excepción de unos cuantos españoles. Posteriormente, con la apertura de minas de oro en California, San Juan del Norte, se convirtió en un lugar muy importante debido a su situación geográfica, ya que presentaba la ruta más corta para las expediciones de los estados del Atlántico hacia los puntos más distantes del Pacífico. El puerto es sumamente seguro para que los barcos y a lo largo de toda su ruta presenta lugares muy pintorescos”.

“San Juan de Nicaragua”… “literalmente desconocido para el mundo” antes del descubrimiento de los campos auríferos de California, reza el periódico de Leslie. Lo cierto es que desde el descubrimiento del río San Juan en 1539, su puerto comenzó a ser ampliamente conocido y frecuentado en relación al comercio con las Antillas, Castilla del Oro y Nueva Granada (especialmente con Nombre de Dios, Cartagena  y Portobelo) y al tránsito de viajeros.
El cuadro representa la bahía o puerto de San Juan y el poblado formado en sus orillas, solamente dos años y cinco meses después de su bárbara destrucción a cañonazos por el barco de guerra Cyane, de los Estados Unidos (13 de julio de 1854). El grabado nos muestra el pueblo reconstruido “y mejorado” por los antiguos habitantes.

El acto bochornoso e incivilizado del bombardeo de San Juan del Norte marca el clímax de una serie de hechos internacionales caracterizado por los abusos de poder y violencia. Según la interpretación estadounidense del Tratado Clayton-Bulwer de 1850, tanto el territorio de la Mosquitia como San Juan del Norte (Greytown), debían ser desocupados por Gran Bretaña, a lo cual ésta se negaba, pues no reconocía al tratado efecto retroactivo. 

Obedeciendo consignas británicas, los miskitos decretaron puerto libre (1852) a San Juan, y establecieron un impuesto de portazgo para mantenimiento de la ciudad. El Prometheus, de la Compañía del Tránsito, se negó a pagarlo. La autoridad miskita quiso embargar el barco, pero fue rechazada. Un bergantín británico interceptó al Prometheus cuando ya se deslizaba fuera de la bahía y Vanderbilt hubo de pagar este y otros adeudos rezagados, bajo protesta. El gobierno británico desaprobó la intervención. Pero la municipalidad miskita quiso obligar a los del Tránsito a cumplir disposiciones arbitrarias dictadas sólo con miras a favorecer el comercio local, entre ellas la de desmontar sus instalaciones en Punta de Castilla y construirlas junto al poblado. Al no ser acatadas estas órdenes, un alguacil con gente armada procedió al desmantelamiento. La Compañía pidió protección al gobierno de Estados Unidos, y éste envió a la corbeta Cyane, al mando del capitán Hollins, que llegó justamente a tiempo para impedir una segunda etapa en la labor de destrucción de las viviendas. Los miskitos arriaron bandera, y bajo auspicios del cónsul británico, se constituyeron nuevas autoridades nicaragüenses.

El 5 de mayo de 1834, por causa de un robo en bienes de la Compañía, ocurrió un roce grave entre sus empleados y autoridades de San Juan del Norte, que incluso prendieron a varios funcionarios norteamericanos. La hostilidad continuó hasta culminar con la muerte de un nicaragüense por un tiro de fusil, y poco después con una herida en el rostro del ministro de Estados Unidos, Borland, causada por una botella disparada por mano anónima.

El 11 de julio fondeó nuevamente en San Juan del Norte la Cyane, y el capitán Hollins dispuesto a exigir excusas e indemnizaciones. Fue anunciado por medio de carteles que de no cumplirse las exigencias, el poblado sería cañoneado a las 9 de la mañana del día 13. Los habitantes huyeron al monte. El vice-cónsul británico y unas cincuenta personas entre mujeres y niños, se acogieron al Bermuda, barco de guerra de la Marina Real. A la hora fijada los cañones de la Cyane abrieron fuego sobre el poblado con bombas y balas rasas. Fue un total de una hora y  treinta y cinco minutos de intenso bombardeo, repartido en tres etapas, al final de las cuales bajó a tierra un pelotón de marinos para dar fuego a lo que quedaba de las casas. No quedó un solo techo bajo el cual guarecerse, como consecuencia de aquella medida de extrema barbarie. 

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EL RÍO RAMA, NICARAGUA. DIBUJO DE 1867

Por: Dr. Eduardo Pérez-Valle

Tomado del Harper᾽ s Weekly, del  19 de Octubre de 1867.

“Efectuando un viaje de reconocimiento en Centroamérica para estudiar la construcción de un ferrocarril a través del istmo de Nicaragua. Flotando en una balsa sobre el río Rama”.

