Un episodio
desconocido de hace 101 años.-
CUANDO ZELAYA FUE
ACUSADO DE ROBO Y ASESINATO EN NUEVA YORK. Por: Ignacio Briones Torres. En:
Semana, 28 de noviembre de 1971.
Nunca se imaginó el general José Santos Zelaya, que un
Tratado de Extradición firmado por él con los Estados Unidos el 6 de marzo de
1905, en el apogeo de su poderío y dominio del país, iba a ser usado por el
Departamento de Estado yanky para reducirlo a prisión ocho años después.
Pero eso es exactamente lo que ocurrió la madrugada del
miércoles 26 de noviembre de 1913 en la casa No. 645 West and Avenue de Nueva
York, cuando después de varios días de andar en la búsqueda del ex mandatario
nicaragüense, los alguaciles del Departamento de Justicia se presentaron con
una orden de arresto, dictada por los supuestos delitos de robo y asesinato, de
los que se acusaba al hombre que un día tuvo en su puño el destino de Nicaragua
y los nicaragüenses.
Medio dormido y somnoliento, instantes después de su
detención, el general Zelaya solicitó a sus captores que le permitieran
comunicarse con su abogado, petición a la que gentilmente accedieron y no opuso
ninguna resistencia en la captura; pero la cortesía de los alguaciles contrastó
con la del Comisionado Shields, quien abruptamente rechazó una fianza propuesta
a favor del detenido, rechazo que significó la apertura de la cárcel para el ex
Presidente.
La noticia del arresto y los pormenores de ella, han
permanecido prácticamente desconocidos en Nicaragua durante 58 años, a pesar de
que recibieron amplia difusión en el “New York Times”, periódicos del cual han
sido recopilados por el joven Noel Lacayo, encargado de la Biblioteca del Banco
Central.
LA SOMBRA DE “CANNON” Y “GROCE”
Tampoco pudo imaginar el general Zelaya, que una orden de
ejecución dada por él contra los norteamericanos Leroy Cannon y Leonard Groce,
quienes en 1909 volaron un puente como activistas del movimiento insurreccional
que acabó con el régimen liberal por el presidido, y otra orden más lejana, que
terminó con las vidas de los nicaragüenses Domingo Toribio y Sixto Pineda en
Masaya el 21 de abril de 1901, serían removidas y reactualizadas para
utilizarlas como justificación de su captura.
Sin embargo, esas cuatro muertes, tanto como el Tratado,
sirvieron espléndidamente a los hombres que por aquel 1913 manejaban la
política exterior de los Estados Unidos para descargar sus viejos sentimientos
de hostilidad contra don José Santos.
Asimismo se puso en juego el proceso que a raíz de la caída
de Zelaya, le incoó el Congreso de Nicaragua y la acusación que el cuerpo
legislativo introdujo en su contra ante la Corte Suprema de Justicia, bajo el
carago de haber malversado once mil córdobas del Erario Nacional.
EL “NO” DE MR. BRYAN
José Santos Zelaya se encontraba en París, viviendo su
exilio, cuando decidió ir a los Estados Unidos y tratar de hacer efectivo los
Bonos de la deuda Emery que, como se sabe, ascendían a la suma de 450 mil
dólares. De Francia se trasladó inicialmente a Cuba y su breve permanencia en
La Habana la aprovechó para entrevistarse con el también ex Presidente y
General Cipriano Castro, de Venezuela, a la sazón residiendo en la Isla.
Las informaciones periodísticas calificaron la entrevista
como el inicio de un plan conspirativo
de Zelaya tendiente a derrocar a los gobiernos de Honduras, Nicaragua y
Guatemala.
La veracidad del plan, si es que existió, jamás se llegó a
establecer; pero sí es lo cierto que el 6 de noviembre, José Santos Zelaya
estaba desembarcando en Nueva York y que siete días después, luego de una
rápido cambio de impresiones con su ex ministro Dr. Julián Irías, solicitó una
audiencia al Secretario de Estado, que lo era Mr. William Jennigs Bryan, el
mismo que firmó con el general Emiliano Chamorro el convenio canalero.
La oficina de Bryan contestó secamente a Zelaya que “el
señor secretario no tenía tiempo para recibirlo” y juntamente con la negativa
se difundió el rumor ente los miembros del Cuerpo Diplomático Centroamericano
en Washington que “Nicaragua podía solicita la extradición del ex Presidente,
siempre que basara su solicitud en el Tratado que el propio ex Presidente había
firmado con los Estados Unidos en 1905”.
Se aseguró también que como Zelaya había sido juzgado en
ausencia, después de su salida de Nicaragua, “la extradición sería legal”.
