¿FUE NAVEGABLE EL RÍO SAN JUAN DURANTE LA
COLONIA ?
Por: Dr. Eduardo Pérez-Valle
La respuesta a esta pregunta es la siguiente, sí, fue
navegable, como hoy, con ciertas condiciones o limitaciones que impone la
geografía.
Como sabemos, el río San Juan, el antiguo Desaguadero
de la Laguna Grande
de Nicaragua, se inicia en el extremo sudeste del Lago de Nicaragua, y después
de un tortuoso camino de cerca de 200 kilómetros alcanza la ribera del Mar
Caribe.
Por sus aguas maravillosas, ora apacibles y
acogedoras, ora violentas y traicioneras, ha transitado una gran parte de la
historia de este país; y el mismo río, su presencia, ha incidido imperiosamente
en la vida de esta regiones y ha modelado en tal forma la fisonomía de los
acontecimientos que aquí se ha sucedido, que con toda razón podemos llamarle el río de nuestra historia.
¿Cuál es la historia remota del San Juan?
Según una vieja y pintoresca teoría esbozada por
Hayes, al final de la Era Terciaria
los departamentos de Chinandega, León, Managua y Granada no existían o
permanecían cubiertos por un extenso golfo o brazo del Pacífico, que se
adentraba profundamente en el continente.
El río San Juan era su tributario y sus aguas corrían entonces de este a oeste:
desembocaba en el Pacífico. Pero en la Era Cuaternaria se elevaron los
volcanes, y con ellos el viejo brazo del mar. Las aguas se acumularon en las
áreas más bajas para formar los lagos.
Al subir el nivel, un día la corriente se invirtió en
el antiguo San Juan, lanzándose las aguas a través de una depresión de la
primitiva divisoria continental, rumbo al Atlántico.
Por la naturaleza de sus fondos el San Juan tiene dos
secciones: arriba de la confluencia del San Carlos, con escasos sólidos de
arrastre; y debajo de esa confluencia, donde tales materiales son abundantes.
Pero las condiciones topográficas demarcan cuatro
secciones:
1ª. Desde el Lago hasta el primer raudal (del Toro), 45 kilómetros con desnivel mínimo, fondo bajo y extensos pantanos adyacentes.
2ª.) Desde la cabecera del raudal del Toro hasta el pie del Machuca, comprendidos los demás raudales; desnivel de 4 metros en 37 kilómetros; es la garganta del San Juan.
3ª.) El “Agua Muerta”, entre Machuca y Boca San Carlos, sección de 24 kilómetros de aguas profundas, libres de las arenas volcánicas que aporta el San Carlos.
4ª.) Sección abundante de esas arenas, que se extienden de Boca San Carlos al mar; las arenas se depositan en el fondo, las orillas son de arcilla resistente.
1ª. Desde el Lago hasta el primer raudal (del Toro), 45 kilómetros con desnivel mínimo, fondo bajo y extensos pantanos adyacentes.
2ª.) Desde la cabecera del raudal del Toro hasta el pie del Machuca, comprendidos los demás raudales; desnivel de 4 metros en 37 kilómetros; es la garganta del San Juan.
3ª.) El “Agua Muerta”, entre Machuca y Boca San Carlos, sección de 24 kilómetros de aguas profundas, libres de las arenas volcánicas que aporta el San Carlos.
4ª.) Sección abundante de esas arenas, que se extienden de Boca San Carlos al mar; las arenas se depositan en el fondo, las orillas son de arcilla resistente.
El ancho del San Juan varía entre los 100 y los 300
metros. Pero en la parte baja pueden hallarse anchuras de 500 metros y más.
Al llegar al borde la llanura costera el caudal del
río es distribuido entre el San Juanillo, el Colorado, el Caño Bravo y el Bajo
San Juan y sus ramales Taura y Parada.
Tal es el San Juan y tal ha sido siempre, con muy
ligeras variaciones, derivadas generalmente del régimen de las lluvias en su
cuenca. Resultado de esa manera de ser, de esa estructuración invariable, sus
condiciones de navegabilidad siempre han sido prácticamente las mismas.
En 1524 Hernández de Córdoba dispone la exploración
del Mar Dulce, para lo cual hace transportar a lomos de indios un
bergantín en piezas, desde el Pacífico
hasta el Lago. En él navegó el capitán Ruy Díaz hasta el caudal del Castillo,
que los indios llamaban “la casa del Diablo”.
Fue después Sebastián Benalcázar, analfabeto ilustre,
vecino de León Viejo, futuro conquistador de Quito, fundador de Popayán y Cali,
y llegó en sus canoas hasta cerca de Machuca.
