INAUGURACIÓN DEL ALUMBRADO ELÉCTRICO Y EL PRIMER AUTOMÓVIL, EN MANAGUA. Por: Juan García Castillo. En: El Centroamericano, 5 de Enero de 1968.
A principios del siglo, cuando el área de Managua, llegaba
por el norte al lago; por el sur, hasta el sitio donde hoy está el Banco
Nacional; por el oriente, hasta la Iglesia de Santo Domingo y por occidente, a
la actual casa de don Deogracias Rivas, en los lugares aledaños a estos límites
de la entonces capital, las brujas, las “ceguas”, las “carretas naguas”, tenían
campo propicio para sus apariciones nocturnas.
La ciudad alumbrada en su sector central, con faroles que
alimentaban los “serenos”, en los lugares donde ya no había casas, ni faroles,
eran poco transitados, después de las nueve de la noche, una hora avanzada para
recogerse, de los managüenses.
Los que transitaban después de esa hora, iban casi siempre
tras una aventura amorosa clandestina. Estos eran los que daban fe de la
aparición de la “cegua” y de la “carreta nagua”. La primera vestía totalmente
de cepas de plátanos y dicen que se colocaba dientes de lo mismo. Casi siempre
eran mujeres y de allí el denominativo femenino.
Toda esta vida nocturna de la ciudad, de misterio y de
leyendas, terminó al inaugurarse la luz eléctrica. No recuerdo la fecha, ni el
año preciso de tan importante innovación en la historia citadina, pero sí la
ceremonia, que se verificó en el Parque Central donde no había el Templo de la
Música actual, sino un kiosko, desde el cual el entonces presidente Zelaya tocó
el botón de un switch y la ciudad en
su parte central se iluminó. Júbilo inmenso de los habitantes y loas, para
quien instaló el “invento de Edison”, como dijo “El Comercio” aquel entonces.
De la ciudad iluminada por la luz eléctrica desaparecieron las “ceguas” y las “carretas
naguas”, que según se supo después eran hombres que concurrían a citas
clandestinas con mujeres comprometidas o mujeres celosas que perseguían al
marido infiel. La carreta nagua era para sembrar el terror y dicen que más que
todo, utilizaban el truco los ladrones para cometer sus fechorías. Mayor pavor
causaba la carreta nagua, cuando corría por las calles empedradas, produciendo
un ruido infernal.
EL PRIMER AUTÓMOVIL
Con la luz eléctrica, pocos años después Managua disfrutó de
otra novedad; nuestra calles arenosas fueron traficadas por primera vez por un
automóvil, creo que de los primeros que fabricó Ford. Un ruido ensordecedor
producía el artefacto ese, al arrancar, echaba humo abundante y de pronto salía
caminando ante la embobada admiración de chicos y grandes. Se le llamaba el
auto de Míster Sálomon, porque quien lo trajo era un yanqui, alto, fornido, que
se llamaba Teófilo Mauricio Sálomon, campechano muy norteamericano. Casi nunca
usaba saco y era de notarse sus tirantes y sus camisas que lucía con
desparpajo.
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