domingo, 10 de enero de 2016

RUBÉN DARÍO EN HONDURAS. Por: Medardo Mejía*.

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RUBÉN DARÍO. León, Nicaragua, 1899.

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    Yo creo que habéis oído hablar del Reverendo Padre Juan José Sahagún de la Santísima Trinidad Reyes. Nació en la risueña Villa de San Miguel de Tegucigalpa y Heredia. Se instruyó en letras divinas y humanas en la vieja ciudad de León y en la noble ciudad de Guatemala. Dióse en cuerpo y alma al altar. Compuso misas, música sagrada, villancicos a la Virgen María, pastorelas para divertimiento de los jóvenes. Fundó con otros tegucigalpenses, la Sociedad del Genio Emprendedor y del Buen Gusto, que más tarde llegó a ser la Universidad Central de Honduras. Dijo del General Cabañas en un verso inmortal que, laurel de vencedor llevaba aún vencido. Se burló del General Morazán en décimas que todavía recuerdan los separatistas. En tiempos de escasez regaló el maíz de la casa contra la voluntad de su hermana, sosteniendo que Dios daba ciento por uno. Casi llegó a ser obispo. Y por fin un día, sin cansarse de hacer el bien, de rendir culto a su verdad y de hacer loas a la belleza, entregó su alma al Señor. Pero el Padre Reyes, como acertadamente expresa Marcelino Menéndez y Pelayo, fue en el siglo diecinueve un sobreviviente del siglo trece. Inspiróse en los sagrados comienzos castellanos. Su espíritu se halló muy cerca de Gonzalo de Berceo, el inolvidable Arcipreste y  el Marqués de Santillana. Y renunció a todo lo demás, en cuenta el siglo de oro, el Padre Granada, Fray Luis de León, Santa Teresa, Lope, Calderón y el inmenso Manco de Lepanto. Como del Padre Reyes me interesa el poeta, diré someramente que su concepción artística respondió justamente al estado cultural de Honduras en la mitad del siglo décimo nono. El feudalismo estaba crudo. Y él en arte era un reflejo del feudalismo. Los campesinos leen y representan las pastorelas con el mayor gusto. Pero los hombres mejor informados no pueden menos que sonreír. Sin pretensiones de ningún género si a mí se me pidiera opinión, diría a mis paisanos: ¡Por Dios, ya no hablemos del Padre Reyes!

    La revolución del 71 en Guatemala repercutió en Honduras. Gracia a ella llegaron al poder Marco Aurelio Soto y Ramón Rosa, ambos racionalistas y ambos románticos. La corte republicana tuvo su poeta en el cubano José Joaquín Palma. El cisne de Bayamo demostró que sabía improvisar en fiestas patrióticas, bailes, banquetes, paseos a Valle de los Ángeles, en fin, la mar. Y  claro, tuvo imitadores. Manuel Molina Vijil, Carlos Alberto Uclés, Rómulo Durón y tantos otros que escribieron versos, imitaron a Palma en sus décimas apretadas de caballeros vestidos de hierro, princesas encantadas, castillos solitarios y todo eso que es feudalismo de un nuevo tipo y que todavía tiene admiradores en los rezagados.

    Cantó Rubén Darío en Nicaragua, y las letras hondureñas se tornaron hermosas. Apareció José Antonio Domínguez escribiendo audazmente el Himno a la Materia y fugándose de la vida a la manera de Silva. Froylán Turcios cultivó el simbolismo  y dio a conocer por medio de sus revistas admirables las literaturas extranjeras. Juan Ramón Molina aspiró a la nitidez que alcanzó  Guillermo Valencia. Luis Andrés Zúñiga escribió versos que tiene puntos de contacto, por la sutil melancolía y el poder evocador, con los líricos portugueses. Rafael Heliodoro Valle ha dado una poesía que es un vivo sentimiento idealizado de la infancia y  de la tierra natal, de la que recoge  y amplía sus leyendas. Alfonso Guillén Zelaya es el poeta del modernismo panteísta; en su poesía tiene la religión de la tierra y el culto de las aguas, a la manera de los grandes poetas primitivos. Hay más espíritus cultivadores del arte y creadores de belleza. Pero aquí sólo quiero referirme a los mayores.

     En otras ramas, Paulino Valladares siempre tuvo a la vista la prosa de Los Raros. Salatiel Rosales, el escritor más documentado de Honduras. Céleo Dávila y Abel García Cálix. Joaquín Bonilla y Alejandro Cabrera Reyes Julián López Pineda y Guillermo Bustillo Reina. Gregorio A. Velásquez y Federico Peck Fernández. Y paro de contar.

    No ha sido una imitación servil la de los hondureños. El vate de Cantos de Vida y Esperanza no hizo más que señalar los horizontes, los vastos horizontes. Hoy, como el maestro está en su santo sepulcro en León, y no hay un guía que tenga igual o parecida audacia, las letras hondureñas están de capa caída. Barba Jacob ha influenciado un poquillo. Pablo Neruda, otro poquillo. Vicente Huidobro, otro. Federico García Lorca, otro. Pero hasta allí. Porque hay que convenir que en nuestros tiempos todo lirismo tiene que resultar fallido ante el dramatismo del mundo.

     De lo anterior sacamos la conclusión de que Darío fue el propulsor de las letras hondureñas en el período del llamado modernismo. La conclusión la podemos generalizar a toda Centro América. Pero hoy, como no hay maestro, no hay letras. Y  aquí viene el objeto preciso de estas líneas. Como no hay maestro hay que seguir estudiando a Darío en sus acuerdos y discrepancias con nuestros tiempos. Hay que buscar la ruta, a causa de él. O por lo menos que siquiera no se apague la devoción por el arte  y la belleza. Dicen que los niños griegos aprendían a leer en la Ilíada. Si yo pudiera haría que los niños centroamericanos recitaran todas las mañanas versos de Cantos de Vida y Esperanza. A fin de mantener, cierto tono lírico, cierto entusiasmo y cierta fe en los corazones que heredarán nuestras miserias, y también, si las tenemos, nuestras grandezas.
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* Medardo Mejía. Poeta, gran escritor hondureño, [[periodista] y académico. En sus obras manifiesta los problemas sociales que se vivieron en su país, y además ver la gran valentía por luchar contra todos aquellos que querían hacer daño a las personas humildes. Ha sido uno de los escritores más polifacético y prolífico dentro de las letras hondureñas. Ensayista e historiador, trabajó con muy buen suceso géneros como la poesía, el cuento y el teatro, además, no sólo se formó en el periodismo, sino que lo ejerció con gran acierto. Influido por la filosofía marxista, su interpretación histórica estética está basada en el Materialismo Histórico y dialéctico. Fundó la Revista Ariel, (1964-1976), retomando la labor de difusión iniciada por Froilán Turcios Canelas. (Datos biográficos tomados de Internet).
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Publicado en la revista “ARIEL”. Quincenario antológico de Letras, Artes, Ciencias y Misceláneas. San José de Costa Rica, 15 de noviembre de 1938. Serie X. Número 30. Director: Froylán Turcios.


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