lunes, 3 de noviembre de 2014

El Canal y el Lago, una opinión de hace 60 años: ¿SE ESTÁ SECANDO EL LAGO DE NICARAGUA? En: La Prensa, 1960


Traducido de Shrinkage of Lake Nicaragua de A. Heilpcin.

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Fotografía del Dr.  Ismael Gaitán F.  (Presentada al Concurso de Fotografía Libre, 1960).
Un serio obstáculo para el propuesto canal por Nicaragua, que ha escapado a toda consideración pese a su gran importancia, es el que se refiere a la disminución de las aguas del lago de Nicaragua, que desagua por el río San Juan. El canal por el cual será utilizado el lago, como reservorio a su más alto nivel no podrá ser permanente sí las aguas del mismo lago no son retenidas.

He dado algunas razones, aparecidas en publicaciones anteriores, que me inducen a creer que el nivel de las aguas es inconstante, habiendo descendido de 15 a 20 pies en el período de medio siglo o en menos. Estas conclusiones están basadas en las primeras determinaciones de altitud verificadas por el ingeniero español Manuel Galisteo  en 1781, y por el inglés John Baily*[1] en 1838.

Estas primeras medidas difieren de las más recientemente obtenidas por la U.S. Geologiacl Survey, en unos 20 o 30 pies las que fueron verificadas por la Comisión Canalera en 1897-89, la cual intentando refutar mis conclusiones llegó a aseverar que “descartando las primeras medidas el nivel del lago de Nicaragua ha quedado constante, exceptuando leves fluctuaciones estacionales, y por un período que tiene que ser contado por siglos”, y “que las condiciones geológicas en esa porción del istmo, garantizan una futura estabilidad, que favorece la construcción y mantenimiento de un trabajo de gran envergadura como es el del canal proyectado”

Un examen crítico  de las premisas de Mr. Willard Hayes, autor de la exposición anterior, muestra que tales están lejos de un convencimiento, presentando  contradicciones con los datos proporcionados oficialmente por el ingeniero jefe Wheeler, de la Comisión Canalera, los cuales confirman los argumentos adelantados en pro de la inestabilidad del nivel del lago. El mismo Mr. Hayes presenta tres causas “que podrían traer un cambio en la altitud de este nivel, a saber:

Una depresión de la entera porción del istmo pero sin concavidad; una depresión del fondo del lago con curvatura y un hundimiento hacia el desaguadero”, aunque admite no haber encontrado evidencias directas de tales causas que le den la seguridad de que el nivel del lago sufrirá descensos en el futuro.

Para muchos geólogos existe otra causa, además de las tres anteriormente expuestas, y que ellos conocen como movimientos epirogénicos, los que consisten en lentos ascensos y descensos de las tierras adyacentes, como por ejemplo la inmersión y emersión del templo de Serapis[2], construido a orillas de la bahía de Nápoles, fenómeno que Collison creyó deducir cuando corrió la medida local del lago, en 1861, afirmando en su reporte a la Royal Geographical Society que, “aún el nativo menos observador, morando a orillas del lago, podrá referir cómo sus bancos han sido levantados años tras año y de manera apreciable visualmente, etc.”

En el reporte del ingeniero jefe de la Comisión Canalera, que fuera elaborado muy meticulosamente, se ha tenido en cuenta el agua que el lago recibe por precipitación pluvial y aporte de los ríos tributarios a su cuenca, contraponiéndola a la que pierde por evaporación y desagüe, pudiéndose afirmar que en años de riguroso verano solamente el agua perdida por evaporación excede a la aportada por la precipitación y afluencia.

Por observaciones  hechas desde numerosas posiciones en la ribera del algo, se ha deducido que la precipitación pluvial anual sobre la superficie del lago es aproximadamente el 28% de lo que es en Rivas, siendo la cantidad recolectada por la afluencia de los ríos todavía inferior a esa proporción. 

Tales datos con el conocimiento de la suma de la evaporación superficial más la pérdida por desagüe, permiten una fácil determinación de la hidrodinámica del lago de Nicaragua.

En efecto, se considera que la evaporación de la superficie del lago en promedio es de unas 6 pulgadas mensuales durante el verano y de unas 4 durante el invierno. En 1898 la evaporación anual fue de 52 pulgadas, pero ese año fue considera como “anormalmente húmedo”; la humedad atmosférica se opone a la evaporación, y de acuerdo con Dr. Davis, hidrógrafo de la Comisión, de no reinar tal estado, hubiera alcanzado un promedio de 60 pulgadas, o sea 5 pies.

Medidas efectuadas durante 19 meses indican que desde noviembre de 1889 hasta junio de 1891, llovieron 38 pulgadas sobre lago, suficiente para levantar el nivel en 45 pulgadas (precipitación más afluencia). Pero también se ha considerado que en ese mismo período de tiempo la evaporación hizo bajar el nivel del agua en 93 pulgadas, o sea una caída de 49 pulgadas, y sin incluir el agua perdida por el desagüe del San Juan.

Si se considera esta relación por varios años, se puede calcular que la pérdida de agua solamente por evaporación durante tres años consecutivos de riguroso verano sería unos 19 pies. Teniendo en cuenta la recurrencia de tales períodos de sequía se debería esperar un descenso sensible del nivel del lago en un tiempo equivalente a una centuria.

Como conclusión final, resultante de todos estos datos, podemos deducir lo siguiente: a) el lago de Nicaragua ha sufrido una marcada reducción durante un período comprendido entre 25 y 50 años; b) la reducción sigue en progreso y no se conocen condiciones por las que la pérdida sufrida pueda ser compensada; c) Era bien fundada la presunción de las primeras medidas del nivel del lago, indicando que el descenso de 20 a 30 pies fue una muy acuciosa medición. Todas estas conclusiones pueden por tanto ofrecer serios obstáculos a la construcción de un canal por Nicaragua y a su conservación una vez construido.




[1] John Baily fue un inglés que vivió en América Central durante muchos años. En 1837-1838, fue contratado por el gobierno de Nicaragua para estudiar una ruta potencial para construir un canal desde el mar Caribe hasta el océano Pacífico. Este mapa, publicado en Londres en 1850, iba acompañado por un libro, América Central, publicado por separado, que contenía la mayor parte de la información que Baily había recopilado para preparar el mapa. El mapa muestra cuatro rutas posibles para el canal: una estudiada en 1848 por el ingeniero danés Andrés Oersted para el gobierno de Costa Rica; la ruta de 1837-1838 propuesta por el propio Baily; una ruta a través de la actual Panamá, propuesta en 1844 por el ingeniero francés Napoleón Garella; y una ruta a través de Nicaragua, preferida por el príncipe (y más tarde emperador) Luis Napoleón de Francia. Los dibujos en la parte inferior izquierda destacan las dificultades técnicas que suponía construir un canal que atravesara las colinas y montañas por tierra y que tuviera en cuenta los diferentes niveles del mar (causados por las mareas) en las zonas del canal sobre el Atlántico y el Pacífico. El mapa y los escritos de Baily se citaron frecuentemente en debates posteriores, acerca de dónde y cómo debería construirse el canal.
[2] Localizado en Alejandría. Se estima que su construcción se inició en el siglo II D.C.

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