********* Ω Ω Ω **********
IGLESIA DE NUESTRA
SEÑORA DE LA MERCED, GRANADA, NICARAGUA. Dibujo de 1856
Por el Dr. Eduardo Pérez-Valle:
Tomado del Frank
Leslie᾽s Illustrated Newspaper, del 9 de Agosto de
1856, con el siguiente comentario:
Esta iglesia está
considera por los habitantes de Granada, como una de las cosas curiosas de la
ciudad. Debido a su gran tamaño, abarca un área sumamente grande,
inmediatamente detrás de la plaza. Dá la impresión de haber sido muy linda su
arquitectura y decoración. Aún ahora sus ruinas, bastante dañadas por el paso
de los años, presentan una impresión magnífica y pintoresca, especialmente
cuando se le ve desde la aldea india en la base del volcán Mombacho, o desde el
camino que lleva a León. El presente dibujo, hecho por nuestro propio artista,
es una fiel reproducción de la escena en todos sus detalles”.
Según el artículo, hay
una leyenda en los lados de una de sus torres, que dice:“Se empezó esta obra 6
d᾽ Agosto A. D. 1781, y se acabó al 25 de Jenero. A.
D. 1783, con 32 Vs. Sin la cruz”.
En el lado oriental de la torre de la Merced aparecen dos
inscripciones que resumen su historia. La leyenda superior, a su vez la más
vieja, reza así:
SE EMPEZÓ ESTA OBRA EL 6 DE AGOSTO DE 1781. Y SE ACABÓ A 25
DE ENERO DE 83. CON 33. VS. SIN LA CRUZ.
La inscripción inferior dice:
FUE DEMOLIDA HASTA SU MITAD EN LA GUERRA CIVIL DE 1854. Y
RESTAURADA Y MEJORADA EL AÑO DE 1862.
BAJO LA DIRECCIÓN DEL MAESTRO ESTEBAN SANDINO. CONTRIBUYO A ESTA OBRA EL
FERVOROSO ZELO DEL PRESBÍTERO D. J. ANTONIO CASTILLO.
Los historiadores Ortega Arancibia y Jerónimo Pérez cuentan
lo sucedido a la gallarda torre de la Merced durante la desastrosa contienda de
1854, encerrado don Fruto en la ciudad y puesto sitio por las tropas de Jerez.
Dice Ortega: “En la torre de la Iglesia de la Merced se situó un cazador con la
única arma de precisión, que un extranjero puso al servicio del gobierno, y
desde esa altura blanqueaba a las fuerzas que ocupaban la Iglesia de Jalteva
como cuartel general; Pineda y el General Jerez fueron puesto fuera de combate
por la bala del cazador que estaba en la torre de la Merced; Pineda pasado por
una bala en la región torácica, y Jerez rota la rótula, que le obligó a hacer
cama por mucho tiempo en la Sacristía de la Iglesia de Jalteva”.
Dice Pérez que un norteamericano, Henrique Doss, que con el
grado de teniente coronel de artillería se brindó al servicio del gobierno, “fue
el que más daño hizo a los democráticos desde la cúpula de la torre en que se
mantenía apostado con el rifle en la mano”. Continúa: “Recibieron aviso en
Granada que venía de León para Jalteva una pieza de artillería de grueso
calibre traída con el objeto de destruir la torre de La Merced, que dominando a
todo Jalteva hacían desde allí los rifleros constante daño a los democráticos.
En la noche del 3 / de Julio / resolvió Chamorro salir personalmente hasta Masaya,
ciudad distante doce millas al noroeste de Granada, a donde se decía que había
llegado la referida pieza; y en efecto, al amanecer el 4 salió por la línea
norte con una compañía de preferencia. A las diez del día entró a Masaya, sin
resistencia, porque los empleados y guarnición que allí estaban huyeron para
Nindirí, pueblo tres millas distante al noroeste de Masaya. El objeto principal
de tomar el cañón no lo consiguió porque había ya pasado para Jalteva, pero
mandó recoger las oficinas y destruir algunos depósitos de víveres que estaban
listos para conducirlos al cantón”.
Ortega prosigue: “Procedente de Yuscarán había llegado al
Cantón de Jalteva un señor Radicati, de origen italiano, recomendado por el
General Cabañas como buen artillero, el cual escogió la mejor pieza y en la
noche la emplazó con todas las condiciones del arte en el atrio de la Iglesia
de Jalteva y al amanecer despertó a los granadinos con el estampido del primer
tiro de su cañón, acertando con precisión matemática contra la torre de la
Merced que servía de atalaya a los tiradores del ejército que defendía la
plaza, desde cuya altura dominaba el perímetro que ocupaba el enemigo,
haciéndoles mucho daño. Con pertinaz insistencia por algunos días no cesó el
cañón de Radicati de poner una vida fuera de combate, redondeando la atalaya y
el baluarte por la mitad de su altura hasta que dio en tierra con la esbelta
torre de la Merced, justo orgullo del granadino”.
Pérez concluye: “Un espantoso cañoneo se dirigió ese mismo
día / 24 de diciembre / a la torre de la Merced, hasta que a las cinco de la
tarde cayó el cuerpo superior y el cimborrio, haciendo un estruendo terrible.
Mil gritos acompañados de la música marcial felicitaron en Jalteva el derribo
de la torre”.
Sólo resta agregar que el cañón de grueso calibre empleado
por Ricaldi contra la torre de la Merced era una culebrina a cañón largo que
apedillaban el San Pedro.
****************Ω Ω Ω Ω Ω Ω Ω Ω****************
CASA DE GUARDIA EN LA
PLAZA, GRANADA, NICARAGUA. DIBUJO DE 1856.
Por el Dr. Eduardo Pérez-Valle
Tomado del Frank
Leslie᾽s Illustrated Newspaper, del 19 de Julio de
1856.
El presente nos ofrece
algunas observaciones interesantes con relación al mercado. “La lista de
artículos que se venden en la plaza, como mercadería en una tienda del Oeste,
incluye una variedad muy numerosa para detallarse: toda clase de frutas
tropicales, naranjas, piñas, cocos, bananos, limas, limones y muchas otras más.
Además de las frutas
hay gran variedad de vegetales, pipianes, cebollas, batatas, tomates, sandías,
maíz, arroz, frijoles y gran variedad de otros artículos. Las mesas está
cubiertas de varias clases de dulces, hechos principalmente de harina y azúcar,
coco y azúcar y otros ingredientes, mientras que por el suelo sobre los canastos
tienen a los pollos, pescados, iguanas (especie de animal como la largatija
pero grande como un polo y bastante agradable al paladar), cerdos, y huevos de
tortugas. Esos dos últimos artículos se encuentran con gran facilidad y en
grandes cantidades en las costas del lago y algunas veces los mimos nativos
traen las tortugas para venderlas.
La “casa de guardia” o cuartel de Granada, fue también
conocido en la segunda mitad del siglo XIX bajo el nombre de “cuartel principal”,
pues también había una pequeña guarnición en la casa de la pólvora, en el
camino de Masaya. Su ubicación era la misma de la primitiva fortaleza de
Granada, construida por Francisco Hernández de Córdoba, fundador de la ciudad;
y donde él mismo fuera encerrado poco antes de su ejecución por orden de
Pedrarias.
