domingo, 30 de noviembre de 2014

LA MERCED DE GRANADA Y SU FAMOSA TORRE. Por: Dr. Eduardo Pérez-Valle.

LA MERCED DE GRANADA Y SU FAMOSA TORRE. Por: Eduardo PÉREZ-VALLE.

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Aunque los frailes de la Merced fundaron su convento de León Viejo en Marzo de 1528, con cuatro religiosos, transcurrió un largo período antes de que se establecieran en Granada. En 1586, al visitar el Comisario franciscano Fr. Alonso Ponce la ciudad del Gran Lago, no existía en ella sino la iglesia parroquial (de Santiago), que algún documento mal enderezado llama “fastuoso templo” que construyó Hernández de Córdoba, y que el cronista de Fray  Alonso, Fran Antonio de Ciudad Real, llama con su ejemplar objetividad “bonita iglesia, en la cual a la sazón residían dos clérigos”.

El único convento existente era el de los franciscanos, en una casita prestada, con cinco frailes que celebraban en la parroquial (I, 363). Pero ya tenían sacada de cimientos su iglesia propia, la cual pensaban terminar pronto, junto con el convento, “porque hay por allí cal, teja  y ladrillos, y los vecinos es gente devota y acuden bien a la obra”. He aquí, pues, que San Francisco, cuya factura algunos han atribuido también a Hernández de Córdoba (por Francisco nada más), se estaba sacando de cimientos sesenta años después que su cabeza rodara bajo el hacha de Pedrarias.

Veintisiete años después que Fray Alonso, en 1613, estuvo en Nicaragua Fray Antonio Vázquez de Espinosa. Ya la Merced había surgido en Granada, pues el maravilloso “Compendio y Descripción de las Indias” sitúa en Granada una iglesia mayor y conventos de San Francisco, La Merced, La Compañía, un hospital y varias ermitas  de devoción (pp. 230, 231; I, Cap. 25. No. 713).

Al cabo de 138 años, en 1751, cuando el obispo Morel visita Granada, en el convento de La Merced “trabájase en las celdas, claustros, oficinas y cercas que estaban muy deterioradas” (pp. 33, 34). Dice el obispo que la iglesia posee un cañón más amplio que los demás; y que “tiene su órgano y coro alto SOBRE EL CUAL ESTÁN LAS CAMPANAS”. No existía aún la torre, y las campanas deber haber estado en los vanos hoy cegados que se abrían en lo alto del frontispicio.

La vieja iglesia de La Merced de Granada, con su torre tal como era antes de su destrucción en la Guerra Nacional. El dibujo está tomado del libro de Squier.

No fue sino 30 años después de la visita de Morel que se pusieron los cimientos de la torre como reza en la leyenda superior de las dos que aparecen en la cara Este del cuerpo bajo:

SE EMPEZO ESTA OBRA EL 6 DE AGOSTO DE 17891 Y SE ACABO A 25 DE ENERO DE 83. Vs. SIN LA CRUZ.

Los dos historiadores masayenses Ortega Arancibia y Jerónimo Pérez cuentan lo sucedido a la gallarda torre de la iglesia de la Merced durante la desastrosa contienda de 1854, encerrado don Fruto en la ciudad y puesto sitio por las tropas de Jerez.

Dice Ortega: En la torre de la Iglesia de la Merced se situó un cazador con la única arma de precisión que un extranjero puso al servicio del gobierno, y desde esa altura blanqueaba a las fuerzas que ocupaban la Iglesia de Jalteva como cuartel general; Pineda y el General Jerez fueron puestos fuera de combate por la bala del cazador que estaba en la torre de la Merced; Pineda pasado por una bala en la región torácica, y Jerez rota la rótula, que le obligó a hacer cama por mucho tiempo en la Sacristía de la Iglesia de Jalteva”. (p. 181).

Dice Pérez:

“Recibieron aviso en Granada que venía de León para Jalteva una pieza de artillería de grueso calibre, traída con el objeto de destruir la torre de La Merced , que, dominando a todo Jalteva hacían de allí los rifleros constante daño a los democráticos” (principios de Julio: (¿3?). (p. 51).
Ortega continúa:

“Procedente de Yuscarán había llegado al Cantón de Jalteva un señor Radicati, de origen italiano, recomendado por el General Cabañas como buen artillero, el cual escogió la mejor pieza y en la noche la emplazó con todas las condiciones del arte en el atrio de la Iglesia de Jalteva y al amanecer despertó a los granadinos con el estampido del primer tiro de su cañón, acertando con precisión matemática contra la torre de la Merced que servía de atalaya a los tiradores del ejército que defendía la plaza, desde su altura dominada el perímetro que ocupaba el enemigo, haciéndoles muchos daño.

Con  insistencia por algunos días no cesó el cañón de Radicati de poner una vida fuera de combate, redondeando la atalaya y el baluarte por la mitad de su altura hasta que dio en tierra con la esbelta torre de la Merced, justo orgullo del granadino”. (p. 192).

