MARGARITA DEBAYLE NOS HABLA DE SU ÉPOCA
Memorias de una distinguida dama que inspiró el famoso poema de Rubén Darío. En: Novedades, domingo 7 de abril de 1968.
Una tarde de tantas, de esas que mueven
el pensamiento al recuerdo, nuestro Encargado de “NOVEDADES CULTURAL” se
presentó en la residencia de doña Margarita Debayle, no con la intención de
hacer una entrevista de tipo periodística sino con el buen afán de entablar una
conversación, que llevara el recuerdo de doña Margarita hacia el pasado, hacia
aquel bello tiempo cuando Rubén Darío, nuestro máximo héroe cultural, era el
mejor amigo del padre de doña Margarita, el Dr. Luis H. Debayle, sabio de la
medicina y fino poeta. “Yo siempre tenía desde mi niñez un gran deseo de
conocer a ese gran amigo y admirable poeta que mi padre tanto quería y
mencionaba y cuando lo conocí me impresioné enormemente, pues todo él irradiaba
simpatía, bondad y talento”, nos dice doña Margarita, mientras vuelve los ojos
de su alma hacia el pasado, recordando la época ida, en declaraciones a nuestro
Redactor Cultural. (Fotografía de Napoleón Zelaya).-
—Háblenos
de su infancia, de su época
—De
mi infancia solo tengo recuerdos gratos, pues teníamos un hogar muy feliz. -Mi
madre era una Santa, linda y dulce mujer y mi padre estaba considerado como un
gran cirujano pero al mismo tiempo era cariñoso y amante de la literatura y la
poesía y le llamaban el sabio Debayle.
No
sé si es que yo lo quería mucho y me esforzaba por complacerlo en todo; pero
tengo el orgullo de pensar que yo era su predilecta.
Nuestro
colegio, el Colegio de La Asunción, el mejor en esa época, estaba á una .cuadra
de nuestra casa y como mi abuelo el Presidente Roberto Sacasa las trajo a
Nicaragua y mi padre era el médico de ellas, éramos muy bien cuidadas por ellas
y nos querían con especialidad. En el tiempo de mi infancia, no existían esas fiestas,
ni bailes, ni romances con niños de nuestra edad y yo era tan piadosa que las
monjitas decían que me iban a hacer monja.
Las
vacaciones las pasábamos en nuestra hacienda Filadelfia y allí teníamos
piscina, caballos de paso, coches con caballos, etcétera., en fin todo lo mejor que una niña
podía desear para ser feliz. Mi madre estaba todo el tiempo con nosotros en su
hogar, cuidando de su esposo y de sus hijos. ¡Qué tiempos aquellos tan distintos A los de ahora!
— ¿Eran las relaciones sociales durante aquella
época?
—Según
mi criterio y lo que yo experimenté; las relaciones sociales eran muy
cordiales, pero había mucha distinción y pulcritud. La mujer era la reina de su
hogar y su vida la dedicaba a hacer feliz a los suyos; no había tantas fiestas
como ahora; pero cuando las había eran esplendorosas.
En
esos famosos bailes se repartían carnés con su lapicito a las Señoras y Señoritas,
donde los hombres apuntaban y comprometían con ellas sus bailes; y eran ellos
los que se peleaban por bailar con nosotras, y no las jóvenes las que los
solicitaban A ellos; en esos momentos se repartía el champán y la orquesta
tocaba música clásica. Yo siempre bailaba con uno de mis hermanos, la primera
pieza, pues era la costumbre que la primera pieza se debía bailar con su novio o comprometido para casarse y hasta que tuve mi prometido o sea mi esposo con
quien me casé le di a él la primera pieza del baile.
—
¿Le gusta la poesía moderna?
—Como
dije antes, quisiera ser más culta en literatura, y sobre todo más moderna para
poder apreciar muchas manifestaciones de la belleza moderna, que comprendo poco
y por lo tanto no puedo gustarla a mi me parece que lo sencillo, lo armonioso
es lo bello en poesía y talvez muchos intérpretes modernos caen en el error de
querer interpretar lo complicado en formas aun más complicadas. Uno de los
poetas modernos. que más comprendo y me gusta es Pablo Antonio Cuadra.
—
¿Cuántos años tiene de viuda?
—18
años tengo de estar viuda—
—
¿Por qué no se volvió á casar?
— Porque Dios no lo quiso así; de lo cual me siento muy satisfecha, pues ¿sí tengo más
tiempo de dedicarme a Dios, a mis hijos y nietos, que complacen y llenan mi
vida enormemente y también aprovecho lo que
más puedo para hacer caridades y así llevar algo al final de mi vida y
merecer mejor vida futura, ya que esta por más felices que seamos no nos llena
completamente y a cada paso nos decepcionan muchas ingratitudes.
— ¿Usted seguramente, siendo niña, había oído
hablar del Maestro, que impresión le causó Rubén?
—Yo
siempre tenía desde mi niñez un gran deseo de conocer a ese gran amigo y
admirable poeta que mi padre, tanto quería y mencionaba y cuando lo conocí me
impresioné enormemente, pues todo él irradiaba simpatía, bondad y talento y aunque
era aún muy niña, supe apreciar el especial cariño que el me demostró desde que
me conoció.
—Cuándo
Darío escribió para Usted el famoso poema. ¿Cuál fue su reacción sentimental?
