sábado, 21 de junio de 2014

EXPRESIDENTE DE NICARAGUA PRESO DURANTE 59 DÍAS EN CÁRCEL DE LOS ESTADOS UNIDOS DE NORTEAMÉRICA

Un episodio desconocido de hace 101 años.-

CUANDO ZELAYA FUE ACUSADO DE ROBO Y ASESINATO EN NUEVA YORK. Por: Ignacio Briones Torres. En: Semana, 28 de noviembre de 1971.


Nunca se imaginó el general José Santos Zelaya, que un Tratado de Extradición firmado por él con los Estados Unidos el 6 de marzo de 1905, en el apogeo de su poderío y dominio del país, iba a ser usado por el Departamento de Estado yanky para reducirlo a prisión ocho años después.

Pero eso es exactamente lo que ocurrió la madrugada del miércoles 26 de noviembre de 1913 en la casa No. 645 West and Avenue de Nueva York, cuando después de varios días de andar en la búsqueda del ex mandatario nicaragüense, los alguaciles del Departamento de Justicia se presentaron con una orden de arresto, dictada por los supuestos delitos de robo y asesinato, de los que se acusaba al hombre que un día tuvo en su puño el destino de Nicaragua y los nicaragüenses.

Medio dormido y somnoliento, instantes después de su detención, el general Zelaya solicitó a sus captores que le permitieran comunicarse con su abogado, petición a la que gentilmente accedieron y no opuso ninguna resistencia en la captura; pero la cortesía de los alguaciles contrastó con la del Comisionado Shields, quien abruptamente rechazó una fianza propuesta a favor del detenido, rechazo que significó la apertura de la cárcel para el ex Presidente.

La noticia del arresto y los pormenores de ella, han permanecido prácticamente desconocidos en Nicaragua durante 58 años, a pesar de que recibieron amplia difusión en el “New York Times”, periódicos del cual han sido recopilados por el joven Noel Lacayo, encargado de la Biblioteca del Banco Central.

LA SOMBRA DE “CANNON” Y “GROCE”

Tampoco pudo imaginar el general Zelaya, que una orden de ejecución dada por él contra los norteamericanos Leroy Cannon y Leonard Groce, quienes en 1909 volaron un puente como activistas del movimiento insurreccional que acabó con el régimen liberal por el presidido, y otra orden más lejana, que terminó con las vidas de los nicaragüenses Domingo Toribio y Sixto Pineda en Masaya el 21 de abril de 1901, serían removidas y reactualizadas para utilizarlas como justificación de su captura.

Sin embargo, esas cuatro muertes, tanto como el Tratado, sirvieron espléndidamente a los hombres que por aquel 1913 manejaban la política exterior de los Estados Unidos para descargar sus viejos sentimientos de hostilidad contra don José Santos.

Asimismo se puso en juego el proceso que a raíz de la caída de Zelaya, le incoó el Congreso de Nicaragua y la acusación que el cuerpo legislativo introdujo en su contra ante la Corte Suprema de Justicia, bajo el carago de haber malversado once mil córdobas del Erario Nacional.

EL “NO” DE MR. BRYAN

José Santos Zelaya se encontraba en París, viviendo su exilio, cuando decidió ir a los Estados Unidos y tratar de hacer efectivo los Bonos de la deuda Emery que, como se sabe, ascendían a la suma de 450 mil dólares. De Francia se trasladó inicialmente a Cuba y su breve permanencia en La Habana la aprovechó para entrevistarse con el también ex Presidente y General Cipriano Castro, de Venezuela, a la sazón residiendo en la Isla.

Las informaciones periodísticas calificaron la entrevista como el inicio de  un plan conspirativo de Zelaya tendiente a derrocar a los gobiernos de Honduras, Nicaragua y Guatemala.

