TESTIMONIOS
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“Le aconsejaban las eternas e íntimas inquietudes del
espíritu, y ellas le inspiraron sus más profundos, sus más íntimos, sus mejores
poemas… Si me hubiera dejado guiar por lo que de él me recitaban los que decían
admirarle más, no le hubiese leído nunca. ¡Fortuna grande que le conocí y
descubrí al hombre, y éste me llevó al poeta! Al indio –lo digo sin asomo de
ironía; más bien con pleno acento de reverencia—, al indio que temblaba con
todo su ser, como el follaje de un árbol azotado por el cierzo, ante el
misterio.”
Juan Ramón Jiménez:
“Rubén Darío, Rubén Darío, ¿por qué? Porque él es mucho más
vasto, más amplio, más rico que los demás, y por lo tanto es como el
significado, la síntesis de los poetas modernistas hispanoamericanos. Los
poetas que venimos después de Darío y Unamuno tenemos la influencia doble. Los
Machado, por ejemplo, muy acusadamente; era una influencia formal de Darío:
alejandrinos, pareados, alejandrinos estróficos de cuartetas, sonetos
alejandrinos, etc. Es decir, que Rubén Darío influye en lo formal y Unamuno en
lo interior; de modo que nosotros empezamos por una doble línea de influencia
modernista: una ideológica y otra estética.”
Azorín:
“Tres poetas ha habido en España modernamente: dos de lengua
catalana y uno de lengua castellana. Los catalanes son Verdaguer y Maragall; el
castellano, Rubén Darío. De estos tres poetas han sido engendrados
espiritualmente otros poetas –en Cataluña, en Castilla— que hoy siente y
escriben. La obra de Rubén Darío está ya realizada; a él se debe una de las más
grandes y fecundas transformaciones operadas en toda nuestra historia
literaria. ¿Adónde, en lo pretérito, tendríamos que volver la vista para
encontrar un tan hondo y trascendental movimiento poético realizado a influjo
de un solo artista?
José Ortega y Gasset:
“Fue preciso empezar por la rehabilitación del material
poético: fue preciso insistir hasta con exageración en que una estrofa es una
isla encantada, donde no puede penetrar ninguna palabra del prosaico continente
sin dar una voltereta en la fantasía y transfigurarse, cargándose de nuevos
efluvios como las naves otro tiempo se colmaban en Ceilán de especias. De la
conversación ordinaria a la poesía no hay pasarela. Todo tiene que morir antes
para renacer luego convertido en metáfora y reverberación sentimental.
Esto vino a enseñarnos Rubén Darío, el indio divino,
domesticador de las palabras, conductor de los corceles rítmicos. Sus versos
han sido una escuela de la forja poética. Ha llenado diez años de nuestra
historia literaria.”
Ramón María del Valle
Inclán:
“Darío era como un niño. Su alma era pura, purísima. Yo
llegué a quererle tanto como amigo que admirarle como poeta y maestro. Se entendía conmigo mejor que con
muchos de nuestra generación. Sobre todo, con Unamuno le resultaba casi
imposible llegar a la amistad sin reservas. Don Miguel decía que entre ellos se
levantaba siempre una muralla de hielo. Y era cierto. No podían entenderse:
Rubén tenía todos los pecados del hombre, que son veniales, y don Miguel tenía
todos los pecados del ángel, que son mortales.”
Jacinto Benavente:
“¿Qué discurso valdrá lo que un solo verso de Rubén Darío
escrito en noble lengua castellana? ¿Qué brindis como la inspirada elevación de
su poesía al alzar el poeta, como el sacerdote en el más sublime misterio de
nuestra religión, en cáliz de oro, la propia sangre, que no es otro el misterio
de la poesía? No hay poeta cuyo corazón no sangre siempre. La sangre del poeta
es chorro de luz, que es resplandor para todos, es en el corazón del poeta
herida dolorosa. Cuando cantáis a nuestra gloria cantáis a nuestro dolor. ¿No
es cierto, poeta? Que vuestras rosas suavicen por un instante las espinas de
vuestra corona. Las mejores que os ofrecemos son de vuestros propios rosales…
Nos las ofrecisteis para gloria de todos… Al prenderlas sobre nuestro corazón
aprenderán la más dulce palabra de gloria. “¡Amor! ¡Amor al poeta!”, canta hoy
en nuestros corazones esa canción que es armonía de risa y llanto, y pone en
las palabras más vulgares acentos de una verdad resplandeciente, y es como
temblar de aguas vivas, y es la caricia de lo sublime, y es el pasar de Dios
por nuestras almas.”
Ramiro de Maeztu:
“¿Por qué no logró infundir Rubén su patriotismo hispánico a
los poetas españoles? La obra de Rubén nos enseña que España es el ideal
universal que el mundo necesita para salir de sus egoísmos de nación, de raza y
de clase. El día en que esto se descubra, habrán hallado nuestros pueblos el
espíritu superior que es menester para ennoblecer sus inspiraciones.”
Gregorio Marañón:
“Garcilaso creó la poesía más puramente española, pero con
aportaciones clásicas e italianas, como, siglos después, Rubén Darío encastizó
la poesía castellana, con aportaciones, también clásicas, aunque traducidas del
francés, y con el ímpetu juvenil del habla americana.”
Federico García
Lorca:
“Como poeta español, enseñó en España a los viejos maestros
y a los niños, con un sentido de universalidad y de generosidad que hace falta
en los poetas actuales. Enseñó a Valle-Inclán y a Juan Ramón Jiménez, a los
hermanos Machado; y su voz fue agua y salitre, en el curso del venerable
idioma. Desde Rodrigo Caro a los Argensola o don Juan Arguijo no había tenido
el español fiestas de palabras, choques de consonantes, luces y forma como en
Rubén Darío. Desde el paisaje de Velázquez y la hoguera de Goya, y desde la
melancolía de Quevedo al culto color manzana de las payesas mallorquinas, Darío
paseó la tierra de España como su propia tierra.”
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