El último en hacer el intento bajo Hernández de
Córdoba fue Hernaldo de Soto, más tarde Adelantado de la Florida y descubridor del
Mississippi, de quien Gámez afirma antojadizamente que no pasó siquiera el
raudal del Toro.
A principios de mayo de 1539 iniciaron los capitanes
de Contreras Alonso Calero y Diego Machuca de Suazo el descubrimiento del
Desaguadero hasta el mar.
Detenida la expedición en el río de los Sábalos, fue
Machuca en canoas a reconocer los raudales.
A principios de julio salió Calero al mar, a través de
una barra “algo trabajosa”, y se halló en una gran bahía protegida de las olas
y los vientos dominantes por una punta baja y arenosa situada hacia el este.
He aquí las conclusiones que expone la Relación
del descubrimiento del Desaguadero acerca de la manera de navegarlo:
“El río tendrá desde la laguna hasta la mar 30 leguas
poco más o menos. Había en él tres raudales: el primero y el postrero se pueden pasar botando con
palancas y remando; el de en medio, que llaman la Casa del Diablo, es una pena
todo, y corto, el cual tendrá obra de 500 pasos; hace subir con una guindaleta
a la sirga”. (Esto quiere decir, tirando desde tierra por medio de un cabo
resistente). “Pueden subir o bajar todo el río barcos que tengan de carga 400
arrobas. Sale la boca del río obra de 90 leguas de Nombre de Dios, la vía del
agua; y marca ahí, cabe el río, un puerto mucho bueno, donde pueden entrar los
navíos y estar muy seguros”.
Abierta la vía a la navegación, se torna muy
traficada, y objeto primordial de la ambición de políticos y comerciantes. Lo
navegan Contreras y Machuca; también
Calero, de vuelta del descubrimiento, esta vez prisionero de Contreras; se
fuga, y sale nuevamente por él, rumbo a Nombre de Dios. Por ahí expulsa
Contreras a Hernán Sánchez de Bajadoz, encadenado, hacia España, pasando por
Cuba. Su encarnizado enemigo, el dean Pedro de Mendavía, a quien tiene preso en
León, teme sufrir la misma suerte.
Contreras mueve sus intrigas en la Corte , tratando de sacar
partido a la nueva situación. Pide se revise la capitulación con Diego
Gutiérrez. Y quiere atraerse a Nicaragua la navegación para el Perú y la Especiería , la cual
puede hacer por aquí “muy mejor y más
corta que por otra ninguna parte”.
Surgen diversos empresarios de transporte y
comerciantes que operan en la vía recién abierta. Francisco Sánchez tiene dos
bergantines que hacen el tráfico entre la boca del Desaguadero y Nombre de
Dios. El bergantín Buena Ventura, de
Alonso Gómez de Herrera, hace el viaje desde Granada. Asimismo el Santa María de los Reyes, del capitán
Luis de Guevara (teniente de Contreras) y de Juan Fernández, y dos fragatas de Pedro de los Ríos.
En estos barcos viajan, además de cuatro o cinco
marineros de oficio, otros tantos indios e indias auxiliares. Algunos llevaban
hasta doce indios más para ayudar a pasar los raudales.
Generalmente iban algunos como pasajeros, los que a su
vez llevaban sus mozos y sus indios e
indias, bajo pena de cien pesos por cada uno de los que no volviesen al cabo de
ocho meses. Hay quienes ejercen de agentes en diferentes centros comerciales,
como Fernando Carmona, Arias Acevedo y los hermanos Lope, Diego y Luis Sánchez Dalbo en Panamá; y Andrés
Segovia en Granada.
Son dos las rutas usuales: Granada ---San Juan de la Cruz-- - Cuba; y Granada
–San Juan de la Cruz —Nombre
de Dios. El viaje en el Río lo hacen sólo en barcos pequeños, fragatas y bergantines; en el mar se suman algunos
navíos.
De resultas del tráfico se abaratan en Nicaragua los
bastimentos de España, y hay más gente en la Provincia hacia 1545.
El viaje entre Granada y Nombre de Dios se hacía en un
promedio de 22 días. La jornada de más trabajos y peligro era de la isla de
Bastimentos a Nombre de Dios, en cuya travesía se dependía más de los remos que
de la vela.
Pero el mayor obstáculo estaba en el propio Río, en su
“garganta”, aquella sección de 37 kilómetros en la que el agua, corriendo o saltando
sobre peñascos (parte del esqueleto rocoso de la Sierra Madre ) tiene que
descender cuatro metros. En ese espacio se cuentan generalmente tres raudales;
pero esos son sólo los mayores, los más aparentes. Poco antes de Machuca hay
otros cinco rápidos menores, que son otros tantos obstáculos a la cómoda
navegación: el de la Mica ,
el de las Balas, el Patricia; el Purgatorio y el Diamante. Y debajo de Machuca
aun se menciona el pequeño raudal del Brazuelo de arena y piedra menuda.