La veracidad del plan, si es que existió, jamás se llegó a establecer; pero sí es lo cierto que el 6 de noviembre, José Santos Zelaya estaba desembarcando en Nueva York y que siete días después, luego de una rápido cambio de impresiones con su ex ministro Dr. Julián Irías, solicitó una audiencia al Secretario de Estado, que lo era Mr. William Jennigs Bryan, el mismo que firmó con el general Emiliano Chamorro el convenio canalero.

La oficina de Bryan contestó secamente a Zelaya que “el señor secretario no tenía tiempo para recibirlo” y juntamente con la negativa se difundió el rumor ente los miembros del Cuerpo Diplomático Centroamericano en Washington que “Nicaragua podía solicita la extradición del ex Presidente, siempre que basara su solicitud en el Tratado que el propio ex Presidente había firmado con los Estados Unidos en 1905”.

Se aseguró también que como Zelaya había sido juzgado en ausencia, después de su salida de Nicaragua, “la extradición sería legal”.

Sin embargo, cuando los reporteros del “Times” preguntaron sobre el particular al Embajador Emiliano Chamorro, éste dijo que “no estaba enterado de nada”.

Pero a pesar de les declaraciones de Emiliano, los periódicos newyorkinos continuaron informando el suceso con titulares como estos:

** “INSINÚAN QUE ZELAYA PUEDE SER EXTRADITADO”.

** “SUPREMA CORTE EN MANAGUA CONSIDERANDO DENUNCIA POR ASESINATO Y ROBO”.

** “ZELAYA, EL EX PRESIDENTE DE NICARAGUA, BUSCADO POR ASESINATO”.

** “EX PRESIDENTE CON CARGOS DE ASESINATO DESAPARECE”.

** “CREEN QUE ZELAYA ESCAPÓ A CANADÁ”.

** “LEGACIÓN NICARAGÜENSE SOLICITA DETENCIÓN EX DICTADOR BAJO CARGOS DE ASESINATO”.

Por su parte, los textos estaban en un todo calcados en el tono de los titulares y abiertamente decían que el ex Presidente “estaba siendo buscado por el Gobierno de Nicaragua, aunque al mismo tiempo aclaraban que “la Legación Nicaragüense rehusaba hacer declaraciones”:

EL “SI” DE MAC REYNOLDS

El Tratado de Extradición que Zelaya firmó en 1905, y que todavía está en vigencia, contenía una cláusula que daba poder a cualquiera de las dos partes firmantes para arrestar hasta por 60 días, a una persona que fuese considerada sospechosa de haber cometido un crimen.

Con base en esa cláusula, el Ministro de Justicia, Mr. Mc. Reynodls emitió la orden de captura contra el ex Presidente, “por los cargos de asesinatos cometidos en Nicaragua”. La orden fue dictada el 24 de noviembre, o sea 17 días de la llegada de Zelaya a Nueva York.

El 25, el “New York Times” informaba: “Se entiende que el alegato en que se basa la orden de detención es de que Zelaya asesinó a Leroy Cannon y Leonard Groce, dos ciudadanos americanos. Pero se ha reportado también de que Zelaya tiene cargos de haber matado al nicaragüense José Sixto”.

Ese mismo día los alguaciles se presentaron en el “Waldorf Astoria” donde hospedaba Zelaya, pero no lo encontraron. Al noticiar la infructuosa búsueda, dijo el “Time”:

“El aviso de que él podría ser buscado por agentes del gobierno parece haberlo recibido el general Zelaya, pues ni sus amigos lo han podido ver y cuando varios de ellos fueron a buscarlo al hotel, encontraron abandonadas sus habitaciones y se les dio que había desaparecido”.
EL EX PRESIDENTE JOSÉ SANTOS ZELAYA EN UNA CALLE DE NUEVA YORK,
ACOMPAÑADO DE JULIÁN IRÍAS
Un día después, el periódico dio a conocer que “aunque el Departamento de Justicia está haciendo todo esfuerzo para arrestar al ex Presidente de Nicaragua, reclamado por el gobierno de su país, reportes recibidos a altas horas de la noche no ofrecen esperanzas que pueda ser encontrado pronto”.

