sábado, 25 de enero de 2014

DON SALOMÓN  IBARRA: ¡YA NO RUGE LA VOZ DEL CAÑÓN!

Por: Eduardo Pérez-Valle hijo

Probablemente al ser publicado el presente artículo, ya se encuentran en nuestra Patria los restos mortales de Don Salomón Ibarra Mayorga, autor de la letra del Himno Nacional de Nicaragua, composición que fue escogida por primera vez en nuestra historia a través de concurso público convocado por el Gobierno del General Emiliano Chamorro, el 9 de Diciembre de 1918. En ocasión de este importante acto de repatriación, consideramos atingente recordar algunos datos que rodean la historia de nuestro Himno.

El escritor y poeta Salomón Ibarra M., es autor de la Monografía del Himno Nacional de Nicaragua, publicación del Ministerio de Relaciones Exteriores, en Mayo de 1955. Interesantísima obra que reúne una erudita exposición que trasciende el contexto poético, musical o histórico, puesto que, transmite hechos históricos con sentimiento excelso, de patriotismo, de nuestro ilustre y recordado ciudadano.

En su obra, quedó consignada la  característica modestia del que demuestra conocer con propiedad lo que escribe y, no dar por cierto lo que no ha sido correctamente corroborado en las fuentes históricas. En el señalado trabajo nos dice: “...hay una serie de versiones que vamos a omitir por ser contradictorias –refiriéndose a la instrumentación de La Patria Amada, otro himno de antaño-pero que dilucidaremos oportunamente al hacer una ampliación de este trabajo, el cual somos los primeros en confesar que es incompleto”.

Se comprende que al exponer un tema que siempre ocupa el interés inmediato de los nicaragüenses, al trabajo del poeta Ibarra no le faltan compatriotas que interesados en contribuir a esa historia, proporcionan otros datos que aún esperan por alguien que los retome y verifique; una de esas aportaciones la encontramos en el diario La Noticia, del 22 de Noviembre de 1961., con el título: “El Padre Góñez, autor del Himno Nacional”, en el último y más importante párrafo del referido artículo, el Maestro Gilberto Vega afirmaba: “Cuando el distinguido poeta y  escritor, don Salomón Ibarra Mayorga publicó su Monografía, me fue difícil presentarle la prueba auténtica del autor de nuestro Himno por haberla metido dentro  de las páginas de un libro pero ahora la casualidad me hizo encontrarlo para desvanecer tantas leyendas que hay sobre el particular. No es pues Emilio Pacheco Cooper, ni un monarca europeo que lo había enviado como obsequio a Nicaragua, ni el catequista Anselmo Castinove el autor del Himno Nacional sino, Padre Góñez, Jesuita al servicio de la Capellanía de Guatemala y que el maestro Pinzón arrancó esta hoja del Archivo de la Antigua Guatemala para enviármela tal como ahora la presento.” Al respecto, no puedo dejar de comentar la desafortunada manera en que su remitente obtuvo ese documento de inestimable valor.

De la estructura musical de nuestro himno se han escrito interesantes tesis. Se ha debatido que la Música del Himno Nacional tuvo influencia de La Marsellesa; Don Salvador Cardenal Argüello, de grata memoria,  citando a Ibarra, anota: “El Maestro Marcelo Soto conservó en León durante mucho tiempo los originales de nuestro himno que introdujo a Nicaragua el Frayle Castinove en 1789, es decir TRES AÑOS ANTES que Rougt de L’Isle compusiera su famosa Marsellesa”. Por otra parte, don Salvador Cardenal recordaba: “el famoso himno revolucionario francés fue popularísimo en Nicaragua. Todavía yo lo alcancé. Desde que tuve uso de razón hasta por los 28 al 30 más o menos, en toda manifestación política se tocaba La Marsellesa y La Cucaracha. Hasta que llegó el partido liberal al poder, dejó de usarse La Marsellesa en manifestaciones políticas. Todavía me estoy preguntando la razón de ello.” (La Prensa, 23/9/76).

Finalmente, permítaseme aportar un poco al dato proporcionado por la familia del poeta Ibarra, quienes dicen que al exhumar el cadáver para devolverlo al suelo patrio, es probable que, entre los restos mortales hallen un proyectil que permaneció incrustado en su pecho y con el cual vivió hasta su fallecimiento en San Pedro de Sula, Honduras, país al que emigró junto a su familia después del terremoto acaecido en Managua, el 23 de diciembre de 1972; en relación del hecho viene al caso rememorar lo siguiente:

Al triunfo de la “revolución” conservadora que derrocó el Gobierno liberal de José Madriz,  don Salomón Ibarra Mayorga cifraba 21 años; laboraba como periodista dirigiendo el diario El Tiempo, único periódico liberal que se publicaba entonces. Existe un artículo periodístico de fecha Julio 29 de 1944., también reproducido en Novedades en 1958, en el que, el propio Ibarra Mayorga relata el episodio relacionado al proyectil que casi lo mata; según Ibarra, el autor intelectual del atentado fue Carlos Pasos,  de ahí tomamos el siguiente párrafo: “Hace 33 años... el director de El Tiempo que se debatía entre la prisión y su oficina de trabajo, era frecuentemente víctima de injustificadas multas. Ni los atropellos, ni las multas, ni las amenazas, pudieron acallar su voz  que se alzaba cada vez más implacable contra las ollas de Egipto de la desgracia nacional, contra las indemnizaciones por “sufrimientos morales”, contra la vergüenza de la intervención...hasta que un día, el 4 de Mayo de 1911, caía moribundo en una encrucijada del Parque Central, acribillado a balazos. De este modo El Tiempo había dejado de existir. El último diario liberal de la época se apagaba también... pero esta vez a tiros. El hombre que acechaba no tuvo la entereza de enfrentarse el solo: buscó a un tercero, se colocó tras de él con el revólver en la mano y luego, aprovechando una ocasión propicia, cobardemente lanzó al irresponsable para que asesinara al infortunado periodista. ¿Saben ustedes  quién fue la víctima del salvaje atentado? Vive aún y puede mostrar con noble orgullo limpias sus manos y su frente: ¡Ese...soy yo!

Historia aquella de tristes inquinas políticas. Ojalá, nunca más en el pecho de un nicaragüense quede alojada una bala arrojada por los bajos instintos de la criminal política. Para los jóvenes nicaragüenses, sería de utilidad otro tiraje de la Monografía (historia) del Himno Nacional de Nicaragua; distribuida en los colegios, las bibliotecas públicas y librerías, para que el pueblo lea sobre el tema, arraigue identidad y pertenencia en la permanente construcción de ese “imaginario Estado-Nación”; entretanto ocurre el buen deseo, el suelo patrio de nuestra Nicaragua agradecida, recibe a este dilecto hijo de Nicaragua para que nadie interrumpa el descanso eterno en donde para todos brille hermosa la paz. 

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