UN “ZORBA” CON
CALENTURA, REMEMORA LA VIEJA GRANADA. En: Semana, 11 de Octubre de 1970.
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"EL GRECO", CRISTO DEDEMADY |
También el parque y la gente del pueblo que en él se
paseaban por las tardes y noches parecían contagiarse de aquel aire de
distinción, como lo era la música de los conciertos que habían los jueves y
domingos con los “Chiminos” de Jalteva, el Maestro Carlos Salvatierra, oír el
acordeón que tocaba don Horacio Cordero. Eso era algo sublime.
Y cuánto respeto había en esos tiempos, enfatiza. Esos eran
los mejores días también para mi negocio, añade. Vendía hasta cuarenta córdobas
diarios. Uno de los refrescos que más gustaba de una glorieta era el “Charleston”,
soda combinada con varios colores y que gustaba mucho, recuerdo al Dr. Manuel
Ubaú, al Dr. Fausto Robleto, ambos fallecidos, hace muchos años.
Ahora los recuerdos de Cristo, afluyen con mucha facilidad.
También las fiestas de los universitarios, cuando elegían a su reina, sus
carnavales. Eso era vida para Granada, señala. Cuando esta ciudad tenía su
propia universidad, de donde salían los hombres más destacados de Nicaragua.
NACE LA “CIMARRONA”
Pero de nuevo al hablar de su negocio, Cristo refiere que
otro refresco que unos lo tomaban como tal, pero que otros buscaban después de
la “goma” dice, era la famosa “cimarrona”, compuesta de soda, sal y azúcar por tres centavos el vaso. Aquí nació
la “cimarrona” que ahora usted oye mentar por todo el país.
Sí, tenía varios usos, interviene su esposa doña Magdalena
Hernández de Dedemady, que hace rato oía la historia, aunque habiéndola vivido
con su marido parecía gustarle más oyéndola contar.
“Son los recuerdos que alimentan al espíritu cuando el árbol
de la vida comienza a doblarse”.
¿Y de los alcaldes? Hablemos de ellos, le insinuamos. ¿Quién
crees hay podido ser el mejor hasta nuestros días? Sin dudar y en forma rápida
aflora en la memoria de Cristo, el nombre de Manuel Urbina, ese que vive en el
Palenque.
Fue en su tiempo que se enladrilló el parque, que en aquella
época tenía barandas en contornos y puertas de hierro. Así como de un metro
y medio de alto, explica. Era el año de
1933, cuando también se construyó el Kiosko grande para ser ocupado en los
conciertos y que ahora está por caerse. Habían jardines que cuidaba un francés
que creo recordar se llamaba León.
Pero de los demás alcaldes, ¿qué puedes decir? –Nada, porque
es nada lo que han hecho, al menos que valga la pena para una ciudad tan
hermosa y con tanta historia. Expresa que ahora todos cobran y cobran y “nada
de mejoras”. Cuando llegué aquí, pagaba sólo 6 córdobas al mes, con agua y luz,
pero ahora pago hasta la mirada.
De nuevo doña Nenta interrumpe a su marido para añadir que
aquellos recuerdos, cuando las familias destacadas de la ciudad y que su
mayoría ocupaban las casonas que hoy quedan como único vestigio de una época
grande para Granada, es lo mejor que puede comprender una historia sobre la ciudad.
La vida que lleva este personaje en Granada ahora transcurre
aunque un poco tranquila para su salud, de mucha nostalgia y tristeza por no
estar en forma continua en aquel kiosquito del parque. Son pocas las veces que
se puede observar en dicho lugar.
Vendedor de Lotería también, Cristo ha sido favorecido por
la suerte en dos ocasiones, la última con cien mil córdobas, hace dos años,
cuando el premio mayor era de 300 mil.
A pesar de ello, no tengo dinero, sólo una familia a quien
he podido formar, según mis recursos limitados.
De la lotería dijo había vendido dos premios gordos, el que
también le favoreció en lo personal y otro que ganó un hijo de Jorge Lacayo que
vive en Nandaime.
“Ya me subió de nuevo la calentura, refunfuña Cristo. Mejor
vuelva para platicar más… ¿le parece bachiller?