Y agregaba: “Oficiales del Departamento de Estado creen que Zelaya recibió una intimación que pudo haber solicitado y escapó a Canadá, hasta donde lo han ido a buscar los agentes del gobierno”.

La persecución seguía incesante, cuando un abogado de nombre Corry M. Stadden se presentó al Departamento de Estado y  solicitó ser recibido por el Secratario Bryan.

Pero este, informado  de que se le iba a tratar el “caso Zelaya”, rehusó conceder la entrevista.

Stadden se dirigió entonces al Consejero Mr. Basset Murr, pidiéndole que le confirmara si en realidad el gobierno nicaragüense había solicitado la extradición del ex Presidente.

La respuesta de Murr fue breve y rotunda: “¡No! ¡La iniciativa ha partido de los Estados Unidos!”.

CATEAN LA CASA DE UN HIJO

La pesquisa dio con un hijo de Zelaya, que era pianista, tocaba en un nigth club, residente de varios años en los Estados Unidos y casado además, con una norteamericana, sobrina del Héroe de la Guerra de Secesión, general Robert E. Lee.

Se llamaba Alfonso Zelaya y vivía con su esposa en el Hotel Hargrave. Los policías catearon su habitación y en ella hallaron el equipaje del ex Presidente. Alfonso Zelaya fue sometido a interrogatorios para que dijera el paradero de su padre.

Este, en lugar de contestar, protestó por la persecución de que lo estaban haciendo objeto, advirtiendo: “Si el general Zelaya es capturado y lo envían a Nicaragua, será asesinado, víctima de sus crueles enemigos”:

Al otro día del cateo, el “New York Times” –era el 27 de noviembre de 1913— traía esta noticia:

“ZELAYA, EL EX PRESIDENTE DE NICARAGUA BUSCADO POR ASESINATO, ENCARCELADO EN LA ESTACIÓN DE POLICÍA. El destituido Presidente de Nicaragua, general José Santos Zelaya, a quien agentes de policía del Departamento de Justicia y Alguaciles de los Estados Unidos han estado buscando desde el lunes con una orden de arresto bajo los cargos de asesinato en Nicaragua, fue arrestado mientras dormía en su cama en un apartamento del sexto piso en 645 West Avenue.

El apartamento pertenece a Mr. S. Valentine. Al arresto de Zelaya siguió la búsqueda por oficiales del Gobierno en otros dos departamentos en que se sospecha podría ser encontrado.

La primera búsqueda fue hecha el lunes en el Waldoff Astoria. Se encontró que Zelaya había sido avisado y había huido. El martes se siguió la pista al Hotel Hargrave, en 72 Street y Comumbus Avenue. Dos de sus hijos fueron encontrados en ese hotel, en el cual se descubrió el equipaje del Presidente.

¡ESTÁ ARRESTADO, GENERAL!

George F. Craft, un agente especial del Departamento de Justicia, fue al apartamento de Mr. Valentine y dijo a éste: “Tengo una orden de arresto contra José Santos Zelaya. Yo no quiero molestarlo, pero estoy seguro que él está aquí y tendré que buscarlo en su apartamento si usted no lo entrega”.

--Si, él está aquí—dijo Mr. Valentine y él no tratará de escapar.

El agente Craft fue llevado al dormitorio. Encendió un fósforo y por su luz pudo ver la figura del general Zelaya durmiendo en la cama. Acercó el fósforo a la cara del general y éste se despertó. Inmediatamente fue informado que estaba arrestado.

El general Zelaya se vistió rápidamente y pidió permiso para llamar a su abogado por teléfono, el señor Luis Correa, que había sido Ministro de Nicaragua en los Estados Unidos cuando Zelaya era el Presidente. Después de una breve conversación con Correa, Zelaya sacó de su bolsa un sobre lleno de dinero y se lo dio a Valentine. Dirigiéndose a su captor le dijo: “Estoy listo”.

