INSTITUTO PEDAGÓGICO DE MANAGUA: HISTORIA DE UNA CENTURIA DE CONTRASTES
Por: Eduardo Pérez-Valle hijo
El Instituto
Pedagógico de Managua, en cuanto a la enseñanza siempre fue un centro de
prestigio, marcado por apellidos y por capacidad de pago colegial. Esta
institución nunca fue ajena a los
variados contrastes educativos y coyunturas políticas del país. Digámoslo así, en
estos cien años, fue un sitio de ideas combinadas, entre educadores y
educandos. El crédito de la actual centuria incluye los aciertos de esa política educativa,
renovada, trasladada de una generación a
otra, en las que, algunos períodos fueron más centelleantes que otros.
Instituto Pedagógico: 1946. 1ª fila, sentados de
izq. a derecha:
Profesores: Felipe Valenzuela; “El Cura Avellán”; Francisco
Granados. Alfredo Cardoza Solórzano; Juan Barbieri. 2ª fila, sentados: Hno. Hipólito; Hno. Antonio Garnier; Dr. Emilio
Álvarez Lejarza; Hno. Eugenio. Prof. Cristino Paguaga. 3ª fila
de pie: Mr. Allan E. Burn; Carlos H. Ramírez; Dr. Cayetano Espinoza Valdés;
Abelardo Matus; Hno. Basilio; Dr. Joaquín Morales Cruz; Hno. Bernardo; Hno.
Argeo Gabriel y profesor Pablo Hernández. 4ª
fila de pie: Prof. Gilberto Moreira; Hno. Gil; sin identificar; Hno. José;
Prof. Eduardo Pérez-Valle.
Desde su
fundación, en 1913, muchos esclarecidos personajes participaron en los primeros
treinta años de docencia; también, entre el profesorado siempre hubo destacados
exalumnos. En los años 40, ese conjunto de educadores fue resultado de la
conjunción de un notable claustro de Hermanos Cristianos, de reconocidos
profesionales, complementado por destacados estudiantes universitarios de la
Universidad Central de Nicaragua.
De esa época
educativa conservamos dos viejas fotografías, resguardadas en nuestro archivo
histórico, las que fueron tomadas hace 67 años. Ellas vinieron en mi ayuda para
relatar esta primera parte de sucesos lasallistas, a la que tuve el honor de
ingresar como párvulo del jardín de infancia, y en cuyas aulas de forma continua asistí a clases durante otros doce años.
Pues bien, a finales de los años treinta, y en la primera
mitad de los cuarenta, unidos en ese trabajo docente participaron los
siguientes Hermanos Cristianos: Antonio Garnier (Antonio Hipólito Madaule),
Argeo Gabriel, Hipólito (José Rivet), Bernardo, Eugenio, y Basilio. El doctor
Alfredo Cardoza Solórzano es a la sazón, el único profesor laico, lasallista de
aquellos años que está con vida, ya se aproxima a los cien años de edad.
Alfredo
Cardoza Solórzano, Carlos Frixione, y mi padre Eduardo Pérez-Valle quien tuvo a
cargo asignaturas de Dibujo, Ciencias Naturales, y Geometría Plana y del Espacio,
fueron profesores del IPM en ese período, y a la vez, estudiantes
universitarios de la
Universidad Central inaugurada el 15 de septiembre de 1941,
cuyo cierre definitivo lo ordenó el régimen somocista el 2 de julio de 1946, decisión
adoptada “por subvertir el
orden [los estudiantes], abandonando sus tareas universitarias”.
Los
estudiantes universitarios también fueron precursores de la Escuela Anexa del Instituto
Pedagógico de Managua, donde eran admitidos niños cuyos padres afrontaban dificultades para
sufragar colegiaturas.
De esos
predecesores no menos definitorios fueron el doctor Emilio Álvarez Lejarza, el
doctor Cayetano Espinoza Valdés, doctor Felipe A. Valenzuela, doctor Tomás
Zamora Prado; los profesores y, más adelante graduados como doctores en
diferentes ciencias: Paulo Hernández, Carlos Humberto Ramírez, Abelardo Matus,
Cristino Paguaga, Francisco Granados, Juan Barbieri, Francisco Martínez, el
profesor Avellán a quien los estudiantes le decían “El Cura Avellán”. Joaquín
Morales Cruz. En el grupo hubo dos inmigrantes radicados en Nicaragua: Hans
Ravens Immo, de ascendencia alemana, llegó a Nicaragua allá por 1935; y el
profesor de ascendencia inglesa, Mr. Allan Edwin Burns, quien años más tarde
fundó la Escuela
de Inglés Hamilton.
