Apostilla de Eduardo Pérez-Valle hijo: La más reciente historia de nuestro país no es posible entenderla sin recurrir o juntar todas las partes de ese corpus, de sucesos nunca inertes, puesto que están vivos y siempre reaparecerán frente a nosotros, cuando menos lo pensemos o esperamos. Somos un país repleto de deplorables y nunca aleccionadoras historias de inquinas, degollinas, fanatismos, y sobre todo, los ardides del poder que marcha junto al inseparable erario público.
Antes de pasar al contenido del documento, por cierto, revelador y que apela al oficio de la investigación y la divulgación histórica, honrada, honesta, íntegra y recta, en el abordaje o confronta de los hechos de nuestra Historia, es indispensable agregar una breve información relacionada al probable motivo que originó la mutilación en el libro de José Dolores Gámez. El reclamo del doctor Eduardo Pérez-Valle al doctor Andrés Vega Bolaños, --por cierto, compañeros en la Academia de Geografía e Historia de Nicaragua--, es referida al Capítulo XVII, durante el período donde destacaron las andanzas bélicas de José María ("El Chelón") Valle y de Bernabé Somoza, oriundo de Jinotepe. Del conocimiento previo, lo ocurrido con el libro de Gámez estuvo relacionado a la familia Somoza, y no puede sustraerse de la palabra "complacencia" con las familias de los dos últimos dinastas, Luis y Anastasio Somoza. Valga decir que, hay quienes hacen de Bernabé Somoza un adalid atado e impelido por las circunstancias particulares de su vida familiar. Lo contextualizan bajo indulgentes o benévolos análisis, otros, lo suben una y otra vez al patíbulo de la historia.
Como punto aclaratorio, Bernabé Somoza no es, el "Siete Pañuelos", ese sobrenombre es de otro personaje y pertenece a otras historias. En subsiguientes publicaciones a partir de ésta, realizaremos la entrega de diversos, importantes, y olvidados artículos sobre tres personajes de nuestra historia: José María Valle "El Chelón", Bernabé Somoza y "Siete Pañuelos". Entre otros, incluiremos los encendidos debates entre el General Alfonso Valle Candia y don Enrique Guzmán Bermúdez. Pues bien, para inteligir las razones de esa "mutilación", les dejo algunos extractos de ese capítulo que "alguien" decidió suprimirle, oigamos a Gámez lo que dice de Bernabé Somoza:
Somoza
fue fusilado enseguida en la plaza de Rivas. Antes de ser llevado al patíbulo y
cuando se comenzaba su juzgamiento refirió al Auditor don Justo Abáunza
historia sucinta de sus crímenes, que calificaba de gustos que se había dado.
De aquella relación, resultaba que con su propia mano, lejos del campo de
batalla, había dado muerte a 54 personas indefensas y pacificas, inclusive
mujeres y niños. "No hay gusto que no me haya dado en el mundo, añadía
Somoza, y ahora que no tengo más que desear, me importa poco la muerte".
“El
cadáver de aquel desgraciado fue colgado de un poste elevado, en una de las
principales calles de la ciudad, la que la limitaba por el norte, y allí
permaneció bárbaramente expuesto por tres días, a estilo medieval, hasta que la
fetidez vino en su auxilio y le proporcionó una humilde sepultura.
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UN LIBRO MUTILADO. Por: Dr. Eduardo Pérez-Valle, en: La Prensa, 7 de julio de 1957.
Dr.
Andrés Vega Bolaños,
Pte.
Muy Señor mío:
Con profundo
desagrado he llegado a constatar en la Segunda Edición de la importante
obra “Historia de Nicaragua” por José
Dolores Gámez, edición que por acuerdo del Ejecutivo de 19 de Octubre de 1955,
estuvo bajo su cuidado y vigilancia, notables mutilaciones del texto en el
Capítulo XVII, que se refiere a la administración de Ramírez, año de 1849 y
siguientes.
A la
vista de tales mutilaciones, que considero tanto más importantes cuanto
encierran el juicio del historiador acerca del personaje que se estudia; y
considerando que todos estamos obligados a cuidar la integridad de cuanto,
material o espiritualmente, constituye patrimonio nacional, me permito hacerle
las siguientes preguntas:
1)
¿Quién es el responsable de tales
mutilaciones?
2)
De no saberlo Ud. ¿quién cree que pueda
saberlo?
3)
¿Es o no obligación del encargado y
supervisor de una obra histórica tan
importante como la que nos ocupa verificar la conformidad del impreso con el
original, en este caso la Edición de 1889, hecha en vida del autor?
4)
En casos como el presente al descubrirse
errores u omisiones ¿es o no obligación del encargado de la edición señalarlos
al público?
5)
¿Sería honrado desde los puntos de vista
humano y científico aprovechar la primera coyuntura para mutilar los escritos
del colega disidente, cuándo este tiene muchos años de muerto y aquellos han
pasado a la categoría de obras raras?
Espero que Ud. prestará la atención que se merecen
a estas importantes cuestiones.
E.
PÉREZ-VALLE
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