Y se lo llevaron a la Estación de la Policía de West 100th Street, de donde lo trasladaron minutos después a otro destacamento policíaco ubicado en la Calle Greenwich. Ahí se le introdujo en una celda.

HABLA LA NUERA

En su edición de noviembre 27, el “Time” entrevistó a la esposa de Alfonso Zelaya y a un hijito de ambos, de cinco años de edad. El niño dijo a los periodistas que mientras estaban en una tienda él había visto que varios detectives los seguían.

--Ellos nos han estado siguiendo todos estos días, corroboró la señora Lee de Zelaya. A cualquier parte que vamos, los veo a mi alrededor. ¡Y ésta es la tierra de los libres!, a la que nuestro antepasados vinieron para ser libres.

Y cuando le preguntaron su opinión sobre el arresto del general, expuso:

--Lo detienen porque mi suegro prefirió el beneficio de su propio pueblo y porque rehusó vender su Patria a los cazadores de concesiones americanas él fue arrojado del poder. Ahora todas las influencias siniestras de esos cazadores  de concesiones están sobornando a oficiales públicos para hacerlo vivir  a él y a todos los que estamos en su familia en una atmósfera de terror. Yo estoy orgullosa de mi ascendencia americana; pero mi experiencia como miembro de la familia de un hombre perseguido por explotadores norteamericanos, me ha hecho desear que ojalá todas las personas de mí país pudieran saber bastante de las condiciones de América Central, para que conocieran de qué manera el dinero de los explotadores mancha la reputación norteamericana y se aprovecha de la realidad de Centroamérica; y como ese dinero explotador oculta al pueblo americano la realidad de su opresión o países vecinos y débiles. Con ese mismo dinero se justifica el uso de barcos de guerra y de nuestros marinos que son enviados a aquellos países  solamente a destruir las fuerzas que se oponen a la cruel explotación comercial de la gente centroamericana por los negociantes de Estados Unidos.

“Mr. C. Alfonso Zelaya –Imprimió el Time— quien se unió a su mujer mientras se desarrollaba la entrevista, dio esta explicación de la actitud del Departamento de Estado hacia su padre:

La demanda maderera Emery, se trabajó bajo una concesión permitiendo a mi adre hacer inspecciones bienales para ver que todas las condiciones fueran cumplidas. Por algo la compañía fue obligada a plantar un árbol pequeño cada vez que aserraran uno grande, y por otro lado fue obligado a pagar al Gobierno un porcentaje de todas las ganancias. Los investigadores que envió mi padre reportaron que los árboles tiernos no habían sido plantados como se había acordado y que a ellos les habían estado ofreciendo soborno para reportar todo como correcto. Mi padre canceló la concesión”.

ZELAYA EN “THE TOMBS”

William M. Offley, Superintendente de la División del Departamento de Justicia condujo de la Estación policial de la Calle Greenwich al Edificio Federal, al general Zelaya. En el camino tuvo poco que decir acerca de su caso –reportó el “Time”—  y sólo expresó que los cargos contra él y su detención no estaban basados en el Tratado, sino que provenían de la política y de sus “enemigos en Nicaragua”.

En el Edificio Federal, el general Zelaya estuvo recluido una hora en la oficina del alguacil Henkel, ante el que fue procesado criminalmente. Como el inglés del ex Presidente era bastante deficiente, pidió que se le permitiera llamar a un intérprete y concedido el permiso llamó a Mr. Edwin F. Johnson.

“Los procedimientos fueron breves” informó el “Time”. El comisionado Shield notificó a Zelaya los caragos que motivaban su detención al cual –se le dijo--, duraría hasta que recibieran de Washington los papeles para una extradición formal. Shields ordenó que recluyeran a Zelaya en “The Tombs” (Las Tumbas), consideradas las cárceles más inhumanas del mundo. En ellas estaría bajo el control directo del alguacil y no de las autoridades ordinarias. Como primera muestra de cortesía, el alguacil ordenó que se le incomunicara totalmente.