Y Pérez concluye:

“Un espantoso cañoneo se dirigió ese mismo día /24 de Diciembre, 1854/ a la torre de la Merced, hasta que a las cinco de la tarde cayó el cuerpo superior y el cimborrio haciendo un estruendo terrible. Mil gritos acompañados de la música marcial felicitaron en Jalteva el derribo de la torre. ¡Triste efecto de la guerra civil! Los nicaragüenses celebraban como un triunfo, y como un paso de mucha utilidad la destrucción de un edificio nacional construido por sus mismos padres y consagrado al culto de Dios”. (p. 90).

Sólo resta agregar que según el Dr. Pedro Joaquín Chamorro Zelaya, en su Biografía de don Fruto, el cañón de grueso calibre empleado por Radicati contra la torre de la Merced era una culebrina (cañón largo) que apellidaban “El San Pedro” (p. 309).

Uno de estos días nos trajo LA PRENSA una fotografía de la torre de La Merced cubierta de andamios en su parte alta. Al pie de la foto, esta leyenda: “La Iglesia de la Merced, que al ser reconstruida en el año 1862 perdió su pristina belleza. Actualmente Monseñor Mejia Vílchez ha concebido la idea de restaurarla tal como lucía antes”.

No dejó de preocuparnos la idea “concebida” por Monseñor Mejía, pues recordábamos algo de la segunda inscripción que se conserva intacta en la fachada oriental del preciado monumento granadino:

FUE DEMOLIDA HASTA SU MITAD EN LA GUERRA CIVIL DE 1854, Y RESTAURADA Y MEJORADA EL AÑO DE 1862, BAJO LA DIRECCIÓN DEL MAESTRO ESTEBAN SANDINO. CONTRIBUYO MUCHO A ESTA OBRA EL FERVOROSO ZELO DEL PRESBYTERO D. J. ANTONIO CASTILLO.

Es decir, que la parte más nueva de la torre de la Merced acaba de cumplir los cien años de existencia.

Y es verdad. Al reconstruirse la torre en 1862, mejoraron sus líneas en varios aspectos, habiéndosele dado más gracia y  ligereza que la que ofrece la primitiva construcción en ciertos dibujos que de ella se han conservado. (Squier, 1849-50). La parte nueva va desde la mitad de la claraboya del segundo cuerpo hasta el remate de la torre. El número de cuerpos se conservó el mismo, aunque haciéndolos probablemente más elevados que lo eran originalmente. Entre el segundo y el tercero se situó una interesante cornisa o cuerpo voladizo con su barandal corrido por los cuatro costados de la torre. El tercer cuerpo es el campanario propiamente dicho. En él se construyeron en vez de los exiguos ventanos que existían antes para colgar las campanas, amplios arcos de caprichosa figura, que aligeran y dan una nota de esbeltez a la obra toda. El cuarto cuerpo (el del reloj) que antes era ciego y aplastante, ofrece mucha gracia y ligereza mediante los hábiles y sencillos recursos de las columnillas angulares y el losangeado del paramento. Sigue la gran cornisa terminal, y sobre ella cuatro pináculos en los ángulos (conforme a las buenas reglas del arte, a plomo con las columnillas de abajo) y la cubierta, que también mejoró con la restauración, pues de vulgar media-naranja repartida en seis por otras tantas nervaduras, pasó a ser un interesante cuerpo redondeado de planta octogonal, formado por dos bóvedas claustrales cuyas cañones se cortan en ángulos de 135. Sobre él descansa el pináculo central, en el que se apoyan cuatro volutas verticales orientadas conforme a los puntos cardinales.

Atendidas las anteriores razones, conclúyese en dos cosas:

Primera, que la torre es más bella y posee mayor mérito arquitectónico ahora que antes del 54.

Segunda, que mal podría Monseñor, en esta circunstancia, tratar de devolverla “a su pristina belleza”.

Dichosamente no se trata de eso. Nos hemos informado mejor, y hemos sabido que lo que se propone el Sr. cura párroco de la Merced, es cubrir las paredes con una fina capa cementada, mejorando su aspecto de una manera perdurable.

Hemos visto en los corredores de la Casa Cural de la Merced el magnífico reloj eléctrico que el diligente Monseñor Mejía Vílchez hizo venir de Italia. Pronto estará dando las horas a los granadinos con la misma voz familiar de la vieja campana actualmente en uso. Y aquí nos asalta una duda que nos llena de ansiedad. ¿Qué será del venerable reloj que según dicen el próximo año de 64 cumplirá cien de contar los minutos de la vida de la ciudad? Este artefacto, aun cuando no fuera tanta su antigüedad forma parte de la historia de Granada y no debe desaparecer. Hemos visto ya desmontados sus viejos punteros de donde ha colgado por tantos años el vivir granadino, sus grandes esferas de blanca cerámica vidriada perforadas por las balas de la anti-civilización en algunas de nuestras vergonzosas montoneras. Por muchas y muy buenas razones este reloj abuelo debe conservarse en un sitio de honor, quizás en alguna de las otras iglesias de la ciudad.

Managua, 11 de Septiembre de 1963.

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