Por eso hacia 1544 justicia y regimiento de Granada se dirigen al rey
solicitando el envío de 50 negros esclavos para limpiar los raudales, solicitud
que respalda el obispo Valdivieso. No se sabe a ciencia cierta si alguna vez
fueron enviados los 50 negros y si se “limpiaron los raudales”, (Expliquemos
que tal limpieza debía consistir en remover las piedras en determinados
lugares, de modo que se formase un canal de navegación).
En 1620 había de 10 a 12 fragatas para el comercio
entre Granada y Portobelo o Cartagena. Llevaban maíz, brea, gallinas, añil,
sebo, cebadilla, capones, azúcar, cacao, jarcía, harina trigo y biscocho,
traían vino, lencería y otras cosas de España. El comercio con Cartagena estaba
prohibido; pero el contrabando se introducía cambiando los papeles en Portobelo.
Por esta época se pensaba en la canalización de la Quebrada Honda o río Sapoa. Se
dice tiene 150 brazas de ancho y más de 40 de profundidad; que desemboca en el
Lago y que en invierno se llena en buena parte; entre el fin de la barranca y
el Pacífico sólo medía una legua de piedra “que es lo que había que canalizar
por entero”. Se tiene la idea peregrina de que siendo la Mar del Sur más alta que la
del Norte, el río San Juan con el canal experimentaría un incremento de caudal.
Pero los terremotos de 1648 y 51 elevan los raudales y
dificultan aún más la navegación. El de 1663 deja las peñas a descubierto; y un
barco habanero que había ingresado al Lago en el año anterior no pudo bajar el
Río ni con el invierno de 1664, muy copioso; hubo de ser vendido en subasta
pública.
En 1781 don Matías de Gálvez demuestra la
imposibilidad de construir por Nicaragua un canal interoceánico. Y el año
siguiente declara no ser navegable el San Juan, pues en pleno invierno hay una
goleta y una balandra encalladas en Machuca y Bartola.
Hubo dictámenes contrarios al proyectado canal de
parte de autoridades como el comandante de ingenieros; Maestre y los capitanes
ingenieros Joaquín Isassi y José María Alexandre. Y en 1781 el ingeniero
Galisteo determinó con precisión la elevación del lago sobre el nivel del mar:
134 pies, 7 pulgadas y una línea, en tanto que la profundidad máxima era de 88
pies y 6 pulgadas. La conclusión era fulminante: si se abría el canal se
vaciaba el lago y se secaba el Río.
Más quedaba pendiente la canalización de la vía
fluvial. En 1790 don Juan de Ayssa, glorioso defensor del Castillo en 1779,
menciona la facilidad de hacer un canal junto a la fortaleza, por ser la orilla
y el lecho de piedra movediza “que en tiempo seco se descubre”. En cambio el
raudal de Machuca ofrece otras dificultades, por ser “piedra suelta, sin canal
fija”. Este, como el del Toro, es de piedra menuda y arena
A principios del siglo XIX se autoriza el cobro de un
impuesto de avería del medio por ciento “para limpiar el San Juan”, impuesto
que se lleva indebidamente a Guatemala y que después se hace ascender al 11 por
ciento; entretanto las corrientes siguen acarreando arena al puerto, que está a
punto de cegarse; la flotación de maderas hace más difícil y peligrosa la navegación:
las aguas se esparcen y disminuye el fondo; y los barcos varados o a punto de
vararse no pueden alijarse, porque inundadas las orillas, no hay donde poner la
carga.
Esto quiere decir que durante el período colonial la navegación por el San Juan se fue dificultando con el correr del tiempo, primero por obra de la naturaleza, con los terremotos que elevaron el lecho a mediados del siglo XVII, y el constante arrastre y depósito de arenas volcánicas que bajan de las montañas de Costa Rica en la corriente del San Carlos; después por obra del hombre, que con la extracción de maderas en los bosques ribereños y su flotación en el Río, alteró el curso natural de las aguas y secundariamente pudo haber causado el depósito anormal de aluviones en la desembocadura.
Esto quiere decir que durante el período colonial la navegación por el San Juan se fue dificultando con el correr del tiempo, primero por obra de la naturaleza, con los terremotos que elevaron el lecho a mediados del siglo XVII, y el constante arrastre y depósito de arenas volcánicas que bajan de las montañas de Costa Rica en la corriente del San Carlos; después por obra del hombre, que con la extracción de maderas en los bosques ribereños y su flotación en el Río, alteró el curso natural de las aguas y secundariamente pudo haber causado el depósito anormal de aluviones en la desembocadura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario