martes, 17 de junio de 2014

UNA CARTA INÉDITA DE DON ALEJANDRO BERMÚDEZ A DOÑA ROSARIO MURILLO, ESCRITA EN 1914.. En: El Centroamericano. León, 18 de enero de 1967.

Nota de Eduardo Pérez-Valle, editor del BlogSpot: 

Al publicar esta carta, --en realidad poco propagada, y que apareció por primera vez en el periódico El Centroamericano, en enero de 1967--, que involucra a dos personajes controvertidos alrededor de la dramática existencia de Rubén Darío, confiamos que la misma, permitirá juntar e identificar otro aspecto del trasfondo en el supuesto hallazgo divulgado en Noviembre de 2012 por la Arizona State University (ASU). El asunto giró alrededor de supuestos documentos personales, inéditos, al que también intentaron darle un retorcido giro biográfico, situando al vate en supuestas apetencias ajenas a su heterosexualidad. En esa historia, la procedencia de los documentos fue atribuida a la familia del señor Alejandro Bermúdez, quien fue Secretario de Rubén Darío. En la carta destaca el párrafo en donde enfatiza a Rosario Murillo: "Es muy grande la herencia de su gloria y también la riqueza material que se obtendrá por medio de sus obras*, para que eso no llegue a tus manos, que son las dueñas de esa cabeza que tanto sueña ahora con descansar en tu regazo". Todo apunta a que Bermúdez pensaba en el tintineo de las monedas y el desarrugar de los billetes, y hay pruebas sobre la manera en que él elaboraba documentos --remunerados--  atribuidos a Darío; por lo tanto, lo del antedicho párrafo tiene la marca de esa inclinación... Para los que deseen ampliar conocimientos relativos al tema, sugerimos la lectura del artículo "El poeta de Nicaragua y el gran fraude de Arizona", elaborado por el dariísta de nacionalidad alemana, Günther Schmigalle Karlsruhe, que puede localizarse a través del link: www.temasnicas.net/revistas2012.htm

* El subrayado es nuestro.

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UNA CARTA INÉDITA DE DON ALEJANDRO BERMÚDEZ A DOÑA ROSARIO MURILLO DE DARÍO ESCRITA EN 1914, EN NUEVA YORK.  En: El Centroamericano.- León, Nicaragua, miércoles 18 de enero de 1967.

RUBÉN DARÍO Y ALEJANDRO BERMÚDEZ
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HOTEL EARLINGTON
278THE STREET, WEST OF BROADWAY,
NEW YORK, N. Y.

New York, 23 de Noviembre 1914.
Señora Doña Rosario M. de Darío
Managua.

Mi estimada Rosario:

Te vas a sorprender al recibir estas letras mías. Ya lo sé, pero tengo la convicción de que te llevarán muy gratas y favorables sorpresas. Por una casualidad me encontré con Rubén en Europa; vivía en Barcelona con Francisca, en una casita fuera de la ciudad, donde pocos amigos llegaban a verle. La pobre mujer esa y los dos malos hombres que manejaban las teclas del interés y la perfidia, tenían al buen Rubén en la condición más pobre supliciado. Le envenenaban el cuerpo con el alcohol para poder debilitar su voluntad y explotar mejor la situación. Le robaban y lo engañaban fingiéndole desinterés, y amistad esos hombres son: Osvaldo Bazil, cónsul de la República Dominicana, y Julio Sedano, a quien tú conoces, “Sirviente Secretario”, que hacía todo lo que Bazil aconsejaba y que ha sido el más perfecto vampiro para chuparse la sangre de Rubén.

La primera vez que me dirigía a la casa del poeta encontré a ese par de pájaros en la calle; salían de allá y yo les pregunté cuál era la dirección. Ellos me la dieron, pero me aconsejaron que no fuera, porque él no me recibiría. Yo insistí, sin decirle quién era y al fin me dejaron seguir. Llamé a la puerta, me abrió Francisca y cuando ella me dijo que “Don Rubén” estaba enfermo, insistí en que le diera mi nombre y le dijese que yo lo quería ver a todo trance. Así fue: le ví, me abrazó y charlamos largamente. Luego repetí mis visitas y noté que trataban todos de mantenerle siempre la botella al lado. Con mucha diplomacia y mucho pulso logré que me lo dejaran pasar una temporada conmigo en mi “pensión”. Pasó 20 días de paz y felicidad el pobrecito, dándose cuenta de lo amargo y terrible que era la vida al lado de aquellas otras gentes. Una tarde que salí hallé al regreso, que habían pagado la cuenta de la pensión sin que yo lo supiese, le habían dado whiskey y se lo habían llevado a la casa otra vez.

Me fui para allá y lo encontró desesperado; me rogó que no lo abandonase, que me quedara con él en su casa y yo acepté. Se me preparó un cuartito y allí estuve preparando lentamente el plan, que ahora ha realizado, de sacarlo de aquel infierno, restituirlo a su vida de alta mentalidad y de gloria y más que todo a la vida, al recuerdo y al cariño de “su amor primero”, de su “garza morena” que eres tú.
Rubén hoy es de nuevo el gran poeta consagrado y resonante; el hombre que te ama y desea pasar entre tus brazos los día tranquilos de su gloria y de sus amores otoñales.

No puedo reseñarte en esta carta todo cuanto he hecho para sacarlo de allá, venciendo resistencia hasta de sus “secuestradores”, Bazil y Sédano, que le dieron por concluidas 10 mil pesetas que habían recibido a cuenta de sus libros, pensando que con el robo lo dejarían imposibilitado para salir. Yo vencí todo eso. Busqué recursos, fue a Madrid, conseguí los pasajes, hablé con el Presidente del Consejo de Ministros, con los amigos de Rubén, literatos y diplomáticos y con unas pocas pesetas hice los preparativos del viaje y anuncié a todos nuestra salida para América. Cuando yo hacía todo, eso en Madrid, Bazil y Sédano, en Barcelona, envenenaban a Rubén con Ajenjo, para que yo lo encontrase impotente, así fue, lo hallé perdido, pero comprendí la infamia y no me desmayé. Luego le amenazaron con sus acreedores, después de haberse cogido su dinero, sin pagar las cuentas. Dos días antes del viaje saqué a Rubén de la casa y lo puse en una pensión para evitarle molestias. Saqué el equipaje en horas anticipadas y paré así nuevos golpes traidores y pérfidos; y por último, como le amenazaban con detenerlo el día de la partida, me anticipé a sus maquinaciones y obtuvo una orden para llevarlo a bordo desde la noche anterior a la fecha de la salida. Así, pues, el 24 de Octubre, día de San Rafael, estaba tu marido, sano y salvo, en el camarote No. 1 del vapor español “Antonio López”, listo para salir el siguiente día para la América, con este tu amigo como huéspedes de honor, ambos de la Compañía Trasatlántica, en misión de paz y de concordia por todo el Continente y bajo los mejores auspicios de gloria y prosperidad.

Rubén no acaba de asombrarse de cuanto he podido hacer y juzga, con razón, que solo un hombre de mi temple y del probadísimo cariño que le tengo, pudo haberlo arrancado de aquella pocilga y de aquellas garras que lo aprisionaban.

Me han hecho respecto a ti las más íntimas y sagradas confidencias. Te ama y volverá a tu lado para siempre si tú tienes el talento de llamarlo y hacerle declaraciones de tu constante adhesión a su persona y de invariable afecto para él.

Es la hora tuya, mi querida Rosario, y debe recuperar a su marido, cuya gloria todavía no comprendemos lo bastante, y cuya herencia te pertenece en justicia y por AMOR.

Para terminar te digo que le escribas una larga y expresiva carta al cuidado de Don Manuel Calderón a Panamá, para que se le entregue cuando pasemos por el istmo. Dile de tu constancia para esperarlo, pues solo te inspiran codicia su nombre, su genio y su corazón. Del más; todo lo que tú sabes, lo que decías en tus divinos coloquios de pasión por él, allá en Managua, y en Panamá. Muéstrate apasionada, delicada, abnegada y firme. Llámalo y yo te aseguro que llegará a tu lado para no separarse hasta morir.

Es muy grande la herencia de su gloria y también la riqueza material que se obtendrá por medio de sus obras, para que eso no llegue a tus manos, que son las dueñas de esa cabeza que tanto sueña ahora con descansar en tu regazo.

Si puede ir a Masaya, suplica a mi Señora que te muestre una parte de la carta que le escribo hoy, en que también le hago una crónica de las peripecias de nuestro viaje. Allí encontrarás otros datos que alargarían mucho esta carta, si los hubiese consignado aquí.

El Bazil y Sédano nos han escrito cartas de insulto y maldición: el negrito antillano me ataca cruelmente y te menciona a ti en una carta que te mostraré cuando nos veamos algún día.

En fin, la canalla está vencida, el genio resucita, te destacas en el horizonte como una visión dulce y adorable para él y yo me regocijo al ver que nuestra nave nos acerca al lado tuyo y que pronto talvez vas a tener entre los brazos al hombre que te dio su nombre y que siempre será una gloria para ti, para nosotros y para el mundo.

¿Te llevará la felicidad con estas noticias y con esta empresa? Así lo creo; pero si por desgracia me equivoco, piensa que en todos estos propósitos no hay más que mucha buena voluntad para ti, de parte de tu afmo. amigo.
                                                        ALEJ. BERMÚDEZ

P. D. — Escríbeme también a Panamá.

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