BABA. Por: Manolo Cuadra (1907-1957). En: Flecha. Agosto de 1955. año XIV. Edición No. 4358.
En
un diario de Managua, se está discutiendo si el indio viejo, el mondongo, el
vigorón o los frijoles, deben servir de común denominador al plato nacional.
El
plato nacional es sin duda, el Plato de Baba, porque es el plato del día, el
plato del año, y el plato de siempre. En economía, en política, en moral, en
deporte, no hacen sino servirnos (y el pueblo lo devora con tanta falta de
pudor como sobra de entusiasmo) un plato de Baba.
¿Qué
fue el tratado Cañas-Jerez, qué la pseudo incorporación de la Costa, qué el
tratado del Canal, la revolución de 1910, la intervención marinera americana,
la revolución de Moncada, la cesión isleña de San Andrés, el
"Lomazo", el "Fortinazo", luego el otro "Lomazo",
el "pacto de los generales", el negocio de la penicilina hace ya
muchos años y qué el sonado "EstampilIazo" de estos días? Todo esto
es el plato nacional, el Plato de Baba por el cual mostramos tan enternecedora
preferencia. Este es nuestro plato histórico, nuestro plato de resistencia. En
cuanto al mondongo, sólo se come en ciertas regiones del pacífico y tenemos los
habitantes de este litoral tanto derecho de reivindicarlo como plato nacional,
en la misma forma que los blufileños su vitaminado y energético rondón. El
vigorón, esa culinaria creación granadina -plato por otra parte plebeyo- es
ignorado en Las Segovias, donde se le sustituye con éxito por la chanfaina,
mezcla de desperdicios y vísceras dudosas, adyacentes a los órganos más
innobles del puerco doméstico y omnívoro. Todos estos son platos regionales, de
uso limitado dentro de sus particularidades geográficas. Los frijoles son un
plato en sí, pues no suponen ningún aderezo cocinero. Ellos se dan a la mesa
bajo la misma constante que se dan en Chile o en Bolivia. Es plato continental.
Además los frijoles son tan inconstantes como las mujeres. Ahora, por ejemplo,
este hemoglobinado cereal, ha perdido todo contacto con las masas populares y,
pese a su democrática abundancia, resulta manjar de dioses sobre los manteles
de la clase media y apreciable alimento en los comedores de la alta burguesía.
Vale once córdobas. Pretender identificar como plato nacional a esos alimentos
buenos sólo como curiosidades folklóricas y regodeos gastronómicos es perdedera
de tiempo, deporte culinario y bellaquería gastronómica.
Plato
nacional debe ser el que exhiba una limpia tradición de fidelidad en la mesa
del comensal y una demanda a prueba de dispepsias, como es el Plato de Baba,
comido por los nicaragüenses, hace más de un siglo desde que, independizados de
España, cogimos nosotros solos la cuchara y las especies para crear un plato
digno de nuestro paladar. Así resultó el plato de Baba, regusto del abuelo y golosina
del rico, fiel a la mesa y agradable al estómago, regalo de la pituitaria y
gelatinadulce de las glandulillas gustatorias.
El
mondongo es un plato del pacífico; la chanfaina, Segoviana; el indio viejo
tiene una gastro-regionalidad determinada, como la ODECA. Pero lo que todos
comen, con tanta sobra de entusiasmo como falta de pudor, diariamente,
voluntariamente, sin cansamos jamás, es, sin duda, el de: Baba.
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