El “Greco”, Cristo Dedemady, un hombre que se dio al
destierro voluntario en nuestro país y del que apenas ha salido unas cinco
veces de la ciudad donde se estableció, Granada, hace ya cuarenta largos años. Es
el personaje quizá más popular que se conoce en todo el departamento.
“Cristo”, —como
popularmente se le llama—, luce hoy bastante cansado y a la vez enfermo, pero
más bien por su continuo trabajo que de los años que tiene de vivir, 67.
Su medio o fuente de trabajo, es algo singular entre los
miles de extranjeros que se ha radicado en Nicaragua. Una fuente de soda, la
primera que se conoció en el país y desde que llegó a esta ciudad tiene ubicada
en el quiosquito del Parque Colón, en la esquina nor-occidental.
Un año antes se había establecido en Managua con su fuente
de Soda y Restaurante “Acrópolis”, obligado a emigrar por el terremoto de 1931.
“¿Qué tal bachiller?” es la frase de saludo y que con mucho
respeto acostumbra con sus amigos. Casi todo el mundo que lo trata es amigo de
Cristo, “Cristo” el del Parque en Granada”.
Nacido en Doria, ciudad del sur de Grecia, Cristo es el
menor de seis hermanos habidos en el matrimonio de sus progenitores don Nicolás
Dedemady y Vaciliqui Liveropulos, ambos ya fallecidos.
De sus hermanos, solo dos viven: Panayotis y Pinélopes. El
resto: Dinóstenes, Pericles y Adriana ya murieron, dice.
Su arribo a tierras nicaragüenses lo hicieron el 14 de marzo
de 1930, pero como narró anteriormente, por pérdidas registradas en el negocio
a consecuencia de la tragedia en el terremoto en 1931, buscaron nuevos
horizontes en Masaya y Granada,
decidiéndose él por esta última ciudad.
EL FRESCO “CHARLESTON”
En las circunstancias que se encontraban, la situación económica
no era buena que se diga, y fue motivo para que sus dos parientes y socios a la
vez, Deancin y Constantino Liverpulos, decidieran regresar a su patria, Grecia.
Cuenta Cristo, que para costear en parte el viaje de sus tíos, solicitó prestado
a su “amigo” Hércules Ferrety, italiano que administra el Hotel Alhambra, la
suma de 300 córdobas, pagándole en cambio el interés del cinco por ciento.
“Hasta aquí la aventura había sido bastante accidentada,
pero las condiciones favorables en la economía al menos en Granada por esa
época, me permitieron abrirme paso rápidamente”, agrega.
Acostumbraba a permanecer de pie desde las ocho de la mañana
a las 12 de la noche cuando menos, durante casi medio siglo, Cristo Dedemady,
no para en un solo lugar mientras platica sobre su vida. Es como si hubiera
olvidado esa costumbre tan natural de reposo.
En cambio repentino de expresión, Cristo parece añorar el
pasado cuando dice con aire melancólico y casi entrecerrando los ojos “de
aquellos tiempos de bachiller cuando la vida era casi regalada, hoy sólo nos
queda el recuerdo. La transformación total que ha tenido Granada, es bastante
triste”, agrega.
Le pedimos nos cuente algún pasaje que haya podido ser
testigo desde su glorieta, aquí en el parque y refiere: “hay bastantes cosas de
qué hablar, pero no me gusta porque así he vivido mejor”.
Pero… algo, insistimos. “¡Bueno!, dice, si usted hubiera
vivido los tiempos por ejemplo entre los años del 33 al 40. Aquello era muy
hermoso. “Cuando, digamos, toda la gente distinguida de Nicaragua estaba en Granada.
Cuando a las fiestas del Club Social donde acudían las damas elegantes con sus
vestidos largos al estilo carioca que llegaban al ojo del pie y los caballeros muy
respetuosos con sombreros de copa y trajes de cola, me hacían sentirme en la
tierra que había dejado atrás”.
“Eran ocasiones en que el Club parecía el Paternon de
Grecia, donde sólo se da cita lo mejor”, señala Cristo.
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