—Como
yo le pedí un cuento y él me lo narró en su poesía tan maravillosamente, yo me
puse loca de alegría y para complacerlo me lo aprendí de memoria y se los
recité y él al oírme me abrazó y besó efusivamente y le vi derramar unas
lágrimas; y al preguntarle por qué lloraba, me contestó: “¡Porque te quiero
mucho, mi niña, y los has recitado con mucho sentimiento”!
—
¿Después cuando Rubén vagaba por el mundo con toda su gloria a cuesta, cómo lo
recordaba Usted?
---
Yo lo recordaba siempre como lo vi de niña y mucho rezaba por él, pues siempre
mi padre nos leía sus cartas llenas de tristeza. Yo sentí mucho no estar en
Nicaragua ni volverlo a ver.
Cuando
él pasó por New York en 1916 venía ya muy enfermo rumbo a Nicaragua.
Nosotros estábamos en Filadelfia y los doctores y amigos que lo acompañaban,
por su estado, no dejaron ir a vernos al colegio como él deseaba; pero me
escribió una carta en versos maravillosos describiéndome como él pensaba en su
imaginación poética a su pequeña Margarita ya hecha mujer. Esos versos se los
di a guardar a mi maestra de español Sister Asumption que era gran admiradora
de Rubén. En ese mismo año después de seis meses de haber muerto nuestro gran
poeta, nosotros llegamos a Nicaragua de vacaciones, y lo primero que me
preguntó mi padre al verme fue por esos versos; yo le contesté que se los había
dado a guardar a Sister Asumption por temor a perderlos. Mi padre
inmediatamente escribió al colegio pidiéndolos y la Superiora le contestó que
desgraciadamente Sister Asumption en esos días había muerto de un accidente y
que la habían enterrado, como era la costumbre, con todos y su cofresito de
cartas y recuerdos y que seguramente allí había puesto ella los versos.
¿Fue
la época injusta con Rubén Darío?
—Yo
creo que sí, como pasa siempre con los grandes hombres, que hasta que se mueren
éstos genios son apreciados como se lo merecen.
—
¿Los contemporáneos de Rubén apreciaban el valor del poeta?
Los
amigos y poetas de su época lo apreciaban mucho como lo demuestra la historia,
ya que contó entre sus admiradores grandes poetas que fueron orgullo de las
letras hispanas; uno de esos amigos y admiradores fue mi padre y él consiguió
con el Presidente Zelaya que lo hicieran Ministro de nuestro país; pero en esa
época pagaban muy poco y pasaba él dificultades que mi padre se las aliviaba
mandándole lo que podía de dinero.
—
¿Daba Rubén la impresión de ser triste por naturaleza?
—Lo
que yo recuerdo de él me parece que su semblante era triste, pues tuvo en su
vida íntima grandes decepciones y sufrimientos y todos los honores que recibió
en vida fueron muy poco para calmárselos.
— ¿Cómo se siente usted ahora que es conocida
en todo el mundo?
—Me
siento muy orgullosa de nuestro gran poeta pues por él Nicaragua es conocida
por todo el mundo y es también por su poesía que mi nombre de niña es conocido
por todo el mundo, y también yo deseara ser superior intelectualmente para
poder merecer tantos agasajos y honores que me hacen a causa de este
maravilloso cuento que siendo niña yo le inspiré.
—
¿Cuáles son los poemas de Rubén que mas le gustan?
El
que me gusta más es mi cuento; hay tanta armonía, tanta delicadeza, tanta
imaginación que todas las niñas y niños se encantan con él y está traducido ya
en varios idiomas para libros de lecturas para niños; también me gusta, “Era un
aire Suave”; la Sonatina; estos tres versos están grabados en un disco Long Play
que la compañía Istmo los grabó en el Centenario de Rubén Darío, cuando yo los recité en el Teatro, y están
a la venta en Centro América, Panamá y Sud—América. La Marcha Triunfal es maravillosa y según me contaron
en Madrid donde admiran y quieren tanto a Rubén, nuestro gran poeta se inspiró
en el cambio de guardia que cada mañana y tarde se hacía en el Palacio Real de
Madrid, en la Playa de Oriente. Me encanta La dama que tuja; Los Motivos del
Lobo, en fin, todos, casi todo lo de Rubén me agrada, poesías y prosa, pues
cuanto uno más los lee, más gustan y comprende.
“La
época —nos dice doña Margarita—, fue injusta con Rubén, cosa que siempre pasa
con los grandes hombres, que hasta que se mueren son apreciados como se
merecen”. “Como yo le pedí un cuento y él me lo narró en su poesía tan
maravillosamente, yo me puse loca de alegría y para complacerlo me lo aprendí
de memoria y se lo recité y él al oírme me abrazó y besó efusivamente y le vi derramar unas lágrimas; y al preguntarle que por qué lloraba me contestó: "porque
te quiero mucho, mi niña, y lo has recitado con mucho sentimiento”. Tal, en
parte, son los maravillosos recuerdos de doña Margarita Debayle, la musa que
siendo niña, inspiró uno de los bellos poemas de Rubén Darío. En conversación con doña Margarita, hemos recopilado sus
recuerdos en forma cuidadosa, de tal manera que no pierdan el encanto que ella
les imprimió con su palabra, por constituir valiosos testimonios de una época
que produjo al genio más grande de América.’—
Musa del Centenario. En: La
Noticia , Managua D.N., viernes 6 de enero de 1967
La
culta dama nicaragüense, doña Margarita Debayle de Pallais, electa Musa del
Centenario por la Guardia de Honor de Rubén Darío, recibirá el homenaje
emocionado del público Nicaragüense, durante la gran Velada Dariana el día 16
de enero, en el Teatro González.
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