“Temprano cada mañana –dice la crónica—, cuando los
centinelas dejan la guardia, una muchedumbre de mercaderas con sus varios
productos va llenando la plaza. Los principales encargados del transporte son
los indios, que fluyen a la ciudad de todas direcciones por innumerables
veredas, con sus enormes cargas a la espalda, suspendidas de la cabeza por una
ancha cinta que hacen pasar por la frente” (y-que llaman mecapal). Cargado de esta manera, cada uno de ellos puede llevar
tanto como una mula y caminar por millas con su trotecito. Llegando a la plaza,
descargan y venden rápido a los vendedores al menudeo, y regresan al campo. La
esquina junto al cuartel es el principal sitio de estos comerciantes, y desde
temprano en la mañana se pueden ver sus grupos por allí. Sin embargo, a las
nueve todos se han ido, para volver en la mañana con nuevos productos”… “Los
precios de estos artículos se fijan según el trabajo empleado en cortarlos y
traerlos al mercado”… “Cuando el sol del mediodía cae sobre la plaza, los
comerciantes suspenden sus negocios y el mercado queda desierto. Las mujeres
han hechos sus ganancias, ya ahora pueden buscar el fresco retiro que les
ofrecen sus hamacas, y en la siesta de la tarde soñar con alegres caballeros y
progresistas americanos”… “A la derecha / en el grabado / se ve una parte de la
residencia del ministro Wheeler”.
Dice Walker que al entrar la Falange y sus auxiliares
democráticos a la ciudad todas las puertas y ventanas estaban cerradas. Pasada
la confusión inicial, empezaron a entreabrirse cautelosamente. “La del ministro
americano fue tal vez la primera en
abrir la suya. El salón, el aposento y el patio presentaban un espectáculo
curioso. Ochenta o cien mujeres y niños apiñados habían buscado protección bajo
los pliegues de la bandera americana. Allí estaba la dama gentil que creía que
todos los demócratas eran ladrones y asesinos por cuanto hacían la guerra a la
vieja aristocracia del país; allí la humilde criada que se imaginaba que los
leoneses le iban a matar, porque su padre o su hermano habían seguido a su amo
legitimista en vez de tomar las armas para defender los derechos de su clase.
En la imaginación de ambas un filibustero era una especie de centauro, con más
de bruto que de hombre, y grande fue su sorpresa al oír hablar a los americanos
con suavidad y verlos portarse con mesura, pasado el alboroto de la refriega.
Walker fue un momento a casa del ministro para responder a algunas peticiones
que allí le hicieron”… “Se tomó un prisionero de consideración –continúa Walker—,
D. Mateo Mayorga, Secretario de Relaciones Exteriores de Estrada, dejándole
bajo su palabra en casa del ministro americano”.
Dice Walker que “cerca de cien individuos fueron libertados de
sus cadenas con la toma de Granada. Habían sido presos por delitos políticos y
algunos sentenciados a muerte”. Es de observar por nuestra parte que estos presos
deben haber permanecido en el cuartel, y quizás alguno, haciendo honor a una
vieja costumbre colonial, en los interiores de la casa de gobierno, que también
hacía frente a la plaza mayor. “Entre otros estaban presos –continúa Walker—,
D. Cleto Mayorga, yerno de D. Patricio Rivas y primo de D. Mateo Mayorga, el
ministro de Relaciones Exteriores; un americano llamado Bailey, preso según
dijo, por sospechas de ser favorable a la causa democrática, y un joven de
apellido Tejada, hermano de D. Rafael Tejada, comisionado por el gobierno de
Estrada para el arreglo de las diferencias entre la República y la Compañía
Accesoria del Tránsito. Todos estos prisioneros pidieron armas y se les
incorporó a las filas democráticas, de modo que antes de la noche del 13 el
total de la fuerza que ocupaba a Granada llegó a cerca de 450 hombres”.
****************Ω Ω Ω Ω Ω Ω Ω Ω****************
EL MERCADO EN LA GRAN
PLAZA, GRANADA, NICARAGUA. DIBUJO DE 1856.
Por el Dr. Eduardo Pérez-Valle
Tomado del Frank
Leslie᾽s Illustrated Newspaper, del 21 de Junio de
1856.
El presente artículo dice: “El mercado abre todas las
mañanas y bien merece la pena una visita, aún para aquellos que no deseen
comprar algo. Las mujeres, en número de unas doscientas o trescientas, se
congregan en este lugar para exhibir sus lustrosas frutas, huevos, iguanas,
cigarros, aves y otros artículos que componen la dieta normal en este clima.
