domingo, 10 de enero de 2016

EL FUNDADOR*. Por: Hernán Robleto


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RUBÉN DARÍO

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    La abuelita se desalentaba ya. Hubo momentos en que se mesara los blancos cabellos, desesperada. Las tías iban de casa en casa, preguntando:

    ─ Es Rubencito. ¿No han visto a Rubencito?

    En la briosa mula salió el tío Sarmiento en busca del niño.

    Las vecinas comentaban en la plaza.

    ─ Se ha perdido el cabezón. Hace tres días no aparece…

    ─ ¿Quién? ¿El que toca el órgano?

    Apenas tenía siete años. Ya le habían crecido las alas en los tobillos y la andanza era como un bíblico imperativo.

    El tío dio con él en lo más enmarañado del potrero… Y como la montaña besaba al pueblo…

    Detuvo la mula, sin hacer ruido, porque le obligaba a abrir los ojos, desmesuradamente, el hecho en que no quería creer. Pegado a la ubre rosada de una vaca, el niño sorbía la leche blanca que se hacía espuma en los labios sedientos.

    Sangre de toro tropical, potente y dulce como su lira, tomaba la fuerza del bucólico episodio para igualar a Rómulo y Remo en la fundación que ha extendido su imperio en los horizontes que no soñara el romano.

    El reino de Rubén Darío ha oído la música nueva, la trompeta nueva que trajo la gama en su sonido y en su color: rumores de selvas americanas, pasajes versallescos, cantos a la Raza, chocar de flechas nativas en lo alto, curvas armoniosas sorprendidas en las mujeres desnudas en los bosques griegos y  en los heráldicos cuellos de los cisnes…

    Lecha milagrosa de aquella mansa vaca nicaragüense, que indudablemente tenía el poder para alimentar a un Hércules. ¡Leche de la vaca nicaragüense!

    Esto pasó en Metapa de hace poco, en el pueblo de Chocoyos, de antaño, en la Ciudad Darío de hoy, allá en un amado rincón de cuyo nombre quiero siempre acordarme…

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*Artículo publicado en la revista “ARIEL". Quincenario antológico de Letras, Artes, Ciencias y Misceláneas. San José de Costa Rica, 1 de noviembre de 1938. Serie X. Número 29. Página 772. Director: Froylán Turcios. 

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