El 30 de noviembre, Zelaya pidió que se le diera permiso para hablar con su hijo Horacio. El motivo de su pedimento no podía ser desatendido: quería entregar a su hijo un botón de la Legión de Honor, que andaba en el saco al momento de su captura. “No quiero, explicó, deshonrar a la República de Francia, teniendo en la cárcel una condecoración suya”. A la visita, una vez autorizada, concurrieron también su hijo Alfonso Zelaya, el hijito de éste y su esposa Mrs. Zelaya comentó:

--Es bastante malo que un hombre sensitivo y refinado como es mi suegro sea enviado a prisión solamente porque enemigos políticos de él y amigos de los marinos estadounidenses tienen el poder en Nicaragua. Yo espero que mi país, porque mi país es EE.UU., no lleguen nunca a ser una pequeña potencia, porque no me gustaría pensar que nuestros propios ciudadanos sean humillados del mismo modo que EE.UU., está humillando al general Zelaya.

59 DÍAS Y LA LIBERTAD

Los papeles de extradición no llegaron. Exactamente a los 58 días, uno antes de los que permitiera el Tratado que se invocó para detenerlo, el general Zelaya fue puesto en libertad.

Un misterioso personaje que dijo ser graduado de Yale; pero que se negó a revelar su nombre, habló para el “Time”.

--Yo estuve –dijo—ocho años en Nicaragua, en el negocio de las minas. Zelaya era un hombre lleno de vida y energía. Los cortesanos siempre estaban a su alrededor. Ahora lo encuentro quebrado, viejo y triste. Su espíritu la ha dejado, estoy seguro que él no piensa comenzar una revolución. Sólo quiere un lugar donde vivir y estar en paz con el mundo. Los americanos han sido perversamente engañados acerca de Zelaya. Él era un hombre inteligente y a menudo desplazaba administradores nacionales con americanos de probidad.

Mr. Knox le envió un rudo ultimátum acerca de cierta demanda maderera Emery. Yo conocía a Cannon y Groce, ellos era obreros de muelle, y Groce era tal vez el extranjero más inútil en Nicaragua. Yo estuve en el palacio de Zelaya, cuando le llegó el mensaje de Mr. Knox diciéndole que él debería dejar la Presidencia o seria arrojado del poder. El dio el gobierno al Dr. José Madriz, que era el más distinguido ciudadano de los Estados Centroamericanos. ¡Cómo es que siendo desagradable a Mr. Knox fue aceptado como Presidente de la Conferencia de Paz, fue un misterio que nosotros que estuvimos en Nicaragua nunca pudimos descubrir! Mr. Knox no tendrá nada más que hacer con él como con Zelaya. Él fue a México y murió en desgracia a pesar de las promesas de su país”.

EMILIANO RECUERDA

General Emiliano Chamorro Vargas
En sus “Memorias”, el General Emiliano Chamorro escribió:


--“Creo sinceramente que en el Departamento de Estado se llegaron a formar un buen concepto de mi actuación y de mi persona por el hecho de que siempre que solicité alguna cosa la conseguí. Por ejemplo, la prisión y extradición del General Zelaya, la que conseguí con menos dificultad de la que yo esperaba. El Secretario de Estado me dijo: Su Gobierno quiere la extradición del General Zelaya. El mío no tiene objeción que hacer. Se hará. Pero personalmente voy a decirle a usted que para el Gobierno de Nicaragua va a ser muy difícil mantener al General Zelaya prisionero, y a medida que el tiempo pase van a convertir ustedes a un dictador en un mártir, en un elefante blanco, o una brasa ardiente, que no van a saber qué hacer con él hasta el punto que por temor público lo tendrán que poner en libertad. A mi juicio, el Gobierno de Nicaragua dará un paso el falso llevando adelante la extradición”.

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