En 1866 la Central American Transit Company, además de sufrir dificultades económicas que habían limitado su actividad a sólo transportar pasajeros a través del istmo centroamericano, tuvo que afrontar el problema de la navegación en el propio puerto de San Juan del Norte.

Hasta 1857 la barra tuvo unos 23 pies de profundidad. La franqueaban los vapores oceánicos de la misma compañía, que llegaban a fondear cómodamente en la bahía, frente a punta de Castilla, y los vaporcitos del Río atracaban a sus costados para trasbordar los pasajeros.

Y el año siguiente un terremoto levantó el fondo de la barra, reduciendo la profundidad a menos de 10 pies, por lo cual los barcos de gran calado no pudieron volver a cruzarla. Además se produjeron otras graves consecuencias: se redujo aún más el caudal de aguas del San Juan; aumentó el depósito de arenas en la bahía; y  se acreció más y más el flujo de aguas desviadas hacia el Colorado.

En 1865 el 90% de las aguas iban para el Colorado y  sólo el 10% por el antiguo brazo principal: exactamente lo contrario de lo que ocurría unos 17 años antes (1848).

Esta situación se hubiera podido remediar refugiándose los barcos en la boca del Colorado; pero aquí no existe bahía que hubiese podido servir de puerto.

Encarado el problema, el capitán ingeniero G. C. West, del Departamento de Estudios Costeros de Estados Unidos, propuso, contra la muy costosa de dragar el San Juan, revertir las aguas del Colorado y construir obras de conservación, la solución de utilizar como puerto la bahía de Monkey Point, y como vía de acceso el brazo del Colorado, cuya profundidad oscilaba entre 5 y  13 pies (1865). Lo propuesto por West fue aceptado en principio por Morris, presidente de la Compañía del Tránsito.

Por otra parte, en 1863 el gobierno de Nicaragua había otorgado contrato al comandante Bedford Clapperton Trevelyan Pim de la Marina Británica, quien ya había abierto una trocha y efectuado estudios topográficos, autorizándole a construir un ferrocarril de Monkey Point a El Realejo. Ya desde 1859, año en que concibió su idea, Pim había obtenido una concesión de tierras atlánticas de parte del Rey Mosco.

El presidente Morris pensó al momento en la posibilidad de utilizar para su compañía el proyectado ferrocarril de Pim en su primera sección hasta San Miguelito, y tuvo en consideración la idea de construir un ramal complementario en el istmo de Rivas.

Pero en 1865 la nueva directiva con W. H. Webb en la presidencia abortó la idea de Pim y los planes de Morris. Este mismo año el primero obtuvo mejoras en las condiciones del contrato con el gobierno de Nicaragua, tendientes a incrementar el interés de los futuros socios de la Nicaraguan Railway Company, fundada por él en 1866. Más los capitalistas ingleses, a quienes quiso atraerse, no respondieron sino con un 25% de la suma requerida.

En febrero de 1867 Pim trató con Webb la posibilidad de combinar los servicios del ferrocarril y la línea del Tránsito, según la vieja idea de Morris. Acordaron que el primero se trasladaría a Nicaragua para abrir una trocha en la ruta propuesta; después vendría un ingeniero de Webb para levantar un informe. Pim cumplió su compromiso, abriendo la trocha, de 101 millas. Pero cuando regresó a New York, Webb y su directiva habían cambiado totalmente de opinión en cuanto al proyecto. Pim, descorazonado, se fue a Inglaterra y traspasó su concesión de tierras a Morris, quien formó la corporación New Jersey and Pacific Transportation and Nicaragua Railway Company, que también fracasó.

Creemos que está bien fundamentada nuestra opinión de que la escena en el grabado guarda estrecha relación con los trabajos de Pim en Nicaragua. 

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LAS MONTAÑAS DE CHONTALES. DIBUJO DE 1857.

Por: Dr. Eduardo Pérez-Valle

Tomado del Harper᾽ s Weekly, del  25 de Abril de 1857.

El autor desconocido del presente artículo fue miembro de un grupo de 10 soldados extranjeros asociados con William Walker y 6 nativos, que juntos exploraron la región de Chontales, buscando a los líderes del Partido Chamorrista.

El artículo que acompaña a este grabado lleva por título: “Vida de un explorador en Nicaragua: Los llanos de Chontales”. Su autor es el doctor Philip M. Whelpley médico acompañante del coronel Byron Cole en un recorrido por tierras chontaleñas, de que se ocupa el relato. Una primera entrega de Whelpley ha había sido publicada por el Harper᾽ s el 21 de marzo del mismo año, bajo el título “Vida de una explorador en Nicaragua: Una narración personal”.