Sin embargo, cuando los reporteros del “Times” preguntaron
sobre el particular al Embajador Emiliano Chamorro, éste dijo que “no estaba
enterado de nada”.
Pero a pesar de les declaraciones de Emiliano, los
periódicos newyorkinos continuaron informando el suceso con titulares como
estos:
** “INSINÚAN QUE ZELAYA PUEDE SER EXTRADITADO”.
** “SUPREMA CORTE EN MANAGUA CONSIDERANDO DENUNCIA POR
ASESINATO Y ROBO”.
** “ZELAYA, EL EX PRESIDENTE DE NICARAGUA, BUSCADO POR
ASESINATO”.
** “EX PRESIDENTE CON CARGOS DE ASESINATO DESAPARECE”.
** “CREEN QUE ZELAYA ESCAPÓ A CANADÁ”.
** “LEGACIÓN NICARAGÜENSE SOLICITA DETENCIÓN EX DICTADOR
BAJO CARGOS DE ASESINATO”.
Por su parte, los textos estaban en un todo calcados en el
tono de los titulares y abiertamente decían que el ex Presidente “estaba siendo
buscado por el Gobierno de Nicaragua, aunque al mismo tiempo aclaraban que “la
Legación Nicaragüense rehusaba hacer declaraciones”:
EL “SI” DE MAC REYNOLDS
El Tratado de Extradición que Zelaya firmó en 1905, y que
todavía está en vigencia, contenía una cláusula que daba poder a cualquiera de
las dos partes firmantes para arrestar hasta por 60 días, a una persona que
fuese considerada sospechosa de haber cometido un crimen.
Con base en esa cláusula, el Ministro de Justicia, Mr. Mc.
Reynodls emitió la orden de captura contra el ex Presidente, “por los cargos de
asesinatos cometidos en Nicaragua”. La orden fue dictada el 24 de noviembre, o
sea 17 días de la llegada de Zelaya a Nueva York.
El 25, el “New York Times” informaba: “Se entiende que el
alegato en que se basa la orden de detención es de que Zelaya asesinó a Leroy
Cannon y Leonard Groce, dos ciudadanos americanos. Pero se ha reportado también
de que Zelaya tiene cargos de haber matado al nicaragüense José Sixto”.
Ese mismo día los alguaciles se presentaron en el “Waldorf
Astoria” donde hospedaba Zelaya, pero no lo encontraron. Al noticiar la
infructuosa búsueda, dijo el “Time”:
“El aviso de que él podría ser buscado por agentes del
gobierno parece haberlo recibido el general Zelaya, pues ni sus amigos lo han
podido ver y cuando varios de ellos fueron a buscarlo al hotel, encontraron
abandonadas sus habitaciones y se les dio que había desaparecido”.
EL EX PRESIDENTE JOSÉ SANTOS ZELAYA EN UNA CALLE DE NUEVA YORK, ACOMPAÑADO DE JULIÁN IRÍAS |
Un día después, el periódico dio a conocer que “aunque el
Departamento de Justicia está haciendo todo esfuerzo para arrestar al ex
Presidente de Nicaragua, reclamado por el gobierno de su país, reportes
recibidos a altas horas de la noche no ofrecen esperanzas que pueda ser
encontrado pronto”.
Y agregaba: “Oficiales del Departamento de Estado creen que
Zelaya recibió una intimación que pudo haber solicitado y escapó a Canadá,
hasta donde lo han ido a buscar los agentes del gobierno”.
La persecución seguía incesante, cuando un abogado de nombre
Corry M. Stadden se presentó al Departamento de Estado y solicitó ser recibido por el Secratario
Bryan.
Pero este, informado
de que se le iba a tratar el “caso Zelaya”, rehusó conceder la
entrevista.
Stadden se dirigió entonces al Consejero Mr. Basset Murr,
pidiéndole que le confirmara si en realidad el gobierno nicaragüense había
solicitado la extradición del ex Presidente.
La respuesta de Murr fue breve y rotunda: “¡No! ¡La
iniciativa ha partido de los Estados Unidos!”.
CATEAN LA CASA DE UN HIJO
La pesquisa dio con un hijo de Zelaya, que era pianista,
tocaba en un nigth club, residente de varios años en los Estados Unidos y
casado además, con una norteamericana, sobrina del Héroe de la Guerra de
Secesión, general Robert E. Lee.
Se llamaba Alfonso Zelaya y vivía con su esposa en el Hotel
Hargrave. Los policías catearon su habitación y en ella hallaron el
equipaje del ex Presidente. Alfonso Zelaya fue sometido a interrogatorios para
que dijera el paradero de su padre.
