** Soldados cayeron como zopilotes sobre cadáveres
** Monterrey escribe un libro con más detalles del caso
“Yo ejecuté a Sandino, Estrada y a Umanzor. Y cuando los
tres cayeron, los soldados del pelotón de fusilamiento se lanzaron como
zopilotes sobe los cadáveres para quitarles las cosas de valor que llevaban
encima…”
Así comenzó su relató ayer sobre la muerte de Sandino, el
Coronel (PA) jubilado, Carlos Eddy Monterrey, quien en forma exclusiva habló
por primera vez sobre el caso, para LA PRENSA.
Monterrey, dado de baja del ejército en 1953, después de un
Consejo de Guerra, en el que se le acusaba de “proposición de conspiración
contra el Gral. Somoza García”, nunca había querido dar declaraciones de prensa
sobre ese episodio de la Historia Nacional.
De estatura mediana, muy menudo, fogoso y nervioso para hablar,
habita una menos que modesta casa en el Plantel de Batahola del Distrito
Nacional, casi abandonado a su suerte, después de haber sido él, según declaró
en el Consejo de Guerra, con la eliminación de Sandino, quien allanó, el camino
del poder a Somoza.
No quiso dar ciertos detalles de la muerte de Sandino, por
ejemplo: el lugar donde está enterrado, “por cuestiones de ética de soldado”,
pero dio a conocer pormenores hasta ahora desconocidos.
“ME RESPONSABILIZO ANTE LA HISTORIA”
Exjefe de la Fuerza Aérea y ex Cónsul General de Nicaragua
en Nueva York y representante ante las Naciones Unidas, parece ocultar algo en
su ser que podría ser resentimiento por la moneda con que le han pagado.
“Si, yo fui quien ejecutó a Sandino, me responsabilizo de
ello ante la historia porque no lo puedo negar, dijo.
“Pero agregó, lo hice como soldado, como le hubiera tocado a
cualquier soldado, de que recibe órdenes y las ejecuta por disciplina militar.
SU RELATO
“Yo me encontraba en mi oficina del Campo de Marte, cuando
el Capitán Lisandro Delgadillo, paso corriendo por mi puesto a eso de las ocho
y media de la noche del 21 de febrero de
1934”.
“Iba en dirección de una casa del Campo de Marte, en
donde
el Gral. Somoza, esperaba escuchar un recital. Cuando pasó de regreso me dijo
Delgadillo: “¡seguime!”
“¿Qué hago con la guardia?”, le pregunté y él me contestó: “déjala
con el oficial que te sigue…”.
Lo seguí en dirección a El Hormiguero, y cuando estuve en el
centro del patio miré a Sandino, don Sofonías Salvatierra, don Gregorio
Sandino, y los generales Juan Pablo Umanzor y Francisco Estrada, rodeados de
guardias nacionales que les apuntaban con sus ametralladoras.
“Yo no conocía a Sandino, personalmente, hasta ese día. Se
mostraba intranquilo y menos belicoso que sus dos generales.
“ESCOGE 10 GUARDIAS”
Según Monterrey, Delgadillo le dio orden de que se encargara
de los prisioneros, que escogiera a 10 guardias que hubiesen peleado en las
Segovias y que lo siguiera.
Delgadillo se montó en la cabina del camión al lado del
chofer y yo me encargué de subir a Sandino, Umanzor y Estrada en la plataforma protegida de
barandas.
Sandino se sentó en el fondo de la plataforma, en medio de
la ventanilla de la cabina del camión y sus generales Umanzor y Estrada a los
lados.
“Yo tenía miedo de que los prisioneros hicieran un
movimiento raro, pues temía disparar en dirección a la cabina del chofer y
herir a los que iban en ella”. Me acompañaban 10 guardias. “Sin embargo, los
tres prisioneros tenían pocas alternativas pues si querían saltar fuera del
vehículo tenían que hacerlo por las barandas que eran altas”.
