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Rubén Darío, de 45 años.
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En cierta ocasión
encontráronse Piquet, Darío y Payró con Eduardo L. Holmberg, amigo de todos
ellos y que dirigía por entonces el Jardín Zoológico. Ante una invitación del
mismo le acompañaron hasta los pagos, donde la más heterogénea fauna comenzaba
a ensayar sus voces en un endiablado coro, denunciador del hambre de las
bestias.
Paseando por el
Jardín, Holmberg se detuvo ante la jaula de un crinudo león que descansaba su
aparente domesticidad, semi-adormilado. Acarició Holmberg la melena empenachada
del animal, e invitó a Rubén a que lo imitara, respondiendo de su mansedumbre.
Animóse Darío ante el ejemplo y extendió la mano, repasando suavemente la
soberbia cabeza del león. Dioses y bestias hicieron pacto –podría decir el
poeta recordando su verso.
Holmberg, espíritu
bromista y socarrón, enrollaba entretanto un pelo del animal para acabar dando
un formidable tirón.
La bestia lanzó un
potente rugido, cuyo desplazamiento de air echó para atrás a Piquet y a Payró,
mientras Darío salvaba de un salto limpio la cerca de seguridad, poniendo
considerable distancia entre las rejas y su persona.
Holmberg reía… I
pasado el susto comentó:
─ ¡Nunca creí que Darío
tuviera tanta agilidad!
Fragmento de Payró y La Bohemia literaria.—
Nosotros, Buenos Aires, marzo de 1938.
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*Publicado en “Ariel”. Quincenario antológico de Letras, Artes, Ciencias y Misceláneas. San José de Costa Rica, 15 de junio de 1938. Serie VII. Número 20. Director: Froylán Turcios.
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