Este, en lugar de contestar, protestó por la persecución de
que lo estaban haciendo objeto, advirtiendo: “Si el general Zelaya es capturado
y lo envían a Nicaragua, será asesinado, víctima de sus crueles enemigos”:
Al otro día del cateo, el “New York Times” –era el 27 de
noviembre de 1913— traía esta noticia:
“ZELAYA, EL EX PRESIDENTE DE NICARAGUA BUSCADO POR
ASESINATO, ENCARCELADO EN LA ESTACIÓN DE POLICÍA. El destituido Presidente de
Nicaragua, general José Santos Zelaya, a quien agentes de policía del
Departamento de Justicia y Alguaciles de los Estados Unidos han estado buscando
desde el lunes con una orden de arresto bajo los cargos de asesinato en
Nicaragua, fue arrestado mientras dormía en su cama en un apartamento del sexto
piso en 645 West Avenue.
El apartamento pertenece a Mr. S. Valentine. Al arresto de
Zelaya siguió la búsqueda por oficiales del Gobierno en otros dos departamentos
en que se sospecha podría ser encontrado.
La primera búsqueda fue hecha el lunes en el Waldoff
Astoria. Se encontró que Zelaya había sido avisado y había huido. El martes se
siguió la pista al Hotel Hargrave, en 72 Street y Comumbus Avenue. Dos de sus
hijos fueron encontrados en ese hotel, en el cual se descubrió el equipaje del
Presidente.
¡ESTÁ ARRESTADO, GENERAL!
George F. Craft, un agente especial del Departamento de
Justicia, fue al apartamento de Mr. Valentine y dijo a éste: “Tengo una orden
de arresto contra José Santos Zelaya. Yo no quiero molestarlo, pero estoy
seguro que él está aquí y tendré que buscarlo en su apartamento si usted no lo
entrega”.
--Si, él está aquí—dijo Mr. Valentine y él no tratará de
escapar.
El agente Craft fue llevado al dormitorio. Encendió un
fósforo y por su luz pudo ver la figura del general Zelaya durmiendo en la
cama. Acercó el fósforo a la cara del general y éste se despertó.
Inmediatamente fue informado que estaba arrestado.
El general Zelaya se vistió rápidamente y pidió permiso para
llamar a su abogado por teléfono, el señor Luis Correa, que había sido Ministro
de Nicaragua en los Estados Unidos cuando Zelaya era el Presidente. Después de
una breve conversación con Correa, Zelaya sacó de su bolsa un sobre lleno de
dinero y se lo dio a Valentine. Dirigiéndose a su captor le dijo: “Estoy
listo”.
Y se lo llevaron a la Estación de la Policía de West 100th
Street, de donde lo trasladaron minutos después a otro destacamento policíaco
ubicado en la Calle Greenwich. Ahí se le introdujo en una celda.
HABLA LA NUERA
En su edición de noviembre 27, el “Time” entrevistó a la
esposa de Alfonso Zelaya y a un hijito de ambos, de cinco años de edad. El niño
dijo a los periodistas que mientras estaban en una tienda él había visto que
varios detectives los seguían.
--Ellos nos han estado siguiendo todos estos días, corroboró
la señora Lee de Zelaya. A cualquier parte que vamos, los veo a mi alrededor.
¡Y ésta es la tierra de los libres!, a la que nuestro antepasados vinieron para
ser libres.
Y cuando le preguntaron su opinión sobre el arresto del
general, expuso:
--Lo detienen porque mi suegro prefirió el beneficio de su
propio pueblo y porque rehusó vender su Patria a los cazadores de concesiones
americanas él fue arrojado del poder. Ahora todas las influencias siniestras de
esos cazadores de concesiones están
sobornando a oficiales públicos para hacerlo vivir a él y a todos los que estamos en su familia
en una atmósfera de terror. Yo estoy orgullosa de mi ascendencia americana;
pero mi experiencia como miembro de la familia de un hombre perseguido por
explotadores norteamericanos, me ha hecho desear que ojalá todas las personas
de mí país pudieran saber bastante de las condiciones de América Central, para
que conocieran de qué manera el dinero de los explotadores mancha la reputación
norteamericana y se aprovecha de la realidad de Centroamérica; y como ese
dinero explotador oculta al pueblo americano la realidad de su opresión o
países vecinos y débiles. Con ese mismo dinero se justifica el uso de barcos de
guerra y de nuestros marinos que son enviados a aquellos países solamente a destruir las fuerzas que se
oponen a la cruel explotación comercial de la gente centroamericana por los
negociantes de Estados Unidos.