Pero la atracción principal para los extranjeros que visitan este lugar es el
alegre y vistoso atavío de estas pintorescas señoritas. Las faldas son de
percal y muy largas de dos capas con paletones y ambas con adornos brillantes
en las orillas. La cabellera, azabache y ondulada, la usan a veces suelta
cayendo sobre la espalda. Otras llevan en alto el cabello, pero siempre le dan
el característico toque de lucir una flor en la cabeza, ya sea detrás de la
oreja o encima del peinado. Es casi imposible pasar al lado de una de estas
jóvenes y no admirarlas”.
En el mismo número del Frank
Leslie᾽s Illustrated Newspaper se publican dos dibujos
de la plaza mayor de Granada, en una vista desde el este, en el otro desde el
oeste.
El pie del primero dice así: “El General Walker pasando
revista a las tropas en la plaza mayor de Granada, capital de Nicaragua”. Es
importante este dibujo porque detalla muchas cosas, entre ellas los edificios
que limitaban la plaza por el oeste, como la casa de Walker (en el sitio de la
actual casa Pellas), con su arcada en el piso bajo y su baranda en el alto. Se
ve un cañón apuntando hacia Jalteva, apostado en el arranque de la Calle Real;
y más allá, la torre y otras dependencias del Hospital San Juan de Dios.
Walker, el brazo extendido, espada en mano, dirige las evoluciones de dos
pelotones de soldados, a los compases de una banda de cuatro músicos, ante un público en su mayor parte femenino. El
comentario que acompaña a este dibujo dice que el artista “aprovechó el momento
en que el General Walker y su ejército aparecieron en la Plaza a su regreso de
la sangrienta batalla de Rivas”. Aquí hay un error garrafal, pues el mismo
Walker nos dice que “cuando las destrozadas fuerzas de la República entraron en
la capital era ya más de la medianoche”.
El otro dibujo, con la plaza vista desde el suroeste, es el
que aquí se reproduce. Parece, por las actitudes de las figuras, que ya han
pasado algunos días desde el desastre de Rivas: las mujeres del mercado
entregadas a sus negocios, los soldados pasando el tiempo con displicencia,
quizás haciendo tristes reminiscencias y comentarios en torno al revés sufrido, y que el mismo Walker se vio obligado a
reconocer en tono amargo: “En cuanto a los americanos, después de que pasó el
primer entusiasmo del ataque, fue imposible hacerlos asaltar las casas en que
los costarricenses se ocultaban”… “Muchos de los soldados, extenuados por la
primera carga, arrimaban sus fusiles a la pared, dejándose caer en el suelo, y
era difícil hacerlos entrar en acción”… “Fue imposible conseguir que ninguno de
los elementos de la fuerza repitiese el ataque con el vigor desplegado al
principio”… “Walker estaba preparando la retirada, y cuando oscureció se
llevaron los heridos y los impedidos a la iglesia”… “Los que estaban de muerte
se dejaron cerca del altar mayor; a los demás se les dieron caballos para la
marcha. Era más de la medianoche cuando todo estuvo listo, y la fuerza salió de
la ciudad despacio y en silencio, llevando los heridos en el centro”.
En el dibujo son interesantes las dos figuras femeninas de
la derecha, en primer término, una desplumando un ave, otra despiojando un
niño; también lo son las de los filibusteros, los de primer término y los que
están en la calle, todos reflejando la derrota.
La sección que se presenta en detalle, como tema central, es
el costado sur de la plaza, donde funcionaba el mercado bajo los portales. A lo
lejos e ven la iglesia parroquial, el cuartel principal (“casa de guardia”) y
una casona que debiera ser la residencia del ministro americanos, Míster Wheler;
pero ésta tenía corredores y barandas a
la calle. (Quizás haya ocurrido en esto algún error de interpretación de parte
del grabador Hoecomb). La disposición de los dos últimos edificios en torno a
la plaza parece un tanto irregular, pues
no concurren a darle la forma rectangular que siempre tuvo..
******* Ω Ω Ω ******
No hay comentarios:
Publicar un comentario