En julio de 1856, dieciséis exploradores voluntarios, cuyo jefe era Byron Cole, se embarcaron en Granada, rumbo a la costa de Chontales; pero tuvieron que refugiarse en Los Cocos y después en Malacatoya, donde Cole resolvió continuar por tierra. El objeto del viaje era obtener ganado para Walker, “para la guerra contra León”, y acopiar información de todo tipo sobre la región. En Malacatoya Cole dio licencia a seis de sus acompañantes para volver a Granada. Sólo quedaron diez filibusteros frente a la aventura: el coronel Byron Cole, el capitán Hoof, el capitán “Curly”, Charles Leroy, WilliamWest, Charles Docherty, el “General Goicuría”, “el Carnicero”, “el Larguirucho” y “el Doctor” (Whelpley).

Bien provistos de caballerías, cruzaron el Malacatoya en el Vado del Tabacal, y por Catarina avanzan hacia Masapa “sobre las montañas, por un camino empinado y áspero”, donde “las veredas de mulas son peligrosos despeñaderos que obligan a desmontar y dejar que las mulas se arrastren cuesta abajo”. Siguieron por San Lorenzo, y en la sierra próxima a Comalapa, pudieron admirar un paisaje magnífico, con el Lago, el Mombacho, Ometepe y el volcán de Masaya.

En Comalapa se libran de caer en una emboscada preparada, según informes que les dan en San Lorenzo, por un Chamorro acuerpado por 200 nicaragüenses. Cruzan dos serranías para alcanzar la llanura de Camoapa. Escuchan cuernos de guerra por doquier. Ascienden al plateau que alimentan los ríos Mico y Bluefields (Siquia), y se encuentran frente al paisaje que parece haber inspirado el dibujo que comentamos: a veinticinco leguas de distancia, al norte y al oeste, estaban las montañas de Matagalpa, con “sus picos” inmensamente altos, aislados y desnudos, como los dientes de un tiburón, sin base aparente, flotando sobre un lecho de selvas continuas, ondulantes y nebulosas. Más allá no había horizonte, sino tierra y cielo confundidos; y las planicies entre los dientes rocosos deban el aspecto de glaciares o campos de hielo en declive. El primer pico, al extremo de la serranía, estaba separado de ésta por un corto intervalo. La cordillera se extendía hacia el noroeste, juntándose con las sierras orientales de Segovia sobre el valle del río Wanks”.

Llegaron a Camoapa, pueblo indígena rodeado de mangos y naranjos, con dos alcaldes de vara y 800 habitantes descalzos, de cotona y pantalón blanco y sombrero de paja. Pasaron a Juigalpa, galopando entre dos sierras paralelas, y  luego hacia Acoyapa, donde esperaban encontrar todo un ejército enemigo, por ser la cabecera de Chontales, y refugio político de disidentes. Por cauces secos y veredas del ganado fueron visitando las grandes haciendas, dejando órdenes escritas de enviar la correspondiente cuota de reses. Salieron de los “valles alpinos” de Juigalpa hacia Acoyapa por el puerto de Lovigüisca, con vista hacia el oriente, ancha y placentera. Sobre una pequeña planicie elevada, que se desprende del flanco de la montaña como un escalón para bajar al llano, estaba Lovigüisca; y a un nivel inferior como 100 pies, en la llanura general, allí estaba Acoyapa, meta final de la expedición. Como de Lovigüisca habían dado aviso de la presencia de los filibusteros echando a vuelo las campanas, y numerosos montados se vieron desde lo alto correr desenfrenadamente hacia la población, los filibusteros se apresuraron a entrar al galope en la plaza, a mediodía, y tomaron posesión del cabildo y del cuartel.

Hubo atenciones de parte del alcalde y de don Leandro Zelaya, notable del lugar, quien invitó a su casa a los jefes de la expedición. Mientras, en la iglesia celebran misa “con música gloriosa de violines, violoncellos y oboes”. De pronto Cole dio orden de montar. Galoparon hacia el este y girando en redondo por el sur alcanzaron la costa y siguieron por ella hacia Masapa y San Lorenzo. Era que Cole había sabido que 200 nicaragüense unidos a 25 desertores norteamericanos a las órdenes de Turly los estaban esperando en la hacienda de un Chamorro, a dos millas de Acoyapa, para aniquilarlos.

Volvieron a Masapa por San José Candelaria y San Lorenzo, mientras el enemigo se había ido persiguiéndolos camino de Juigalpa y Comalapa, por la montaña. De regreso en Granada, Cole presentó al Ministro de Hacienda del gobierno filibustero, W. K. Rogers, un informe detallado del viaje, que coincide en sus puntos básicos con el relato del doctor Whelpley.

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