“Mr. C. Alfonso Zelaya –Imprimió el Time— quien se unió a su
mujer mientras se desarrollaba la entrevista, dio esta explicación de la
actitud del Departamento de Estado hacia su padre:
La demanda maderera Emery, se trabajó bajo una concesión
permitiendo a mi adre hacer inspecciones bienales para ver que todas las
condiciones fueran cumplidas. Por algo la compañía fue obligada a plantar un
árbol pequeño cada vez que aserraran uno grande, y por otro lado fue obligado a
pagar al Gobierno un porcentaje de todas las ganancias. Los investigadores que
envió mi padre reportaron que los árboles tiernos no habían sido plantados como
se había acordado y que a ellos les habían estado ofreciendo soborno para
reportar todo como correcto. Mi padre canceló la concesión”.
ZELAYA EN “THE TOMBS”
William M. Offley, Superintendente de la División del
Departamento de Justicia condujo de la Estación policial de la Calle Greenwich
al Edificio Federal, al general Zelaya. En el camino tuvo poco que decir acerca
de su caso –reportó el “Time”— y sólo
expresó que los cargos contra él y su detención no estaban basados en el
Tratado, sino que provenían de la política y de sus “enemigos en Nicaragua”.
En el Edificio Federal, el general Zelaya estuvo recluido
una hora en la oficina del alguacil Henkel, ante el que fue procesado
criminalmente. Como el inglés del ex Presidente era bastante deficiente, pidió
que se le permitiera llamar a un intérprete y concedido el permiso llamó a Mr.
Edwin F. Johnson.
“Los procedimientos fueron breves” informó el “Time”. El
comisionado Shield notificó a Zelaya los caragos que motivaban su detención al
cual –se le dijo--, duraría hasta que recibieran de Washington los papeles para
una extradición formal. Shields ordenó que recluyeran a Zelaya en “The Tombs”
(Las Tumbas), consideradas las cárceles más inhumanas del mundo. En ellas
estaría bajo el control directo del alguacil y no de las autoridades
ordinarias. Como primera muestra de cortesía, el alguacil ordenó que se le
incomunicara totalmente.
El 30 de noviembre, Zelaya pidió que se le diera permiso
para hablar con su hijo Horacio. El motivo de su pedimento no podía ser
desatendido: quería entregar a su hijo un botón de la Legión de Honor, que
andaba en el saco al momento de su captura. “No quiero, explicó, deshonrar a la
República de Francia, teniendo en la cárcel una condecoración suya”. A la
visita, una vez autorizada, concurrieron también su hijo Alfonso Zelaya, el
hijito de éste y su esposa Mrs. Zelaya comentó:
--Es bastante malo que un hombre sensitivo y refinado como
es mi suegro sea enviado a prisión solamente porque enemigos políticos de él y
amigos de los marinos estadounidenses tienen el poder en Nicaragua. Yo espero
que mi país, porque mi país es EE.UU., no lleguen nunca a ser una pequeña
potencia, porque no me gustaría pensar que nuestros propios ciudadanos sean
humillados del mismo modo que EE.UU., está humillando al general Zelaya.
59 DÍAS Y LA LIBERTAD
Los papeles de extradición no llegaron. Exactamente a los 58
días, uno antes de los que permitiera el Tratado que se invocó para detenerlo,
el general Zelaya fue puesto en libertad.
Un misterioso personaje que dijo ser graduado de Yale; pero
que se negó a revelar su nombre, habló para el “Time”.
--Yo estuve –dijo—ocho años en Nicaragua, en el negocio de
las minas. Zelaya era un hombre lleno de vida y energía. Los cortesanos siempre
estaban a su alrededor. Ahora lo encuentro quebrado, viejo y triste. Su
espíritu la ha dejado, estoy seguro que él no piensa comenzar una revolución.
Sólo quiere un lugar donde vivir y estar en paz con el mundo. Los americanos
han sido perversamente engañados acerca de Zelaya. Él era un hombre inteligente
y a menudo desplazaba administradores nacionales con americanos de probidad.
Mr. Knox le envió un rudo ultimátum acerca de cierta demanda
maderera Emery. Yo conocía a Cannon y Groce, ellos era obreros de muelle, y
Groce era tal vez el extranjero más inútil en Nicaragua. Yo estuve en el
palacio de Zelaya, cuando le llegó el mensaje de Mr. Knox diciéndole que él
debería dejar la Presidencia o seria arrojado del poder. El dio el gobierno al
Dr. José Madriz, que era el más distinguido ciudadano de los Estados
Centroamericanos. ¡Cómo es que siendo desagradable a Mr. Knox fue aceptado como
Presidente de la Conferencia de Paz, fue un misterio que nosotros que estuvimos
en Nicaragua nunca pudimos descubrir! Mr. Knox no tendrá nada más que hacer con
él como con Zelaya. Él fue a México y murió en desgracia a pesar de las
promesas de su país”.
EMILIANO RECUERDA
General Emiliano Chamorro Vargas |
En sus “Memorias”, el General Emiliano Chamorro escribió:
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