TRÍPTICO
LÍRICO
En
la tumba de Rubén Darío.
Por: Primitivo Herrera. Managua, 1931.*
Vengo desde
la tierra clamorosa
Que blasonan
las águilas caudales
a dejar esta
ofrenda quejumbrosa
en tu suelo
de orquídeas y quetzales
Paréceme
aspirar en cada cosa
Aliento de
tus íntimos rosales;
y me llego
hasta el borde de la fosa
embriagado
de rimas inmortales
Quiera el
cielo cederme un solo instante
que el dios
bicorne con su flauta errante
sople y
anime esta canción dolida.
¡Y ufano
entonces de tan gran tesoro,
le encenderé
mis candelabros de oro
a tu suprema
excelsitud panida!
Que baje
hasta la huesa cineraria
un coro de
canéforas en pleno,
y musite su
antífona gregaria
a la memoria
del esteta heleno;
Avance con
la tropa visionaria
coronado de
pámpanos Sileno,
y solloce,
de hinojos, su plegaria
en los
surcos del ámbito sereno.
--¡Liróforo…!—dirán
aquellas voces:
llamadas por
el reino de los dioses
velaremos
tus órbitas inciertas.
¡Y
descendiendo del confín vacío,
verás sobre
tu féretro sombrío
el fuego
fatuo de las rosas muertas!
¿Qué
suntuoso matiz de lentejuela
puedo
arrancarle a mis boscaje hirsuto,
si me falta
el buril de Benvenuto
y el arpa de
cristal de Filomela...?
Esta oración
que mi dolor cincela
aquí sobre
tu mármol impoluto,
será apenas
un ínfimo tributo
que no
llegue a besar tu escarapela.
Duerme,
pues, en tu cámara mortuoria,
que ya el
orto infinito de la gloria
te besa con
su enorme centelleo.
¡Y gimen en
el canto que te aureola,
la divina
zampoña de Argensola,
y el
armónium agrete de Berceo!
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En:
El Gráfico; Semanario Nacional
Ilustrado. Managua, D. N. 8 de febrero de 1931. Año VI. Núm. 233. Editores Propietarios:
Ángel M. y Carmen J. Pérez e hijo, Ltd.
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