“En el transcurso hubo pocas palabras, pero me las reservo
porque lo voy a decir en un libro que escribiré”.
“Luego de cerca de cinco minutos de camino el Capitán
Delgadillo ordenó al chofer que se detuviera”.
“Estábamos en un camino del barrio San Luis, en un lugar que
podría corresponder ahora a la siguiente dirección: de la parte trasera de la
Iglesia de San Luis varias cuadras al sur”.
BAJAN LOS PRISIONEROS
Los prisioneros fueron obligados a bajar del vehículo a
punto de ametralladoras y luego colocados a cierta distancia del pelotón de
Guardias Nacionales.
“El capitán Delgadillo, bajó del vehículo también y me dijo:
Prepárense a ejecutarlos, yo les voy a dar la señal con un disparo”.
Monterrey, guardó silencio, bajó los ojos, pensó un poco y
dijo: “Hasta allí es lo único que puedo contarles…”.
— ¿Pero cómo actuó Sandino?—
— Estuvieron mejor sus generales, Sandino rogó muchas cosas…”.
— ¿Cómo qué?
— No puedo decirlas, son para mi libro.
— ¿Pero qué pasó más..?
— No puedo seguir…
— ¿Cuando los guerrilleros cayeron qué pasó, les quitaron lo
que llevaban?
— Sí, lo soldados cayeron sobre ellos como zopilotes y les
quitaron todo.
— ¿Cómo qué?
— Por ejemplo, le quitaron a Umanzor un pañuelo en que había
amotetado un montón de joyas, oro, y piedras preciosas.
LE QUISO DAR EL PAÑUELO A UMANZOR
— Umanzor, antes de que lo fusiláramos, se sacó ese pañuelo
de la bolsa de atrás del pantalón y me lo quiso dar.
— Yo no quiero nada de un bandolero, le contesté. Él se lo
volvió a meter en el bolsillo. Luego me dijeron que había muchas cosas de
valor.
— ¿Dónde enterraron a Sandino?
— No lo puedo decir, son cosas de ética militar.
— ¿Pero no lo dirá en su libro?
— Sí.
APUNTÓ A SANDINO
— ¿Quién dio la orden de fuego al pelotón de fusilamiento?
— Yo.
— ¿Cómo fue?
— Les dije a los soldados que dispararan cuando yo
disparara.
— ¿Y a quién apuntó usted?
— ¡A Sandino!
Cuando dijo ¡a Sandino! Se levantó del asiento y lanzó los
brazos hacia adelante. “Es que cualquiera lo hubiera hecho. Sólo los que no
saben lo que es una orden militar pueden decir cosas por ahí… criticar, etc.”,
explicó.
HABLA DE SANDINO
Monterrey pasó a hablar de Sandino:
“Yo no soy sandinista, nunca lo he sido y no sé cómo los
jóvenes de hoy en día quieren ser sandinistas”, dijo.
“Le reconocí su valor de soldado, pero su posición política no
me simpatizaba. Quería destruir a los yanquis a costa de los nicaragüenses”.
Y prosiguió:
“Una vez —y lo voy a decir en mi libro— propuso que nuestro
país fuera dirigido por un gobernador americano”.
“Además, creo que su más grande error fue haber querido
destruir a la Guardia Nacional. Yo soy
militarista y guardista y creo
firmemente en el dominio del elemento castrense en todo país, por sobre todo lo
político.
Y esto no es asunto de utopías ni especulaciones, es la
realidad. Mandan desde Alaska a la Patagonia. En toda América Latina y en los
Estados Unidos presionan contra la Casa Blanca.
Sacasa prometió a Sandino mando en toda la zona norte del
país, —Las Segovias, etc. — y con ello hubiera sido destruida la Guardia
Nacional.
JUSTIFICA MUERTE
… “Como militar, como guardista, justifico la muerte de
Sandino”.
Monterrey se metió las manos en los bolsillos, miró las
cuatro paredes de la pobre casa en que vive y dijo que ya no quería hablar más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario