jueves, 5 de junio de 2014

Carlos Eddy Monterrey declara: “YO EJECUTÉ A SANDINO”. Por Filadelfo Alemán. En: La Prensa, domingo 21 de Febrero de 1971. Edición No. 12542.


** Soldados cayeron como zopilotes sobre cadáveres

** Monterrey escribe un libro con más detalles del caso


“Yo ejecuté a Sandino, Estrada y a Umanzor. Y cuando los tres cayeron, los soldados del pelotón de fusilamiento se lanzaron como zopilotes sobe los cadáveres para quitarles las cosas de valor que llevaban encima…”

Así comenzó su relató ayer sobre la muerte de Sandino, el Coronel (PA) jubilado, Carlos Eddy Monterrey, quien en forma exclusiva habló por primera vez sobre el caso, para LA PRENSA.

Monterrey, dado de baja del ejército en 1953, después de un Consejo de Guerra, en el que se le acusaba de “proposición de conspiración contra el Gral. Somoza García”, nunca había querido dar declaraciones de prensa sobre ese episodio de la Historia Nacional.

De estatura mediana, muy menudo, fogoso y nervioso para hablar, habita una menos que modesta casa en el Plantel de Batahola del Distrito Nacional, casi abandonado a su suerte, después de haber sido él, según declaró en el Consejo de Guerra, con la eliminación de Sandino, quien allanó, el camino del poder a Somoza.

No quiso dar ciertos detalles de la muerte de Sandino, por ejemplo: el lugar donde está enterrado, “por cuestiones de ética de soldado”, pero dio a conocer pormenores hasta ahora desconocidos.

“ME RESPONSABILIZO ANTE LA HISTORIA”

Exjefe de la Fuerza Aérea y ex Cónsul General de Nicaragua en Nueva York y representante ante las Naciones Unidas, parece ocultar algo en su ser que podría ser resentimiento por la moneda con que le han pagado.

“Si, yo fui quien ejecutó a Sandino, me responsabilizo de ello ante la historia porque no lo puedo negar, dijo.

“Pero agregó, lo hice como soldado, como le hubiera tocado a cualquier soldado, de que recibe órdenes y las ejecuta por disciplina militar.

SU RELATO

“Yo me encontraba en mi oficina del Campo de Marte, cuando el Capitán Lisandro Delgadillo, paso corriendo por mi puesto a eso de las ocho y  media de la noche del 21 de febrero de 1934”.

“Iba en dirección de una casa del Campo de Marte, en
donde el Gral. Somoza, esperaba escuchar un recital. Cuando pasó de regreso me dijo Delgadillo: “¡seguime!”

“¿Qué hago con la guardia?”, le pregunté y él me contestó: “déjala con el oficial que te sigue…”.

Lo seguí en dirección a El Hormiguero, y cuando estuve en el centro del patio miré a Sandino, don Sofonías Salvatierra, don Gregorio Sandino, y los generales Juan Pablo Umanzor y Francisco Estrada, rodeados de guardias nacionales que les apuntaban con sus ametralladoras.

“Yo no conocía a Sandino, personalmente, hasta ese día. Se mostraba intranquilo y menos belicoso que sus dos generales.

“ESCOGE 10 GUARDIAS”

Según Monterrey, Delgadillo le dio orden de que se encargara de los prisioneros, que escogiera a 10 guardias que hubiesen peleado en las Segovias y que lo siguiera.

Delgadillo se montó en la cabina del camión al lado del chofer y yo me encargué de subir a Sandino, Umanzor  y Estrada en la plataforma protegida de barandas.

Sandino se sentó en el fondo de la plataforma, en medio de la ventanilla de la cabina del camión y sus generales Umanzor y Estrada a los lados.

“Yo tenía miedo de que los prisioneros hicieran un movimiento raro, pues temía disparar en dirección a la cabina del chofer y herir a los que iban en ella”. Me acompañaban 10 guardias. “Sin embargo, los tres prisioneros tenían pocas alternativas pues si querían saltar fuera del vehículo tenían que hacerlo por las barandas que eran altas”.

“En el transcurso hubo pocas palabras, pero me las reservo porque lo voy a decir en un libro que escribiré”.

“Luego de cerca de cinco minutos de camino el Capitán Delgadillo ordenó al chofer que se detuviera”.

“Estábamos en un camino del barrio San Luis, en un lugar que podría corresponder ahora a la siguiente dirección: de la parte trasera de la Iglesia de San Luis varias cuadras al sur”.

BAJAN LOS PRISIONEROS

Los prisioneros fueron obligados a bajar del vehículo a punto de ametralladoras y luego colocados a cierta distancia del pelotón de Guardias Nacionales.

“El capitán Delgadillo, bajó del vehículo también y me dijo: Prepárense a ejecutarlos, yo les voy a dar la señal con un disparo”.

Monterrey, guardó silencio, bajó los ojos, pensó un poco y dijo: “Hasta allí es lo único que puedo contarles…”.

— ¿Pero cómo actuó Sandino?—

— Estuvieron mejor sus generales, Sandino rogó muchas cosas…”.

— ¿Cómo qué?

— No puedo decirlas, son para mi libro.

— ¿Pero qué pasó más..?

— No puedo seguir…

— ¿Cuando los guerrilleros cayeron qué pasó, les quitaron lo que llevaban?

— Sí, lo soldados cayeron sobre ellos como zopilotes y les quitaron todo.

— ¿Cómo qué?

— Por ejemplo, le quitaron a Umanzor un pañuelo en que había amotetado un montón de joyas, oro, y piedras preciosas.

LE QUISO DAR EL PAÑUELO A UMANZOR

— Umanzor, antes de que lo fusiláramos, se sacó ese pañuelo de la bolsa de atrás del pantalón y me lo quiso dar.

— Yo no quiero nada de un bandolero, le contesté. Él se lo volvió a meter en el bolsillo. Luego me dijeron que había muchas cosas de valor.

— ¿Dónde enterraron a Sandino?

— No lo puedo decir, son cosas de ética militar.

— ¿Pero no lo dirá en su libro?

— Sí.

APUNTÓ A SANDINO

— ¿Quién dio la orden de fuego al pelotón de fusilamiento?

—  Yo.

— ¿Cómo fue?

— Les dije a los soldados que dispararan cuando yo disparara.

— ¿Y a quién apuntó usted?

— ¡A Sandino!

Cuando dijo ¡a Sandino! Se levantó del asiento y lanzó los brazos hacia adelante. “Es que cualquiera lo hubiera hecho. Sólo los que no saben lo que es una orden militar pueden decir cosas por ahí… criticar, etc.”, explicó.

HABLA DE SANDINO

Monterrey pasó a hablar de Sandino:

“Yo no soy sandinista, nunca lo he sido y no sé cómo los jóvenes de hoy en día quieren ser sandinistas”, dijo.

“Le reconocí su valor de soldado, pero su posición política no me simpatizaba. Quería destruir a los yanquis a costa de los nicaragüenses”.

Y prosiguió:

“Una vez —y lo voy a decir en mi libro— propuso que nuestro país fuera dirigido por un gobernador americano”.

“Además, creo que su más grande error fue haber querido destruir a la Guardia Nacional. Yo soy  militarista y guardista y  creo firmemente en el dominio del elemento castrense en todo país, por sobre todo lo político.

Y esto no es asunto de utopías ni especulaciones, es la realidad. Mandan desde Alaska a la Patagonia. En toda América Latina y en los Estados Unidos presionan contra la Casa Blanca.

Sacasa prometió a Sandino mando en toda la zona norte del país, —Las Segovias, etc. — y con ello hubiera sido destruida la Guardia Nacional.

JUSTIFICA MUERTE

… “Como militar, como guardista, justifico la muerte de Sandino”.


Monterrey se metió las manos en los bolsillos, miró las cuatro paredes de la pobre casa en que vive y dijo que ya no quería hablar más. 

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