Tres
profesores laicos de aquella generación fueron los que dieron el servicio más
prolongado en las aulas del Pedagógico: el doctor Ricardo Paiz Castillo,
Francisco “Panchito” Martínez, y
Abelardo Matus, por más de cuarenta años siempre vistieron de saco y
corbata en el solemne acto de educar. Así los conocimos la generación
lasallista de los años 70s. En cuanto al profesor Matus, impartió clases por
más de dos décadas. A finales de los años sesenta vivió en el barrio Buenos
Aires, costado Sur del colegio Bautista.
No todos los
recuerdos quedan en el lugar que merecen. Anteriores y posteriores épocas a la
referida, no tenían como escapar de la tornadiza política nacional, en ese
sentido es imprescindible recordar ejemplos no menos importantes de notables
exalumnos del IPM que derivaron en una posición patriótica, nacionalista, más
comprometida con su época.
Con certeza,
siempre hubo alumnos querellados con la supuesta educación “apolítica” dentro
del IPM, o que derivaron en situaciones más comprometidas con la dramática
realidad nacional.
En la juventud
del consagrado intelectual, don Edelberto Torres Espinoza, formaba parte del
estudiantado del Instituto Pedagógico de los Hermanos Cristianos, de Managua;
Torres Espinoza había sido escogido para leer una composición literaria ante
nutrida concurrencia. “Su trabajo fue, de previo, censurado. Al acto concurría
el entonces Presidente de Nicaragua, Emiliano Chamorro y altos oficiales de la Marina de los Estados
Unidos, que mantenían a dicho régimen. Veía elevarse todas las mañanas frente a
su colegio, la bandera de las barras y de la estrellas. Comenzó a leer; pero,
en cierto momento, inspirado por el patriotismo (apartándose de los escrito),
dijo: --Bandera mía de Nicaragua, iluminada antes por las estrellas del cielo y
oscurecida ahora por las estrellas del Norte--. La falta fue considerada
imperdonable; y el joven Torres hubo de salir hacia Guatemala a completar
estudios”.
Durante mi
época de estudio, destacan dos entrañables compañeros de colegio, ambos tenían
la sensibilidad de los poetas, eran jóvenes de elevada conciencia social, de
palabras sin antifaz; pero la heredad fue menos fecunda porque murieron
tempranamente. A José Mendoza le decíamos “Chepe Huevo”, porque a final de cada
mes la tijera y el peine dejaban ver un cráneo un tanto oval. Fue consecuente
con sus ideas sociales, heredadas en bellos poemas reunidos en un libro in
memoriam que publicó el Centro
Nicaragüense de Escritores.
Mendoza se
dedicó a combatir con firmeza a la dictadura somocista; después del triunfo
militar decidió defender la revolución sandinista; más tarde tomó el camino de
la lucha internacionalista junto a guerrilleros argentinos del Movimiento Todos
por la Patria
que el 23 de enero de 1989 atacaron el Regimiento de Infantería III de La Tablada , en la república de Argentina.
Ese día Mendoza escribió los últimos y más bellos versos elegíacos de la vida.
¿Dónde estará enterrado? A ciencia cierta, nadie lo sabe, --dicen que su cuerpo
quedó en una fosa común--; cada vez que abro la correspondiente Memoria anual
del IPM, me encuentro con su rostro sonriente. Dicen por ahí, que fue él y no
otro el que puso rodilla en tierra, con el lanzacohete al hombro para montar a
Somoza Debayle en la barca de Caronte.
Diré que entre
nosotros, los alumnos lasallistas de los decisivos años insurreccionales, hubo un
buen grupo de conspiradores antisomocistas de diferente envergadura. Por esos
días nadie daba indicios de lo suyo, algo que sólo un encuentro inesperado
podía cambiar. Reservado e inadvertido pasó Carlos Romero Vega, nuestro
compañero al que lo distinguía escribir versos, encontrar acordes, y rasguear
la guitarra en los momentos de recreo.
Estábamos en cuarto año de secundaria, cuando compuso la canción “Gaviotas de alas blancas”, la que
obtuvo un lugar cimero en el concurso local de la Canción OTI. Carlos murió el 16
de enero de 1979, cambió la guitarra por el fusil en el Frente Sur “Benjamín
Zeledón”.
Alguien dijo
con total certeza que la verdadera educación es la que puede reconocerse en el
pueblo, en los ciudadanos cuyo legado es indeleble. Esa generación de los años
30 y 40 permanece viva, lo demuestran los abundantes y buenos frutos de las sucesivas
generaciones.
Excelente. Allí estudio mi esposo
ResponderEliminarGraduados en los 60