No
negaré mi simpatía personal por la memoria del legendario Bernabé Somoza. Fue
amigo y hermano de armas de mi abuelo el General Don José María Valle y de los
hermanos de éste don Esteban y Romualdo: con ellos militó en las campañas del
General Francisco Morazán; con ellos peleó en al defensa de la ciudad de León
el año de 1844; con ellos vino de El Salvador el año siguiente en una invasión
contra el General José Trinidad Muñoz; pero además del tal devoción por su
memoria, alterada a menudo por el sectarismo político, el odio, la vanidad y
otras pasiones de baja mezquindad.
Nunca
me he propuesto recordar agravios ni crear rencores. Pero siempre que lo ceo
necesario doy la voz de alarma y pongo en guardia a la joven generación contra
la difusión de doctrinas farisaicas y falsedades históricas. Ese es mi pecado.
Al
recio y tenaz polemista don Enrique Guzmán Bermúdez, que cojea del mismo lado
que este su servidor, le ha dado por disertar a todo trapo sobre la
personalidad de Bernabé Somoza, pero sospecho que tales disquisiciones son
únicamente un pretexto para desahogar sus rencores sectaristas contra los
adversarios del Partido Conservador. Para tal fin no veo la necesidad de
alterar la verdad de los hechos y
demostrar semejante falta de sindéresis. Voy a marcar algunos, los
principales errores en que incurre deliberadamente.
Afirma
que Somoza era un guerrillero profesional y que su nombre y el horror que
inspiraba los debía a los “repetidos trastornos internos” en que tomó parte.
Somoza aparte su participación en la defensa de León y en la revancha que quiso
tomar contra Muñoz, no tomó parte en ningún trastorno más que en el que promovieron
los “timbucos”, (conservadores) de Granada que lo nombraron jefe de la rebelión
en Rivas.
El
señor Guzmán no menciona en aquel drama a Fruto Chamorro, lugarteniente de
Muñoz y tan feroz y desalmado como su jefe, y habla solamente del sacrificio de
Somoza, cuando con él y al mismo Muñoz y
Chamorro hicieron fusilar a cuarenta y tres TIMBUCOS, personas de posición
social de Granada y Rivas, salvándose únicamente el eminente jurisconsulto
Benito Rosales y el Dr. Rosalío Cortez, por su condición de diputados al
Congreso Nacional. Pero Don Enrique no menciona a Chamorro por el respeto
reverencial que le debe al feroz y sanguinario guerrillero conservador.
Afirma sin prueba alguna que el Gral. José María Valle dejó ingratos recuerdos en Granada. Falsedad e injusticia. Al contrario, fue Valle quien trajo ingrato recuerdo de aquella ciudad. Allí recibió durante el histórico sitio un balazo que le dejó cojo de por vida. Allí fue herido su hermano Esteban, cogido prisionero y fusilado. Este salvaje asesinato fue el motivo que le decidió a juntarse con Walter, ir con él a Rivas, derrotar a Guardiola en La Virgen y luego sorprender a Granada e ir a buscar al asesino de su hermano para cobrarse la deuda. Fue el Padre Vigil quien atajó a Valle y salvó al asesino.
Valle
dejó poco después a Walker y fue a Somoto donde derrotó al General don Fernando
Chamorro, el 16 de abril de 1856. Chamorro y Coroneles Joaquín Zavala, José
Dolores Estrada, Carlos Alegría, Miguel Vélez, Agustín Benard y otros afamados jefes y oficiales fueron los
que en realidad tenían el ingrato recuerdo de aquella derrota. Solamente la mala
fe y el odio partidista puede inventar esas calumnias y mentiras.
Sin
dificultad alguna el señor Guzmán pasa del drama de Somoza, como una
consecuencia natural al recuento de los desmanes y atrocidades bajo los
regímenes liberales; pero se guarda de confesar que tal sistema de gobierno fue
creación legítima de los estadistas reaccionarios continuadores de los
encomenderos de la Colonia. En tanto que a estos herederos les presenta como un
coro de ángeles. De hecho olvida que el cepo, los palos, las enemas, las
reclutas, las contribuciones forzosas, las torturas, la picota, la inquisición,
son creaciones de los gobiernos conservadores de quienes las aprendimos los liberales.
Falta
de sindéresis la del señor Guzmán Bermúdez al encarnizarse con el gobierno del
General don José Santos Zelaya. De todo lo malo que le atribuye los únicos
principales responsables son los mismos conservadores. Cuando los liberales de
Occidente que fueron quienes lo llevaron al poder quisieron derrocarle el
Conservatismo en masa, lo rodeó y lo apoyó y lo mantuvo al mando. Qué derecho
ni razón le asiste para quejarse de su obra?
Quince
o veinte revoluciones que le hicieron los conservadores sólo sirvieron para
demostrar como también hoy, la impotencia y descrédito del Conservatismo.
Y
luego la intervención durante la cual al partido de los traidores sólo dejó
como huellas de su paso saqueos, incendios, asesinatos, carnicerías, atraso…y
la indeclinable vergüenza.
Me
aconseja don Enrique que no siga defendiendo a Bernabé Somoza. A mi vez le
aconsejo que siga hurgando el huevo podrido conservador. Mientras más lo hurgue
más “jiede”.
(f.) ALFONSO VALLE.
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